Edward Said o la trascendencia de la crítica
Para cuando comenzaron a aparecer los primeros anuncios y reseñas de Places of mind: A life of Edward Said (New York, Farrar, Straus and Giroux, 20021) de Timothy Brennan, leí un obituario de Morris Dickstein (1940-2021), distinguido catedrático de literatura en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, a quien se describía como “among the last of the first generation of Jewish public intellectuals reared on the Lower East Side” (The New York Times, 26 de marzo de 2021). Dickstein es el autor de estudios que rompieron con los parámetros de la crítica literaria tradicional. Su libro más conocido es Gates of Eden: American culture in the Sixties (1977) donde ofrece un retrato amplio de la cultura estadounidense de la década de 1960 y, al hacerlo, pone gran énfasis en la cultura popular del momento. El obituario me llamó la atención.
El de Dickstein era un nombre que reconocía, pero desafortunadamente no era el de un crítico que había leído. Por ello, tras leer la nota en el periódico busqué de inmediato y por suerte hallé Double agent: the critic and society (New York, Oxford University Press,1992), un libro que me llamó la atención desde o por su título y que resultó más que iluminador, revelador y que, consciente e inconscientemente, marcó mi lectura de la mencionada biografía de Edward Said, un intelectual público palestino/estadounidense que se desempeñó como profesor en la Universidad de Columbia, uno de los más importantes centro de estudios literarios en los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX. Hay que apuntar que en el movimiento crítico que Dickstein estudia en Double agent… centra su atención en algunos profesores de esa universidad y apunta que esa corriente crítica estaba marcada por la muy fuerte presencia de intelectuales judíos neoyorquinos. Leslie Fiedler, Alfred Kazin, Irving Howe, Paul Goodman y el mismo Dickstein, entre otros y otras, fueron parte de ese grupo que tuvo como órgano editorial Partisan Review (1934-2003), revista que tuvo en sus comienzos una orientación marxista y que cambió de enfoque como resultado de la represión del Macartismo. Quizás el más importante entre todos estos intelectuales fue Lionel Trilling (1905-1975) quien fue catedrático en Columbia y quien en 1950 publicó una colección de ensayos de crítica literaria, The liberal imagination, libro que marcó su momento y que introdujo de manera seria pero accesible a un amplio círculo de lectores las ideas de Marx y Freud sobre la literatura y la cultura en general. Por todo ello, es notable que Said, un palestino comprometido con la lucha de su gente, se destacara en ese mismo ámbito intelectual.
Places of mind… contextualiza la obra de Said dentro de ese movimiento y explora el gran problema de la especialización de la crítica literaria, oficio que pasó de ser el trabajo de ensayistas que querían comunicarse con el público general al de profesores universitarios que se apoderaron del campo y le impusieron un lenguaje especializado de difícil comprensión y que sólo podían entender otros iniciados. Uno de los puntos más interesantes del libro de Dickstein es ver cómo ese linaje de críticos estadounidenses comienza con ensayistas –Edmund Wilson, F.W. Dupee, Mary McCarthy, entre muchos otros– que escriben con la finalidad de informar y orientar al amplio público de lectores de periódicos y revistas, y que lo hacen con un estilo que podemos denominar ensayístico. El secuestro y la incautación de la crítica por la academia llevan hasta imponer un inflexible aparato burocrático para evaluar a los profesores, sus practicantes, según reglamentos que pretenden determinar el valor de su producción. Lo que en el fondo se hace para juzgar a los profesores de literatura es imponer patrones de las ciencias naturales –sobre todo la evaluación por pares– y requerir el empleo de un vocabulario técnico particular. Este proceso no mira con buenos ojos a quienes se salen de esas pautas, especialmente a quienes tratan de darle un tono ensayístico a sus textos.
Tras la lectura del excelente libro de Dickstein, todas estas ideas repercutían en mi cabeza al acercarme a la biografía de Said ya que este fue una estrella de primera magnitud en ese mundo de estricto rigor, pero, a la vez fue un intelectual público que impactó no sólo el campo de las letras sino el de la política y llegó a crear o a ayudar a crear un campo académico nuevo, los llamados estudios poscoloniales. En los Estados Unidos, donde ejerció su carrera, se le compara, por su interés por su lector y por su impacto político, a intelectuales públicos como Susan Sontag, Noam Chomsky, Hannah Arendt y Edmund Wilson.
Dickstein no estudia la obra de Said, aunque su nombre aparece tres veces en su libro donde, al enumerar a los críticos más recientes y de importancia, se incluye su nombre y se destaca su “synthesis of culture and politics” (xii). A su vez, Dickstein aparece sólo en una página del libro de Brennan donde meramente se afirma que fue amigo de Said. Por otro lado recordemos que el libro de Dickstein parte del estudio de la obra del poeta y crítico inglés Matthew Arnold (1822-1888) para luego centrar totalmente su atención en los críticos estadounidenses de la primera mitad del siglo XX. Por ello Said no cabe en el mismo. La lectura de Dickstein me dejó con el deseo –en verdad con inmensas ganas– de leer un estudio paralelo que explore los años posteriores a los que se cubren en este. Pero, recalco, Double agent… tiñó y hasta modificó mi lectura de la biografía de Said porque Dickstein plantea problemas que se hallan en el pensamiento y la obra de este: ¿Cuál es la función de la crítica? ¿A quién se debe dirigir esta? ¿Cuáles deben ser las herramientas que emplea? ¿Cómo se relaciona con otros campos del saber y con otras manifestaciones de la cultura? ¿Cómo se relaciona específicamente con la política?
Advierto que hay múltiples posibles maneras de acercarse a Places of mind…. Por ejemplo, Pankaj Mishra, ensayista y novelista hindú, en una excelente reseña aparecida en la revista The New Yorker (26 de abril al 3 de mayo de 2021, pp. 84-88), se centra en el desarrollo político de Said, tema importantísimo y que nos ayuda a entender toda su vida y su labor. Pero como ya he señalado, dada mi previa lectura del libro de Dickstein y, sobre todo, dados mis intereses personales por el tema de la crítica literaria, me acerqué a este libro desde otra perspectiva, personal sí, pero también de importancia: la esencia y la finalidad de la crítica literaria. Pero antes de acercarme a este tema, creo conveniente y necesario dar una idea general del contenido de Places of mind….
Brennan nos ofrece un detallado recuento de la vida de Said. El libro lo coloca en los diversos contextos en que vivió y desarrolló su carrera. Nació en Jerusalén, hijo, el único varón, de una familia acomodada que se mudó pronto al Cairo por razones políticas. Allí estudió Said en un elitista colegio británico del cual lo expulsaron por un conflicto con uno de sus profesores. Pasó a estudiar a los Estados Unidos, a una exclusiva escuela privada en Massachusetts. De ahí pasó a Princeton donde estudió con el importante crítico R.P. Blackmur (1904-1965). De Princeton pasó a Harvard donde se doctoró bajo la tutela de Harry Levin (1912-1994), a quien se reconoce no sólo como un importantísimo crítico sino como el fundador de los estudios de literatura comparada en su universidad. Tras doctorarse en Harvard Said pasó a Columbia donde obtuvo su cátedra y donde permaneció hasta su muerte, aunque le cundieron las ofertas de puestos en otras distinguidas universidades. En Columbia se distinguió por sus grandes méritos como profesor. Said siempre se movió y actuó en círculos de privilegio.
Pero el compromiso político con la causa palestina fue central en su vida y durante un tiempo fue consejero de Yasser Arafat. Said fue ciudadano estadounidense desde su nacimiento porque su padre obtuvo esta ciudadanía durante la Primera Guerra Mundial, cuando vivió en Estados Unidos. Pero Said nunca negó su herencia palestina y representó ante los medios noticiosos en los Estados Unidos a su pueblo. Su libro The question of Palestine (1979) fue de importancia internacional para dar a conocer y defender la causa de los palestinos. Hasta tras su muerte ha sido duramente atacado por la derecha en Israel, en los Estados Unidos y hasta entre sus compatriotas.
Said fue un pianista de mérito y en su juventud pensó seriamente dedicarse a la música. Nunca abandonó el piano y llegó a ofrecer conciertos públicos. Pero, sobre todo, sus reseñas y sus ensayos sobre teoría musical le aseguraron un gran reconocimiento como estudioso en este campo también. Probablemente su logro mayor en la música –logro que recibió ataques personales, aún de miembros de su propia familia– fue la creación en 1999 con Daniel Barenboim de la orquesta del Diván Este-Oeste, orquesta que reúne a jóvenes músico judíos y palestinos. Este hecho les ganó a ambos el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en el 2002.
A pesar que sorprende la diversidad de campos a los que contribuyó –ya uno solo sería más que suficiente para justificar y llenar una vida–, la producción crítica y teórica en el campo cultural de Said es su contribución principal. Artículos, reseñas, libros –coqueteó con la poesía y la novela, pero no llegó a publicar en esos campos– forman un “curriculum vitae” más que impresionante. Nos preguntamos cuándo tenía el tiempo y las energías para hacer tanto.
Su primer libro fue un estudio sobre el novelista polaco/británico Joseph Conrad (1857-1924). Con ese y especialmente con su segundo libro, Beginnings: intention and method (1975), Said se convirtió en propagador de las ideas del posestructuralismo francés en los Estados Unidos. Más tarde se distanció de esta corriente crítica y filosófica y atacó muy duramente a sus mayores representantes. Pero, para mí, su segundo libro tiene otro significado. Como aclara Brennan: “His point in Beginnings was to suggest that fiction and criticism were equally foundational and that criticism, not necessary fiction, was where the deepest cultural recesses of society were laid bare.” (166) Esta es una idea arriesgadísima que hace claro el papel que Said, bajo la influencia de los teóricos franceses, les asignaba a la crítica y a la teoría.
Pero definitivamente su obra maestra es Orientalism (1978), libro que retrata al crítico impactado por la Escuela de Frankfurt y fuera de la órbita del posestructuralismo francés, aunque este nunca rompió tajantemente con el impacto de estas teorías. El libro, que ha sido traducido a una treintena de lenguas, nos hace ver cómo Europa fue construyendo una imagen del llamado Oriente, imagen que en el fondo sirve para construir la suya propia: sin Oriente no hay Occidente. Con este libro es que Said comienza la construcción de los llamados estudios poscoloniales y en él populariza términos importantes como “el otro”. El libro ha sido criticado con buena fe y también con mala leche. Pero a pesar de las críticas negativas se mantiene como una obra de gran importancia.
Es notable la total ausencia en el libro del “orientalismo” español, fenómeno cultural que, de haberlo estudiado, introduciría importantes matices a sus ideas centrales de Said ya que la presencia de la cultura árabe en España es distinta a su acercamiento a lo “oriental” de las culturas francesas, inglesas y alemanas que son sus fuentes principales para crear su idea del “orientalismo”. También falta en el libro un acercamiento a la pintura europea del XIX donde abundan imágenes idealizadas y caricaturescas de los árabes – piénsese en Delacroix, Chasseériau, Fortuny, entre muchísimos otros artistas del momento – que crean un cuerpo de arte, especialmente de pintura, que tuvo inmenso impacto en todo el mundo, no sólo en Europa. Pero a pesar de las críticas, este libro sigue siendo un hito en el estudio de la cultura europea y en el establecimiento de una manera de responder del subordinado a las visiones y las imposiciones ideológicas del imperio.
Mención especial merece Out of place: a memoir (1999), libro que recibió una amplia y calurosa acogida y que Said escribió ya sabiéndose marcado por el cáncer que unos pocos años más tarde lo mataría. Brennan, obviamente, recurre a este texto como una fuente importante para su biografía. Pero todos sabemos que hay una gran distancia entre las memorias de una persona y la biografía que alguien puede escribir sobre ella. Además, por su estilo, estas memorias son lo más cercano que Said llegó a publicar como obra de ficción. Por ello me imagino que algún estudioso se acercará a estas y las compararán a Places of mind…. Tal comparación se hace necesaria e iluminaría a ambos textos.
Hasta sus últimos días Said siguió produciendo textos de interés e importancia. Para mí un texto clave para ver el cambio de su posición intelectual es The world, the text, and the critic (1983). Aquí, como en otros suyos, hay una defensa del papel de la crítica en la construcción de la cultura. Su intento de relacionar la cultura con la política queda ejemplarmente presentado en Culture and imperialism (1993). Un libro, breve pero para mí revelador y ejemplar, es Representations of the intellectual (1994), texto que recoge una serie de conferencias leídas en la radio británica, hecho que comprueba el interés del autor por la comunicación con un público amplio. En fin, la abundante y transgresora aportación de Said a la crítica literaria y la teoría cultural de por sí –sin contar sus otras contribuciones– lo hacen una figura imprescindible para entender los esfuerzos intelectuales y las luchas políticas de la segunda mitad del siglo XX.
Para mí –y esta aseveración está marcada por mis intereses, gustos y prejuicios – el aporte principal de Said al campo de la teoría y la crítica cultural reside en su fe en que el buen texto cultural, por su mera existencia, es capaz de comentar, criticar y hasta atacar su ámbito social. Brennan lo dice sucintamente: “The underlying premise [de Culture and imperialism] was that true artistry absorbs its environment so sensitively that it bears witness to values it lacks power to diagnose.” (293) Y aún más importante y consolador para mí es que en esa “true artistry” no sólo cabe la crítica sino que esta desempeña una función esencial en el proceso por dejar constancia o presentar un retrato del momento. Sin ella el arte y la cultura no están completos.
Leí la nueva biografía de Edward Said de Timothy Brennan a partir de la lectura del viejo libro de Morris Dickstein y ambos textos me sirvieron para reafirmar mi vocación como crítico y, así, para sentirme justificado en lo que hago. Repercuten todavía en mi cabeza las palabras de Brennan sobre la visión de Said sobre la importancia y la necesidad de la crítica: “… fiction and criticism were equally foundational and … criticism, not necessary fiction, was where the deepest cultural recesses of society were laid bare.” (166) Y también repercuten otras de Dickstein: “… good criticism is an intervention in the world that seeks subtly to change the world, starting with the mind of the reader, the auditor, the spectator. Only in defeat can we say that it makes nothing happen.” (7) Por ello, recomiendo la lectura de la nueva biografía de Edward Said y el viejo libro de Dickstein. Otros lectores no sacarán de ellos necesariamente las mismas lecciones que saqué yo, pero se enfrentarán a dos intelectuales de primer orden que han redefinido de la crítica literaria y cultural. ¡Y eso ya es mucho decir!