Una vez se monta, se copia y se proyecta, el cine se encierra en una inevitabilidad reproduciéndose como una exaltación ontológica de la muerte. Hay un control absoluto del tiempo posmórtem que informa nuestra participación.
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Una vez se monta, se copia y se proyecta, el cine se encierra en una inevitabilidad reproduciéndose como una exaltación ontológica de la muerte. Hay un control absoluto del tiempo posmórtem que informa nuestra participación.
Es cierto que todo gran documental revela tanto del tema como de su realizador. Aquí vemos el otro lado, un trabajo que no dice casi nada pero sí deja claro varias cosas sobre su autor.
En «El Antillano» se hace un juicio injusto sobre nuestra enajenación con los «próceres» y su valor histórico, mientras se marca una diferencia con los habitantes de los otros países.