Dar fe ante el mundo
“…Sólo un poema puede hacer
como que nace y no nacer porque un pájaro nace y nace.
Pero el poema no es sino sino, viento viento, ave
de verdad, advenimiento”
–Eduardo Milán
Recuerdo que hace muchos años le regalé a Xavier Valcárcel un pequeño libro titulado ¿Para qué poetas? de Martin Heidegger, una edición de la UNAM, extracto de Caminos del bosque. El título deriva de un verso del poema “Pan y vino” del poeta alemán Hölderlin que dice en un fragmento de la séptima parte:
Entretanto, a veces se me ocurre
que es mejor dormir que vivir sin compañeros
y en constante espera. ¡¿Qué hacer hasta ese día futuro!?
¿Qué decir? No lo sé. ¿Para qué poetas en tiempos de penuria?
Lo que quiero rescatar de la pregunta es que Xavier Valcárcel ha buscado la respuesta en cada uno de sus libros, hasta dar con ella en este último homenaje a la Poesía que es su Fe. Pero, ¿cómo contesta Xavier la pregunta que se apropia Heidegger? ¿Cómo intuyo que Fe de calendario es su mejor respuesta? ¿Un nuevo mundo, otro mundo? Y añado las preguntas de Heidegger sobre la poesía de Rilke en el mismo ensayo: “¿Qué relación guarda su poetizar con la penuria del tiempo? ¿Hasta dónde se acerca al abismo? ¿A dónde llega el poeta, suponiendo que llega hasta donde puede hacerlo?”
Atestiguar la marcha del mundo es lo que hace Xavier en “Fe de calendario”, además de crear un mundo. Paul Ricoeur en el ensayo “The Model of the text: Meaningful Action Considered as a Text”, explica la existencia súbita de este mundo nuevo creado por la palabra escrita: “Such is the reference born of depth-semantics. The text speaks of a possible world and of a possible way of orientating oneself within it”. Esa es la promesa de todo libro de poesía, que nos permite entrar a un mundo nuevo orientados por el texto. Ya lo dijo Bachelard en La poética del espacio: “Cuando la imagen es nueva, el mundo es nuevo”.
Pero sería fácil, muy fácil, contestar la pregunta de Heidegger y de Hölderlin buscando entre la páginas del libro de Xavier su calendario, exactamente los días y las noches, los meses, los años visitados por el poeta. Pero no busco lo fácil, busco una semántica profunda. Y encuentro, para mi maravilla, que el libro es casa y los poemas, piedras, y que una Poética del espacio, ese Bachelard que busca la fenomenología de la imagen, es necesaria si se quiere entender por qué Xavier no tiene fe en el calendario, sino fe de calendario: ahí donde está reunida la vida, la felicidad encontrada y vuelta a perder, el recuerdo de la casa onírica.
En el primer poema del libro titulado “Lo poco”, exactamente lo simple, lo imprescindible, escribe que “Una casa es lo que queda de un nido./Nido, lo que entre vuelos queda.” Y Bachelard afirma que “El nido, como toda imagen de reposo, de tranquilidad, se asocia inmediatamente a la imagen de la casa sencilla. De la imagen del nido a la imagen de la casa o viceversa, el tránsito no puede hacerse más que bajo el signo de la simplicidad.” Pregunta Xavier en otro poema: “¿Quizás yo soy también un pájaro del tiempo?” Y yo pregunto, ¿advenimiento?
Xavier también intuye que la casa es un cuerpo cuando escribe en su poema “Dislocaciones”: “Un cuerpo es una casa…lo digo sabiendo que entre hueso y viga/entre arquitectura y anatomía…lo digo habitante y habitado/nido y pájaro… Afuera llueve y pienso en casa, en cuerpo…” Solo fragmentos, versos sueltos de lo que es un poema para repensar las palabras de Bachelard cuando pregunta: “¿Del fondo de qué ensueños brotan tales imágenes? ¿No vienen del sueño de la protección más próxima, de la protección ajustada a nuestro cuerpo? Los sueños de la casa-vestido no son ajenos a quienes se complacen en el ejercicio imaginario de la función de habitar”.
Habitar el tiempo pasado, eso hace Xavier en Fe de calendario, da fe de ese habitar o como decía Rilke en una carta que rescata Heidegger, no está en el mundo, sino que está ante el mundo para crear un mundo nuevo, no olvidemos las palabras citadas arriba: “cuando la imagen es nueva, el mundo es nuevo”. Y Xavier renueva la imagen de la casa-nido, del poeta-pájaro, del poema-piedra. A mi entender, esta evocación de la casa onírica sólo es posible en la imagen poética.
No los voy a abrumar aquí citando los títulos de cada poema que habla de la casa onírica y el nido en Fe de calendario. Citaré entonces algunos versos olvidando las páginas y los títulos, ya encontrarán ustedes la fuente primaria en su lectura de este libro imprescindible en la literatura de Xavier y de la nueva y joven poesía de la Isla. Pero es mi deber dar fe del valor semántico que convierte la casa en el eje central de este poemario. Aquí algunos versos sueltos que enumero para facilitar su comprensión:
- Ayer la luz conmigo estuvo adentro de la casa hasta su ida involuntaria arrastrándose por las paredes.
- Algo hay en la lección tras las malezas en abrir caminos nuevos en visionar desde lo lejos nuestras casas entre el mar. Casitas diminutas contra nubes. Todos los miedos escondidos bajo nubes. ¿Cómo no venir a ver?
- A ras del polvo las casas del sueño del progreso abiertas a la noche y a la luz no son sino escondites forrados de espejos.
- ¿No es pobreza acaso contar, sin más, con un vocabulario con sus significados bajo nubes, entre el mar y casas que nos verán morir de a poco…
- En el tendido que cuadra la ventana hay una reinita balanceándose.
- Allá la casa sola el árbol cortado de mi infancia el jardín de sábilas que sembré como promesa.
- Roja es la tierra del trazo de mis pies lejos de casa. Casa es también donde lo visto se apaga.
- No soy un animal del patio. No soy de esa intemperie. Tampoco de esta casa ni de estar mirando cómo viven sus paredes, su techo de arena…
- …dos hombres haciendo del temor al futuro una casa bajo ella una isla común que escribir y bailar…
- Antes fuiste nueve meses creciendo el vientre de una casa. Antes fuiste parte de un conjunto vivo, orgánico. Fuiste parte de la luz. Entonces venían los pájaros a ti a las ventanas del vientre.
Pero hay un poema titulado, precisamente, “Casa”, que hay que atender con cuidado si se quiere exaltar la poética de Xavier en este poemario, el valor de la casa del ensueño del poeta y su relación con la fe. El poeta regresa a la casa de la infancia, al espacio íntimo y sagrado. Así lo expone Bachelard en La poética del espacio, que no hemos abandonado nunca:
Es preciso que examinemos más de cerca cómo se presentan en geometría soñadora las casas del pasado, las casas donde volvemos a encontrar en nuestras ensoñaciones la intimidad del pasado. Debemos estudiar continuamente cómo la dulce materia de la intimidad vuelve a encontrar, por la casa, su forma, la forma que tenía cuando encerrraba un calor primero.
En el poema “Casa”, Xavier regresa a sus padres que ya la han abandonado, y se cuestiona qué pasaría con ella si la abandonara también. En su hermoso libro El deber del pan tiende un puente hacia Fe de calendario con estos versos: “Yo seré para ese entonces/el hombre que quedó adentro de la casa/cuando inició el fuego/o tal vez no, y es lo que creo”. ¿No entramos con él en la casa del pasado, allí donde encontramos la materia de nuestra intimidad, el calor primero?
Hay que destacar los versos que dicen “¿Y si abandono la casa? Ya en este calendario he sido un pecho”, aludiendo directamente a la casa como ese calendario que atestigua su respiración, él es la casa que respira, o esos otros que dicen “Quizás así casa se vuelve un sol que a mi fe alumbre desde lejos. O quizás me vuelvo sol y alumbro lo que he sido”. Además de esa vuelta al pasado, a su calor primero cuando sueña: “Quizás papá y mamá están allí con esta casa joven esperándome. Solo que a veces creo que esta casa ya transmutó a sol y por eso permanecemos hoy yo yo entre sus huesos”. Y vamos de vuelta con él al primer verso del poema donde escribe que todo “sol del hoy” es un “ayer”. Esta es la fe de calendario, un hoy que es un ayer, “la fe de todo cuanto crece hacia mañana”.
El escritor cubano Abilio Estévez resume en su libro Tan delicioso peligro lo que significaba la literatura para Virgilio Piñera, su amigo, su gran maestro:
El mundo se divide en dos grandes mitades si lo miramos desde el ángulo de la personalidad: el de los que tienen fe y el de los “que dan fe”… Los primeros reciben el nombre de seres humanos, los segundos de artistas.
Asimismo, Xavier no es de los que tienen fe, sino de los “que dan fe”, un artista. “No sé cuán lejos soy. Cuál la distancia entre mi esquina y los afectos. Atestiguo”, así declara el joven poeta en el poema “Fe de calendario”. Ese “Atestiguo” es declarada presencia del poeta ante las cosas que el artista no mira de frente, sino que mira a través porque es capaz de entrar en su sentido más profundo, vertical.
Ese dar fe de Piñera no es otra cosa que ese estar ante el mundo de Rilke, habitar el mundo dando fe, estando ante la casa íntima, el nido. ¿Para qué poetas? Resulta iluminador que para Heidegger, luego de estudiar a fondo unos versos de Rilke, sólo el poeta sea el más arriesgado, aquel que arriesga un poco más que el resto de los mortales porque es capaz de entrar en la habitación del ser, el lenguaje. Aquí responde una poderosa casa: la del ensueño que lo arriesga todo en la difícil tarea de recordar y evocar. Como dice ese último verso de Fe de calendario: “Es lo que dicen mis piedras”. Los poemas sí, las piedras que cimentan esta casa, el nido hecho casa desde los cimientos del árbol que lo cobija.