Comité-MINP: humana otredad en la izquierda niuyoriqueña de los 70
Este grupo de gente formó una organización, llamada el Comité-MINP (Movimiento de Izquierda Nacional Puertorriqueña), en la década del 70 del siglo pasado en el barrio del West Side en Manhattan, Nueva York. En gran medida, las narrativas predominantes de la puertorriqueñidad radical en el imperio han ignorado las aportaciones de esa organización. Esas historias han enfatizado las contribuciones de los Young Lords y del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP). No obstante, su relativa invisibilidad en las historias prevalentes, el Comité-MINP sigue retoñando en diferentes luchas tanto en el archipiélago como en el imperio y el resto del planeta.Éramos profundamente borinqueñas y, sin embargo, no éramos totalmente puertorriqueños. Algunas habíamos nacido en Borinquén, pero otros éramos de segunda o tercera generación boricua en Estados Unidos. Otras éramos dominicanos, homosexuales, blancos, colombianas, cubanos, lesbianas, obreras, estudiantes y rica mezcla de identidades socioeconómicas-nacionales-étnicas-sexuales. Nuestro norte, aquello que nos unía por encima de tanta diversidad, era nuestra oposición al capitalismo, el deseo de subvertir las numerosas opresiones que definían las vidas de nuestras comunidades y, por ende, las de cada una de nosotras.
Como parte del esfuerzo de reconocer la gesta de esta gente tan cotidiana, tan marcadamente diversa y por esa misma razón tan excepcional como agrupación, en diciembre del 2020 las sobrevivientes de esa experiencia celebraron los cincuenta años de la fundación del Comité-MINP. Fiel a la multidimensionalidad del Comité-MINP, la celebración virtual fue presentada por Rose Muzio, científica política estadounidense (de ascendencia obrera-italiana), quien enmarcó la historia de la organización en la efervescencia subversiva de sectores oprimidos en las décadas de los 60 y 70 (la grabación del evento está disponible en: El Comité-MINP 50th Anniversary-Day of Commemoration and Dialogue).
En esos años, la gente pobre en el centro de la ciudad de Nueva York enfrentaba una ofensiva de intereses de bienes raíces por crear viviendas y vecindarios exclusivos para sectores privilegiados. Gentrification fue el nombre dado en inglés a esta ofensiva, palabra que pocos quieren traducir al español: aburguesamiento. En el barrio del West Side en Manhattan, este esfuerzo de aburguesamiento –físico y cultural– encontró una resistencia amplia y diversa. Y fue en esa lucha de defender el derecho a una vivienda, a proteger la gente pobre –en su mayoría afroamericanos y boricuas– del desahucio generalizado, que surgió la organización que eventualmente se convirtió en el Comité-MINP.
En menos de un lustro desde su fundación en 1970, el colectivo vecinal creció numérica y geográficamente, al mismo tiempo que se transformaba en una organización marxista-leninista. Durante toda esa década, sus miembros participaron –a veces como liderato, a veces desde las bases– en esfuerzos por: defender y ampliar derechos a vivienda, salud, y educación de sectores marginados tanto en Nueva York como en otras ciudades del este; denunciar el racismo laboral institucionalizado; fortalecer y democratizar sindicatos en diversas industrias; acrecentar y profundizar la solidaridad con la independencia de Puerto Rico (incluyendo las campañas para la liberación de prisioneros políticos puertorriqueños); apuntalar las luchas feministas integrando perspectivas de clase, etnia y raza; reactivar el desarrollo de un partido marxista-leninista en Estados Unidos; y nutrir el apoyo a luchas anti-imperialistas, particularmente las de América Latina y el Caribe.
Sin embargo, para inicios de la década del 80, cambios estructurales en la economía y el endurecimiento ideológico de los sectores dominantes de EE. UU asediaban a las iniciativas y voces contestatarias. Decenas de organizaciones progresistas desaparecieron o se debilitaron, incluyendo el sector sindical, el cual vio una acelerada pérdida en membresía e influencia política en el país. En este contexto, las debilidades en la cultura interna de la organización salieron a flote y el Comité-MINP se disolvió.
El linaje obrero-comunitario-boricua de la organización marcó la conmemoración virtual de su quincuagésimo aniversario. Una vez Rose Muzio expuso un breve contexto de la trayectoria de la organización, se presentó un documental sobre Operation Move-in, el espontáneo y masivo esfuerzo de rescate de apartamentos y edificios por sectores pobres –en su mayoría afroamericanos y puertorriqueños– en el West Side de Manhattan en el verano del 1970. La presentación del documental fue seguida por la lectura de dos poemas en honor a miembros fallecidos (la poesía fue fiel acompañante de la organización en su heterogénea trayectoria). De poesía se pasó a música, específicamente a una Bomba puertorriqueña. La canción estuvo a cargo de Bomba Yo, un grupo que, en sus propias palabras, busca “involucrar a comunidades a través de Nueva York para concientizar sobre la cultura afro-puertorriqueña y vincular la Bomba a las amplias tradiciones de la diáspora africana”. De la música se pasó a la palabra: mensajes de solidaridad de colegas en Puerto Rico y en Estados Unidos. La conmemoración culminó con una reflexión dialógica por parte de seis miembros de la organización (rememoración a la cual se unieron otras personas a través de mensajes/preguntas escritas) sobre significados sobresalientes de la historia y legados del Comité-MINP.
Si bien esta conmemoración tocó los aspectos –las razones y emociones– más pertinentes de las experiencias y aportaciones de la organización, la investigación de Rose Muzio, plasmada en su libro, Radical Imagination, Radical Humanity: Puerto Rican Political Activism in New York, representa, hasta el momento, la reflexión más ponderada de esa historia. Usando las ideas de Gramsci como punto de partida, ella presenta una historia y análisis detallados de la organización en sus diversas contiendas: salud, educación y vivienda en las comunidades; empleos y sindicatos; solidaridad con Puerto Rico y otras luchas anti-imperialistas; feminismo; y construcción de un partido marxista-leninista en Estados Unidos.
Esa perspectiva gramsciana le permite a Rose Muzio explorar, entre otras cosas, la dinámica de las transformaciones individuales y colectivas que se dieron en formas de pensar/sentir/ actuar cuando estos individuos decidieron impugnar las estructuras económico-políticas-culturales prevalentes en los años 70 del siglo pasado. La cita de Gramsci que ella usa al principio de su texto resuena a través de todo el libro: “No es fácil desarrollar a un grupo de intelectuales independientes. Es un proceso largo de acciones y reacciones, adhesiones, deserciones, disoluciones, nuevas y múltiples agrupaciones y reagrupaciones de un carácter complejo”. Por eso, ella alerta en varios momentos del texto que sería un error desechar las experiencias del Comité-MINP y organizaciones similares como fracasos de quimeras dogmáticas. Los prejuicios predominantes hoy en contra del marxismo-leninismo (justificados e injustificados) ciertamente nos invitan a ese desprecio. Pero caer en ese error sería para ella (y para mí) “descuidar el efecto transformativo del compromiso y vida colectiva al igual que las dimensiones de democratización en las campañas en las cuales los grupos se unieron para desafiar condiciones intolerables” (p. 100).
Desde aquel verano del 1970 en que un grupo de gente –¿borinqueña?– decidió unirse a un esfuerzo colectivo y subversivo por mejorar sus vidas, el empobrecimiento de las minorías raciales y étnicas en los Estados Unidos ha crecido. La segregación de clase y raza en la provisión de servicios de salud, vivienda y educación también ha recrudecido. El movimiento sindical es una sombra de lo que era, tanto en cantidad de miembros como en la calidad de su oposición a lógicas neoliberales. En la secunda década del siglo XXI, la plutocracia estadounidense oficial y descaradamente reconoció el carácter colonial del gobierno de Puerto Rico y le ha impuesto una junta de control fiscal para que ese gobierno local pueda pagar su deuda de modo que retorne a su debida dependencia con los prestamistas de Wall Street. El endurecimiento de la ideología capitalista ha dado lugar a nuevas manifestaciones de fascismo, particularmente el trumpismo, fenómeno que lamentablemente no desaparecerá con la derrota electoral de Trump. Y es en este contexto de insalubridad física e ideológica del capitalismo corriente que debemos sopesar las experiencias del Comité-MINP, de esa gesta iniciada en el verano del 1970 en un vecindario de Nueva York.
Una de las reflexiones finales que nos ofrece Rose Muzio en su libro es sobre la complejidad de la diversidad étnica, racial y de clase que encarnó el Comité-MINP, particularmente en sus últimos años. Y es en esa copiosa diversidad donde, a mi parecer, está la mayor riqueza de esa experiencia, la que podemos y debemos minar para continuar nuestros esfuerzos por humanizar nuestras vidas. Y a esa multidimensionalidad del Comité-MINP que Rose Muzio llama humanidad radical, yo denomino humana otredad. Rose Muzio propone esta reflexión sobre la radicalidad humana del Comité-MINP como pregunta, ¿cómo es que esa compleja diversidad contribuyó a los logros y fracasos de la organización? Y es como pregunta que creo que debemos auscultar los significados de esa experiencia: ¿en qué formas las experiencias de la gente del Comité-MINP reflejaron y refractaron la radicalidad humana o humana otredad? Y es precisamente la riqueza de esas experiencias lo que nos permite desglosar las dimensiones de esa radicalidad/otredad humana: ¿En que formas reflejaron/refractaron la otredad colonial expresada por Césaire/Fanon/Mennim, la otredad boricua de Albizu Campos, la otredad de clase de Marx y Lenin, la otredad obrero-cultural de Gramsci, la otredad racial de Dubois/Martin Luther King/Malcolm X, la otredad de género de Simone De Beauvoir y Nancy Fraser, la otredad latinoamericana del Che y Freire y la otredad moral de Hostos?