El grano de la pantalla
En el yermo de un continente,
Puerto Rico, lúgubremente,
bala como cabro estofado
—Luis Palés Matos
Lo mejor es la ayuda mutua.
Como todos sabemos que somos imperfectos,
intentamos ayudarnos los unos a los otros.
—Haruki Murakami
Semanas más tarde, una colega, de esas de las que lleva años sufriendo el subempleo y la mala paga del sistema universitario, publica una columna en una revista cibernética “para el cambio social”, imaginativamente proyectando sus temores y esperanzas sobre ese cierre anunciado, y los chinches que le caen —como fuegos artificiales— han superado a los de la Comay.
[Vivimos en el mundo de la Comay. La sociedad del espectáculo alcanza su exponente escandaloso. En la sociedad del escándalo los asuntos de la polis que más cautivan la atención de la esfera pública son los que estremecen nuestros conservadurismos y vergüenzas. Del rumor y de exponer las vergüenzas se alimenta esta sociedad. Y cuando el escándalo adquiere dimensiones académicas, hasta los académicos resbalamos.]En los tiempos de la viralidad cibernética como signo de la existencia más que del éxito, el escándalo puede ser también estrategia guerrillera; sobre todo si es capaz de generar un debate que se entiende urgente y vital. Si la mitad de esas 45 mil visitas que recibió dicha columna en solo un fin de semana se tradujeran en presión social, “2 de abril de 2019: Junta de Supervisión Fiscal cierra UPR”, de Mariolga Reyes, no sería profético, sino mesiánico.[1]
Pero no, el futuro solo vive en el presente; y las movilizaciones y expresiones de solidaridad de parte de los agentes de la policía que visualiza el escrito no se parecen en nada a las movilizaciones actuales ni a las reacciones entre la comunidad de lectores de la revista. Por un lado, su éxito cibernético desplaza las noticias sobre la marcha universitaria ante la Junta el pasado 22 de febrero, fecha de su publicación. Además, es la columna —y no la manifestación— la que recibe respuesta pública de parte de la oficina de prensa de la Administración Central de la UPR. Por otro lado, su éxito cibernético (mientras escribo alcanza 90 mil visitas) está acompañado de las críticas apasionadas en los comentarios a la columna. Allí se le acusa de irresponsable por “confundir la opinión pública” y de desacertado recurso literario: “chistecito que no funciona”. Al compararla desfavorablemente con “Seva” de Luis López Nieves, sus críticos parecen repetir los viejos resentimientos de aquellos lectores engañados o el desencanto intelectual de quien se distancia del recurso retórico para concluir que “Este tipo de porquería le hace daño a 80grados”. Como la Administración Central, algunos de estos comentaristas, opinan que la revista “responsablemente, debió identificar [la columna] como ficción” y hasta claman por el respeto de los géneros literarios. Muy contrario piensa otro comentarista, quien sugiere se considere como ficción “los planteamientos del presidente de la UPR en el sentido de que los recortes son manejables”.
“La publicación no es cónsona con la realidad”, asegura el correo electrónico de la oficina de prensa de la UPR; pero, ¿sobre cuál realidad se está hablando? Coincido con que no es cónsona cuando vislumbra “estudiantes [de escuela superior] que han llegado al Recinto de Río Piedras llevan[do] una sola consigna escrita en sus uniformes ‘El futuro es hoy. Más educación. No más deuda’”. También imagina policías solidarios que no intervienen con las protestas; ex-alumnos, comerciantes y hasta alcaldes alarmados exigiendo reuniones de emergencia; y un gobernador “consternado” que hasta responde llamadas de 80grados.net; lo que contrasta con Asambleas de Estudiantes que no deciden nada, profesores callados frente a los responsables y empleados que pactan la no-protesta.
Con lo que sí es cónsona la columna es con las amenazas de la Middle States, las que no han causado tanto revuelo discursivo al tiempo que mantienen el nerviosismo y la tensión que tal vez explican la reacción a la columna. Pero no es solo la agencia acreditadora quien lanza amenazas al centro educativo. Sospechoso resulta el silencio del gobernador ante el anuncio, él quien tan rápido actuó para salvar a Hamilton. ¿Qué importancia tiene el bienestar de la UPR para unos funcionarios mandatados a cuadrar números y nada más? Erro demasiado si pienso que la misma que para el presidente cameral, quien no incluye la educación en su agenda legislativa, en momentos de cierres de escuelas y de la universidad pública en riesgo.[2] El texto de Reyes desató un nudo de esa silenciosa tensión en la que vivimos los universitarios. ¿Llegará el apocalipsis? ¿“Ahora, quién podrá ayudarnos”?
Más que desconcierto ante la posible desacreditación, impera un profundo sentido de impotencia. Asilados en nuestros muros de amigos intangibles, nuestras investigaciones o en cualquier otro viaje donde alimentar nuestras esperanzas y consuelos individuales, parecemos incapaces de levantar los ojos de la pantalla, mirar al rostro a la vecina y escuchar su voz. Nuestros castillos pixelados nos permiten sostenernos de las verdades de nuestros argumentos y lanzar flechas contra los herejes que no saben “tanto como yo”; y aunque reconocemos la fragmentación de nuestros tiempos nos es tan difícil aceptar diferencias y separar el grano de la pantalla; participar de asambleas; llegar a acuerdos y defenderlos.
En medio de una guerra mundial, un Borges avistaba “como ángeles humanos” los inventores de un planeta que amenazaba con sustituir el nuestro. “El mundo será Tlön”, concluía en su relato, ante lo cual se reconocía impotente y se consolaba trabajando solo en una traducción que jamás publicaría. Otro Borges publicó su historia, quizás llevado de la misma esperanza que Reyes al hacer lo propio con su texto: que se cumpla su deseo de ser simplemente ficción.
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[1] Mariolga Reyes, “2 de abril de 2019: Junta de Supervisión Fiscal cierra UPR”. Recuperado 1 de marzo de 2019. Las referencias al texto y a los comentarios son de esta fecha.
[2] Carlos “Johnny” Méndez, “El Puerto Rico que todos queremos”, 21 de enero de 2019.