Comunidad Mosquito quiere salir de la marginalidad
En una conferencia de prensa a la sombra de los árboles, los portavoces de Mosquito expresaron su frustración por los problemas de la comunidad con tanta emoción que en ocasiones se convirtió en ira y en otras en llanto. Estaban acompañados de un grupo de unos 20 vecinos e igual número de representantes de organizaciones aliadas.
El principal agravante con las zanjas existentes es que canalizan el agua, pero hacia el interior de la comunidad, inundándola. En lugar de tener su desplazamiento hacia la desembocadura en el mar, las zanjas desbordan el agua hacia las calles, en parte por la carencia de un adecuado desnivel y drenaje para desplazar las escorrentías, y porque muchas están tapadas, por falta de mantenimiento. Cada vez que llueve, los vecinos pierden sus pertenencias.
“Las zanjas no salen hacia el mar, ese es el problema. Las bombas han confrontado problemas mecánicos. A las zanjas no le dan mantenimiento ni el municipio ni el Departamento de Recursos Naturales. La solución que proponemos es una zanja que baje desde el norte de la carretera #3 y se expanda en desnivel hacia el oeste, de manera que las aguas sucias corran por el este de la comunidad y así no tener inundación”, afirmó la lideresa Iraida Martínez.
“La alcaldesa vino a principios de agosto, nunca volvió y hemos llamado para cita pero no tenemos respuesta. La asamblea municipal alegadamente aprobó que se haga el proyecto, pero no se mueve nada. El director de Recursos Naturales regional vino, pero puso un parcho superficial con una excavadora que no resolvió nada. Ninguno tiene la voluntad de ayudar a la comunidad,” aseguró Benjamín Joubert, líder comunitario en Mosquito.
Otro de los problemas que los vecinos consideran prioridad en Mosquito es la ausencia de alternativas educativas para sus niños y jóvenes. Según los datos que han recopilado, allí hay sobre un 40% de estudiantes fuera de la escuela.
Desde que la Escuela Anselmo Vázquez a la que asistían los niños de la comunidad abrió sus puertas a otro barrio, el problema se agravó. A la escuela actualmente acuden los jóvenes de la Comunidad El Coquí de Salinas, pues la suya se encuentra cerrada hace dos semestres por el llamado plan de mejoramiento. Los de Mosquito ahora tienen que ir a la escuela de Jobos, que les queda más distante y para la cual se dificulta la transportación.
“La escuela además era uno de los pedestales para que los jóvenes recibieran otro tipo de adiestramientos. Hay mucha más deserción desde el problema con la escuela. Al haber muchos padres con baja escolaridad, sus hijos siguen el mismo patrón. Ha empeorado la presencia de drogas. Aquí tampoco se ve la policía dando rondas preventivas. Se han escrito cartas al comandante de la policía y se le ha dicho verbalmente. También hemos hablado con los agentes directamente,” aseguró Benjamín Joubert.
“No teniendo los suficientes recursos en sus casas, estos jóvenes se ven en la necesidad de estar en la calle haciendo dinero fácil. Necesitamos una escuela, equipo deportivo para los jóvenes y niños. La cancha está cayéndose en cantos. Han hecho promesas de que traerán líderes deportivos para volibol y baloncesto, pero nada. Desearíamos que los niños y jóvenes tuvieran alternativas. Un residente ha estado dando clase de pelota de forma voluntaria, le donaron un bate y una bola. La comunidad tiene recursos, pero necesitamos apoyo,” enfatizó la lideresa Adneris Hernández.
Alrededor de 350 familias viven en la designada Comunidad Especial. “Aquí entró el programa de Comunidades especiales y se asignaron más de seis millones a Mosquito y no se invirtieron,” dijo Adneris Hernández. Las viviendas y mejoras de infraestructura nunca llegaron. No se asfaltó, ni se hicieron los baños o la cancha, casas en las que se comenzaron obras que no se terminaron, aunque en un informe sometido por la misma oficina se alega que se completaron las obras, y que se construyeron 100 unidades de vivienda y se rehabilitaron 62 casas.
“No se terminó ningún proyecto. La mala coordinación de la Oficina de Comunidades Especiales en Guayama fue un desastre,” manifestó Benjamín Joubert.
El vecino Juan Vázquez, expresó que a la rehabilitación de su residencia le asignaron 15 mil dólares para cablería nueva, sellado de techos, sustitución de puertas y ventanas. “Pusieron un par de pedacitos de plafón un poco de sellador y ya. Eso fue el Departamento de la Vivienda. Y querían que la gente firmara como que se terminó el trabajo. Todavía estamos esperando,” expresó Vázquez.
El problema de vivienda se dramatiza en la experiencia de Doña Judith Ortiz, una vecina de Mosquito en cuya casa de madera herencia de su madre, las pobres condiciones de salud provocaron que pequeños animales “similares a las pulgas” le comieran la piel y le infectaran la sangre, dejando visibles huellas físicas y emocionales en la mujer. “Todavía estoy esperando que me arreglen mi casa. Estoy viviendo en una casa prestada. Glorimary (Jaime) me dijo que iba a hacerme una casa y nunca lo hizo,” dijo Ortiz, quien trabajó para el municipio de Guayama.
El alto nivel de desempleo, que el grupo comunitario ha estimado en un 35%, es otro de los males que allí habitan. Hace seis semanas comenzó en Mosquito la construcción de un centro comunal por parte del municipio de Guayama, pero la mano de obra que han contratado es de personas externas a la comunidad.
José Cordero, Presidente de la Asociación de Pescadores de Mosquito y San Felipe, explicó que actualmente al no tener un atracadero se dificulta la entrada y salida de las embarcaciones, esencial para la pesca.
Son unos 28 pescadores adultos que hay en la comunidad, y unos cuantos jóvenes que comienzan a dedicarse a esta faena. “Ahora tenemos muchos jóvenes, y hay otros 14 pescadores que salen desde otros sitios porque aquí no tienen de dónde salir. En las reuniones dicen que lo van a resolver. Hace nueve meses que están los fondos. Pero no pasa nada. Ahora mismo están vendiendo el pescao fuera de la comunidad. Necesitamos estructura para la pescadería,” explicó Cordero.
Los pescadores piden, desde 2009 y por escrito, un muelle y una rampa, para que los pescadores puedan salir a ganarse la vida. Pero el Departamento de Recursos Naturales no actúa. El Municipio de Guayama es el responsable por solicitar un estudio al DRNA de los materiales que se utilizarían, para iniciar el proceso, pero no lo ha hecho.
Cordero expresó que el grupo de pescadores tiene la ambición de crear microempresas de turismo, kayaks por las veredas de la bahía y una oferta gastronómica que atraiga a visitantes.
Mosquito fue originalmente un rescate de terrenos, gente pobre, principalmente trabajadores de la caña y la agricultura, que en la década de los 30 se asentaron allí y construyeron viviendas de paja, recuerda Don Rosalí Vázquez, que desde que nació en la década de los 40 vive en el barrio. A finales del último cuatrienio de Rafael Hernández Colón, recibieron sus títulos de propiedad. Más tarde llegarían las casas de madera y zinc, y ahora se aprecian unas de madera y otras de cemento.
En la década del 50, la comunidad comenzó a organizarse, según recuerda Don Rosalí. “Se comienza a organizar por los mismos problemas y necesidades. Primeramente no teníamos escuela, ni alumbrado en las calles. Luego fue lo de las inundaciones y las viviendas”.
“Los políticos, todos lo saben (los problemas de la comunidad) y ninguno ha actuado. Aquí en el parque aterrizaron los helicópteros con Sila (Calderón) y Aníbal (Acevedo Vilá)”, dijo Joubert. Mientras que los senadores Antonio Soto (PNP) y Carlos Javier Torres (PNP) y el representante Borgie Ramos Peña (PNP) son los que se supone que actualmente representen a la comunidad. Por allí apenas se les ha visto, dijeron los vecinos.
La comunidad, a la vez que espera por la atención de las agencias y el municipio, ha trabajado en una propuesta de desarrollo para salir de la marginalidad. El desarrollo de microempresas creadas y administradas por la comunidad y el inicio de un proyecto recreativo de béisbol con jóvenes son parte de las iniciativas que vislumbran comenzar. En los terrenos donde se construiría la pescadería, hicieron en abril una limpieza solidaria con los niños y jóvenes de la comunidad y reciben las visitas de excursionistas del Sierra Club. Quieren recuperar la escuela, para ofrecer talleres de computadoras y fotoperiodismo, examen de cuarto año, eventos culturales para jóvenes y viejos.
Han hecho inventario de su capital social: la majestuosa bahía, las manos de su gente, y el ímpetu para reorganizarse.
El potencial es inmenso. La casi centenaria comunidad tiene además un legado cultural importante. Por allí pasaba la vía del tren, que en la época dorada de la caña aportó trabajo a la zona. Cuenta Don Rosalí que los vecinos de Mosquito se iban por la vía, paralela a la costa, hacia el barrio aledaño de Jobos. Se iban a bailar bomba y beber pitorro,” asegura Don Rosalí.
“Exhortamos a la alcaldesa Glorimary Jaime a que venga a reunirse con la comunidad, con respuestas claras, no con promesas. Estamos dispuestos a escucharla y queremos que ella escuche las propuestas de nuestra comunidad. Exhortamos a los vecinos a que se unan. Ya está bueno del abuso y las migajas. Es la comunidad la que va a decidir,” afirmó Adneris Hernández.
El grupo Iniciativa de Eco-desarrollo de la Bahía de Jobos (IDEBAJO) ha estado acompañando a las comunidades de la zona para, desde abajo, desarrollar poder en la comunidad, explicó el portavoz de la entidad Nelson Santos. En la conferencia de prensa, estuvieron representadas las comunidades Pueblito del Carmen, Arroyo, Las Mareas, Las Arizonas, El Coquí, Ranchos Guayama y Parcelas Vázquez, así como la organización Diálogo Ambiental, que hace trabajo educativo con los jóvenes de la región.
Norma Judith Colón, de Las Mareas, opinó que: “Es importante que la comunidad se mantenga organizada y que las organizaciones y comunidades de la zona los apoyemos”.