Con fiebre de explotación
Con fiebre de explotación
las brigadas espantan girasoles
mordiendo fotografías de cubículo
entre olores a trata inmunda.
Se masturban los ojos
en salas de emergencia
paseando con un disfraz
que no esconde rehenes
y anclan su deteriorada rebelión
en contratos, flexi time, head sets,
monitores, grapadoras, máquinas de café
y condones por si un desvirgado viernes
la empleada número 8313 abre su rendija.
La empleada número 8313
no es ejecutiva;
es brazalete sin comisión,
está harta de los desvirgados viernes
donde la cerveza y la sangría
son un voto para toquetear sus nalgas.
Culpan su escote, su falda,
su boca, sus tetas
y el ardor de su cabello
para así justificar los piropos de pasillo.
Cada jueves de mahón y plataformas
la empleada número 8313
perfuma su cartera
con hologramas de hombres castrados
y al finalizar su jornada laboral
los mastica en 8,313 bocados
de camino al ponchador.