Del hato del Rey al Parque Florido: una genealogía de la urbanización Floral Park
El conflicto tenía muchas aristas, reducido a su mínima expresión se puede condensar de la siguiente forma: El pastoreo y la agricultura eran actividades encontradas. Las vacas sin cercar se comían la yuca, el maíz, el arroz y las hortalizas sembradas por los estancieros. Ese conflicto es una de las maneras de entender el inicio de la ciudad y su entorno.
Desde el siglo 16, el epicentro de la disputa entre hateros y estancieros se localizó en los terrenos al sur y norte del caño de Martín Peña. La historiografía sobre este tema es poca – enriquecida recientemente por el libro de Francisco Moscoso El Hato: latifundio ganadero y mercantilismo en Puerto Rico, siglos 16 al 18– pero lo que quiero resaltar aquí es que en medio de esas disputas las autoridades quisieron reservar un hato de ganado para abastecer de carne y la leche a la milicia acuartelada en San Juan. De aquí el nombre de Hato Rey.
Los pobladores de Hato Rey estaban muy ligados a San Juan que era el mercado de su producción. El puente de Martín Peña, el único que existió sobre el caño hasta el siglo 20, fortaleció ese vínculo. Un sistema productivo y una infraestructura de obras públicas constituyen el foco de una historia que se desarrolla en este sector que seguimos llamando Hato Rey.
Mirar y entender
Los planos siempre están en mis relatos. Son magníficas herramientas para entender la historia. Les incluyo un fragmento elocuente de un plano levantado por el ingeniero Francisco Fernández de Valdelomar en 1747. Es una manera de visualizar el perímetro donde ubicaría siglos después la urbanización Floral Park.

1747, Francisco Fernández de Valdelomar, Servicio Histórico Militar, Madrid.

Tierras del Ato del Rey
Al norte del caño de Martín Peña, lo que se conocía como Cangrejos (hoy Santurce), el grupo de los estancieros prevaleció. Allí existían campos de labranza con parcelas claramente demarcadas. El plano lo confirma: Campos labrados de Cangrejos. Mientras, el nombre de Tierras del Ato del Rey ya estaba fijado en el otro polo del territorio. Nombraba el espacio al sur del caño de Martín Peña donde las vacas pastaban a sus anchas, sin cercados, por un amplio territorio. Esta divisoria determinó la tenencia del suelo en Hato Rey: grandes fincas ganaderas en manos de pocos dueños. Floral Park surge de esa vieja historia hatera.
El Puente
El puente de Martín Peña es también una clave para entender la configuración de Hato Rey hasta comienzos del siglo 20. Hubo varias versiones del puente, sabemos que una de ellas se demolió en 1797 durante la invasión inglesa. Más tarde se reconstruyó, pero el que existe hasta hoy en el mismo lugar se inauguró en 1939.

Puente de Martín Peña, 1747, Francisco Fernández de Valdelomar.

1939, El Mundo, 2 de junio, UPR. Detalle pilastra en AGPR.
Location, location, location
Con el declive de la economía hatera en el entorno sanjuanero, para finales del siglo 19 y comienzos del 20, Hato Rey cambiaba de aires y se convertía en un lugar rural apetecible para familias acomodadas de San Juan, Río Piedras, y del resto de la isla. En los periódicos abundan anuncios de quintas para la venta o arriendo. Hato Rey gozaba de una merecida fama como lugar florido, fresco y agradable para vacacionar o vivir.

1910, La Correspondencia, 28 de febrero. UPR. Foto en Idilio Tropical, La aventura del cine puertorriqueño, Banco Popular de Puerto Rico, 1994.
Casi todas esas casonas se alinearon a ambos lados de la carretera central (hoy avenida Ponce de León). La más célebre de ellas perteneció a Palmira McCormick y Rafael Schuck, los futuros dueños de Floral Park.
La accesibilidad y viabilidad residencial de Hato Rey estaba garantizada de muchas maneras: la carretera central (hoy Ponce de León), el puente, el tranvía de vapor y luego el eléctrico, el tren a Carolina y el de Caguas que partía de Río Piedras, el acueducto inaugurado en 1899, la troncal de alcantarillado sanitario (1917), las redes eléctricas y de teléfonos (1905).

1900, La Correspondencia, 7 de mayo, UPR.
Todas esas infraestructuras hicieron posible una transformación moderna de Hato Rey. A solo tres años de la fundación de Floral Park en 1926, el famoso Libro de Puerto Rico (1923) describía la carretera en Hato Rey como A Beautiful Shaded Highway.

E. Fernández García, El libro de Puerto Rico, San Juan: 1923.
Flores, el nombre que se repite
La prensa no hacía más que resaltar las grandes fincas pobladas de árboles frutales de todo tipo, sus famosas palmas de coco, siembras de piñas, ganaderías de carne y leche, o fincas de caña de azúcar, y también de chinas. En 1906, Frederick M. Pennock fundó al este de Hato Rey la empresa Pennock Gardens. Los jardines estaban dedicados a la siembra de cítricos y flores para el consumo local y su exportación.
Por supuesto, no todos los habitantes de Hato Rey eran ricos y poderosos. En Hato Rey vivían muchos trabajadores sin tierras. La ocupación de terrenos aumentó drásticamente con la masiva llegada de personas de toda la isla a partir de 1928. En ese año ocurrió San Felipe, un huracán categoría 5 como se mide hoy día. A partir de entonces se ocuparon los bosques de mangle en las riberas del caño. El paisaje no era precisamente florido, era sombrío, maloliente e inseguro.

1940c, Niño con fiambrera en el puente de Martín Peña, Fundación Luis Muñoz Marín, San Juan.
El poético barrio
Pero la prensa de la época resaltaba en su selectividad visual, una simbiosis entre la modernidad que avanzaba y una memoria bucólica en la nomenclatura como ganchos para nuevos proyectos de urbanización. Veamos este anuncio:

1906, La Correspondencia, 7 de abril, UPR. Coloreado por el autor.
Para 1906, Hato Rey se le conocía ya como el simpático barrio de las hermosas flores. ¿Se adelantó el periodista a los dueños de Floral Park? Otra foto muestra la carretera en Hato Rey para la misma época. El lector podrá juzgar el ambiente bucólico del área, un paisaje que apelaba a los sentidos como lugar apetecible. También entrañaba deseos de escapar de la ciudad y poder darse el lujo de vivir en el campo, pero con la accesibilidad disponible a Río Piedras o San Juan.
La foto a continuación del paisaje bucólico e idealizado de Hato Rey es premonitoria.

Colección de Rodríguez Archives, coloreada por mi.
A la izquierda se ven las vías del trolley y a la derecha el tendido eléctrico. Sin verse, por debajo de la carretera transcurría la troncal principal de agua potable del acueducto. El carruaje con la yunta de bueyes que transportaba probablemente una mudanza es una metáfora conmovedora de lo vendría. Para la prensa, era una estampa “pintoresca”. Para los que la miramos hoy, condensa una cultura que se desvanece, el paisaje de un pasado que se dejaba atrás y que, convertido en nostalgia, daba valor a los proyectos de urbanización de la modernidad.

Una finca en Hato Rey. La Democracia, 1904
Sobre las fortunas azucareras, se construye el parque florido
Desde 1902 hasta el 1930 (con excepción del 1919, 1923 y 1929) el valor de las exportaciones del azúcar en Puerto Rico no hizo más que subir. Estos valores crearon (para algunos claro) una sensación de progreso acompañado de un ambiente de optimismo sin precedentes. Ese fue el caso de Palmira McCormick y Rafael Schuck, ambos del sur cañero de la isla. Palmira era de Arroyo y Rafael, de Ponce. Fueron los desarrolladores de Floral Park.
La construcción de Floral Park (1926) y su contigua Ciudad Nueva (1927) estuvieron en el centro de este auge de construcciones públicas y privadas. Había que suplir a los nuevos residentes modernos con lo último en las tecnologías de construcción, decoración y equipamiento doméstico. Los contratistas, ingenieros y arquitectos tenían trabajo.
1926, Materiales de construcción, Revista de Obras Públicas, junio a octubre, UPR.

Mosaico Floral Park.
Universidad
La cercanía de la Universidad de Puerto Rico fue un catalizador de energías en Hato Rey. En Floral Park vivía mucha de su facultad y sus administradores. Sus estudiantes conocían y divulgaban novedades e innovaciones que irradiaban a Río Piedras y Hato Rey nuevos bríos de cambio.
Un referente para conocer los ambientes universitarios en el mismo año de la fundación de Floral Park es el anuario de la UPR de 1926. En sus páginas aparecen equipos de mujeres tiradoras, jugadoras de tenis, nadando en “atrevidos” trajes de baño, muchachos y muchachas en equipos de baloncesto, y también, desde luego, en laboratorios y bibliotecas.

Equipos de Baloncesto UPR de 1926
Esos mismos deportes fueron patrocinados entre los jóvenes de Floral Park por el matrimonio Schuck-McCormick. Ellos eran gente extremadamente moderna y a la moda, en una década donde se imponía una cultura del consumo y la publicidad en el mundo, aún en sociedades periféricas como la nuestra.
El plan Parsons de 1925 para la UPR acababa de diseñarse y pronto iniciaría su construcción. La firma de urbanistas era de Chicago aunque sus arquitectos eran locales. El plan estaba diseñado al estilo city beautiful. La juventud puertorriqueña se educaba, en un ambiente de optimismo, era la generación que iba a dirigir los destinos y formar los cuadros técnicos que requería un país en evolución. Floral Park simbolizaba de varias maneras ese proceso de modernización.
No faltan las ironías. A solo nueve años del triunfo de la Revolución de Octubre en contra del zar de Rusia, los estudiantes de derecho se organizaban como si fuesen obreros y se llamaban los eternos bolcheviques. La juventud seguía atenta los eventos del resto del mundo y se apuntaban a nuevas causas, aunque fuese de forma imaginaria y afín al espectáculo.

En contraste con los ideales bolcheviques –reales o de juego– de los estudiantes universitarios estaba la vivienda de los dueños de Floral Park.
Recuerdo vivamente esta casa y su fuente llena de lotos exóticos. Estaba frente a la Ponce de León, esquina Broadway (ahora se llama Betances). Fue diseñada por el arquitecto más moderno del momento, Antonín Nechodoma. Estaba rodeada de hermosos jardines floridos y de árboles frutales de todo tipo. Como suele ocurrir en Puerto Rico, estamos acostumbrados a demoler lo bueno para reemplazarlo por cosas de inferior calidad. Con su demolición Hato Rey perdió para siempre su mejor estructura residencial.

1926c Casa de Palmira McCormick y Rafael Schuck en Floral Park, UPR.
Un hospital y varios hipódromos
De todas las instituciones que ocuparon una de las grandes fincas desocupadas en Hato Rey es el Auxilio Mutuo la instalación sanitaria más importante. Forma parte indeleble de Hato Rey desde que se planeó su traslado a su lugar actual.

1907, Planes para edificar el Auxilio Mutuo, La Correspondencia, 21 de enero, UPR. 1912. Inauguración del edificio, UPR.
Estaban también los hipódromos que requerían grandes espacios en fincas sin construir, y disponibles aún en Hato Rey. Precisamente se ubicaron en las fronteras norte, este y oeste de la urbanización Floral Park. Se trata de Quintana (1923-1956), Las Monjas (1927-1952) y Mira-Palmeras (1937). En mi familia guardamos recuerdos del hipódromo Las Monjas. Quedaba justo al frente de mi casa. Cuando no había carreras, claro, dos de mis hermanos, Frankie y Jossie se ejercitaban en la pista. Mi mamá guardó una foto de mis hermanos deportistas.

1945c, Francisco y José Umpierre en la pista del hipódromo Las Monjas.
Dos anuncios importantes y un mapa
El primero de los anuncios es de Floral Park en su primer aniversario. Siguiendo las costumbres publicitarias de la época incluyeron la casa de los dueños de la urbanización y fotos de algunas de las casas existentes. Además, añaden los nombres de los propietarios. En el segundo, se anuncia un desarrollo urbanístico aledaño. Y es que lo que hoy conocemos como Floral Park, fue en realidad tres urbanizaciones y algunas calles cercanas: Floral Park (1926), Ciudad Nueva (1927) y Umpierre (1943). Además, se han añadido bajo el nombre de Floral Park calles como la Alhambra, Sevilla y la Jamaica.

Anuncios de Floral Park en 1927 y de Ciudad Nueva en el mismo año, UPR
Un mapa hecho por el ingeniero Pedro Otero en 1932 dibuja el tejido urbano construido en el este de Hato Rey. Los tres hipódromos están coloreados en rosado. Al caño de Martín Peña y la laguna de San José los coloreé de azul. Este mapa es indispensable para visualizar el entorno de Floral Park en 1932. No se dejen engañar por un detalle, el ingeniero Otero dibujó la Eleanor Roosevelt Development como si estuviese ya construida. Pero lo cierto es que tardó más de una década en hacerse realidad.

1932, Pedro Otero, segmento del este de Hato Rey, Library of Congress, Washington.
Al sur se muestran la UPR, los barrios marginales de los Piches, Verdún, Blondet y El Amparo. También aparecen la comunidad El Monte, demolida en la década del 1960 para dar paso al complejo del mismo nombre y la comunidad Jurutungo, hoy parcialmente demolida. La Sociedad Española del Auxilio Mutuo ocupaba una grandísima finca. Justo enfrente se ubicaba la panadería La Euskalduna, que a diario proveía el mejor pan de Puerto Rico.
Al norte, las riberas del caño estaban aun sin ocupar. En el noreste, estaba la estación del tren de Martín Peña y el complejo industrial de la Ochoa Fertilizer, industria indispensable para el país cañero. Justo al este de la Ochoa estaba una comunidad llamada Mosquito.
Pedro Otero dibujó con esmero, no solo la red de calles y avenidas, sino las líneas y estaciones de tren, y los tranvías, piezas indispensables para el desarrollo de Hato Rey.
En el centro del segmento que recorté para esta columna está Floral Park (1926) y su extensión llamada Ciudad Nueva (1927). Todavía no se había construido la urbanización Umpierre donde nací y me crié.
Este mapa es una joya, tiene una enorme cantidad de información para los curiosos del urbanismo y las historias de la toponimia. Lo encontré hace más de 30 años cuando investigaba la historia de San Juan para mi tesis doctoral para la Universidad de Cornell. Un último detalle que no revelo en su totalidad. Se trata de un guiño para lectores curiosos. En algún sitio del mapa, Pedro Otero ubicó un remanente que nos recuerda los inicios de Hato del Rey en el siglo 16 y nos devuelve al comienzo de este cuento.