Errol Morris y la irrepetible gestión documental
Errol Morris estrenó un documental el pasado año que ahora, gracias al sistema de VOD de servicios como Amazon Instant, está accesible para cualquier internauta. La facilidad de acceso desarma las pocas excusas que uno podría tener para no verlo y, sinceramente, ya yo la estaba esperando. Mis expectativas eran vastas, Morris es bastante consistente, pero al final me tuve que confrontar con la particular modalidad de decepción que, paradójicamente, sólo me provocan los buenos artistas.
El trabajo en cuestión, titulado The Unknown Known (2013), provocó un malestar interesante en mis recovecos de apreciación crítica. Morris es una figura clave en el desarrollo de mi afinidad por el cine-documental, siendo uno de los que me demostró que los buenos documentales siempre trascienden la mera exposición de datos. Este medio contiene varias particularidades que lo diferencian de otras técnicas de representar la realidad. Entre tantas, me parece que su cualidad más oportuna es su inherente polisemia metatextual. Si bien hay sujetos independientes frente a la pantalla, sujetos que viven una vida antes y después de que se prendan las cámaras, también hay un autor detrás. Idealmente, cada documental provee dos textos simultáneos: la historia narrada y la interpretación del cineasta. En la gran parte de los trabajos de Morris la intención es provocar algún tipo de meditación filosófica sobre el arte de la representación individual. Siempre escoge personalidades singulares, que de alguna manera se enajenan de sus contextos sociales o históricos, para presentarlos como un otro que se resiste a una concepción univalente del yo. Morris está presente también, él es el tú que pregunta y responde, engendrando documentales que no suelen contener entrevistas sino conversaciones. Hay varios ejemplos concretos de su manejo autoral, de su ímpetu conversacional, pero me parece que hay uno en específico que mejor corresponde con su nueva película.
Fog of War: Eleven Lessons from the Life of Robert S. McNamara (2003) se concentra en una extensa conversación con el otrora secretario de defensa bajo las presidencias de John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson. McNamara expone sobre su rol en la crisis de misiles del 1962 y en la guerra de Vietnam. La película comenta sobre la gestión bélica desde un marco institucional, directamente meditando sobre el vaivén de la responsabilidad como concepto colectivo. Muy sutilmente, Morris también se ocupa de construir un ritmo narrativo/discursivo sobre la dimensión del arrepentimiento. Como personaje documental, McNamara exude una implosión del yo que se encadena en una letanía del perdón autoinfligido; acción que no provee confort pero sí mucho castigo. Además, trascendiendo la historicidad del sujeto, Morris explora el rol del subalterno itinerante ante la inmutable maquinaria del Estado.
Tras el éxito de Fog of War, Morris fallidamente intenta replicarse al lograr una entrevista con otro secretario de defensa estadounidense en The Unknown Known. Irónicamente, este nuevo filme es un desliz tan inmenso que se torna excepcional y, por lo menos para propósitos de una apreciación crítica de su obra, particularmente necesario. En su primer proyecto eminentemente mediocre, Morris piensa que las mismas técnicas que usó con McNamara funcionarían con Donald Rumsfeld y nunca encuentra un ángulo, una intención verdaderamente documental que contextualice las digresiones de su único sujeto. Lo que sí tenemos es el monólogo trillado de uno de los responsables, entre muchísimas otras cosas, de la interminable guerra en Irak.
Pienso que no es necesario que uno comparta los ideales de cualquier sujeto documental determinado (o de cualquier documentalista tampoco) para poder apreciar algo de lo que ese documental intenta expresar. Sin embargo, me parece inalienable que haya algún tipo de perspectiva sobre lo documentado. Aunque estoy seguro que esa no fue la intención, lo más interesante de este nuevo trabajo es que se demuestra que todos los sujetos documentales son heterodoxos. El documentalista tiene una responsabilidad de encontrar lo particular de cada narrativa, de reconocer (o inventar si fuera necesario) cual es la manera específica para abordar cada situación, evento o conversación que se le revele. Evidentemente, en esta ocasión nunca se supo como tratar a Rumsfeld o que se quería decir sobre su vida y sobre la manera en la que éste se representa. Los tenues cuestionamientos, que Morris infrecuentemente le antepone a su interlocutor, sirven más para recordarnos la distancia entre el cineasta y su entrevistado. Hay una carencia de consideración documental, tanto en la manera que se recoge el testimonio de Rumsfeld (un máster class en cinismo que el filme no explora) como en la construcción de su discurso cinemático. Me da la impresión de que se apostó demasiado a conseguir la presencia de una figura tan polarizante como sujeto protagónico y, una vez se logró, erróneamente se asumió que repetir previos procesos de interacción proveería suficiente tela para cubrir algo nuevo.
Es cierto que todo gran documental revela tanto del tema como de su realizador. Aquí vemos el otro lado, un trabajo que no dice casi nada de su intencionado sujeto pero sí deja claro varias cosas sobre su autor. The Unkown Known sugiere un cineasta que se niega a evolucionar en sus procesos. Morris cae en la trampa del canon, muy conforme con su propio legado