Bosch en las elecciones dominicanas
Si el más allá existiera con posibilidades tangibles, el escritor Juan Bosch (1909-2001) posiblemente se sentirá como el mártir del Gólgota o doblemente víctima de Judas Iscariote en el escenario tan particular que vive la nación dominicana que, a lo largo de su existencia, marcó su desvelo para sacar al pueblo del atraso a que lo han sometido el individualismo y el oportunismo histórico abrazados en ocasiones a dictaduras solapadamente sangrientas como la de Rafael Léonidas Trujillo o simuladamente trágicas como la de Joaquín Balaguer (1906-2002).
Sin importar quién gane, entre Danilo Medina o Hipólito Mejía, las elecciones de este domingo 20 de mayo, la figura de Bosch planeará en el espacio pues es, por igual, fundador del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en 1939 en La Habana y del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en 1973 en Santo Domingo en una desesperada búsqueda de un progreso que nunca consiguió cuajar para el pueblo.
Cuando decidió abandonar el PRD por considerarlo agotado en sus principios y víctima de los intereses mezquinos de muchos de sus dirigentes y fundar el PLD como una organización marxista que finalmente conduciría a la nación dominicana hacia una transformación económico-social, jamás pensó Bosch que ni uno ni otro cumpliría al alcanzar el gobierno su sueño de justicia social de que tanto habló a lo largo de su vida.
La división del PRD y el nacimiento del PLD se produjo como secuela del desembarco guerrillero del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, que lideró en 1965 la Revolución de Abril –como místicamente se le recuerda– y que días después desembocó en Guerra Patria ante la invasión de de 42.000 marines de Estados Unidos con el pretexto de evitar “otra Cuba” en el Caribe.
Una cosa sí queda clara en el escenario político dominicano y es que ninguno de los partidos sigue ya el ideario que enarboló Juan Bosch desde su visión social-reformista, por lo que hoy forman parte de esa particular concepción oportunista de la búsqueda del poder para el enriquecimiento particular y no para la construcción del bienestar colectivo de la sociedad.
En este sentido la peor parte la lleva el PRD, dividido en la cúpula pues su presidente Miguel Vargas Maldonado fue rival de Mejía en las internas del 6 de marzo de 2011 por la candidatura a la primera magistratura de la Nación, lo que dejó un resquemor que prevalece. Todos los gobiernos que ha encabezado este partido de profundas raíces populistas, con excepción del sietemesino de Juan Bosch en 1963 –que abortó a punta de fusil la troika integrada por oligarquía nacional, la iglesia católica y el imperialismo estadounidense– han terminado maculados por la más descarada corrupción, al punto de que prevalece la leyenda que el mandatario Antonio Guzmán Fernández se suicidó a los 71 años de edad en su despacho en el Palacio Nacional el 4 de julio de 1982, a 43 días de terminar su mandato, agobiado por la vergüenza de la corrupción que, dicen, salpicó a su familia inmediata.
El PLD, en cambio, es acusado de “comesolo” porque, según sus rivales, no da participación en el disfrute de la opulencia que emana del poder a nadie que no forme parte de su estructura. Este partido comenzó como uno cerrado, de cuadros políticos, al punto de que se decía que una logia política. Su salto cuantitativo se produjo en aquel llamado “Pacto Patriótico” de 1996 en que el nefasto Balaguer puso a disposición de Leonel Fernández Reyna y el PLD su Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) para impedir que el célebre dirigente José Francisco Peña Gómez llegara en la segunda vuelta eleccionaria a la Presidencia de la República.
Balaguer había tenido que acortar, presionado por Washington, su mandato de cuatro a dos años al comprobarse fehacientemente que en los comicios de 1994 le había robado la victoria a Peña Gómez con el respaldo de la camarilla militar que siempre le sirvió incondicionalmente para amasar fortuna.
Al finalizar ese mandato de dos años, Joaquín Balaguer cerraba su carrera caudillista que lo mantuvo en el poder en los periodos 1986-1990, 1990-1994 y 1994-1996. Antes había agotado otro de 12 años, 1966-1978, que llevó a la tumba a cientos de aguerridos jóvenes revolucionarios y al exilios a otros tantos.
La alianza con el PLD, que con matices simbólicos prevalece todavía a pesar de que el PRSC no es ni sombra de lo que era, nadie jamás la hubiera pronosticado, pero el doble odio visceral de Balaguer hacia Peña Gómez, por negro y por su origen haitiano, le llevó a servirle en bandeja el gobierno a Fernández Reyna en presencia de un Juan Bosch de 87 años en plena senilidad.
No es gratuita esta apreciación del deterioro de Bosch, quien al renunciar a la presidencia del PLD expresó que “a los 85 años el ser humano comienza a perder la memoria y sus facultades intelectuales y en consecuencia, continuar dirigiendo esa organización política equivaldría a traicionarme a mí mismo”.
Leonel Fernández Reyna supo aprovechar su oportunidad al ser seleccionado a los 42 años de edad candidato a la presidencia por el PLD y presidente de la República en el periodo 1996-2000 y desde entonces ha sabido mantenerse en la cúpula, interrumpido por el carnavalesco gobierno que encabezó Hipólito Mejía de 2000-2004. Cuando termine su mandato habrá cumplido dos periodos consecutivos, 2004-2008 y 2008-2012. Esto lo convierte en el mandatario dominicano que más tiempo ha gobernado legítimamente. No hay que olvidar que los gobiernos de Balaguer se erigieron sobre las botas invasoras, las bayonetas de los militares y el terror de Estado que tantas vidas segó.
Dado que a sus 58 años todavía es un hombre joven, Fernández Reyna coqueteó con la posibilidad de un tercer periodo consecutivo, lo que hubiera requerido una reforma a la Constitución de la República. Esto lo colocó en abierta fricción con el actual candidato del PLD, Danilo Medina, quien le lanzó ataques directos a su administración.
Esa fisura amenazó la posibilidad de que la candidatura de Medina no consiguiera mantener aglutinado al PLD y, por tanto, perdiera la oportunidad de conquistar la presidencia. Para subsanar la situación y sanar las heridas por sus ataques al mandatario, Medina tuvo que acceder a que Margarita Cedeño, esposa de Fernández Reyna, se convirtiera en su compañera de boleta. De ese modo, garantizaba los votos de la colectividad política, a lo que muy probablemente se debe que la generalidad de las encuestas de intención de votos le dan la victoria en la primara vuelta.
Es muy posible que el otrora Ministro de la Presidencia de Fernández Reyna se haya comprometido a no buscar la reelección al terminar su mandato a los 64 años de edad, dando por sentado que ganará las elecciones de este domingo 20 de mayo. Esto deja la posibilidad de un regreso del actual mandatario o de que Margarita Cedeño acceda a la candidatura.
En alguna medida hay que reconocer que Fernández Reyna ha institucionalizado el Estado dominicano, caracterizado históricamente por la anarquía en el manejo de los bienes públicos, al extremo de que los cónsules dominicanos solían llevarle a Balaguer en una bolsa los recaudos del exterior para que dispusiera de ellos a su capricho.
Para Hipólito Mejía, de 70 años de edad, no será muy fácil volver a ser presidente, pese a la alta puntuación que mantiene en las encuestas, ya que su gobierno se caracterizó por la “bachata” y la corrupción descarnada.
Con una población de 9,3 millones de habitantes, según el IX Censo Nacional de Población y Vivienda 2010, de los cuales 6 millones 502.968 están hábiles para votar de acuerdo al padrón de la Junta Central Electoral, los dominicanos tendrán la oportunidad de seleccionar, además de Medina y Mejía, entre otros cuatro candidatos a su futuro presidente: Guillermo Moreno, de 55 años, de Alianza País; Eduardo Estrella, 59 años, Dominicanos por el Cambio; Max Puig, 66 años, Alianza por la Democracia, y Julián Serulle, Frente Amplio.
Además, por primera vez, elegirán a siete diputados en ultramar, en representación de la vasta población dominicana dispersa por el mundo, incluido Puerto Rico.
Más allá de la presencia simbólica de Bosch en los dos partidos que realmente forcejean por la Presidencia, y del aparente avance democrático, todavía falta mucho trecho por recorrer para que el verdadero progreso se instale en la República Dominicana. Sabremos cuál es ese momento cuando terminen los desgraciados cruces en yola por el turbulento Canal de la Mona, que tantas vidas que salieron hacia Puerto Rico en busca de la esperanza se ha tragado. Habrá que aguardar por esa señal.