Entrevista con Rita Laura Segato: «violencia de género»
Invitada por el Programa de Estudios de Género del Recinto de Río Piedras de la UPR, la Dra. Rita Laura Segato ofrecerá una conferencia titulada “Violencias de género: Una y múltiples. Reflexiones a partir de Ciudad Juárez, El Salvador y Guatemala”, el martes 27 de marzo a las 10:00 AM en el Anfiteatro 3 de la Facultad de Educación.
Has trabajado el tema de la violencia de género, en específico, los asesinatos de las mujeres en Ciudad Juárez. Después de un fuerte posicionamiento en los titulares de algunos rotativos del mundo, la noticia ha dejado de serlo, o al menos, se ha agazapado entre tanta violencia de todo tipo. ¿Qué ha ocurrido? ¿En qué medida crees que estudios similares han posibilitado otro tipo de análisis sobre el particular? ¿Ha sido eficaz? ¿Qué cambios ha promovido entre la ciudadanía? ¿Cómo se ha establecido la relación con la política y sus gestores?
Ciudad Juárez constituye un paradigma, la primera señal de que un nuevo tipo de violencia letal contra las mujeres se estaba instalando. En 1993, cuando los primeros cuerpos empiezan a aparecer como resultado de las búsquedas de madres y vecinos en los campos baldíos de esa frontera con el país del Norte, comienza también un muy eficaz movimiento por parte de las mujeres de esa localidad que consigue visibilizar lo que allí estaba ocurriendo. Esa noticia, como no podría ser de otra forma, fue acompañada por una gran extrañeza y, naturalmente, la extrañeza fue seguida de incredulidad: ¿qué significaban esos crímenes?, ¿qué llevaría a perpetrarlos?, ¿quién y para qué sería capaz de tamaña crueldad contra jóvenes mujeres indefensas?
A partir de ese momento, diversos investigadores se lanzaron a hacer apuestas sobre el propósito y los operativos de los cuales los cadáveres encontrados serían el resultado. De este esfuerzo surge una variedad de hipótesis que, según algunos, llega a más de cuarenta. Entre ellas: el robo de órganos, la producción de películas pornográficas y el tráfico de ciber-pornografía, así como también la reacción de los hombres locales al hecho de que hay mucho empleo para las mujeres en las maquiladoras de Ciudad Juárez ―una especie de «venganza» de género por su ascensión en el campo laboral.
Dos periodistas de gran coraje, la chicana Diana Washington y el mexicano Sergio González, se lanzaron a la recolección minuciosa de datos y evidencias y publicaron dos importantes libros sobre los casos; el gran escritor chileno Roberto Bolaño les dedicó un capítulo en su importante libro póstumo 2.666; y una documentalista de sensibilidad finísima, Lourdes Portillo, rodó la impresionante película-documento Señorita Extraviada.
Entre las interpretaciones, considero que una contribución importante fue ofrecida por Julia Monárrez, que apunta al carácter sistémico de estos crímenes. Mientras tanto, las fuerzas estatales y los poderes locales ―me refiero a la policía, fiscales y medios de comunicación― inician su campaña por privatizar estos crímenes, es decir: para fundirlos en el gran bulto de los crímenes contra las mujeres perpetrados en todo lugar por maridos o novios celosos y asesinos violadores seriales.
Cuando entro en contacto con la realidad de Ciudad Juárez, me doy cuenta en primer lugar de la ininteligibilidad de los crímenes y de cómo esa imposibilidad de entenderlos causa incredulidad: «¿y por qué lo harían?», responde la gente a las campañas. También percibo la presión de todos los poderes locales y nacionales en México para reducirlos a crímenes corrientes, comunes, habituales de género. Pasé entonces a pensarlos a partir de lo que tenían en común con los crímenes de violación que había estudiado en mi libro Las Estructuras Elementales de la Violencia, y también a partir de lo que tenían de diferente.
De eso resultó un primer ensayo, “La Escritura en el Cuerpo de las Mujeres en Ciudad Juárez”, que fue traducido después al portugués, al alemán, al italiano y al inglés, con un modelo y un vocabulario interpretativo que obtuvo una repercusión muy considerable, sobre todo porque también fue seguido de algunas entrevistas que se difundieron mucho en internet.
«Una de las expresiones que resulta de mi análisis y que veo en la actualidad frecuentemente revisitadas en los medios es la idea del «cuerpo de mujer como campo de batalla».
Entre los temas de mis análisis se encuentran el largo período de impunidad de los perpetradores, que se extiende a más de una década. Ello demuestra, más allá de cualquier duda, que se trata de crímenes del poder, no de crímenes de propósito instrumental y sí de crímenes expresivos. Ahora bien, para descifrarlos tenemos que entender qué plantean, cuál es su mensaje y lo que expresan es la capacidad de dominio, de soberanía jurisdiccional de sus perpetradores y la cerrada alianza de lealtad entre los mismos. Esta expresividad se instaló como un lenguaje, y se automatizó como tal: es en el cuerpo de las mujeres que se envía este mensaje de dominio a la comunidad y a la nación.
Estos asesinatos constituyen un nuevo tipo de crimen contra las mujeres, que no pueden ser referidos a motivaciones de tipo personal o personalizable; es decir, no son crímenes de naturaleza privada ni asociables a relaciones interpersonales entre víctimas y victimarios ni a trazos de personalidad de los perpetradores. Se encuentran asociados a las nuevas formas de la guerra y, por lo tanto, para entenderlos, es necesario analizar el fenómeno de las guerras difusas, no formalizadas, de varios tipos: entre mafias, gangs y maras, así como de fuerzas para-estatales contra la población y entre sí.
Su novedad con relación a los formatos de la guerra consiste en que las mujeres no son meramente violadas por la tropa sino que son torturadas hasta la muerte, es la destrucción de su cuerpo lo que se pretende, y con ella la destrucción completa de la moral de la facción enemiga y de su capacidad de tutela y protección con relación a los cuerpos y al bienestar de sus mujeres.
El clima de impunidad resulta de la gran desigualdad y no es solamente el factor causal de los crímenes de Ciudad Juárez sino, sobre todo, su efecto, pues estos crímenes sellan un pacto de lealtad entre los hombres que conjuntamente los perpetran ―así como también de las mujeres que, por ser familiares de estos hombres, tienen información privilegiada sobre los mismos―. Esta es la enumeración muy compactada de los puntos por los que pasa mi análisis de este fenómeno.
Por estas mismas características, que son hoy, creo yo, bastante más visibles que al comienzo, este tipo de crímenes no ha decrecido sino aumentado en número, se ha extendido a todo México que, según la opinión pública, se ha «juarizado», y a toda América Central, donde los números de victimización de las mujeres en países como El Salvador, Guatemala y Honduras son espantosos. También han sido reportados en el Congo, donde las grandes corporaciones interesadas en el mineral utilizado en celulares se encuentran por detrás de guerras dichas tribales, que operan sobre el cuerpo de las mujeres del grupo armado enemigo dañándolas de una forma que relatores internacionales han descrito como «vaginal destruction«.
«En Ciudad Juárez, las propias activistas y sus parientes han pasado a ser las víctimas, y la mayoría ha dejado ya la ciudad. Un crimen reciente perpetrado contra dos periodistas de un medio de la Baja California ilustra amargamente lo que estoy queriendo decir. Transcribo del texto «¿Para qué las torturaron?», publicado en la página virtual http://apiavirtual.net/2011/09/19/%C2%BFpara-que-las-torturaron/ , y los detalles de la conflictividad que llevó al crimen pueden ser seguidos a partir de esa página:
La editora de la revista Contralínea en Baja California, Lorena Rojas, describe la tortura de Marcela Yarce y Rocío González, asesinadas el primero de septiembre (de 2011), en un correo entre colegas. Reproduzco su texto literalmente: «Lo más triste es la indolencia y complicidad de las autoridades del DF […] Descartan la tortura y a mi compañera Marcela, la mantuvieron colgada como si la fueran a ahorcar y le dieron un balazo en el clítoris, como parte de la tortura, a Rocío le arrancaron los pezones a balazos y luego le dieron un balazo en el tórax. Marcela se desangró por la vagina, finalmente murieron asfixiadas por la soga».
«Esto sucedió este año, en 2011, y es un crimen más entre muchos de este tipo cometidos contra la corporación enemiga, en este caso un diario y sus denuncias, en el cuerpo de sus mujeres.
«Hago notar que, aunque los hombres mueren mucho más en conflictos armados formales e informales, así como son muchos más numerosos los homicidios y la tortura de hombres, sin embargo la proporción de las mujeres que mueren de esta forma y sufren este tipo de violencia está aumentando velozmente; pero lo fundamental aquí es entender que los hombres son victimizados en la misma medida en que victimizan, siendo ellos los propios victimarios, mientras las mujeres son victimizadas por hombres y su posición es la de víctimas, excepto en rarísimos casos, es decir, ellas mueren asesinadas y torturadas en número muchísimo mayor de lo que matan torturando.
Mi análisis ha contribuido para la percepción de este factor bélico, que en mucho trasciende la relación anteriormente resaltada por los analistas entre el victimario y su víctima. También promueve la comprensión del género como célula elemental de toda relación de poder, y retira del mismo su carácter de tema de interés parcial, particular, de interés restringido a las mujeres y a la esfera privatizada de lo doméstico. En las nuevas formas de la crueldad de género se manifiestan hoy las relaciones de poder y su forma de operar en escenarios de conflicto localizados y, en especial, del accionar de las corporaciones en las guerras informales características de esta etapa avanzada y ya en fase de descomposición del capitalismo.
Creo que he contribuido a complejizar la comprensión del fenómeno del feminicidio y a retirarla de la privatización a que la empujan el discurso del poder y también algunas líneas dentro del feminismo».
* Tomada de la Revista de Casa Las Américas, Ventana.
¿Quién es?
La Dra. Segato es profesora de Antropología y Bioética en la Cátedra UNESCO de la Universidad de Brasilia y dirige el grupo de investigación Antropología y Derechos Humanos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Brasil. Obtuvo su doctorado en Antropología de Queen´s University of Belfast, Irlanda del Norte.
Argentina afincada en Brasil desde hace cuatro décadas, ha trabajado también en universidades de Estados Unidos, Canadá, Francia y Argentina, entre otros países. Ha publicado extensamente artículos y libros, entre éstos La nacion y sus otros: raza, etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de politicas de la identidad (2007) y Las estructuras elementales de la violencia (2003). Su labor académica se conjuga con el activismo y la colaboración en organizaciones que trabajan los temas de género y raza.
Una parte muy importante de su trabajo se ocupa de los asesinatos de mujeres en lugares como Ciudad Juárez, México, El Salvador o Guatemala, entre otros. Estos crímenes suelen considerarse bajo la categoría de feminicidio. El trabajo de la Dra. Segato va dirigido a establecer una nueva tipificación para este tipo de delitos –femigenocidio– de modo que puedan ser vistos en los tribunales internacionales de derechos humanos.