Del tren a Cantera: un parrandón uni-comunitario
“¿Qué es lo que se lleva a una parranda?”, me pregunté cuando supe que asistiría a una por primera vez. He escuchado hablar de panderetas, güiros, maracas, un trío de pleneros, unos palitos, buenas voces y gente que haga coro. Eso dizque es suficiente. Sin embargo, para una novata como yo, una libreta, un lápiz, una cámara fotográfica y una grabadora son los instrumentos ideales. Los cogí y a parrandear.
20 minutos antes de la hora pautada para el “parrandeo”, en la entrada del Proyecto Enlace del Caño Martín Peña en la Avenida Ponce de León, había poca gente. Algunos le huían a tres muchachas que justamente cargaban disfraces de los Tres Reyes Magos. Nadie se quería disfrazar, estaban “pichando”. Guardaron los ajuares. Ellas, a fin de cuentas, se dieron por vencidas.
Al paso de los minutos, y en lo que bajaba la intensidad del sol, llegó un mayúsculo grupo de jóvenes de la Universidad de Puerto Rico. De ahí, tres fueron reyes y magos por unas horas. Los Reyes…set, las voces… calentando y los demás… mirando; todo eso ocurría mientras los músicos ponían en sintonía los pleneros. Al mismo tiempo, los murmullos azotaban, el tráfico estaba en su hora pico, el ruido del centro urbano hacía la mayor algarabía, y nos enterábamos que la parranda estaba a punto de salir.
“Vamo’a parrandear”, se escuchó decir a través de un altoparlante en la voz de una chica. A las 5:27 p.m. empezamos a calentar motores. Listos para caminar y entonar el primer cántico a capela que decía: “Le pedimos a Melchor, Gaspar, y a Baltasar que saqué los mercaderes de nuestra universidad. Sácame a Igrí Rivera y también a Chicky Star, y todos los mercaderes de nuestra universidad”. Ya con eso practicado y el “tun cu tun cun tun” de los pleneros nos aventuramos a la primera de tres parrandas. Parrandas que bajo la consigna Somos comunidad, somos estudiantes, buscan involucrar estudiantes universitarios y líderes comunitarios con el fin de estrechar los lazos de fraternidad y solidaridad entre ambos.
Esta vez, cuatro de los sectores que componen el Grupo de las Ocho Comunidades, Inc. (G-8) -Barrio Obrero, Barrio Obrero Marina, Buena Vista Santurce, Península de Cantera, Israel y Bitumul, Buena Vista Hato Rey, Parada 27 y Las Monjas- fueron las primeras en ser testigos de que los reclamos para la eliminación de la cuota de $800 no solamente retumba en los portones de la principal institución académica del País.
La calle Argentina de la comunidad de Barrio Obrero nos acogió entre sus brazos, el Colmado Plaza Rexach nos abrió sus puertas, y los vecinos respondieron efusivamente a nuestra visita.
“¿Esto son los estudiantes na’ más los que están?”, preguntó un señor.
“No y la comunidad también… únase”, respondió un joven.
Sin el mayor interés en unirse al jolgorio aquel señor continuó leyendo el boletín informativo que se le entregó. Éramos 45 personas aproximadamente, quizá más. Esto sin contar un heladero que nos acompañó parte del trayecto, con la seguridad de vender una que otra barquilla.
Lejos de mi imaginación, de un momento a otro estaba al lado de los pleneros. VIP. En cada uno de los coros se sentía el compromiso de la universidad con las comunidades del País. El afán de concienciar al resto de los ciudadanos, que al igual que ellos están sufriendo las consecuencias de las malas administraciones, ha llevado a los estudiantes a gritar a coro: “la universidad es del pueblo, no de los ricos”. A la interrogante sobre la retirada de la Policía del plantel universitario, no titubearon en expresar que eso es se debe a una jugada, “la universidad está en receso”.
Entre la caída de la noche y ese “fríito” navideño, la resonancia de la plena y el sabor del güiro dijeron presente en todo recorrido. Los Reyes Magos regalaron pequeños detalles para los vecinos del G-8. De la molestia del Gobierno y Doña Cuota, las marionetas que acompañaban al grupo, hasta los perros se convirtieron víctimas. El tun cu tun cun tun de los pleneros hizo bailar las emociones, nunca hubo espacio para la desigualdad. Pensamientos tales como “aquí no hay división de clases sociales, ni nada por el estilo”, “al pasar por varios lugares uno se da cuenta de que tan al garete está la distribución de las riquezas en el país”, se encargaron de recordarnos que somos seres similares. Niños, deambulantes, jóvenes, mujeres y hombres, todos unidos por una misma causa musicalizaron de alegría los alrededores del Caño Martín Peña. El orfeón nunca calló.
Con los pies puestos en la Iglesia María Auxiliadora llegó el momento del descanso. Agua y sudores reinaron por un momento. Listos para arrancar la segunda caminata. Cantera. Al comienzo, a diferencia de la Avenida Rexach la gente de Cantera no respondió. Pasados los minutos, el ambiente fue otro. Las ventanas se abrieron, las puertas rasgaron las cerraduras, las manos se alzaban como símbolo de solidaridad, mientras que los niños nos seguían con sus bicicletas.
En la jarana que se resumió en dos horas y siete canciones contó con la representación de comunidades como Barrio Obrero, Cantera, Las Monjas, Buena Vista, el Residencial Luis Lloréns Torres, Río Piedras, Sonadora de Aguas Buenas, Piñones en Loíza, San Antonio de Caguas y Los Filtros en Guaynabo, entre otras. La Coalición Cero Desalojos y la Alianza Comunitaria de Apoyo a la Excelencia Educativa y otras entidades también dijeron presente.
“Nosotros somos la juventud, nosotros los que luchamos, nosotros somos como la vanguardia… la esperanza del cambio”, con ese axioma, y una convocatoria para que los líderes comunitarios se unan y participen de la iniciativa, se consumió la noche.
Faltó un buen asopao.
Esta nota fue publicada gracias a la alianza entre 80grados y Prensa Comunitaria.