Capitalismo, colonialismo, deuda y la desaparición de Puerto Rico
“Lo esencial es invisible a los ojos”
—Antoine de Saint-Exupèry
El mundo moderno
El terrible orden mundial que padecemos en la actualidad es producto de la imposición del modo de producción capitalista como sistema dominante a nivel global. Ello, en gran medida apalancado por el sistema de explotación colonial que acompañó su surgimiento en Europa, y mediante el cual las principales naciones europeas sometieron bajo su dominio político-militar a prácticamente la totalidad del globo terráqueo. En esa dinámica histórica, el colonialismo, de un lado fue resultado directo de los procesos de expansión de los capitales metropolitanos en su frenética necesidad de controlar los mercados mundiales de materia prima, mercancías y laborales necesarios para poder reproducir y magnificar sus procesos de continua acumulación de riquezas; y del otro, condición necesaria para la potenciación de ese orden a nivel mundial. Así, capitalismo y colonialismo han sido procesos sociales de opresión que crecieron y se desarrollaron de forma entremezclada, como componentes mutuamente indispensables del moderno orden mundial existente.Sobre el orden capitalista, fue Marx quien develó los mecanismos ocultos de explotación por parte del capital respecto del trabajo de las grandes masas trabajadoras que habían advenido en “trabajadores libres” (en el sentido de que ya no existían mecanismos jurídicos de tipo extra-económicos que les obligaran a trabajar forzadamente pera beneficio de otros). Estos hombres y mujeres “libres”, al objetivamente carecer de medios propios para reproducir su vida, quedaban obligados a vender su fuerza de trabajo a la clase capitalista que consiguió monopolizar en sus manos los medios sociales de producción. De tal modo, la clase capitalista fue capaz de comprar la fuerza de trabajo de tales trabajadores desposeídos, pagando por ella su costo mínimo de reproducción a través del salario, y apropiándose del valor excedente creado por los trabajadores. Así, el capital consigue acumular cada vez mas riquezas mediante repetidos ciclos de continuo robo del valor producido y no pagado a los trabajadores durante aquella parte de la jornada laboral en que crean una riqueza que no les es compensada por medio del salario. Se trata del mecanismo invisible de explotación capitalista descubierto por Marx, referente a la producción de un plus-valor que es apropiado por los capitalistas gratuitamente, durante el plus-tiempo de la jornada laboral en que se crea riqueza no pagada.
También explicó Marx cómo debido a su naturaleza económica, el capital requiere mantenerse en constante expansión y crecimiento, mediante procesos a través de los cuales la riqueza robada al trabajo en determinado ciclo productivo, recircula en una continua espiral de revalorización del valor previamente extraído, permitiendo una generación exponencial de ganancias. Si un capital se detiene en su proceso continuo de revalorización de la riqueza extraída al trabajo y deja de crecer, perecería ante los otros capitales debido a los sistemas de competencia entre capitales. Esas dinámicas de competencia coercitiva resultan determinantes en la insaciable sed del capital por el crecimiento continuo, a expensas de toda otra consideración.
Así, la sociedad moderna ha creado complejos arreglos institucionales a nivel global de tipo económico, jurídico-políticos y socio-ideológicos, que viabilizan que el producto del trabajo de miles de millones de seres humanos sobre la tierra, en vez de ser distribuido y utilizado fundamentalmente para satisfacer las necesidades inmediatas, reales y apremiantes de éstos; termine siendo acumulado, cada vez de forma mas agresiva y viral, en manos del pequeño grupo de personas que ostentan los derechos de propiedad sobre las empresas que dominan la economía mundial.
Para viabilizar ese sistema de continua expansión y crecimiento de la producción, durante unos cinco siglos, el capitalismo necesitó del colonialismo clásico. Bajo ese sistema, ciertas naciones centrales económica y militarmente poderosas se dieron a la conquista del resto de la geografía planetaria sometiendo a otros pueblos. Tales naciones se sobreimpusieron permanentemente como nuevos gobiernos de los habitantes de esos otros confines, a quienes metódicamente se les negó su condición de seres humanos, como elemento consustancial y justificativo de su conquista. Así, el colonialismo, con su humanidad negada a las grandes mayorías planetarias, constituyó el método de explotación directa de los pobladores de tales territorios a favor del enriquecimiento de los imperios colonizadores. Tales procesos de colonización permitieron a los capitales centrales organizar la vida en esas sociedades sometidas, en función de la extracción de riquezas hacia el centro, a los fines de permitir así la continua expansión del capitalismo y su sistema concentrado de acumulación de riquezas.
Esa transferencia sistemática de riquezas desde la periferia hacia las metrópolis que gestó el colonialismo, confirió a los capitales centrales la posibilidad de acelerar su desarrollo tecnológico. Ese desarrollo tecnológico permitió a los capitales mas desarrollados incrementar su producción de mercancías con menos valor por unidad. De este modo, tales capitales centrales adquirieron nuevas ventajas competitivas sobre los procesos económicos en sus colonias, pudiendo intercambiar productos de menor valor agregado a precios altos, por productos de mayor valor agregado a precios mas bajos. Esa oportunidad que el colonialismo clásico viabilizó para los capitales centrales, les otorgó eventualmente la capacidad de poder mantener sus sistemas de extracción económica de riquezas de la periferia sin que sus metrópolis tuvieren necesariamente que mantener un control político directo sobre sus antiguas colonias. Así, el desarrollo tecnológico de las potencialidades productivas del capitalismo central y su control de los mercados mundiales comerciales y financieros, le permitió mantener en pie su sistema de extracción-acumulación de riquezas respecto de los territorios conquistados, aún luego de que las antiguas naciones coloniales obtuvieran su independencia formal. Y es que ese sistema de intercambio desigual viabilizó el que los capitales centrales consiguieran continuar extrayendo de los capitales periféricos parte del valor que éstos, a su vez, robaron a los trabajadores de sus economías menos desarrolladas. Lo anterior, muchas veces en contextos de mercados monopólicos. Se trata así, de una gran aspiradora de riquezas de los trabajadores hacia los capitalistas, y de los capitales periféricos menos desarrollados hacia los capitales centrales mas desarrollados.
Por eso, el fin del colonialismo no significaría necesariamente la terminación de las dinámicas de extracción sistemática de riquezas desde las antiguas colonias hacia el centro, sino su transformación. Los capitales centrales elaboraron nuevas formas de control de tales economías coloniales, a través de mecanismos extra jurídicos de extracción-acumulación indirectos que no requerirían de la presencia física de las naciones imperiales gobernando, sometiendo y reprimiendo directamente a las poblaciones de las naciones colonizadas, que ahora pasarían a ser neo-colonias. Con las relaciones de dominio neo-coloniales, los capitales centrales ya no dependerían de que sus naciones metropolitanas mantuvieran un control jurídico-político-militar directo sobre los aparatos estatales de las naciones dominadas. Ahora, tal control podría continuar siendo ejercido por los grandes capitales foráneos a través de mecanismos indirectos y ocultos de intercambio desigual y financieros.
Así, cobran gran importancia los mecanismos de extracción de riqueza por parte de los grandes capitales financieros, a través de la generación de deuda. Y es que la precariedad de los trabajadores individuales despojados de los frutos de su trabajo y la pobreza de las naciones periféricas también despojadas de sus riquezas, les llevó, individual y colectivamente, a recurrir al endeudamiento para solventar necesidades presentes con cargo a su productividad futura. El dinero había que tomarlo entonces prestado de manos de quienes sí habían sido capaces de acumular riquezas sobrantes gracias a los mecanismos de explotación antes indicados, y que necesitaban poner a producir su reservas ociosas. De tal modo, los mercados financieros someten a los pobres del mundo a una nueva dimensión de ataduras institucionales para con los dueños del capital mediante modernos mecanismos económicos de servidumbre. A nivel personal la deuda ata, restringe, condena y esclaviza. A nivel de las naciones, se refuerzan los mecanismos de extracción de riquezas que ya no dependen del control directo de los aparatos gubernamentales de las naciones conquistadas por las metrópolis, para los capitales desarrollados ser capaces de controlar sus economías.
Los mercados financieros consiguen que sean los propios gobiernos de las naciones periféricas los que se sometan y amarren a su dominio, y que sean esos propios países, hoy formalmente soberanos, los que se encarguen de establecer la legalidad necesaria para que la riqueza producida por sus pueblos fluya continuamente hacia las manos de los grandes capitales globales. Se trata de mecanismos financieros diseñados para poner a producir los recursos excedentes improductivos de los capitales centrales, mediante préstamos abusivos (muchas veces innecesarios) a los países periféricos, con el dinero producto de las mismas riquezas que les fueron robadas a esos pueblos en primera instancia. Así, la deuda soberana ha conseguido convertir a los gobiernos de los países surgidos como producto de la lucha de la humanidad contra el colonialismo, en capataces encargados de garantizar la explotación de sus propios pueblos en beneficios de los mismos antiguos señores imperiales. Pero ahora, los señores imperiales se ahorran el imperativo de estar presentes física y visiblemente, mientras su látigo “post-colonial” raja las espaldas de quienes aportan su vida para que ellos acumulen fortunas.
Esa combinación de mecanismos capitalistas-coloniales “invisibles” de extracción de riqueza, ha conducido a la obscena desigualdad que hoy sufrimos, donde no logramos comprender cómo llegamos al extremo de que el 1% de la población mundial iguala en recursos acumulados para vivir, al restante 99%. Un planeta en el cual se calcula que durante el 2017, el 82% de toda la riqueza producida terminó siendo acaparada en manos del 1% mas rico de la población mundial. Un mundo en el cual medio centenar de personas tienen tantos recursos como la mitad mas pobre de los seres humanos sobre el planeta, unos 3,600 millones de personas. Pues se trata de un entretejido de relaciones jurídico-económicas establecidas en torno a la centralidad dominadora del capital, diseñadas para sistemáticamente promover el despojo de las grandes mayorías planetarias en función de la insaciable necesidad reproductiva de acumulación de riqueza por el capital. Hemos institucionalizado mundialmente un sistema de despojo-acumulación donde, en última instancia, la riqueza que se extrae de los mas pobres en todos los confines del planeta, no es otra cosa que su capacidad robada de mantener y reproducir su propia vida. La pobreza, por tanto, tiene nombre y apellido. Y es que los mega-billonarios que controlan la economía mundial, literalmente acumulan energías; sangre, sudor y lágrimas de los pobres en sus cuentas bancarias. Tiempo, oportunidades y calidad de vida de billones de seres humanos viviendo en privación, precariedad o miseria, es lo que acaba siendo depositado de forma dineraria para el disfrute desmedido y disposición exclusiva de unos pocos. Se trata de un sistema mundial donde la excesiva abundancia de unos cuantos, depende de la precariedad mas absoluta de las grandes mayorías.
Ese es nuestro mundo globalizado de hoy. Un perfecto círculo vicioso de extracción de oportunidades de vida digna de billones de seres humanos, subsumido dentro de dinámicas irresponsables de dilapidación de los limitados recursos del planeta; puesto al servicio de la acumulación y el enriquecimiento exclusivo de un puñado de personas.
Puerto Rico en el orden mundial
¿Cual es la relación de Puerto Rico con ese sistema de economía mundial? ¿Cuál es el lugar que nos tiene guardado hoy Estados Unidos en ese sistema-mundo?
A pesar de que luego de que prácticamente la totalidad de las antiguas naciones colonizadas obtuvieran su independencia política, el imperialismo mundial consiguió establecer otros tipos de mecanismos capaces de seguir controlando sus economías y acaparando la riqueza socialmente producida por tales; ello no hace menos cierto el hecho de que, los referidos procesos de independencia posibilitaron que en esos países se pudieran utilizar los poderes de autogobierno conquistados, a los fines de procurar establecer mecanismos para frenar o evadir esas dinámicas económicas de continuo desangramiento de las economías locales. De tal modo, la conquista de la independencia nacional no sería una garantía de descolonización e independencia económica frente a ese orden mundial, pero sí condición imprescindible para conseguir frenar el sometimiento y la dependencia, para emprender la ruta del propio desarrollo.
La potenciación de esa soberanía nacional como instrumento de liberación contra la opresión en manos de las antiguas colonias de los modernos imperios mundiales, ciertamente dependería de su utilización para romper con los referidos mecanismos sistémicos de explotación. Para ello, se requeriría devolverle a la ciudadanía de esas naciones el poder soberano de autogobernarse democráticamente, para poder construir relaciones sociales de producción y distribución contrarias a la referida lógica capitalista-colonial. Y es que, de muy poco le valdría a la población de las nuevas naciones liberadas unas independencias gobernadas por regímenes autoritarios, sometidos o corruptos, encargados de ser los nuevos capataces de esos pueblos, con el fin mantenerlos encadenados a ese sistema mundial de dominación y empobrecimiento sistemático. La confirmación de que el camino del propio desarrollo pasa por la utilización de la soberanía nacional para establecer nuevos tipos de relaciones sociales de producción, rompiendo con la lógica extractiva de ese sistema mundo, nos la han dado siempre las propias naciones imperialistas con su constante determinación de acabar con aquellos gobiernos de las naciones ex-coloniales que han procurado devolverle la soberanía a los propios pueblos, y poner a sus economías nacionales a trabajar para el beneficio de la propia comunidad. Por eso, la necesidad de acabar con ejemplos como los de Cuba. Por eso, en el nombre de la “libertad y la democracia” los países imperiales continuamente se han dedicado a acabar con los Arbenz, Lumumba, Bosch y Allendes, y de sustituirlos por los regímenes de terror que ya conocemos.
De tal modo, en la lucha contra ese orden mundial, la soberanía nacional constituye una posibilidad de auto-defensa de los pueblos de los países periféricos frente a ese sistema mundial de explotación. La soberanía nacional representa la oportunidad de utilizar los poderes rescatados para romper en lo posible con el sistema de ataduras económicas, dependencia y vulnerabilidad, frente a ese sistema de extracción de las riquezas producidas por los pueblos de las periferias y su acumulación por los capitales centrales. Es una puerta a la posibilidad de comenzar a deshacer esas amarras, para navegar una ruta distinta que permita experimentar con nuevas formas de relaciones sociales de producción y de reparto equitativo de las riquezas localmente producidas. Por eso, la importancia de reconocer la independencia nacional siempre como potencialidad, nunca como garantía. La soberanía política como condición indispensable, pero nunca suficiente, a los fines de liberar a los pobres del mundo de ese régimen mundial de explotación.
El problema nuestro es que en el caso de Puerto Rico, nunca hemos dejado de ser una colonia clásica. Nunca hemos tenido siquiera la posibilidad de comenzar a construir un país para beneficio propio. En Puerto Rico, la capacidad de los imperios de controlarnos y extraernos riqueza, ha sido siempre directa e ininterrumpida, y por lo tanto, mucho mas fuerte y profunda que los mecanismos bajo los cuales se empobrece a los ahora países neo-coloniales. Nosotros nunca fuimos un país que ganara el derecho de gobernarse a sí mismo y tuviera la más remota oportunidad de contar con las herramientas mínimamente requeridas para intentar, o siquiera para plantearnos, construir una economía propia. Siempre hemos estado sometidos directamente a los mas básicos mecanismos de control externo directo sobre nuestro aparato gubernamental, para garantizar que opere en función del máximo beneficio de aquellos sectores del capital metropolitano con intereses en Puerto Rico, y no de nuestra población.
Aquí, de lo que se trata es que de forma continua y permanente, desde el 1508 para acá, toda la legalidad institucional y el aparato gubernamental han existido con la inequívoca finalidad de viabilizar un ejercicio de control directo de los imperios coloniales sobre los procesos económicos de la isla, a los fines de garantizar su enriquecimiento a costa de nuestro despojo. Analicemos nuestra historia económica y veremos que siempre se ha tratado de mecanismos y recetas implantadas por los poderes coloniales para beneficio de diversos sectores de los capitales metropolitanos, respecto de los cuales cualquier impacto “positivo” para la isla, ha sido siempre incidental a los intereses de esos sectores. Nunca Puerto Rico ha tenido poder político para intentar proteger su producción y empresarismo local frente a la competencia de los capitales metropolitanos, y siempre han sido los gobiernos metropolitanos los que han controlado toda gestión encaminada a promover algún crecimiento económico en la isla, reteniendo siempre ellos total autoridad para cambiarlas o eliminarlas a gusto y gana. A partir de la conquista española, pasando por la Cédula de Gracia, las reformas autonómicas, el gobierno militar norteamericano, la Ley Foraker, la Ley Jones, y el ELA hasta llegar a PROMESA; esencialmente nada ha cambiado. Siempre hemos padecido de gobiernos controlados desde afuera que han servido para garantizar nuestro papel de producir beneficios para los capitales metropolitanos. Cualquier cosa que pueda parecer una gracia o un beneficio imperial, existe y ha existido siempre en función de cambiar algunas cosas, para garantizar que nada cambie en cuanto a lo fundamental. Tenemos que dar cuenta de ello, pues nunca podremos avanzar si nos entretenemos solo contemplando las diversas manifestaciones del problema, sin analizar los fundamentos invisibles de ese sistema de explotación que nos impide avanzar.
La verdad es que Puerto Rico nunca ha sido otra cosa que un espejismo de país, y nuestros gobernantes locales nunca han sido otra cosa que una caricatura de jefes de Estado. Y es que el sistema de dominio colonial, si no lo enfrentamos, solo va a permitir que administren localmente el gobierno aquellas personas que no constituyan una posibilidad de ruptura con ese orden de cosas. Por eso nuestra inservible clase política es simultáneamente, producto y motor, de la noria del dominio colonial.
Ante esa verdad, debemos preguntarnos entonces: ¿qué papel habrá de jugar en ese sistema mundo esta pequeña ínsula caribeña que nunca dejó siquiera de ser una colonia clásica? ¿Qué significa PROMESA en cuanto al plan de Estados Unidos para nuestro nuevo posicionamiento?
Al respecto, muchos detalles están aún por definirse. Sin embargo, en el presente todo apunta a la profundización de la percepción albizuísta de que, en Puerto Rico, a los norteamericanos les importa mas la jaula que los pájaros. Ante el desmantelamiento del modelo de exenciones contributivas de las empresas 936, ya no hace falta que el Estado subsidie una buena educación secundaria y universitaria que genere una mano de obra diestra y capacitada. Así que ahora, prácticamente se puede prescindir del sistema de educación público, incluyendo a la Universidad de Puerto Rico. La manufactura ya dejó de existir en Puerto Rico, así que tampoco se necesita mantener aquí un amplio ejercito industrial de reserva que garantice una mano de obra barata para las industrias norteamericanas, eso ya está garantizado. Parece ser que regresamos a los tiempos en los que los puertorriqueños “excedentes” resultan mas útiles como mano de obra barata en los Estados Unidos. Ahora mas bien, casi todos los puertorriqueños somos excedentes, personas que sobramos en este pequeño paraíso tropical. Por eso no se establecen políticas que frenen la emigración, sino que la exacerban. Recordemos cómo desincentivaron las iniciativas auto-gestadas de ayuda mutua y solidaria surgidas luego del huracán con promesas de lluvias de fondos de asistencias federales que nunca llegaron. Igualmente, la eliminación de la Ley 80 sobre despidos injustificados, realmente nada tiene que ver con cuadrar los presupuestos gubernamentales para permitir el pago de la deuda pública, sino que tiene su explicación solo en el contexto de un nuevo plan de Estados Unidos para un Puerto Rico con una economía de servicios de mano de obra barata, dependiente, insegura y, por tanto, súper-explotada. Mano de obra barata no cualificada parece que es lo que requiere ese nuevo plan para Puerto Rico.
Lo cierto es que nuestra incapacidad de pagar la deuda pública resulta innegable, y la Junta de Control Fiscal, en vez de incentivar actividad económica propia, nos impone recetas de austeridad que ya han demostrado mundialmente que solo consiguen profundizar las crisis económicas y agravar la pobreza y el desamparo. En ese escenario, las propuestas de la criminal Junta auguran un panorama de devastación sobre la isla, en el cual la calidad de vida de los habitantes se tornará insoportable y solo generarán desesperanza y muerte. De tal modo, la poca riqueza existente en manos locales pronto se desvalorizará, y la rapiña norteamericana entrará victoriosa a adquirir esos activos a precio de remate, mientras nuestra irresoluta burguesía puertorriqueña (históricamente parasitaria, perezosa y esencialmente improductiva), se echará a un lado, para dar paso a su completa marginalización por el capital norteamericano. Así, después de la venta de escuelas, carreteras y hospitales, tan solo quedarán para el pago de la deuda, valiosísimos recursos que gracias a la lucha de tantos y tantas boricuas, se habían conseguido salvaguardar para el disfrute de futuras generaciones: nuestras playas, nuestros bosques, nuestros acuíferos, etc., de los cuales también dispondrá Estados Unidos a manos del mas influyente postor. Quedará entonces un Puerto Rico socialmente desmantelado, económicamente segregado y con una fuerza de trabajo atomizada, empobrecida y extremadamente vulnerable, con sus principales obras de infraestructura y recursos naturales en manos norteamericanas.
Entonces, puede que nos concedan o no una independencia formal, o incluso la añorada estadidad por la cual tanto se rebajan los asimilistas; administradas a la medida del nuevo Puerto Rico vacacional. Un Puerto Rico construido para los turistas y neoconquistadores norteamericanos que arriben al amparo de las leyes 20 y 22. Si los dejamos, entonces, bajo el status político que sea, los boricuas que quedemos, estaremos destinados a comernos por los rabos entre nosotros, peleándonos por la oportunidad de tomar las migajas que caigan de sus mesas.
¿Dejaremos que sea ese nuestro destino?