El Leviatán de papel en Puerto Rico

BembaPR
En su segundo libro, titulado EL PASILLO ESTRECHO, Daron Acemoglu y James A. Robinson (2019, 2020) tratan los temas de la libertad y la democracia en diversos países del mundo. Su enfoque teórico se asemeja al del primer libro, pero tiene algunas particularidades. 2 En la Ilustración Núm. 1 he reconstruido el diagrama original de estos autores expuestos en este segundo libro. Acemoglu y Robinson teorizan en él sobre lo que causa que algunos países sean democráticos y sus ciudadanos tengan grandes libertades, mientras que hay otros en los cuales la libertad es sólo para unas elites extractivas: una minoría de privilegiados políticos.
Los dos tipos de sociedades en que esto último ocurre son: 1) las sociedades con un Estado fuerte y una sociedad relativamente débil y desorganizada, donde tiende a existir lo que ellos llaman un “Leviatán Despótico” y 2) las sociedades donde no hay un Estado propiamente y que ellos llaman países de “Leviatán Ausente”. No se trata en ese caso de naciones como Puerto Rico o Cataluña, que aunque no tienen un Estado propio han estado dominados bajo Estados Unidos, en el caso de Puerto Rico, y por el Estado Español, en el caso de Cataluña. Los países de Leviatán Ausente han estado principalmente en África donde dominan tribus tradicionales en algunos países. Puede ser, por otro lado, que el Leviatán sí esté presente, pero que éste sea parcial e inefectivo en su capacidad de gobernar e incapaz también de controlar muchas áreas de acción que se suelen asignar al Estado. En ese último caso habrá realmente un “Leviatán de Papel”, como comprueban los autores en países como Argentina, Colombia, Ghana y Liberia. Hay un aparato de Estado, pero éste NO controla todas las regiones de esos países. Y en las que controla, lo hace deficientemente. Como veremos más adelante, en esto, en un Leviatán de Papel, ha parado el experimento con el cuasi estado llamado ELA en Puerto Rico un gobierno en papel, más que en la realidad de lo que acontece.
Queda bien claro en ese segundo libro que son las relaciones entre el Estado y la Sociedad lo que determina si en un país en particular habrá alguna de estas variantes de la NO LIBERTAD –y de la falta de democracia real para con la mayoría de sus ciudadanos– o, si por el contrario, serán países donde la Sociedad es capaz de poner suficientes controles al Estado como para que haya “un Leviatán Encadenado”, es decir, un Estado central poderoso pero cuya sociedad lo mantiene a raya, lo empuja hacia el PASILLO ESTRECHO porque pone pesos y contrapesos a su poder y lo “encadena” lo suficientemente como para que NO se pueda convertir en un Leviatán Despótico. Es a esta situación favorable, la cual los autores analizan como algo que puede variar, y que es difícil de crear y mantener, la que llaman, por lo tanto, “El Pasillo Estrecho”.
Como implican los autores, lo más normal es que como todo un poderoso LEVIATÁN, el Estado tienda a dominar sobre la sociedad. A cambio de buena parte de la libertad de los ciudadanos, el Estado provee, sobre todo, seguridad frente a los demás países y a las posibilidades de la guerra. Algunos pueblos, sin embargo, no quisieron perder todas las libertades. Obedecen al Leviatán o Estado, sí, y buscan que él les provea seguridad y servicios públicos, pero lo “encadenan” de modo que ese ESTADO pueda cumplir sus deberes sin oprimir demasiado a los ciudadanos, dejándoles por lo menos un “pasillo estrecho” de libertades y de falta de control sobre la gente. Ese sería el “contrato social” que prevalece en esos casos. Esto, por supuesto, se relaciona con el Estado de Derecho, que significa que la ley aplica allí por igual a los ciudadanos y a los políticos poderosos del Estado. Es necesario que así sea porque –cuando la ley es igual para todos– las elites que controlan el Estado suelen cumplirla, y por lo tanto es muy difícil para ellos actuar despóticamente cuando la propia ley los limita. 3 Se relaciona también con que el Estado, reconozca constitucionalmente –y en sus prácticas políticas cotidianas– que los ciudadanos tienen unos derechos humanos, civiles y políticos que el Estado, no sólo tiene el deber de proteger ante lo que puedan hacer otros ciudadanos, sino también tiene la obligación de respetar en las decisiones del Estado mismo. Es por eso que estos autores finalizan su libro de 2020 proponiendo que el reclamo de los derechos humanos, civiles y políticos de los ciudadanos sea la base principal de un nuevo pacto social, de una nueva coalición política, realmente comprometida con encadenar al Estado.
En los países que son verdaderamente democráticos, como el Reino Unido o Francia en Europa y, en parte, Estados Unidos en América, el estado se impone controles constitucionales que le permitan comportarse de tal manera que su PODER no afecte negativamente ni los derechos humanos fundamentales de sus ciudadanos ni los derechos civiles o políticos que también debe proteger y reconocerles. Cuando un Estado que ha sido democrático y ha estado “encadenado” en el pasado, se olvida de proteger y de cumplir él mismo con tales derechos de los ciudadanos, éstos pierden libertad, pierden derechos, porque los mismos no se realizan en la práctica. Si esa situación se torna muy grave, en ese sentido, el Estado se torna despótico y los ciudadanos y el Estado salen del pasillo estrecho de las libertades mínimas garantizadas.
Ilustración Núm. 1
Recreación por el autor del diagrama del “Pasillo Estrecho” de Acemoglu y Robinson
Esta es la situación de gran riesgo que los autores encontraron en un país como Estados Unidos, donde se encadenó al Leviatán desde el principio, con normas constitucionales tales como las que establecen pesos y contrapesos entre las ramas diversas del gobierno, pero donde debido a las malas herencias de una guerra civil inacabada –no totalmente resuelta– los ciudadanos estadounidenses que son negros, puertorriqueños y otros hispanos que se han naturalizado allá –así como muchos de los migrantes asiáticos que ya son ciudadanos– se han convertido en la práctica en ciudadanos de segunda clase. Para esos grupos, el Estado no puede garantizar –en algunas ocasiones– ni siquiera su derecho a la vida o a la integridad física, como se ha visto en los casos recientes de los afronorteamericanos George Floyd, Daniel Prude y Jacob Blake en que los primeros dos murieron a manos de policías blancos y el tercero quedó paralítico de por vida al recibir disparos múltiples en la espalda de parte de otro policía blanco. Otro tanto ocurrió con puertorriqueños en la discoteca Pulse en Orlando, donde el odio racial y homofóbico dejó diversas víctimas de nuestra minoría boricua. En el caso de Estados Unidos la creencia por los blancos en su supremacía y el odio racial contra minorías no blancas han dificultado al Estado el proteger derechos humanos y civiles de tales minorías. En ocasiones –la minoría negra sobre todo– ha sido también víctima de violaciones a sus derechos políticos debido a la práctica nefasta de algunos blancos del “mainstream” de dificultar el voto de los negros en los distritos donde deben votar –con diversos obstáculos– y además con el bloqueo a la entrada al Congreso de más negros y puertorriqueños –y de otros hispanos– mediante la confección interesada de distritos electorales llamada “gerrymandering”. El que la democracia no se haya podido realizar plenamente para las minorías en Estados Unidos afecta obviamente también a Puerto Rico, que es un territorio no incorporado subordinado a ese país y cuya población es una nación distinta pero que los blancos estadounidenses la reciben allá como otra “minoría inmigrante”.
La aplicación a Puerto Rico de las teorías discursivas de Acemoglu y Robinson permite comprender mejor qué ha ocurrido con la democracia en nuestro país y hasta con las libertades más esenciales de los ciudadanos. Todo eso ha venido muy a menos por el continuado y exacerbado colonialismo estadounidense, por la debilidad relativa de nuestra propia sociedad –ante las elites que controlan el gobierno interno– y por el deterioro moral y político de esas mismas elites políticas. Nuestra sociedad es tan débil que aquí nadie encadena a los políticos que dirigen el ELA aunque sean una clase política extractiva y a veces hasta corrupta. Nos creímos que teníamos un “estado de derecho” pero éste ha sido violentado tantas veces y de tan diversos modos por la elite de la clase política, que muchas veces se ha perdido la “seguridad jurídica” en nuestro país. 4
Primera situación: el Estado semi-presente en la condición colonial
La aplicación a Puerto Rico de este aspecto más propiamente político de la teorización de Daron Acemoglu y James A. Robinson enfrenta una primera dificultad. Como país todavía en una subordinación colonial más tradicional durante los comienzos del dominio estadounidense, Puerto Rico no tuvo un Estado realmente propio entre los años 1898 y 1948, sino uno controlado por los norteamericanos, mayormente. Y, por supuesto, el Estado de la metrópoli controlaba también a Puerto Rico. No hay que olvidar que el hombre clave para el Puerto Rico de 1939 a 1948 fue William D. Leahy con sus recomendaciones al gobierno sobre el rol de la Marina de Guerra de Estados Unidos y la utilización militar de Puerto Rico para propósitos imperiales. 5
En 1948, ya después de haber finalizado la Segunda Guerra Mundial –y como resultado de la Ley de Gobernador Electivo de 1947– el Congreso entregó la totalidad del gobierno interno de Puerto Rico a la gestión puertorriqueña. El hilo colonial oficial se mantuvo –a no dudar– y estaba siempre muy presente en las acciones del FBI en Puerto Rico tales como COINTELPRO –para perseguir y desprestigiar al independentismo– en la Corte Federal, distrito para Puerto Rico, en el sistema de Servicio Militar Obligatorio y en la presencia militar de Estados Unidos en Puerto Rico, entre otras evidencias.
Mi hipótesis es que ese aparato político interno de Puerto Rico, parecido a un Estado, dirigido principalmente por los propios puertorriqueños, y consagrado por una Constitución finalmente aprobada por ambas partes en 1952 –llamado el Estado Libre Asociado de Puerto Rico – ha sido, alternadamente, un cuasi estado que se dejó meter por un tiempo limitado en el pasillo estrecho, en parte por dictámenes de la metrópoli y en parte por la propia sociedad de Puerto Rico en la época inicial del ELA, y un cuasi estado que ha salido del pasillo para convertirse en un mero “Leviatán de Papel”, más recientemente.
Ciertamente, el Estado Libre Asociado no fue entre 1952 y algunas décadas después un aparato político colonial tradicional a la usanza de las viejas colonias gobernadas directamente por la metrópoli. Ese hecho constatable no desmerece para nada la queja de que Puerto Rico continuó como colonia. Ambas cosas sucedieron a un tiempo y los puertorriqueños deberíamos acostumbrarnos a recibir una cierta terapia de realidad que nos permita ver estas cosas como fueron –y como son ahora– dejando a un lado las interesadas y a menudo distorsionadas “explicaciones” de los partidos políticos. Es por eso que encuentro muy útiles las teorizaciones de Acemoglu y Robinson. Las mismas nos fuerzan a mirar a Puerto Rico desde una perspectiva sociológica, económica, política y científica.
Mientras el ELA mantuvo su autonomía fiscal, por ejemplo, el Departamento de Hacienda tenía poderes finales sobre la fiscalidad en Puerto Rico, aunque siempre sujeto a las normas de la Reserva Federal estadounidense. De todas maneras, la moneda de curso legal seguía siendo el dólar de Estados Unidos. Pero Hacienda cobraba contribuciones en Puerto Rico según sus criterios. En la rama judicial, el ELA podía enjuiciar y sentenciar acusados – y con su sistema de corrección autónomo– encarcelar a los culpables de delito, siempre que el delito no fuera federal. En otras palabras, es necesario admitir que –en sus mejores tiempos– el ELA funcionó en muchas áreas con los poderes del Estado. Tomaba decisiones y esas decisiones afectaban las vidas de los ciudadanos.
Ese ELA de los primeros años –durante las décadas de 1950, 1960 y parte de la del 1970– por lo menos centralizó un poder puertorriqueño interno, montó una creciente burocracia que al principio fue bastante efectiva y colocó a los puertorriqueños en posición de practicar alguna medida de auto-gobierno, aún dentro de la subordinación a la metrópoli. Por razón de que el ELA hacía todo eso pasaba –según dirían Acemoglu y Robinson– la prueba del pato. Lo que ellos llaman “la prueba del pato” lo conocía yo como “la prueba del gato”: si maúlla, se baña y come y camina como gato lo más seguro es que será un gato. En realidad no importa el animal, los referidos autores dicen lo mismo: si camina, nada y come como un pato, lo más seguro es que será un pato. Con una salvedad: ese cuasi estado puertorriqueño –sin que neguemos todo lo que sí lograba hacer– se mantuvo siempre como un aparato político incompleto por estar subordinado a Estados Unidos de América. Un patito feo. Esta realidad ya la explicaba muy bien el ya fallecido Director –por muchos años– del Departamento de Ciencia Política de la UPR, Don Milton Pabón. En un artículo publicado en la Revista de Ciencias Sociales del Recinto de Río Piedras –y aplicando el enfoque teórico de David Easton– caracterizó al “sistema político puertorriqueño” como algo realmente existente, pero incompleto por su subordinación colonial e integración a un sistema político mayor: el de Estados Unidos de América.6
Es de la mayor importancia señalar que el tiempo durante el cual el medio Leviatán boricua estuvo metido en el pasillo no fue muy largo tampoco. Entre 1952 y los 1970’s, hay sólo poco más de 20 años, más o menos. No obstante, Puerto Rico vivió etapas de predominante despotismo por siglos bajo España y por unos 50 años adicionales, más o menos, durante la dominación estadounidense sin gobierno propio autónomo controlado totalmente por los puertorriqueños. Por lo tanto, no es de extrañar que –aún en sus mejores tiempos– la democracia puertorriqueña, por ser muy joven e inexperta, haya sido débil, aunque las libertades individuales fueren más efectivas.
El ELA en sus inicios –en algún momento a fines de la década del 1940 y durante las del 1950 y 1960–se fortaleció por el buen lado y entre el poder de la metrópoli y el poder social del propio Pueblo puertorriqueño se le empujó hacia el pasillo estrecho. ¿Cuál es el buen lado del fortalecimiento del aparato político o del Estado? Según los autores Acemoglu y Robinson, el Estado se hace fuerte por el buen lado cuando aumenta sus capacidades para gobernar debido al imperio de lo que los autores llaman “la reina roja”, es decir, una burocracia moderna y centralizada y basada en la meritocracia. Esa burocracia fuerte en ocasiones pone a competir a las elites del Estado con la sociedad civil. Mientras esa competencia no sea de suma cero, un país puede permanecer en el pasillo estrecho de la democracia. También se fortalece el Estado cuando éste les puede proveer protección adecuada a los ciudadanos frente a enemigos internos como pueden ser los criminales, o externos, como puede ser una agresión internacional. En esto el ELA que se creó en 1952 –y al menos por un tiempo– durante las primeras etapas de su desarrollo, se distinguió por buena planificación y buen gobierno y por una burocracia apta y efectiva. Fueron los tiempos en que el cuasi Estado boricua era capaz de mantener a raya la criminalidad en el País. En cuanto a la protección externa, el ELA argumentó siempre a favor de la llamada “común defensa”, que no era otra cosa que descansar en la protección militar de Estados Unidos. Lo que se ha dicho hasta ahora confirma que hubo un tiempo histórico en sus inicios en que el llamado Estado Libre Asociado tuvo una cierta efectividad gubernativa interna, a pesar de ser todavía un territorio no incorporado de Estados Unidos.
Entonces, ¿cómo fue que la sociedad puertorriqueña hizo que aquél cuasi estado fortalecido cada vez más por su poder burocrático evitara ser despótico con la mayoría y estuviera relativamente “encadenado” en el Pasillo Estrecho? Esto obviamente nos obliga a recordar que, según estos autores, es el tipo de relación que se logra entre el Estado y la Sociedad lo que determina si el Estado está o no encadenado dentro del pasillo.
Volvemos a la salvedad: porque el ELA –aún en sus mejores tiempos– estuvo siempre relativamente encadenado por el marco jurídico-político de la metrópoli estadounidense, a la sociedad puertorriqueña de aquella primera época del ELA le fue más fácil terminarlo de encadenar adentro del pasillo. Es importante subrayar –aparte de eso y sin embargo– el papel activo que entonces tuvo la sociedad puertorriqueña.
No creo que haya duda que existe una sociedad puertorriqueña separada y distinguible de la sociedad estadounidense, no sólo en cultura, ascendencias étnicas e idioma, sino también en modo de ser y en costumbres. Esa sociedad puertorriqueña tenía que tener una voluntad de terminar de “encadenar” al medio-Leviatán puertorriqueño, para que éste realmente operara dentro del pasillo estrecho. Les recuerdo que el “pasillo estrecho” es esa realidad en que el Estado, aunque se haya fortalecido en sus capacidades gubernativas, no se comporta como despótico y garantiza libertades y democracia para sus ciudadanos. Esto ocurre, dicen los autores, porque ambos, el Estado y la Sociedad se fortalecen al mismo tiempo y en una forma no demasiado desigual a favor del Estado. Tampoco puede ser en una paridad con un clima de muchos enfrentamientos entre ellos porque entonces el forcejeo entre la sociedad y el estado se convierte en un juego que suma cero. En una polarización terrible. Cuando esa polarización ocurre, las elites del estado tienen miedo de la movilización social y fácilmente pueden sacar del pasillo al Estado aunque haya empezado a estarlo, como ocurrió en Chile cuando Pinochet dio el golpe, según los autores.
Lo que realmente ocurrió con el ELA – en sus primeras etapas de existencia– fue que hubo un fortalecimiento equilibrado y no polarizado entre el medio Leviatán puertorriqueño y la sociedad puertorriqueña de esas primeras décadas. Se fortalecieron ambos al mismo tiempo, y más o menos equilibradamente. Las elites gobernantes del PPD no tenían temor de que la actividad social se les fuera de las manos. Únicamente temieron por un tiempo al reto del independentismo más militante. Por tal razón, los elementos de despotismo de aquel primer ELA fueron casi exclusivamente contra los independentistas.
Todo lo que venía de la metrópoli buscaba que el ELA funcionara bien como un país democrático, de modo que Estados Unidos pudiera contrastar a Puerto Rico al modelo de Cuba y de otros países en tiempos de Guerra Fría. Ello se logró completar con una sociedad boricua que se activó para garantizar que el ELA no fuera internamente despótico y garantizara los derechos humanos, civiles y políticos a sus ciudadanos. Eso lo buscaron los Constituyentes de 1951, pero luego también partes importantes de la sociedad civil. El “pasillo estrecho de la democracia y las libertades” puede ser más o menos estrecho, o más o menos ancho, según Acemoglu y Robinson. Un pasillo sumamente estrecho, como explican los autores, se presta para que sea más fácil que el Estado y la sociedad salgan del pasillo aunque hayan estado allí por un tiempo. Si el pasillo es más ancho –y dura por mucho tiempo– será entonces más difícil salir del pasillo.
El pasillo estrecho de la democracia y las libertades puertorriqueñas nunca fue demasiado ancho debido, por un lado, al continuado colonialismo estadounidense y por el otro a las debilidades que aún tenía la sociedad puertorriqueña, aún recién movilizada. De hecho, fueron muchas las humillaciones históricas recibidas de ambas metrópolis, las cuales sin duda dejaron huella en los colonizados, como explicaron Albert Memmi, Frantz Fanon y Aimé Cesaire en sus trabajos sobre el colonialismo. 7
En otras palabras, la sociedad se movilizó y fortaleció por vez primera con las oportunidades de gobierno autónomo del ELA recién creado, pero también mantuvo debilidades, sobre todo una preocupación por la naturaleza colonial de la relación lograda, además de un afán por aprovechar los espacios disponibles. Había un consenso de dejar hacer al PPD a ver qué se lograba desde ese nuevo “ELA”. Todo ello se afianzó por el progreso económico que se lograba entonces.
Además, la “jaula de normas tradicionales” que persistió, como el machismo y el patriarcado, no impidió que la sociedad civil débil comenzara a fortalecerse al calor de las ilusiones creadas por el supuesto nuevo régimen del Estado Libre Asociado. Algo de esto ya lo he descrito en mi columna pasada (“Por qué fracasa Puerto Rico”, viernes 28 de agosto de 2020, publicada en 80 grados). La realidad fue que, con las esperanzas que creó el entonces nuevo ELA, y con las libertades que permitió, fue surgiendo poco a poco una sociedad civil más amplia y vigorosa, bien dispuesta a actuar para empujar hacia el pasillo estrecho al “medio Leviatán boricua”. Ejemplo claro de ello fue la proliferación de asociaciones y organizaciones de la sociedad civil fundadas por aquellos tiempos. Acemoglu y Robinson narran cómo hubo una Vereinsmeierei (obsesión asociativa) durante la República de Weimar en Alemania. Pues en la república no independiente y mediatizada del Estado Libre Asociado también se dio esa especie de manía asociativa. (No olvidemos que el propio Estados Unidos exigió para el ELA una “forma republicana de gobierno” =república).
Asociaciones tradicionales como el Colegio de Abogados se activaron más y otras surgieron como nuevos tipos de asociaciones tales como la Liga de Cooperativas y la Asociación de Industriales. Así, en el Puerto Rico de entonces, se multiplicaron las luchas activas sindicales, ambientalistas, del feminismo, académicas y sociales, las cuales reclamaron sus derechos democráticos y ayudaron a “mantener en el pasillo estrecho” de la democracia y de las libertades para el Pueblo al aparato político recién creado en 1952. A todo esto se sumó entonces la actividad de numerosas empresas privadas, de asociaciones de productores como los de la leche, el grupo MIDA de los importadores de alimentos, la acción más continua y dinámica de la antigua Asociación del Centro Unido de Detallistas, así como todo tipo de asociaciones de artistas como la APATE, de académicos como la APPU y muchas otras asociaciones voluntarias que se crearon o fortalecieron en aquella época. En el artículo anterior subrayamos el ejemplo de las cooperativas cuyo liderazgo fue cada vez más importante. Una asociación como la AEELA se creó para defender los intereses, por ejemplo, de los empleados públicos.
Asociaciones y grupos pro derechos humanos y civiles facilitaron con sus reclamos la creación de una Comisión de Derechos Civiles en el propio Gobierno del ELA. A esto contribuyó también la labor continua de las intervenciones, sugerencias y presiones del Colegio de Abogados, que ha sido una de las instituciones o asociaciones que con mayor continuidad ha velado por los derechos civiles y humanos en Puerto Rico. Baste recordar además cómo la clase magisterial y la clase artística colaboraron en el Instituto de Cultura Puertorriqueña y sus centros culturales en los municipios y en la DIVEDCO, la División de Educación para la Comunidad del entonces llamado Departamento de Instrucción del ELA. 8
Segunda situación: la creciente debilidad del ELA y su expulsión del pasillo estrecho para convertirlo en simple Leviatán de Papel.
Todo ello, sin embargo, terminó con la Ley Promesa y la gran deuda pública exagerada en que incurrieron los dirigentes políticos de ambos partidos tradicionales. Violentado el supuesto “pacto” de 1952 por los propios políticos puertorriqueños, los estadounidenses se sintieron con derecho a deshacer el pacto también. ¿Cómo? Pues quitándole la autonomía fiscal al ELA. Esto lo hizo el Congreso al decidir nombrar una Junta de Supervisión Fiscal en cuya selección no participaba el Pueblo puertorriqueño con su voto. No salimos del pasillo con un golpe de estado como el de Pinochet en Chile sino con un golpe de autoridad de la metrópoli. Se continuó con la ficción electoral, para disimular la existencia de una “democracia” auspiciada por Estados Unidos, pero en la práctica los electos en Puerto Rico no tendrán ya sus poderes constitucionales intactos, sino que la Junta de Supervisión Fiscal tendrá la última palabra sobre el gasto público. Y quien decide el gasto público del gobierno interno de Puerto Rico, tiene autoridad también sobre las políticas públicas debido a lo obvio: toda política pública implica gastos públicos.
Mucho antes que la Ley Promesa ayudara a convertir al ELA en un Leviatán de papel– hubo ya otras acciones de la propia clase política boricua que extrajeron del pasillo democrático al ELA y generaron un gobierno más débil por su propia ineptitud y hasta por su corrupción. La ineptitud de los gobernantes de turno, o su habitual práctica en la corrupción de sus funciones, o ambas a la vez –como evidentemente ha ocurrido aquí– son claramente circunstancias que llevan a un Leviatán despótico, si este es muy fuerte y es abusivo con sus ciudadanos, o a un Leviatán de papel si el estado es muy débil. Esto lo hemos visto recientemente al demostrarse lo extractivas y egoístas que son las clases políticas, sobre todo del PNP, por el número absurdo de nepotismos en que han incurrido.9
No puedo concebir acción abusiva más ilustrativa que la impunidad con que los gobiernos –o desgobiernos más bien– de Ricardo Rosselló y de la Gobernadora Wanda Vázquez, aparentemente, actuaron indebidamente respecto a ayudas que debieron llegar al Pueblo necesitado, pero que no llegaron a él por culpa de agentes o directivos de esos “gobiernos”. También por la forma autoritaria como la hoy gobernadora ha dictado normas con la excusa de la PANDEMIA, para limitar las libertades de movimiento y los derechos del Pueblo. Tales acciones no se pueden describir de otra manera que como elementos de un “gobierno despótico”. Miremos si no, las consecuencias de vida o muerte que ha tenido en Puerto Rico el que el “gobierno” no haya rastreado debidamente a los contagiados de COVID 19, ofreciendo además muy poca información al Pueblo. Observemos los mandatos –que supuestamente son para enfrentar la pandemia– pero que NO tienen realmente que ver con solucionarla, como mantener cerrados ciertos negocios y proclamar la Ley Seca cuando ésta no era realmente necesaria. 10 Son mandatos emitidos por puro mollero, sin profundizar en lo que realmente el Pueblo necesita. Y el Pueblo no necesita –para nada– que le reduzcan sensiblemente sus menguadas libertades individuales. A ello se ha sumado el desprecio de los políticos hacia el peritaje profesional y el despotismo con el que la gobernadora de turno pretende dirigirle los pasos a la Comisión Para la Defensa de las Mujeres. Mientras tanto, 18 mujeres continúan desaparecidas sin que el gobierno actúe como debiera. Eso significa que aunque el ELA de estos tiempos se convirtió en Leviatán de Papel ha tenido también elementos de Leviatán despótico: no sólo por lo que manda Estados Unidos como potencia dominadora y cómo lo hace, sino también por los actos que podríamos llamar despóticos –por su estilo y sus efectos– en las decisiones internas de los Gobernadores de Puerto Rico.
El aparato político del ELA no sólo se ha hecho más débil por las limitaciones impuestas por el Congreso de Estados Unidos, sino que también, en algunos aspectos – y quizá como una reacción a la pérdida evidente de poder– se ha hecho más fuerte en sus decisiones de limitar las libertades del Pueblo. Así es nuestra realidad actual, como lo fue también la del pasado: muy contradictoria. Y muchos puertorriqueños han terminado por pensar si no se ha convertido lo que estamos viviendo en lo “peor de los dos mundos”.
No se trata solamente de decisiones destempladas, sino también de un aparato gubernamental que ha venido a menos por su falta de transparencia y de capacidad. Un ejemplo de falta de transparencia e ineptitud crasa del gobierno que presidió Luis Fortuño: ¿Quién les proveyó a los ciudadanos estadísticas sobre cuántos de los 20,000 empleados públicos que perdieron sus trabajos durante la Administración Fortuño realmente fueron re-adiestrados por el Departamento del Trabajo a fin de que pudieran re-emplearse? ¿Cuántos de esos seres humanos jamás recibieron las ayudas prometidas y se fueron a buscar un trabajo a Estados Unidos? ¿Cuántos se quedaron aquí desempleados? Eso significa que desde bastante antes de la LEY PROMESA que colmó la copa, el gobierno interno del ELA se venía debilitando en su capacidad para enfrentar las demandas y las necesidades de los ciudadanos. Ello ha afectado hasta la provisión de luz eléctrica y de Internet en un país como el nuestro donde se ha decidido que la educación debe ser a distancia. ¿Por qué se ha ido la luz recientemente, por horas, en diversas comunidades del país, aunque no haya llovido fuerte ni haya pasado un huracán?
A esto se añade que el gobierno interno del ELA haya terminado por ser más débil ante la metrópoli no sólo como producto de la Ley Promesa, sino por otras razones de su propia incompetencia. ¿Cómo es posible que el gobierno actual haya dejado inutilizados mil millones de dólares en ayuda federal médica en medio de una crisis de salud pública como la pandemia? Con culpar a la Junta de Supervisión Fiscal no salvan su responsabilidad de actuar. Además, hemos visto comportamientos de ciertos miembros de nuestra clase política como las actitudes humillantes mediante las cuales tanto la Gobernadora Vázquez como Jenniffer González, Comisionada Residente en Washington, han apoyado políticamente en EEUU a Donald Trump a pesar de sus discriminaciones y maltratos para con Puerto Rico y los puertorriqueños. Ese cierto “despotismo” se demuestra con el descaro con que muchos miembros de las elites políticas han tomado los sucesos de corrupción escenificados en agencias del gobierno y en las ineptitudes que han perjudicado a los ciudadanos comunes de Puerto Rico como lo fue la ocultación por el gobierno local de Rosselló de las muertes reales causadas por el huracán María y sus secuelas y también la ineptitud en reponer la luz y el agua a muchas comunidades. Las pérdidas de luz eléctrica en ocasiones posteriores han puesto en peligro hasta los ciudadanos afectados por la pandemia en sus casas particulares o en asilos de ancianos que no tengan planta eléctrica propia. El más reciente “exhibit” de ese despotismo hacia el Pueblo es la manera destemplada como la actual gobernadora ha hecho nombramientos de ineptos, incluso para un cargo tan importante como el del Contralor, con el fin de atornillar a sus amigos y colaboradores poco antes de dejar su cargo. Volvemos al desprecio por la capacidad y la educación profesional para el buen gobierno.
Los tiempos –en efecto– fueron cambiando poco a poco. Desde 1968, el PPD se debilitó con su derrota a manos del Partido Nuevo Progresista (PNP), un nuevo partido estadista más dinámico y con mayor base social que el viejo Partido Estadista Republicano. Así surgió un bipartidismo cerrado e inflexible en el cual sólo podrían ganar unas elecciones el PPD o el PNP. Ello de por sí ya limitaba la democracia en Puerto Rico pues líderes y seguidores de otros partidos que se crearon fracasaron una y otra vez, mientras el PPD y el PNP acrecentaban su oligopolio político. Luego se comenzaron a limitar más las opciones políticas cerrándoles el paso a sectores que no pertenecían a las elites PPD o PNP, sobre todo a algunos aspirantes más jóvenes.
La expulsión del “pasillo estrecho” de la democracia y las libertades se efectuó, en resumen, por una combinación de factores: 1) reducción del poder político decisorio autónomo del ELA por parte de la metrópoli, por lo que el gobierno interno quedó muy debilitado; 2) ineptitud del gobierno interno de Puerto Rico: servicios que no se prestaron a la sociedad, o que se prestaron muy deficientemente; 3) alza en la corrupción administrativa y política dentro de la estructura gubernamental del ELA; 4) Faltas de transparencia ante el Pueblo por parte del gobierno interno de Puerto Rico; 5) Efectos negativos de lentitud, descuido o discriminación por parte del estado metropolitano (EEUU) en atender situaciones y crisis ocurridas en Puerto Rico y (6) fraccionamiento, fragmentación e inactividad relativa del poder social de la sociedad civil puertorriqueña ante fallas de los gobiernos. ¿Cómo podría una sociedad tan debilitada y huída encadenar ni fiscalizar a gobierno alguno?
En cuanto a la falta de transparencia hacia los ciudadanos, a pesar de prometer vacuamente lo contrario, la elite de ambos partidos tradicionales falló malamente al NO informar al Pueblo en cuanto a cómo se multiplicaba la deuda pública y otros asuntos medulares. Mientras menos conoce el Pueblo de lo que hace su gobierno interno, menos capacidad tiene la sociedad de presionar al Estado para que actúe según el bien común. La falta de transparencia ha sido tan impactante que la propia presidenta del Colegio de Trabajadores Sociales, Mabel T. López Ortiz ha admitido que su asociación desconoce el estatus real de muchos de los problemas sociales que aquejan nuestra sociedad. ¿La causa de ello? La falta de transparencia e información fidedigna de los gobiernos de Puerto Rico. 11
A la falta de transparencia se sumó la caída en la efectividad y en la eficiencia de la Administración Pública del ELA producto de cosas tales como: a) el enfrentamiento entre PPD y PNP mediante grupos fanáticos en las agencias; b) la suspensión en la práctica del sistema de mérito y su sustitución con el criterio de la lealtad partidista para otorgar cargos en la Administración Pública a personas ineptas aún en los puestos no definidos como “de confianza” y c) inefectividad e ineficiencia de la Asamblea Legislativa del ELA por el uso insuficiente de su poder investigativo y de su capacidad constitucional para fiscalizar la rama ejecutiva. Esta última falla se reflejó en el asunto de la deuda donde la Rama Legislativa –en lugar de investigar a la rama ejecutiva y representar mejor los intereses del Pueblo– representó más bien los intereses partidistas que orientaron mucha de la actividad que aumentó la deuda por quienes fueron los gobernadores de turno. A eso se ha sumado la inexistencia de igualdad ante la ley pues los gobernantes parecen creer que la ley no va con ellos y de ahí los múltiples casos de impunidad que hemos atestiguado.
Las malas prácticas en el gobierno interno llegaron incluso a afectar negativamente el estado de derecho y el cumplimiento de la Constitución, tanto en cuanto a la protección real del Estado de los derechos de los ciudadanos como en la violación al mandato constitucional de separación completa de las iglesias y el Estado. Por motivaciones partidistas, sobre todo en gobiernos del PNP, se violó en forma evidente la separación constitucional entre las iglesias y el Estado, lo cual también ha resultado en un debilitamiento del Estado de Derecho. 12
El alza en la corrupción política y administrativa durante las décadas del 2000 en adelante ha sido bastante evidente por los casos publicados al respecto, aunque la corrupción no siempre se percibe por la sociedad como tal. Por ejemplo, las burbujas habituales para favorecer amigos y a los partidos mediante las cuales se gasta demás en obras públicas es un gasto dispendioso de los recursos públicos que aparenta legalidad. Todos los tipos de corrupción, los más obvios y castigados –así como los no transparentes– implican mal gobierno y un uso inadecuado de los fondos colectivos que el Pueblo aporta con sus contribuciones fiscales.
A todas las fallas de mal gobierno –tanto en cuatrienios de dominio del PNP como en los que ha dominado el PPD– se ha sumado la lentitud, inefectividad o discriminación negativa contra Puerto Rico del gobierno federal ante asuntos críticos como el huracán María, los terremotos en el sur de Puerto Rico y la pandemia del COVID. Todo esto ha resultado desde en inatención a los afectados por los desastres y –hasta en casos extremos– en la muerte innecesaria de ciudadanos.
Arriba vimos cómo en los comienzos del ELA la sociedad puertorriqueña se movilizó cada vez más creando diversos grupos para canalizar sus demandas al aparato político interno. Aunque los resultados fueron variados, hubo muchas instancias de movilización democrática. Durante el período posterior la única movilización unitaria del Pueblo –y realmente exitosa– fue la de Todo Puerto Rico con Vieques y los diversos grupos movilizados en la Isla Nena y en Puerto Rico para luchar por los derechos humanos de los viequenses. Las protestas continuas tuvieron éxito, aunque les costaron cárcel a líderes como Rubén Berríos Martínez del PIP y Churumba Cordero, entonces alcalde PPD electo en Ponce. De mala gana y sin limpiar después, la Marina de Guerra de la principal potencia militar del mundo se fue de Puerto Rico.
La otra movilización reciente –y que tuvo un éxito bastante limitado– se escenificó en las manifestaciones públicas contrarias al “chat” que sostenía el Gobernador Ricardo Rosselló Nevares con sus ayudantes de Gobierno. Las manifestaciones fueron masivas, integraron a grupos musicales y artistas y resultaron en la renuncia de Rosselló para principios de julio de 2019. Más allá de la renuncia del Gobernador, sin embargo, otros objetivos como detener la corrupción y hacer buen gobierno no resultaron en un seguimiento efectivo. Esto demuestra que la sociedad se activó –porque lo aprendió de cuando estuvo en el pasillo estrecho– pero todo fue de corta duración, notándose con ello que la sociedad misma, en efecto, se ha debilitado.
Como se indicó anteriormente, estos procesos son dinámicos y a veces contradictorios. Aunque Estados Unidos oficializó la salida del pasillo estrecho del ELA degradándolo a régimen de localidad municipal con la Ley Promesa y sus secuelas, hubo acciones que fueron en sentido contrario. El propio gobierno estadounidense no pudo evitar empujar la sociedad puertorriqueña hacia más democracia y derechos humanos con la decisión de su Tribunal Supremo sobre la inconstitucionalidad de impedir los derechos de matrimonio a las personas de la comunidad LGBTT. Por sí sola, la sociedad puertorriqueña no hubiera aprobado una norma de esa naturaleza, mucho menos con el poder de presión política sobre el PNP de grupos religiosos fundamentalistas. Además la “jaula de normas” sociales tradicionales todavía va en contra de eso. Tanto es así, que el propio Senador Ramón Luis Nieves (PPD por acumulación, 2013-2016) no pudo aprobar su ley de protección laboral a dicha comunidad –como pretendía originalmente su proyecto– porque los grupos de la derecha religiosa influyeron en la Asamblea Legislativa para que enmendara la ley excluyendo a los patronos de las iglesias. Valga recordar además el asesinato de Alexa como mujer trans a quien no se le respetó siquiera el derecho a su propia vida.
Las protestas de 2019 hubieran tenido el resultado de fortalecer la sociedad civil y nos hubieran acercado de vuelta al pasillo, si de ahí hubiera surgido una coalición amplia para otros objetivos de buen gobierno los cuales, sin embargo, no recibieron seguimiento por parte de la sociedad civil activada.
¿Por qué entonces si la sociedad puertorriqueña se fortaleció bastante en paralelo con la creación y fortalecimiento de lo que aquí he llamado “el medio Leviatán del ELA” y tuvo éxito por un tiempo en hacernos entrar en el pasillo estrecho junto con las presiones de la metrópoli para que ello ocurriera, ahora, en la etapa histórica más reciente –en cambio– la sociedad se ha debilitado y usa muy poco –o demasiado limitadamente– su poder social para reclamar buen gobierno y el respeto de las libertades ciudadanas y la democracia? Esta realidad se resume en lo que muchos llaman la mayor fragmentación de la sociedad civil puertorriqueña –o la ausencia de cohesión social– y la misma ha obedecido a diversas situaciones sociales, culturales y políticas.
En primer lugar, la sociedad puertorriqueña se ha disgregado a causa del desparramamiento urbano y las urbanizaciones cerradas como respuesta a la debilidad del ELA ante el crecimiento de la criminalidad. Se ha disgregado también por el flujo de personas desde Puerto Rico a Estados Unidos en busca de mejores servicios gubernamentales o de mayores oportunidades de empleo. A esto se ha sumado la fragmentación política excesiva causada por el fanatismo hacia sólo dos partidos políticos tradicionales, pero que se tratan como enemigos, en lugar de como simples adversarios o competidores. La propia división de la población en sus posiciones en lo relativo al estatus político del país –que han sido apasionadas y mayormente inamovibles– ha impactado en la misma dirección. A ello se sumaron las dificultades de acción política conjunta presencial traídas por la pandemia. Como resultado de los gobiernos fallidos tanto del PPD como del PNP ha habido una abstención electoral creciente que sobrepasó el 40% de los electores inscritos por primera vez en 2016. La sociedad civil puertorriqueña ha protestado a veces contra el mal gobierno o se abstiene de votar en las elecciones, pero ha sido –sin embargo– incapaz de autonomizarse lo suficiente frente al colonialismo estadounidense como para crear un consenso nacional en torno a alguna solución viable de estatus. Igualmente, ha sido incapaz de autonomizarse lo suficiente ante los partidos políticos tradicionales como para forjar un nuevo proceso político con una amplia coalición pro buen gobierno. Son pues muchos los factores que han contribuido a esa situación. Desde los efectos psicológicos del colonialismo, pasando por la disgregación social y culminando con la incapacidad de muchos puertorriqueños para organizar una coalición amplia, afectados como están por el egoísmo del protagonismo personal y por el sectarismo.
En este punto es muy importante citar lo que sostienen Acemoglu y Robinson sobre la entrada al pasillo estrecho. Sobre todo lo que aplica a nuestro caso en que una vez estuvimos en él.
Hemos hecho hincapié en que, independientemente de donde estén las puertas, no es fácil entrar al pasillo. Se requiere una amplia coalición, con frecuencia una coalición nueva (incluyendo nuevas elites políticas), que apoye ese movimiento, y es necesario un equilibrio de poder dentro de esa coalición para que un grupo no deje de lado a los demás y establezca un poder despótico propio. (Ese proceso) depende del compromiso, de tal modo que la rivalidad por el poder no se polarice por completo ni se vuelva de suma cero. Depende también de la forma del pasillo, en particular de cuán ancho o estrecho sea. 13
¿Por qué se requiere una amplia coalición? Aclaremos primero que en nuestro caso es difícil mientras haya las constricciones de la situación colonial de subordinación a Estados Unidos. Por eso, mi hipótesis es que volver al pasillo para nosotros requiere crear un Estado centralizado puertorriqueño, suficientemente fuerte, de modo que ello se facilite. Pero no puede ser cualquier Estado soberano. Sólo un estado soberano que –además de eso– tenga en el poder a una nueva coalición política que posea el proyecto expreso de –no sólo tener un gobierno propio– sino también de producir un buen gobierno de bien común, comprometido con entrar al pasillo estrecho de la democracia y de las libertades para el Pueblo.
La coalición nueva y la nueva clase política se requieren, primero, para que no se repita el mal gobierno y la corrupción. Segundo, porque según estos autores citados los pueblos que están en el pasillo estrecho, no sólo fortalecen el Estado para que NO haya un Leviatán ausente –ni haya la violencia que eso conlleva o una jaula de normas tradicionales que le quiten libertad al Pueblo– sino que fortalecen también a la sociedad de modo que ésta se una para defender ante el estado fortalecido, sus derechos democráticos.
Lo que queda del ELA se ha convertido en un Leviatán de Papel y un Pueblo con un Leviatán de papel tiene que fortalecer al mismo tiempo al Estado y a la Sociedad. Si se fortalece el Estado, el Leviatán no será de papel ni de aguaje, sino que cumplirá cabalmente sus funciones como Estado. Pero la sociedad fuerte, activa y democrática, es también necesaria para que ese nuevo Estado puertorriqueño NO se torne despótico. Hay demasiados ejemplos de Estados despóticos y no democráticos en el mundo de hoy, sobre todo en América Latina, en Asia y en África. Eso mismo es lo que tenemos que evitar desde el poder social.
Por último, es importante tomar en cuenta lo indicado por Acemoglu y Robinson hacia el final de su libro:
El Leviatán encadenado no sólo necesita un equilibrio de poder entre el estado y la sociedad, también necesita que la sociedad confíe en las instituciones. Sin confianza, los ciudadanos no protegen esas instituciones del Estado y la elite (que está en el Estado) entra en un conflicto de suma cero con la sociedad. 14
Uno de los rasgos que se ha perdido en la sociedad puertorriqueña de hoy es su confianza en las instituciones del Estado debido a las propias prácticas de ineptitud, falta de transparencia y de corrupción e impunidad en esas instituciones. Es por eso que necesitamos, primero que nada, un nuevo ordenamiento gubernamental que logre la recuperación de la confianza de la sociedad en el propio gobierno. Ello, junto con una sociedad reforzada con mayor cohesión social, también se hace necesario para que la sociedad acepte al nuevo Estado pero –al mismo tiempo– “lo encadene bien”, como dicen los autores citados, de modo que este no pueda convertirse ni en uno despótico ni en uno fallido.
Referencias
1 El primer académico que en Puerto Rico analizó los libros Por qué fracasan los Países y El Pasillo Estrecho fue Jaime Lluch Aguilú, del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la UPR en Río Piedras. Véanse los artículos “¿Por qué fracasa Puerto Rico?” en El Nuevo Día, 11 de junio de 2017 recuperado de: www.elnuevodia.com/opinion/columnas/porquefracasapuertorico-columna-2329755/ y “Democracia Ahora” en El Nuevo Día, 5 de junio de 2020, Pág.25. Agradezco a Jaime Lluch y a Zoraida Santiago Centeno su estímulo para la lectura de estos libros y sus señalamientos sobre mi primer artículo.
2 Véase Ángel Israel Rivera, “Por qué fracasa Puerto Rico”, mi artículo anterior en 80 grados, publicado el 28 de agosto de 2020. Al comienzo, incluyo un resumen de la teoría de estos autores.
3 Esto es lo que el filósofo político vasco Daniel Innerarity explicó en su libro Política para perplejos como el “diseño de sistemas inteligentes” que limiten lo que pueden hacer los gobernantes. Con las nuevas tecnologías estos sistemas serán más fáciles de idear en implantar, de modo que, si se elige al poder alguien que demuestra ineptitud o incompetencia, esa persona haga el menor daño posible porque los sistemas inteligentes lo maniatan en ciertas acciones medulares. Ese, según Innerarity, es uno de los mayores retos de las democracias actuales. Véase Parte V, “Configurar sistemas inteligentes”, Págs. 143-165, en Política para perplejos, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2018.
4 Por “seguridad jurídica” se entiende que en un país la ley se cumpla la mayor parte del tiempo tanto por el Estado mismo y sus elites, como por las elites sociales y los ciudadanos comunes. En Puerto Rico, en los últimos años las leyes y las normas constitucionales se han violado tan a menudo tanto por gobiernos del ELA como por ciudadanos comunes que la “seguridad jurídica” está en entredicho. En cuanto a los gobiernos, incluso los municipales, por la frecuencia y cantidad de los actos corruptos evidenciados y en cuanto al ciudadano común por los fraudes y “tumbes” frecuentes descubiertos, el último y más prominente de ellos el fraude masivo de puertorriqueños a los fondos PUA para la ayuda a desempleados por la Pandemia. Con tanta violación, algunas impunes, el ciudadano no tiene la seguridad jurídica que se supone haya en un Estado de Derecho.
5 Agradezco a Ángel Collado Schwarz, profesor en Columbia University de Nueva York, llamar mi atención a este punto y también por sus demás sugerencias sobre estos temas.
6 Véase Pabón, M. (1966). “La integración política en Puerto Rico”. Revista De Ciencia Sociales, (2), 131-144. Recuperado a partir de: https://revistas.upr.edu/index.php/rcs/article/view/9281
7 Albert Memmi, Retrato del colonizado, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 2005. Franz Fanón, Los condenados de la tierra, primera edición 1961, cuarta edición, Fondo de Cultura Económica, México, 2018. Aimée Cesaire, Discurso sobre el colonialismo, Madrid, Ediciones Akal, 2006.
8 Una descripción detallada de los aportes de la DIVEDCO se encuentra en Juan David Cupeles Cintrón, Lorenzo Homar: exponente ejemplar de la gráfica contemporánea en Puerto Rico. Tesis de Maestría en Artes Visuales, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Escuela Nacional de Artes Plásticas. Existen varias ediciones en forma de libro publicadas por el autor. Ver también, Mariam Colón Pizarro, Poetic Pragmatism: The Puerto Rican Division of Community Education (DIVEDCO) and the Politics of Cultural Production, 1949-1968, Disertación doctoral, University of Michigan.
9 Una descripción detallada de este fenómeno del nepotismo de la clase política puede leerse en El Nuevo Día, martes, 22 de septiembre de 2020, Págs. 21-28 como un trabajo especial investigativo de los periodistas Wilma Maldonado Arrigoitía, Laura M. Quintero y David Cordero Mercado. Es curioso que, a manera de reacción al día siguiente, el propio periódico El Nuevo Día publicara sobre cómo el directivo de la Oficina de Ética Gubernamental se lavó las manos por no tener fuerza suficiente para encausar los culpables, echándole la culpa al Tribunal Supremo y a la Asamblea Legislativa. El caso es que, como suele ocurrir en los gobiernos corruptos, unos señalan a otros del gobierno como los culpables y justifican con ello su inacción. Ver El Nuevo Día, miércoles 23 de septiembre, Págs. 4-6.
10 La Gobernadora Vázquez recogió parte de esas velas equivocadas en una orden ejecutiva más reciente. El mal, sin embargo, ya estaba hecho. Los errores no se debieron sólo a ineptitud, sino también a una tendencia bastante clara hacia la decisión limitante de las libertades con la excusa de la pandemia, es decir a actitudes que se podrían considerar “despóticas”, sobre todo por su falta de consulta a los afectados. En la nueva orden ejecutiva, ella incluso eliminó de un plumazo al “task force” médico que la asesoraba sobre el COVID 19 y las medidas a tomar, únicos actores sociales a quiénes antes parecía consultar.
11 Véase la columna de Mabel T. López Ortiz publicada en El Nuevo Día, 19 de septiembre de 2020, Pág. 31.
12 Una descripción detallada con ejemplos de este problema se encuentra en: Ángel Israel Rivera Ortiz, “La ética pública en la educación sobre Ciencia Política, Gobierno y Administración Pública” en Revista de Administración Pública, volumen 42, Págs. 1-31 (2011)
13Acemoglu y Robinson, El Pasillo Estrecho, Ediciones Culturales Paidós, México, 2020, Pág. 561
14 Acemoglu y Robinson, Ibid., Pág. 600.