Crónicas del otro lado: de Puerto Rico a la China (VIII)
Momentos con la Señorita Wang II (21/02/11)
Comenzé a adquirir confianza en mi desempeño con el idioma aunque todavía cometía errores. Cuando creía que entendía algo, la Señorita Wang me desmostraba que había entendido mal. ¡Ja! Aún así, la pasaba bien en las clases de aquel curso de tres meses y medio. Nos reíamos en cantidad.
Sin embargo, adaptarse a la cultura y al idioma no es suficiente para vivir una vida normal en la China. Llegué a Shanghai poco antes de un otoño que era extraño hasta para los locales. Llovía mucho, el cielo siempre estaba cubierto de nubes por lo que no se veía el azul y la temperatura era fría. Pasé por lo que parecieron ser viruses y resfriados (no iba al doctor) y algunas veces me levantaba en medio de la clase para correr al baño con diarreas repentinas…
La señorita Wang me observaba con preocupación y a cada momento me aconsejaba con “secretitos de la abuela” intentando ayudarme en esta lucha con mi cuerpo. Aunque mis síntomas mejoraban por momentos, nada parecía calmar esa soledad extraña que llevaba adentro. Todos parecían adaptarse y alegrarse aunque le sirvieran un plato con carne de perro… claro, por supuesto que exagero.
*****
-{Are you coming to class?}
Eran las 9:05 de la mañana y yo estaba todavía en la cama. No quería levantarme y no quería ver a nadie. Normalmente era puntual, así que el no llegar a clases sin avisar preocupó a la Señorita Wang. Ella comenzó a textearme y una pequeña ola de mensajes de texto del resto de los estudiantes inundó mi celular. Los ignoraba a todos empeñándome de manera terca en permanecer en mi soledad. Luego, cesaron los mensajes.
A las 10:45 la Señorita Wang insistió:
-{I know you are reading my messages. I know you.}
“¡Ayyy, bendito sea el Señor!”, pensé y le respondí el mensaje:
-{I’m ok. I just don’t feel good.}
Casi al momento, respondió:
-{I don’t care. Get out of the bed. I’m not gonna let you do what you are doing. Just to let you know, I talked with your private teacher of the afternoon and she doesn’t want to give you the class. You will meet both of us for lunch. Today you will eat real Chinese food.}
¡Yo que pensaba que las dos maestras no se soportaban y ahora resulta que se hacen compinches! Wang sabía que hubiese ido a la clase de escritura de caracteres en la tarde porque no tenía que ver gente en el salón, excepto a la maestra.
-{I wait for you at 1:00PM in front of the school. And you better show yourself >_< .}
Así que ni modo, llegué a la escuela a la una. Allí me esperaban mis dos maestras y para mi sorpresa, el resto de mis classmates, incluidas las amistades que hice de otros salones. Todos sonreían y algunos sin hablar, al darme los dos o tres besos de saludo, me daban una palmadita en la espalda. Para todos ha sido duro de alguna manera u otra la adaptación en Shanghai.
Nos dirigíamos al restaurante cuando la Señorita Wang me tomó de la mano repentinamente. Comenzamos a cruzar las avenidas sin parar, aún cuando el semáforo peatonal estaba rojo y los autos nos tocaban bocina.
El resto del grupo nos miraba desde el otro lado de la calle con desaprobación. “You girls are crazy! You are gonna get killed by a car!”, nos gritaban.
La Señorita Wang se reía a carcajadas mientras mi pulso se aceleraba al ritmo de la emoción y la incredulidad.
*****
Par de meses más tarde la Señorita Wang no estaba tan contenta. Antes de comenzar la clase nos dijo:
-The school activity will be held this weekend and no-one from my class has enrolled in the contest.
La escuela coordinaba actividades para motivar a los estudiantes a que practicaran lo que aprendían en clase. En esta ocasión organizaban un concurso de karaoke (una cuasi-graduación) donde los estudiantes deberían escoger una canción en mandarín y quien mejor se desempeñara ganaría un premio. Nuestra clase iba bastante atrasada porque éramos medio ‘ñames’ y apenas usábamos los caracteres chinos. Nadie quería participar porque se avergonzaban de cantar y les parecía ridícula la idea de que el karaoke fuese tan popular en China. Ninguno se sabía alguna canción en chino.
-Come on! Don’t be afraid! I know is only a few days left for the contest but I can teach anyone of you a song. Really, don’t be so boring! Why don’t you guys like karaoke??
Todo el mundo se reía de la idea. Wang se había dado por vencida. Con cara de desilusión dió la espalda y comenzó a preparar un ejercicio en la pizarra.
-Ok, I’ll do it.
No me preguntes de dónde saqué las fuerzas siendo la peor que iba en la clase, pero lo hice. Me ofrecí a representar el salón y la clase se animó. La silueta con cara de china se volteó:
-Tomorrow come after class. I’ll teach you a song. I’m serious.
Y así lo hice.
La Srta. Wang me esperaba líricas y canción en mano en un salón privado. Le dio play a la canción.
-First listen the song, and then I’ll teach you how to vocalize the tones, and will explain it.
Cuando escuché la canción por primera vez por poco estallo de la risa. ¡Me parecía tan cursi! Pero al ver el rostro de Wang, entendí que para ella esta canción era algo bien serio.
-The name of the singer is Wang Fei, the title of the song is Hong Dou, and this is one of my favorite songs. It talks about the difficulty of letting go a love story that never happened.
Yo seguía sin entender por qué una canción se llamaría “Habichuela Colorá’”. Me daba risa el concepto, pero ella me explicó.
-The shape and the color of the red bean resembles to the Chinese people the shape of the heart. If a person gives you red beans, is asking you to never forget him or her.
La señorita Wang me pidió que practicara la canción todas las veces que pudiera cuando estuviese en casa. Aunque al inicio me parecía ridícula, decidí tomarme en serio todo el asunto. Creo que los vecinos la pasaron mal por par de días. Cuanto más ensayaba la canción, más me gustaba.
La actividad era sábado. El viernes en la mañana, ensayé por última vez junto a la Señorita Wang. Me miró complacida:
-Good. You are ready.
– Sooo, I see you tomorrow, then?
– No, I won’t be able to be there. The administration did not invite me. There will be one or two teachers representing us. They normally choose their favorites.
Se me hizo un nudo de coraje en la garganta. En la actividad habría comida y bebidas, y me pareció mezquino que la administración no invitara a todos los maestros. Al verme, Wang reaccionó:
-Don’t think about me, you go and represent me. That will make me happy.
La Srta. Wang no me dejó protestar y me interrumpió para despedirse porque, según ella, tenía cosas que hacer. La mente se me abarrotó de pensamientos, pero la actitud de Wang me obligó a cumplir mi parte sin cuestionamientos. Daría lo mejor de mi ese día por más nerviosa que estuviera y por más ridícula que me pareciera la actividad..
El sábado en la tarde me llegó la hora de experimentar el ambiente KTV. Mi compañero asistió a la actividad para apoyarme. Sin darme cuenta, todo el asunto gracioso de asistir a un karaoke cambió de tono y se convirtió en algo serio. Asistir a un karaoke en China no tiene el tono de relajo que tiene en el oeste del mundo. Los chinos esperan que te lo tomes en serio y des lo mejor de ti. Es un momento para expresar esos sentimientos que el día a día de la cultura no te permite. La rabia, el amor, la solemnidad, la tristeza… se vive en el clóset KTV. Normalmente la gente renta un cuarto privado para compartirlo con la gente más íntima.
Y me llegó el momento de cantar. Creo que no era yo quien cantaba. Era la Señorita Wang. Al inicio, no podía seguir la pista debido al nerviosismo, pero me compuse y eché a andar mi voz. La canción era triste, pero dulce. Algo así como Wang. Ella se apoderó del momento, de mi, y sacó de mi garganta aquellas mis primeras palabras en idioma mandarín.
Esa tarde estuvo llena de emoción. Será una tarde que nunca olvidaré.
Poco después de ese karaoke, mi tiempo en el instituto terminó. Comencé en otra escuela que ofecía cursos más extendidos, pero mi relación con la Señorita Wang no terminó ahí. Durante mi tiempo aquí, sacamos algunos momentos para conversar sobre el futuro, el amor y la vida. Ella me enseñó un lado de la China que no se compra con chantaje ni corrupción. Me habló de sueños, de ética, de sus posturas en contra de la violencia y su indignación frente a las injusticias sociales en su país.
Y el tiempo pasó.
*****
Ya me quedan sólo unos días para partir de Shanghai.
Mi relación con la ciudad se transformó al ritmo de mis encuentros con locales y extranjeros en múltiples lugares del espacio que comprende este lugar. El miedo inicial y el rechazo corporal a la ciudad y al clima desapareció poco a poco entre agujas de acupuntura y otras chucherías de la medicina china tradicional.
En un año y medio conocí personas de Holanda, España, Alemania, Rusia, Irán, Estados Unidos, México, Israel, Korea del Sur, Japón, India, Chile, Pakistan, Italia, Francia, Islandia, Suecia, Finlandia, Gran Bretaña, Irlanda, Filipinas, Tailandia, Australia… y China. Cada uno de estos encuentros ha dejado en mi una gran impresión; sus intervenciones en mi vida han obrado como manos formando una vasija que muestra una apertura cada vez más amplia.
Me he despedido muchas veces en mi vida y cada vez me gusta menos hacerlo. Como el mundo da muchas vueltas y yo tal vez en un futuro, no dé tantas, no me quedó otro remedio que buscar a la Señorita Wang para decirle ‘gracias por todo’ antes de irme de la China.
Quería ofrecerle un pequeño regalo (un poco tarde) por las festividades del Año Nuevo Chino. Le llevaría una copia del video donde canté la canción que ella me enseñó y le facilitaría unos DVD’s. Quería también dejarle saber que fui al Peace Memorial Museum en Hiroshima, lugar en el que el pueblo japonés (aunque tal vez no el emperador) admite su responsabilidad en la Masacre de Nanjing durante la Segunda Guerra Sino-Japonesa.
En algunas conversaciones privadas con Wang, ella admitió su gran descontento hacia el actual gobierno chino, pero aún así mostraba por momentos un resentimiento hacia Japón fundado en la propaganda patriótica (en este caso anti-japonesa) que mantiene al gobierno chino en poder. Basta encender la televisión local para ver cuántos filmes se muestran aún de las grandes batallas contra los japoneses, algunos de éstos mostrando niños chinos asesinando japoneses para luego ser honrados por su labor por la patria.
Sí, Japón ha tenido sus períodos históricos de oscuridad y fue el país victimario de la Masacre de Nanjing. De la misma manera, Japón ha pagado precios bien altos después de su intervención en la Segunda Guerra Mundial. Luego de Japón ser bombardeado por seis meses en múltiples ciudades, Hiroshima y Nagasaki sufrieron las primeras dos bombas nucleares de la historia…
Pero en fin, que la Señorita Wang y yo nos encontramos en lo que fue mi primera escuela y de ahí caminamos la calle Nanjing hasta llegar al templo Jing’An. Estábamos felices de vernos aunque tristes por la inminente despedida.
Nos sentamos durante varias horas en un pequeño parque. Hablamos sobre nuestros viajes, sobre el amor y las rupturas. Reflexionamos sobre el kharma y nuestra relación de amor y odio con la ciudad. La señorita Wang aprovechó para recordarme el trabajo que le dió sacarme de mi apartamento aquel día… Ella sonreía.
Aproveché que la vi contenta para hablarle de mi viaje a Japón y mis encuentros con los japoneses. Le mencioné de varias personas que conocí con quienes hablé de la relación entre Japón y China. Le dije que muchos se avergonzaban y criticaban el pasado imperialista del Japón. Le hablé del activismo por la paz en ese país … y entonces su rostro se emsombreció. Sentí que le decía algo que no le gustaba. Le pregunté si todo estaba bien y de manera un poco exasperada la Señorita Wang me respondió:
-I don’t think Japanese really feel what they say about war and peace. I think they just find it convenient to be friendly with Chinese due to the economical rising of China.
Éste era un lado que no comprendía de la Señorita Wang. Me pegunté cuánto de este rencor venía de la propaganda. Pensé, que controlar tanto la información había dado sus frutos. Si accesas el internet en China notas que casi toda la información está bloqueada. La Gran Muralla China ya no es al norte del país, ahora recorre todos los territorios de la China y cruza por todos los hogares y los corazones de millones de personas. La mayoría de la gente no tiene el acceso a redes virtuales privadas que tiene el resto del mundo para poder acceder a la información. Muy pocos cantantes o grupos extranjeros pueden venir a dar un concierto sin tener que aceptar montones de restricciones. Los cines no muestran nada sin pasar por el filtro del gobierno y claro, no se muestra nada que critique el gobierno.
Pero claro, también es cierto que el emperador de Japón no ha venido a Nanjing a disculparse por las víctimas de la masacre. No tenía nada que discutirle a Wang. Yo compartí una experiencia en Japón que tal vez era demasiado mía. ¿Quién soy yo para pedirle que no se horrorize por, o que olvide, un pasado tan violento?
Después de un largo y merecido silencio, continuamos hablando de un ex-novio de Wang y de relaciones amorosas en general que se quiebran por la imposibilidad de la comunicación. En algún momento alguien llega a nuestras vidas y nos rompe el corazón (o viceversa). ¿Qué hacer? Bah, el odio te estruja el alma. Tal vez mejor uno seguir en la búsqueda de la felicidad, whatever that is. ¿Por qué si hay tanta gente afín a uno, uno se empeña en cambiarle el corazón a quien no quiere? Le dije a Wang que a mi me funciona llorar por unos cinco minutos…
Nos fuimos a un café a compartir dulces y, claro, un café. La Señorita Wang se relajó. Nos reímos de nuevo por otro rato hasta que me tocó regresar a Pudong. Caminamos hasta el metro y tomamos el mismo tren. Wang se debía bajar varias estaciones antes que yo. Le pedí que por favor no me dijera adiós y ella sonrió.
-You know, Ale, I’m happy that we met and chat about our lives. I don’t hate my ex-boyfriend anymore. It was good to talk.
-I’m happy, too. I will never see China like I saw it before, thanks to you.
Y la Señorita Wang se bajó del tren sonriendo.
–Zaijian! Con un ‘hasta luego’ nos sonreímos, tal vez, por, nuestra última vez.
Seguí a mi estación de destino preguntándome si estaba lista para despedirme de la China. Para ser honesta, creo que no. Pero es una verdad también que ya me debo marchar.