El olor del capitalismo
“ …el capitalismo envenena el agua, la tierra, el aire y el alma de la gente”.
Eduardo Galeano
¡Anósmicos unidos, jamás serán vencidos! Este es un estribillo que nunca he escuchado en las múltiples protestas, piquetes y marchas en las que he participado por varias décadas. Tal vez lo han pronunciado al lado mío y no lo he escuchado pues quienes padecen de anosmia tienden a hablar sumamente bajito para evitar la posibilidad de desplegar su mal aliento (real o imaginario) a todo pulmón. La anosmia no es una condición que debe trivializarse pues tienen que ser bien desafortunados aquellos seres que al carecer de capacidad olfatoria, la vida les ha negado la experiencia de percibir olores y de tener sumamente disminuido su sentido del gusto. Estas personas no pueden experimentar las sublimes experiencias de asociar recuerdos con olores, de recordar personas cuando se percibe determinado perfume y de transportarse mentalmente a ciertos lugares al aspirar específicos aromas. Lamentablemente, ellos han sido privados de escuchar el mensaje de quietud y serenidad que algunos aires evocan.
La anosmia priva a las personas de reaccionar a asuntos sumamente prácticos de la vida cotidiana con la prontitud necesaria. Los anósmicos no pueden detectar si dejaron la plancha prendida o si se quema la leche para el café mañanero mientras buscan sintonizar la radio AM para escuchar las noticias. Ellos tampoco pueden percibir el olor a humo en la casa del vecino ni el alto ejecutivo del gobierno que hizo un mal empate de cables eléctricos para bajar su factura de luz. Quienes tienen anosmia no pueden desarrollar ciertas destrezas urbanas, que aunque no son asuntos de vida o muerte, facilitan la vida, algo así como determinar tan pronto uno entra a una casa para una fiesta de navidad si el fogón está prendido – anticipando el legendario sopón – o si uno tendrá que conformarse con las bandejas de plástico de fondo negro y tapa transparente de entremeses fríos pre-cortados y pre-colocados, comprados en Sam’s Club o en Costco.
En Estados Unidos, el diagnóstico de anosmia y la determinación cuantitativa de su grado de severidad se suele hacer a través de un smell testing kit. Debido a que la neurobiología del olfato está mediatizada por la cultura, al hacernos pruebas en Estados Unidos, los boricuas podríamos ser considerados (¡otra vez!) como una raza inferior, cuyo sentido del olfato no dista mucho del de otras especies evolutivamente rezagadas. Un smell testing kit que requiera identificar el aroma de pork and beans (ya sea marca Campbell’s o Hunts) me catalogaría de anósmico, pues no podría identificar ni el olor a lechón asado, ni a habichuelas guisadas, en el aroma de este desabrido manjar continental.
No se en qué ha quedado la investigación que se realizaba en el Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico para la creación una prueba olfativa específicamente diseñada para la raza puertorriqueña, la cual aspiraba a determinar con exactitud quienes padecen de anosmia en el trópico insular. Según escuché en una presentación preliminar, esta prueba contenía olores característicos que todo boricua con olfato promedio podría claramente identificar, independientemente de la clase social y de la región geográfica a la que perteneciera. Entre los estímulos olfatorios se destacaba el suculento olor de la acerola, el aroma del arroz con dulce (con clavo y canela), la esencia de manteca El Cochinito, la fragancia del Seven African Powers air freshener spray (de venta en internet), el olor a pegao de arroz con tocino, el olor a peje maruca en diversos pisos de la Comisión Estatal de Elecciones, el aroma del bilí o el del pitorro de frutas, el olor a peste de guapo, el pintoresco desagradable olor de las calles del Viejo San Juan desde el 2001 al presente y el multifactorial olor a botánica de plaza del mercado. Para cuantificar la severidad de la anosmia, los investigadores habían desarrollado una escala numérica con una gradación de aromas, comenzando con el pavo y el pollo asado, pasando por el pavochón y pollochón, hasta el aroma de lechonera de Guavate. Para minimizar posibles distractores y asegurar la estandarización de la prueba, se utilizaba de música de fondo la canción Dame el Agua, Elías, ya sea en su versión original de 1973 cantada por Niní Cubero (para los mayores de 40 años) o en su versión tecno-parranda del disco Navidad-House, para los más jóvenes.
Al asumir actitudes de profunda dimensión espiritual, algunos anósmicos confiesan que si tuvieran que escoger algún sentido para perder, escogerían el sentido del olfato. Aunque siempre albergan el miedo de ingerir alguna comida dañada o de no detectar un escape de gas, entienden que su vida cotidiana no se diferencia demasiado de la de las demás personas y sienten un profundo sentido de compasión por quienes han perdido el sentido de la vista o la audición. Pero por una cruel burla del destino, que explicaremos a continuación, a algunos recientes casos de anosmia les ha tocado percibir con punzante precisión el olor del capitalismo, olor que nunca podrán erradicar de su memoria.
El olor del capitalismo
No conozco algún otro documento histórico que narre y explique mejor el olor del capitalismo que la decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos en el caso Matrixx Initiatives, Inc. v. Siracusano, suscrita por la Juez Sonia Sotomayor y aprobada mediante voto unánime (9-0) del Tribunal, el 22 de marzo de 2011. Esta decisión pone fin a un pleito entre la compañía Matrixx Initiatives y James Siracusano, quien encabezaba el grupo de personas que tenía acciones en dicha compañía, la cual apelaba en el Supremo una decisión del Noveno Circuito de Apelaciones. Matrixx producía Zicam Cold Remedy, un aerosol y gelatina nasal para combatir el catarro y las alergias que utiliza gluconato de Zinc. Despojando la decisión del Tribunal de toda su jeringonza legal, la situación se narraría de la siguiente manera:
- En 1999, el Dr. Alan Hirsch, director neurológico del Smell and Taste Treatment and Research Foundation llamó a la línea telefónica de servicio al cliente luego de descubrir una posible relación entre la gelatina nasal Zicam y la pérdida del olfato en un grupo de sus pacientes.
- En septiembre de 2002, Timothy Clarot, el Vicepresidente de Matrixx para investigación y desarrollo conversó con Mirian Linschoten, Ph.D., quien trataba a un paciente con pérdida de olfato luego de haber utilizado Zicam. Clarot le informó que Matrixx había recibido quejas similares y que estaba en proceso de iniciar una investigación al respecto.
- En septiembre de 2003, un colega de Linschoten, Bruce Jafek, observó diez pacientes que sufrieron de anosmia luego de haber utilizado Zincam. Linschoten y Jafek sometieron una presentación en la reunión de la American Rhinologic Society con el título “Anosmia inducida por Zicam®” (esta y las siguientes citas son traducciones del autor).
- El vice-presidente de Matrixx, Clarot, se comunicó con Jafek para indicarle que no podían utilizar el nombre de Zicam en la presentación, pues no tenía autorización de la compañía para utilizar el nombre de Matrixx o de sus productos.
- En octubre de 2003, luego de la presentación del Dr. Jafek, Matrixx informó a los accionistas sobre sus expectativas de ganancias por acción, las cuales estarían entre el 25 y 30%. En enero de 2004, Matrixx informó sus expectativas de aumentar sus ingresos en un 80%.
- El 30 de enero de 2004, las acciones de Matrixx bajaron de $13.55 a $11.97, luego de que se hiciera público que la FDA (Food and Drug Administration) investigaría las quejas de personas que aducían pérdida del olfato luego de utilizar Zicam.
- El 2 de febrero de 2004, Matrixx circuló un comunicado de prensa en el cual afirmaba “La compañía Matrixx entiende que las alegaciones de que los productos intranasales Zicam causan anosmia (falta de olfato) carecen totalmente de fundamentos y son engañosos. . . . La incidencia de efectos adversos asociados al gluconato de zinc es extremadamente baja sin diferencias estadísticamente significativas de las tasas de efectos adversos entre los grupos bajo tratamiento y el grupo bajo placebo”. (énfasis suplido)
- El 3 de febrero de 2004, un día después del comunicado de prensa, las acciones volvieron a subir a $13.40.
- El 6 de febrero de 2004, el programa noticioso Good Morning America, presentó los hallazgos del Dr. Jafek. Ese mismo día las acciones de Matrixx bajaron a $9.94.
- El 19 de febrero de 2004, Matrixx informó a sus accionistas que tras una reunión de dos días, un panel de médicos y científicos concluía que “al momento no había suficiente evidencia científica para determinar si el gluconato de zinc, al usarse según las recomendaciones, afectaba la capacidad olfativa de una persona”.
La controversia del caso se resume en el hecho de si fue ilegal o no que la gerencia de Matrixx hubiese ocultado información a los accionistas sobre las demandas en su contra y sobre la posibilidad de futuras demandas, dada la controversia científica sobre la seguridad de Zicam. La gerencia de Matrixx alegaba que al no haber diferencias estadísticamente significativas, ellos sometieron la información que era relevante para los accionistas, pues no querían “enterrar a los accionistas bajo una avalancha de información trivial”. Si no hay información que sea estadísticamente significativa, alegaba Matrixx, lo único que se tiene es evidencia anecdótica. Si algo quedaba claro era la importancia del valor de las acciones y los derechos de los accionistas. Un asunto crucial a dilucidar era: ¿cuán significante es la significancia estadística? ¿Debería determinarse la relevancia de la información sobre un único y específico criterio (bright line rule) de significancia estadística? ¿Qué tipo de información debería ser provista para que un accionista razonable (reasonable investor) tome decisiones? El olfato de la juez Sotomayor puso punto final a la controversia.
El olfato estadístico de la juez Sotomayor
La argumentación oral presentada por las partes el 10 de enero de 2011 tuvo que haber sido una de las sesiones más aburridas y más repetitivas que ha presenciado el Tribunal Supremo en toda su historia. El abogado que representaba a la compañía Matrixx trató de múltiples formas de defender lo indefendible. En una ocasión dijo “. . . si un psíquico o un lunático sale a la calle utilizando un megáfono para vociferar que hay un problema con tal producto, ese no es el tipo de información en el cual debe confiar un accionista racional”. La Juez Sotomayor le indicó:
«Un momento. Estos, estos no eran psíquicos. Estos eran tres doctores en medicina especializados en esta área, uno de ellos, como usted sabe, quiso ir a una reunión profesional para presentar estas alegaciones. ¿Tiene diferencia saber de quién provienen estos informes y el efecto que dichos informes tendrán en su producto?”
La decisión escrita por la Juez Sotomayor es absolutamente clara y precisa. Para aquellos que veneran la significancia estadística como el criterio principal para determinar la importancia de los resultados de una investigación, esta decisión destruye su fetiche supremo. Entre otros argumentos, Sotomayor afirma:
- “Los datos con significancia estadística no siempre están disponibles”. (página 12)
- “Más aún, consideraciones éticas pueden prohibir a los investigadores que conduzcan ensayos clínicos con asignación aleatorizada (randomized clinical trial) con el propósito de obtener datos estadísticamente significativos que confirmen una sospechada relación causal”. (página 12)
- “La falta de datos estadísticos significativos no quiere decir que los expertos médicos carecen de una base confiable para inferir una relación causal entre un medicamento y efectos adversos”. (página 12)
- “Notamos que frecuentemente los tribunales permiten el testimonio pericial sobre causalidad basado en evidencia diferente a la significancia estadística”. (página 12)
- “Esto no quiere decir que la significancia estadística (o su ausencia) es irrelevante – sólo quiere decir que no es el elemento que resuelve la controversia (dispositive) en todo caso”. (página 15)
La decisión del Tribunal Supremo reafirma la decisión del Noveno Circuito de Apelaciones al encontrar que al restringir información provista a sus accionistas sobre la base de significancia estadística, la compañía Matrixx actuó ilegalmente. El Tribunal concluye que al tomar la evidencia en conjunto, la compañía Matrixx decidió no informar a sus accionistas sobre la posibilidad de efectos adversos de su producto, no por determinar que era irrelevante, sino porque entendía cuál sería el posible efecto en el mercado. En resumen, la ausencia de significancia estadística fue la excusa utilizada para deliberadamente esconder información a sus accionistas.
Aromaterapia
La decisión del Tribunal Supremo debería ser un documento que apareciera en todo libro de estadística, de epidemiología y de metodología de investigación, como una terapia para enderezar nuestras prácticas investigativas. El desarrollo de investigaciones que derivan su importancia fundamentadas en la aplicación mecánica de un criterio único, como la significancia estadística, es el reflejo de una actitud poco intelectual. En cierta medida, los estadísticos, epidemiólogos y otros investigadores deben seguir el ejemplo de la intelectualidad de los accionistas racionales quienes desean tomar decisiones considerando como relevante todo hecho que tenga la posibilidad de afectar la “mezcla total” de información disponible.
Los accionistas racionales, usan su intelecto en función de la ambición y la codicia, lo cual no les permite apreciar el olor del capitalismo. Quienes desarrollaron anosmia como consecuencia de la ambición capitalista de una compañía, nunca olvidarán el olor seco del capitalismo, el olor que atrofió su capacidad de identificar aromas, de percibir esencias y de recordar gratas experiencias a través de la brisa. Ellos viven en carne propia el hedor de la codicia y la injusticia. A veces piensan que sufren de halitosis. Ellos conocen que las aflicciones del capitalismo no se resolverán con una simple aromaterapia.