Clemente: a 50 años de su muerte, honrar su memoria y reafirmar la amistad con el pueblo nicaragüense
Juan Carlos Rivera Ramos y Ramón Sepúlveda
Roberto Clemente murió en el mar. Quiso supervisar la entrega y distribución de los bienes que ayudó a recoger entre miles de personas en Puerto Rico, destinados al pueblo nicaragüense después de sufrir los estragos de un terremoto terrible en el contexto de la dictadura instaurada por la dinastía de la familia Somoza.
Hoy, otra dictadura con designios similares, quiere poner su nombre en el estadio nacional de Nicaragua para lavar su cara contra las denuncias de Dennis Martínez, el pelotero nicaragüense más famoso y cuyo nombre engalanaba la entrada del estadio desde su inauguración en el 2017. Desde las masivas protestas, conocidas como la rebelión cívica de abril 2018, Martínez denunció en un comunicado que el estadio se “esté ocupando para fines de violencia” por parte del gobierno. La respuesta del régimen fue remover el nombre del ex lanzador de las Grandes Ligas al estadio nacional de béisbol ubicado en Managua. Ahora pretenden sustituir el nombre de la estrella nicaragüense por el de Roberto Clemente y declararlo “héroe nacional” de Nicaragua.
Roberto Clemente es un “héroe internacional(ista)” para todo el mundo, no solo para los puertorriqueños y los nicaragüenses. Y esto no lo declara ningún Estado o gobierno, sino la gente a través de sus escritos, arte, canciones, recuerdos y memoria. Es a través de su cultura popular que los pueblos proclaman y celebran a sus héroes y heroínas. Sentir orgullo cuando se reconoce a una o un boricua fuera de Puerto Rico es normal. Desconocer la violencia y el contexto político en el que ocurre, y sus usos propagandísticos, es hacerse cómplice de la injusticia que Clemente denunció y aborreció en su tiempo.
Las dictaduras tienen una mala maña con los estadios deportivos. De ser centros de entretenimiento, desahogo y efervescencia colectiva donde adversarios juegan y compiten sin matarse, logrando así, según el sociólogo Norbert Elias, profundizar el control de la violencia en la sociedad, los estadios deportivos se transforman en máquinas de matar en tiempos de tiranía.
Si Pinochet convirtió el estadio nacional de futbol en campo de detención, tortura y asesinato en 1973, Ortega transformó el de beisbol en lugar de encuentro de las fuerzas represivas del Estado y en torre de disparo desde donde francotiradores asesinaban a jóvenes que se manifestaban en su contra, en mayo de 2018. Se celebraba el Día de las Madres.
Ya habían matado a 90 personas el 18 de abril, y la marcha del 30 de mayo sería la “madre de todas las marchas” en honor a las madres de las víctimas del régimen. Al finalizar el día, ya eran 109 las madres sin alguno o ninguno de sus hijos. Hasta el momento la dictadura Orteguista ha dejado 328 muertos y más de 88 mil exiliados.
En tiempos de comunicaciones globales y luchas planetarias por la democracia y la justicia social y ecológica, figuras como Roberto Clemente le pertenecen al mundo entero. Si Deniss Martínez desde su indignación ha dicho que prefiere que su nombre no se use para enaltecer un lugar que ha sido usado para matar a manifestantes y reprimir a su pueblo, lo menos que podemos hacer es pedir la misma dignidad y respeto al nombre de Roberto Clemente Walker y promover la mayor de las denuncias contra el régimen totalitario de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Honrar a Clemente es ser coherente con sus ideales de justicia, igualdad y democracia.