Crónicas del otro lado: de Puerto Rico a la China (VII)
Momentos con la Señorita Wang I (21/02/11)
Era mi primera semana de clases de mandarín en Shanghai. Una semana antes, había acordado con la coordinadora del instituto que me ubicara en una sesión para super mega principiantes. Mi conocimiento de chino era negativo cero. La coordinadora era joven, hablaba un inglés bastante avanzado y su comportamiento era el de una vendedora voraz. Le dije que no sabía escribir ni leer caracteres y que me preocupaba compartir el curso con estudiantes más expuestos que yo al mandarín. No quería retrasar a nadie y quería empezar desde el ABC del mandarín o mejor dicho, desde el “Yo” –Wo [我], “Tú”- Ni [你], “El, Ella y Ello”1 –Ta [他- 她-它]. Necesitaba recrearme en los pronombres singulares de ese lugar que encierra los 18 millones de habitantes de Shanghai. Necesitaba definirme dentro de ese espacio.
Encontré el salón de clases que me correspondía unos 25 minutos antes de comenzar la clase. Poco a poco llegaron los estudiantes que me acompañarían durante el curso: un cirujano estadounidense (de ascendencia medio-oriental), un joven australiano comenzando sus veinte, dos jóvenes londinenses y una chica francesa de mi edad. Todos llegaron a Shanghai por motivos diferentes y se mostraban ansiosos por conocer a la futura maestra.
Dieron las nueve en punto de la mañana cuando entró una joven de unos 28 años, ojos achinados, piel casi color oliva, pelo negro, grueso y un poco encrispado y una constitución corporal delgada de formas balanceadas, distinta a la mayoría de las mujeres chinas. Muchas estudiantes extranjeras la miraban con una mezcla de admiración y envidia cuando la veían llegar a la clase con sus pantalones de mezclilla2 perfectamente entallados. Esta chica vestía de manera juvenil pero sobria y muy humilde. Nada que comparar con las jóvenes que veía en exhibición por las calles. La joven era una china de Shanghai. Ella era una local. La llamaremos la Señorita Wang.
Libros en mano, se acercó a su lugar cercano a la pizarra y, de manera casi solemne, comenzó la clase. Empezó mi primera clase de mandarín y yo estaba más perdida que un juey bizco.
*****
Mi tercer día de clases (y mi segunda semana en Shanghai), comenzó un poco raro. Mi compañero se ofreció a llevarme a la estación del tren cuando iba camino a una reunión de trabajo. Lo esperaba un auto con dos hombres chinos, quienes lo acompañarían a la reunión. Nos presentó y sonreímos de manera normal. Al llegar a la estación, mi compañero me ayudó a bajarme del carro y cuando nos fuimos a despedir, dirigí como siempre un beso a su boca. Él volteó el rostro y mi beso fue a parar a su mejilla, o mejor dicho: al aire.
Comenzé mi marcha camino al tren un poco en shock. Eran mis primeros días en Shanghai y nada me hacía sentido. Tenía miedo de vivir en un clóset existencial.
Cuando comenzó la clase, todo siguió su rumbo normal: seguía sin entender tres carajos. La Señorita Wang inició un ejercicio de práctica en donde cada uno tendría su turno para ensayar oraciones del mandarín oral. A cada uno le llegaba su turno, y si poco entendía lo que la maestra decía, mucho menos entendía lo que los estudiantes repetían. Cada cual tenía su momento para practicar y yo miraba a la maestra con cara de ruego para que brincara mi turno. Ella, por supuesto, me ignoraba. Y el momento de yo balbucear dos o tres oraciones siempre me llegaba. Trataba una que otra palabra y no me salía. La Señorita Wang, permanecía en la espera mientras me observaba. Los demás estudiantes se impacientaban y trataban de darme claves.Wang los mandaba a callar cada vez que me llegaba la oportunidad hasta que en un momento le pedí que saltara mi turno. Me sentía perdida y avergonzada. Por una semana pedí constantemente que saltaran mi turno. No era capaz de tratar como los demás y me sentía presionada. Los labios me comenzaron a temblar y las odiosas lágrimas me martillaban los ojos amenazando con salir frente a los demás… pero llegó la hora del break.
Me levanté de mi silla y, sin mirar a nadie, salí del salón en busca de la coordinadora que me prometió que comenzaría con principiantes (yeah right). Cuando la encontré, le pedí acceso a un salón vacío donde pudiese encerrarme para estar a solas. No le di explicación. Me dejó saber a dónde ir y apresurada entré y cerré la puerta del salón para sentarme y comenzar a llorar. Mi conciencia me comenzó a hostigar:
“¿Pero tú estás loca, pana? ¿Qué rayos viniste a hacer tú en la China? Mira… disque venir a este revolú a aprender una lengua como el chino. ¡Qué ridícula! Te tiraste pa’cá sin saber na’. Ahora pa’ colmo tu novio ni te besa frente a los demás… Qué freaking loca, mija… qué freaking loca…”
Y al ritmo de ese son, me latigué un buen rato. Estaba tan abrumada que apenas sentía mi cuerpo. Luego de unos minutos, el llanto disminuyó cuando repentinamente unos brazos gentiles me rodearon . Levanté mi rostro lleno de lágrimas y mocos, y mi mirada se tropezó con el rostro lleno de misericordia de la Señorita Wang. Me dijo:
– What’s going on?
– I don’t understand anything, something’s wrong with me!
– You are not supposed to understand anything! You are a beginner!
– Then… why I’m the only one who cannot pronounce a single sentence in that class? I study the book and do the exercises but it feels useless. Everyone else is making sentences…
– Everyone else has been in Shanghai longer than you or has studied Chinese before arriving in China.
– But I asked the coordinator for a Total Beginners class and she promised it!
La Señorita Wang lanzó un suspiró y cerró los ojos por un segundo.
– They always do those things here in China. You will have to get used to this. This course is designed for total beginners, but some students lie about their level of competency or the coordinator lies about the class in order to fill the groups and have everybody happy. To be honest, I hate that. Those students come with bad habits when using the language, things they learn in the street, and is very difficult to correct them. I prefer people with no knowledge of the language at all because they are a challenge for me through their progress of ‘breaking the ice’ of language.
Me parecía sincera y bastante abierta.
– But let me ask you something. Are you crying just because you don’t understand the things of the class?
Mientras me secaba las gotas de moco, respondí:
– No, I was crying because I do not understand anything at all. I don’t understand this place, the weather, the rudeness of the people… and not even my boyfriend who does not behave the same when he is in front of other Chinese men. This morning he did not give me my usual good-morning-goodbye-kiss.
Wang comenzó a reírse con mofa simpática y un poco dork .
– That’s a cultural thing. That’s the way people behave in China. A kiss is not well seen in public, even less in a business environment. I understood that in the West is different when I had a foreign boyfriend who kissed me in front of other people. I felt so ashamed at that moment that I wanted to slap him in the face, and only later I realized that the gesture was even cute.
El planteamiento me llevó a mirar a Wang con cara de “Really? Ay chica, ¡pol favol!”
– Hey, look at me! You have to be strong. You will improve in your classes. And while you do that, you need to support your boyfriend. I know he did not mean to hurt you. That’s the way things are here. And you need to support him. It’s not easy for anyone to switch between two worlds. It’s really not easy.
– Mana, ¡me lo dices a mi!, pensé…
- En el lenguaje verbal del mandarín, se pronuncia de la misma manera el pronombre en tercera persona singular para el sujeto masculino, femenino y el sujeto neutral. Sin embargo, en el lenguaje escrito, los sujetos masculinos, femeninos y neutrales tienen su debida representación escrita para diferenciarlos. [↩]
- En Puerto Rico se describen estos pantalones como “mahón”. [↩]