Colindancia de Aby Ruiz
Y te diré Pequeño Hombrecito: Has perdido la sensibilidad de lo mejor que hay en tí. Lo has estrangulado, y lo has asesinado siempre que lo has detectado en los otros, en tus hijos, tu esposa, tu marido, tu padre o tu madre. Eres pequeño y quieres seguir siendo pequeño.
¡Escucha, pequeño hombrecito!
–Wilhelm Reich
La “colindancia” es el territorio de lo mágico. Allí donde se enfrentan dos realidades opuestas se desatan fuerzas misteriosas, florece el acto creativo o se desangra el conflicto. En ese lugar de encuentro entre la luz y la sombra se escenifica la danza del amor con la muerte.
A través de toda su carrera profesional y en ésta, su más reciente exhibición titulada Colindancia, Aby Ruiz explora con maestría esas perturbadoras latitudes sin hacer ninguna concesión al espectador. A sus 47 años, el artista de Arecibo se ha convertido en uno de nuestros pintores más importantes gracias a la calidad de su técnica pictórica y a la persistente voluntad de abordar las zonas más tenebrosas de nuestra psiquis colonial. Sin embargo, la profunda sicología de sus personajes y la universalidad de los dramas sociales que describe hacen que su obra trascienda los límites isleños y sea portadora del malestar global y la crisis generalizada que nos afecta como humanidad.
No es posible comprender el trabajo de Ruiz sin ubicarlo en la heterogénea tradición pictórica expresionista que comenzó a manifestarse en la obra de pintores como Grünewald, El Greco, Goya, Munch y se consolidó como movimiento en la Alemania de los primeros años del siglo veinte con el surgimiento el grupo Die Brücke (El puente).
Aby Ruiz trabaja con óleo directamente sobre el lienzo o el papel. A mano alzada y con pincel, el Maestro dibuja los elásticos cuerpos de sus personajes que se retuercen proclamando con su deformidad la angustia existencial que los atormenta. La impactante distorsión de los rostros, torsos y extremidades parte de un conocimiento sólido de la anatomía humana.
En sus dibujos de pequeño formato se combinan la línea, la aguada, la mancha y el borrón para crear imágenes que parecen instantáneas fugaces de crímenes domésticos. El sentido de fugacidad se acentúa por la disposición secuencial de los dibujos en la pared. Los seres que concibe Ruiz se enfrentan unos a otros guiados por una violencia erotizada o un deseo sexual depredador. Eros y Tánatos intercambian sus máscaras en el teatro del absurdo creado por Aby Ruiz.
Con sus imágenes descarnadas, el artista nos presenta el Puerto Rico que no deseamos ver, aquel que se oculta detrás de las alarmantes estadísticas del crimen y la violencia de género. Su obra describe con cruda autenticidad las consecuencias sociales que sufre una humanidad que ha llegado al límite, aplastada por la desigualdad económica, la pobre educación y la marginación social. Esta patología colectiva ha surgido al calor del capitalismo neoliberal, sistema que antepone la explotación insostenible de los recursos naturales, el consumo desmedido y la estadística macroeconómica a los estándares básicos de la calidad de vida de la población.
El humor negro no está ausente en la obra de Aby Ruiz. Sus personajes son violentos pero no dejan de evocar cierta ternura. A menudo, la representación de su desgracia se logra mediante situaciones absurdas y caricaturescas que mueven a la risa y a la compasión. Parecen seres sin voluntad, dominados por los más bajos instintos, víctimas y victimarios dando tumbos en un mundo rocambolesco carente de solidaridad y libertad. En ese sentido, su obra es una lúcida reflexión sobre el poder y el control que ejercemos unos sobre otros en la sociedad contemporánea.
Dos pinturas y una instalación dominan la sala. En ellas el artista va en serio. En la instalación, titulada con ironía Bodegón, una mesa con rastro de lo que parece ser sangre, junto a unos maderos y un machete evidencian la ejecución de un crimen representado a su vez en un dibujo enigmático adherido a la mesa. Arriba, coronando el conjunto, una máscara de un perro nos recuerda nuestra naturaleza instintiva.
Las pinturas, en azules profundos (el color azul predomina en toda la obra) nos sumergen en una pesadilla digna del infierno de Dante o el delirio de Rimbaud. En Azules perros el pintor representa una manada de perros que se alimentan de un cuerpo en la oscuridad de un bosque. Atrás, presidiendo la composición, un conjunto de árboles antropomorfos nos recuerdan al Buey desollado de Rembrandt que siglos después recreó Bacon en unas de sus más icónicas pinturas.
En el óleo sin título que completa la muestra, una pareja de hombres y unos perros flotan a la deriva en una precaria embarcación. Otra vez están presentes la miseria psíquica y la ausencia de voluntad de los personajes sometidos sin remedio al capricho de fuerzas externas. El personaje de la izquierda es quizás, un autorretrato del autor acompañado por un hombre carente de rostro. En el fondo un lejano horizonte marino nos permite calcular la inmensidad del entorno y la desdicha de estos náufragos perdidos en altamar.
La colindancia que Aby Ruiz explora con su obra está ubicada en el cuerpo, que es, a fin de cuentas, nuestra primera frontera con el mundo. Por eso, la mayoría de sus personajes están desnudos y desde su desnudez se asoman a la gran tragedia que han construido con sus vidas. Son pequeños y quieren seguir siendo pequeños, estrangulando y asesinando la sensibilidad que han detectado en los otros.
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Nota: La exposición se presenta actualmente en el espacio Recinto Cerra (calle Cerra 619, Santurce) y permanecerá abierta al público hasta el 3 de noviembre. Los horarios de lunes a viernes son por cita previa y los sábados de 1pm a 6pm. Los interesados pueden comunicarse al 787 239 3040.