Autosuficiencia energética que libera
Por un lado, nos han vendido que su fracaso radica en la naturaleza pública del sistema y los desmadres de su mal manejo por intervención partidista. Pero, tras María, tanto los servicios públicos como las comunicaciones en manos privadas le fallaron al País. A una la enjuician mientras a la otra ‘la comprenden’. Lo que no se dice es que la AEE pasó de sus días gloriosos y de orgullo nacional a una trayectoria en picada tras privatizar el 30% de su generación energética a mediados de los años noventa. La privatización no es nueva. Esa ruta decadente se ha sostenido. La intromisión privada en la AEE ha dictado en gran medida la agenda de contratos y nuevos proyectos que triplicaron la deuda pública mientras que la imposición de medidas de austeridad ha diezmado su capacidad de cumplir con su misión pública.
Siempre se dice que el colapso de la AEE fue por los políticos y el gobierno, pero la AEE ha operado como empresa privada y vividores privados son tan responsables de su debacle como los otros. Los intereses privados, aferrados a sus negocios de combustibles y operación con fósiles, malogró que la AEE evolucionara a otras fuentes de enegía.
El modelo privado tiene su mira puesta en el gas natural, carbón sucio e incineradoras. Esta visión claramente expresada por la Junta de Control Fiscal que gobierna sobre Puerto Rico es, precisamente, el gran desafío que enfrenta el País. En lugar de romper con el modelo de dependencia energética con combustibles fósiles que contaminan, que provocan calentamiento global y, por ende, cambio climático y que representan un hemorragia de sobre $2,800 millones anuales de nuestra economía, debemos aspirar a la autosuficiencia energética con fuentes limpias y renovables. El Gobierno parece quitarse y querer desregular dejando el futuro energético a la merced del capital privado mientras se colocan piedras en el camino para adoptar el sol, el viento, el agua y otros recursos renovables. Una cosa es el discurso público ‘verde’, y otra cosa son los proyectos que se cuajan a espaldas de todos.
Nuestra experiencia tras el Huracán María debería ser indicador suficiente. La AEE recurrió al modelo privado de brigadas importadas a la Isla para restituir el sistema. Ya no había potencial local-público para responder pues lo habían desmantelado. Llegó Whitefish y, tras esa contratación corrupta, otras conceptualmente similares se afincaron. Nos salieron hasta 10 veces más costosas y, tras más de 6 meses, sectores significativos del País sigue a oscuras, especialmente en La Cordillera Central.
Los números no cuadran
Al principio, y aún hoy, el número de postes derribados se utilizó para definir la adquisición de materiales y reclamación de daños. Se estimaron en 62,000 postes aunque más tarde se redujo esta cifra a 48,000, o sea, 20% menos. Con este panorama y otras observaciones, los gobiernos locales y federales informaron que el 80% de nuestro sistema energético colapsó. Esto a pesar de que ninguna de las generatrices sufrió daños significativos directos por el huracán y de que Puerto Rico tiene cerca de 550,000 postes instalados y alambrados. Seguramente esa cantidad de postes averiados es una cantidad sustancial pero no representa ni el 10% de la totalidad. Aún así, el modelo privatizado de las brigadas de reparación no ha cumplido con la encomienda. Al gobierno se le pasa la factura del fracaso mientras, en la práctica, el ejercicio de reconstruir ha sido del modelo privado.
Crisis social tras el Huracán María
Sobrevivir la fuerza enfurecida de un huracán moderno, de esos de un Planeta acalorado, para luego sufrir la desesperanza colectiva y la muerte de muchos, coloca a cualquiera en serios cuestionamientos sobre el futuro inmediato. Todavía parece increíble pero cientos de personas murieron mientras decenas de miles se fueron del País y se seguirán yendo.
Se quebraron las ramas de miles de árboles, de miles de techos y de postes de ‘cemento’ productos de actos corruptos que debieron aguantar los vientos. Sin embargo, la tormenta parece que apenas comienza. Ahora quebramos las relaciones de familias en tiempos de oscuridad física y metafórica. La incapacidad para responder con acciones básicas de sobrevivencia como suplir oxígeno o energizar una máquina de diálisis ha representado una sentencia de muerte para muchos. Para otros, la condena se materializó diferente como a través de la distribución de agua insegura, o por el mal diagnóstico o diagnóstico tardío de enfermedades. Para pacientes con récord médico estaban sus medicinas pero no se podían despachar por problemas de ‘comunicación’ mientras la medicina privatizada se limitaba, como parece muchas veces hacerlo, al alcance de la cobertura del plan médico. Así le ocurrió a pacientes de salud mental tratados por 14 días en el hospital privado mientras el plan cubría para luego abandonarlos en la sala de emergencias del hospital psiquiátrico público y hacinar sus limitadas instalaciones.
Con el pasar del tiempo sentimos ocasionalmente un pasito de avance para entonces ver los dos en dirección opuesta incluyendo la recurrente corrupción. Si la pobreza e injusticia eran la norma, ahora son aún más evidentes, imposibles de ocultar. A esto añada un panorama de depresión colectiva donde un gran sector de la población ni se inmuta con el tema de la energía porque está convencido de que nunca regresará. La desesperanza percola a todos los niveles. Ni el estado colonial ni el colonizador ni sus políticos son garantía de nada. Paradójicamente parecerían complicar las cosas más.
Modelos de autogestión ante la crisis
Sin embargo, la versión sombría de este país tras María es tan real como la de otro que también responde. Y es que otro país existe donde minorías diversas autogestionan respuestas de cambio. Sirven bien, no solo para estar de pie sino para caminar en dirección alterna a la mala norma.
Lo hemos visto en Punta Santiago y la comunidad Mariana en Humacao, en Loíza hasta Mayagüez. No se trata de caridad que denigra al necesitado sino de solidaridad para provocar cambios. Ha sido evidente y no es de ahora. Se trata de gestiones organizadas con tiempo en marcha y que en medio de la crisis aguda su valor brilló más.
Allí donde la respuesta a la emergencia se dio en espacios de gestión comunitaria organizada, las realidades y sus percepciones tuvieron otra trayectoria. En esos espacios quedaba atrás la sensación del olvidado y la impotencia. La frustración y la necesidad podían transformarse en gestión, y la acción conmutar la tristeza por la alegría. No es necesario estar a la merced de la estructura tradicional de la política impotente, mentirosa y colapsada. No hay que esperar por toldos ni FEMA sustituyendo el rol de víctimas por gestores de un destino propio.
En Adjuntas, Casa Pueblo sirvió de oasis energético para la comunidad por una agenda de operar con energía renovable desde el 1999. Con un sistema recién modernizado de energía solar, la autogestión comunitaria catalizó tareas intensas de ayuda humanitaria para el pueblo, su ruralía y otras municipalidades. Como una de las primeras tareas de ayuda humanitaria, la iniciativa #iLuminarPRconSOL buscó activar a la diáspora puertorriqueña y amigos de nuestra autogestión para atajar el problema del colapso energético. Miles de lámparas solares alumbraron las noches de familias en amplias regiones con la energía del día, mejorando la calidad de vida en la crisis mientras se aprende a vivir con una fuente de energía limpia y renovable. Así tocamos familias en todos los barrios de Adjuntas, los encamados en Jayuya, Utuado, Lares, Castañer, Salinas, Aibonito, Humacao, Vieques y Loíza, entre otros. Además y ante el colapso de los sistemas de comunicación, lograr conexión de cientos de adjunteños con su familia a través de telefonía satelital, la radio comunitaria y nuestras redes sociales fueron fundamentales en los primeros días de la crisis; se canalizaron generadores de Houston y Nueva York para el centro de personas de edad avanzada, el Head Start, el refugio principal del municipio, dos escuelas rurales y un comercio de un joven empresario. Múltiples motosierras comunitarias se pasaban de mano en mano para ayudar a despejar caminos y residencias. Se repartieron hieleras; cientos de filtros de agua de varios tipos; se entregó agua, alimentos, productos de higiene, entre muchos otros. Esta respuesta incluyó organizar en la diáspora la adquisición de toldos y su envío a Puerto Rico por rutas alternas. Su distribución en la montaña se dio semanas antes que llegaran los mentados toldos de FEMA.
Son muchas las manos, los grupos en Puerto Rico y fuera de la isla que salieron de su normalidad para impulsar estas ayudas humanitarias. Actores nacionales como Carlos Delgado, Lourdes Miranda y fundaciones de compromiso social así como en Texas, Georgia, Florida, Idaho, Michigan, Arizona, California, Nueva York, Filadelfia y Boston merecen nuestro más profundo reconocimiento. Fortalecer estas relaciones debe ser agenda natural así como hacer sentir presente al que salió de la Isla, pero nunca se fue. Allá radica una gran fortaleza, no en el Congreso que impone y dispone. Allí no, pero sí en una creciente población nuestra presente a la distancia.
Pero el panorama para muchos en el campo sigue siendo poco halagador. Según el propio gobierno, existe el riesgo de que a cientos de comunidades en la ruralía nunca se le restituya el servicio energético, es decir, la condena al olvido perpetuo. Por esta y muchas otras razones impulsamos #50conSOL que incluye la creación de comunidades solares. En el sector El Hoyo de Ballajá en Adjuntas, unas 10 familias recibieron un sistema de energía solar de emergencia con una pequeña nevera para insulina y/o otros medicamentes así como potenciar energético para una máquina de diálisis o máquinas de terapia respiratoria. Además, unas 55 neveras familiares de alta eficiencia energética han sido instalado en todos los barrios del municipio pensando en seguridad alimentaria. Ya se energizó una barbería con el sol buscando construir un modelo de activación económica que reduzca los costos de operación y sea inmune a las interrupciones cada vez más frecuentes del sistema energético tradicional. Pronto se energizarán colmados en barrios distantes que representan las primeras líneas de defensa alimentaria para la gente de nuestros campos. En el tema de comunicación se energizó el primer transmisor de Puerto Rico y el Caribe, Radio Casa Pueblo que ahora opera 100% con energía del sol. Pronto se inaugurará el primer cine solar y la casa de Doña Marina en la Calle del Agua será también 100% solar. Es decir, atendemos la crisis ahora para estar mejor preparados en un futuro incierto.
Con el abrazo al sol esperamos catalizar el encuentro de familias con rutas alternas para vivir y sobrevivir bajo un enclave de autosuficiencia energética. En hechos ilustraremos el reclamo político de un nuevo consenso social que exige una reconstrucción nacional diferente al modelo energético obsoleto, anticlimático y vulnerable de combustibles fósiles. Transformar el paisaje energético de Adjuntas mediante una gestión social representará un nuevo referente energético para la Isla que enfrenta el modelo de explotación público y privado. Al final de cuentas, perseguimos independencia energética, resiliencia social y responsabilidad ecológica.