En la cultura meditativa budista, arraigada en la antigua tradición hindú, se aborda la naturaleza inherente del sufrimiento humano (dukka). Surgida en el siglo V a.C. como una vía empírica, el budismo, en contraste con el brahmanismo hindú, incorpora el principio de vacuidad (suññā-suññatā) en su práctica meditativa. Alejándose de extremos metafísicos, propone un camino medio para abordar los males de la existencia. La doctrina budista declara el sufrimiento como la primera verdad noble y presenta el deseo (tanha) como su raíz. La práctica meditativa busca disciplinar la mente, erradicar el deseo y alcanzar la cesación del sufrimiento. Este enfoque, caracterizado por la atención ética y la concentración, propone un sendero hacia la liberación (nibbana) mediante la comprensión de la impermanencia y la renuncia al yo (anatta). En un mundo obsesionado por el individualismo, el budismo emerge como una filosofía contracultural que desafía las nociones de identidad egocéntrica y narcisismo, ofreciendo una perspectiva única para abordar las odiseas sufrientes del ego.