El ancho mundo de «Dale la vuelta»
[En el marco del Festival de la Palabra, el pasado viernes 6 de mayo de 2011 se presentó la novela infantil Dale la vuelta, Premiada en diciembre pasado por la Fundación SM y el Instituto de Cultura Puertorriqueña acaba de ser publicada por Ediciones SM para la colección El Barco de Vapor.]
Dale la vuelta constituye uno de esos trabajos que podrían llegar a pensarse que fueron escritos a partir de todos aquellos temas que desde hace mucho tiempo me han fascinado. Cada página leída, reflexionada, aprehendida y descompuesta servía como espacio en el cual se estructuraban, de maneras a veces inusitadas, motivos literarios ancestrales ardidosamente hechos contemporáneos por las manos y la maravillosa “locura” aplicada por García. No hay aquí mayores pretensiones. La trama es relativamente directa y fácil de comprender por el público para el que va dirigido, niños y niñas a partir de 9 años. Sin embargo, aunque la obra posee un mundo propio, no deja de ser un elemento importante todo lo que, a partir de ese mundo, permite pensar más allá de sus propias fronteras textuales. Es decir, esta obra posee los bordes bien porosos, maleables, entrecortados, lo cual permite que se hagan conexiones de diversas índoles y se vuelva al texto con todo ese equipaje. En ningún momento leí quietamente.
Mi primera inquietud apareció cuando los personajes principales, Albi y Osiris (Osi) se dirigían con en el carro de Miss Maldo hacia donde se encontrarían con el profesor Garabito. Aquel desplazamiento se convertiría en un periplo. No fue que simplemente se iba la ida por la vuelta. El viaje hacia el lugar donde estaba Garabito pariría, a su vez, transformaciones importantes en aquellos dos niños. Ninguno volvería a su punto de origen de la misma forma en que partió. El viaje se convertía gradualmente en la acción de fondo para enfrentarse a lo desconocido y, al mismo tiempo, ir reflexionando acerca del proceso mismo que lleva al conocer. Habría que moverse, ninguna quietud procuraría algo de lo que eventualmente se convierte en significativo. Cómo evitar relacionar este pasaje con aquellos que nos refieren Odiseo, Jasón, Sinuhé el Egipcio, Gilgamesh y Orunmila (personaje mítico yoruba que se convirtió en sabio, en parte, como resultado de sus 16 viajes). Albi y Osi, casi como héroes en tamaño miniatura, asumirían, y a su vez invitan a asumir al lector, las circunstancias propias de la búsqueda del saber.
Cuando finalmente llegaron al lugar en el cual ocurriría el encuentro con Garabito apareció mi próxima inquietud: la relación entre el saber y el monte. Para establecer metafóricamente la relación entre las ansias de conocer y sus dificultades, García ubica a la fuente de sabiduría en un laboratorio que, a su vez, se encontraba bien resguardado en el interior de un matorral de corte “high tech”. Allí la entrada era secreta y en las afueras habían varias “mata-cam” con las cuales Garabito monitoreaba todo movimiento en el exterior. Nuevamente salí del texto y busqué los correlatos con otro personaje mítico yoruba, Osain, a quien se le atribuye el conocimiento de las hierbas y sus propiedades. De igual forma, Osain en África occidental se relaciona con los ancestros, estos últimos considerados como fuente de conocimientos. Garabito, desde las miradas asustadizas de los niños, aparecía descrito como un científico de aspecto espeluznante con voz de monstruo. Osain, desde las miradas míticas yoruba tradicionalmente ha sido descrito como un ser cojo, manco, tuerto y con una oreja más grande que la otra. Garabito se me hizo como el Osain de la Modernidad con un aspecto inicial apegado a las “virtudes infalibles” de la ciencia, la razón y la tecnología. Sin embargo, el profesor, desde su lugar de trabajo, presentaba una cualidad que bien en cualquier otro contexto, quizá fuera del matorral, podría considerarse como bizarra: la locura.
Para los niños, Garabito parecía un loco que trajineaba desde su “locoratorio”. Pareciera que toda cordura había sido desterrada de aquel lugar. Las rarezas, tanto de Garabito como del Osain con el que lo conecto, bien “hablan” del conocimiento arropado por misterios en principio difícilmente descifrables. Internarse en el monte connotaba un rito de paso hacia el saber, pero a un saber que no procede solo de la inteligencia y mucho menos de la mesura y sobriedad. Garabito es en la novela aquel que viabilizará que otros conozcan a través de un acto genialmente “loco”: dar la vuelta. Es decir, la locura que Garabito representa es aquella que no se conforma con aceptar las cosas tal y como se presentan. La locura va de la mano con la imaginación. Todo saber implica imaginar, inclusive fuera de los límites impuestos por los paradigmas gnoseológicos y representaciones que en ciertos contextos operen.
Pero, la locura a la que se viene haciendo alusión no radica ella sola en la mente de Garabito. Ella posee extensiones exteriores, realidad objetiva: el POH. Este Portal Otra Historia se describe en el texto como uno cosistente en una butaca conectada a una pantalla de televisión y con un casco con pequeñas luces. Con el propósito de conducir a los niños hacia su propia búsqueda de conocimiento histórico, Garabito los insta a que se sienten y que se coloquen el casco en sus cabezas. Una vez bien abrochados, cada uno de ellos tenía que pensar en el acontecimiento histórico sobre el cual querían investigar. Sin mucha demora aparecerían imágenes en la pantalla que, antes de “evidenciar” alguna veracidad histórica, más bien presentarían “otra” historia, es decir, mostrarían la historia imaginada. Este detalle de la obra me parece de una relevancia significativa. La novela aquí devela una de sus maravillas: los pasados no son simplemente hechos reales que se llevan a los libros por obra y magia de los historiadores. Los pasados pueden, y de hecho son, imaginados. En la obra la imaginación debe llevar a conocer lo verídico en sí. Aquí yo encontré mi tercera inquietud y nuevamente salí del texto con ánimos de traer a él todo lo que pudiera para reafirmarme que el pasado en sí no cabe en ningún lenguaje. Este último sólo puede representarlo y las representaciones inevitablemente tendrán que fabricarse a partir de imaginarios. Entonces, aquí la Modernidad y su técnica sobriedad era desafiada por un profesor buenagente que le permite a los niños darse cuenta de que sus imaginaciones o imaginarios no pueden dejarse de lado en su largo proceso de conocer y menos en sus procesos de pensamiento. De ahí que entonces, esas imaginaciones no podrían seguirse edificando o formulando utilizando solamente el lenguaje que se entiende como “correcto” o “culto”. De hecho, pareciera que en la obra se invita a que se revaloren las maneras a través de las cuales la lengua se utiliza. Así como el autor hace uso de expresiones cotidianas propias de algunos contextos de nuestro país, a los pasados hay que “retorcerlos” a través de sus medios “lingüísticos” de expresión. Es decir, harían falta otras formas del lenguaje para “desacartonar” las narrativas. Más aún, sería mucho más útil para la imaginación que hubiese más cerebros “retorcidos” que fueran capaces de jugar y, con ello, desafiar la a veces férreamente dictatorial sintaxis. De tal manera que, para aproximarse a la concreción de lo anterior, Dale la vuelta propone, desde su textualidad, la incorporación de la poesía y diría yo, de la rapsodia, como formas creativas con las cuales nuestros pequeños personajes, y de paso, los lectores, podrían ordenar nuevas combinatorias para representar tanto presentes como pasados. Como tal, la obra propone también aproximaciones a un género musical que bien podría, en ocasiones, llamarse como la rapsodia contemporánea: el Reguetón. Esta podría ser una de las formas que desde su propia subalternidad tendría un lugar en las noveles narrativas, y esto me parece fascinante, ya que si bien ningún conocimiento es definitivo, y ningún pasado es inexpugnable, el Reguetón no solo sirve para aludir a “chicas y fiestas”.
Finalmente, Dale la vuelta llama la atención de la necesidad urgente que, tanto niños/niñas como adultos tenemos de darnos a la mezcla, a las búsquedas innovadoras y liberadoras (poéticas) de representar y entender nuestras propias realidades y, de paso, ser capaces de salir de la absurda indiferencia en relación con nuestros entornos para generar transformaciones que, por pequeñas que puedan ser, abonarían a no dejar pasar nuestras propias gestiones. A veces me parece que el mundo se detuvo. Si están de acuerdo conmigo, entonces ¡Dale! ¡Denle! ¡Démosle la vuelta!
Muchas gracias a todos/as.