Frankenstein en el Instituto de Estadísticas

Statistics are the heart of democracy.
-Simeon Strunsky, The New York Times
30 de noviembre de 1944
También tenía otra razón para leer a Frankenstein. A pesar de que Mary Shelley fue la hija de una de las pioneras del feminismo británico, Mary Wollstonecraft, sentía algo de curiosidad con respecto a la posibilidad de encontrar la influencia de su padre, William Godwin, quien escribió An Enquiry Concerning Political Justice. Fue a través del libro de Thomas Malthus, An Essay on the Principle of Population, que supe de Godwin, pues el reverendo Malthus polemizó explícitamente contra las ideas igualitarias de Godwin (Malthus, 1992 [1803], Book III, Chapters II, IIIA y IIIB) y defendió una economía política que mantenía los privilegios de la oligarquía con apatía ante el sufrimiento de los pobres. Para mi grata sorpresa, encontré en Frankenstein un caudal que rebasó lo esperado. En ocasiones me pareció estar leyendo un tratado de justicia más que un libro precursor de la ciencia ficción.
En la versión fílmica de 1931 —con Boris Karloff como «el monstruo»— luego de que la criatura cometiera su primer asesinato, el Dr. Frankenstein descubre que el cerebro que había conseguido su asistente al profanar una tumba pertenecía a un recién enterrado criminal. El comportamiento violento y despiadado del monstruo se explica, por consiguiente, como producto de los impulsos del cerebro de un degenerado, presto al crimen y a la maldad. Aquí tengo que alabar el talento del guionista, pues estaba en sintonía con las ideas científicas de la antropología criminal propuestas por Cesáreo Lombroso, muy en boga para aquel entonces. En el libro de Shelley, escrito un siglo antes de Lombroso, los actos de la criatura de Victor Frankenstein no se fundamentan en una explicación científica sino moral. A la criatura le anima un profundo reclamo de justicia ante su creador. La versión fílmica de 1994, dirigida por Kenneth Branagh, tiene nada menos que a Robert De Niro en el papel de «la criatura» y al propio Branagh encarnando a Victor Frankenstein. Titulada Mary Shelley’s Frankenstein, lo que hace a esta película extraordinaria es simplemente que se mantiene muy de cerca al texto de Shelley. De Niro ejecuta un papel que en ocasiones resulta ser absolutamente tierno y conmovedor.
La vocación de la criatura de Frankenstein
En el libro de Shelley, Victor Frankenstein se desvelaba con una conducta frenética mientras perseguía el proyecto de crear un ser humano, motivado por un profesor universitario quien le dijo «si su aplicación corre pareja a su capacidad…habrá de triunfar» (Shelley, 2005 [1818], Capítulo III). Al infundir la chispa vital a aquella cosa muerta, el débil y enfermo joven abandonó su apartamento lleno de horror para luego volver y no saber del paradero de su creación. Cuando más adelante en la novela ocurre un asesinato, Victor Frankenstein estaba convencido de que su autor era «el miserable a quien yo creara», el desdichado o el desventurado monstruo como él también lo llamó, a quien nunca si quiera le puso un nombre propio. Por dicho asesinato hacen responsable a una mujer, a quien acusan, juzgan y sentencian a muerte, ante la vehemente satisfacción de una turba vociferante, gracias a la insidiosa intervención de un reverendo local. A Shelley no se le escapó una, ¡la denuncia de las injusticias del estado, del patriarcado y del clero aparecen todas entrelazadas!
En su encuentro en una montaña, un furibundo Victor Frankenstein increpa a su criatura por el asesinato, lo amenaza de muerte y lo describe con una «fealdad sobrenatural [que] hacía de aquello una visión casi imposible de soportar por el ojo humano». Su criatura le riposta que esperaba dicho recibimiento y le dice:
Si todos odian a los miserables, ¿cómo han de odiarme a mí que soy el más miserable de los seres humanos?… No sean injusto, Frankenstein, acusándome sólo a mí, que soy acreedor a tu justicia, y hasta a tu clemencia y a tu afecto… Por todas partes veo felicidad de la cual estoy excluido. (Shelley, 2005 [1818], Capítulo X)
El poder de persuasión de la criatura hace que Victor Frankenstein lo acompañe a otro lugar para escuchar su relato, la criatura anhelaba que su creador se compadeciera de él. Ahí le narra su extraordinaria historia en la cual revela tanto su sensibilidad, sus afectos y solidaridad, como su aprecio por la belleza y su curiosidad intelectual. Estas virtudes se fueron tronchando en la medida en que la propia criatura se llenó de miedo, de disgusto y de asco al conocer más a los hombres y su capacidad de desprecio y violencia. La físicamente desdeñable criatura no podía concebir «el extraño sistema de organización de la sociedad humana [fundamentado en] la división de la propiedad, la existencia de riquezas inmensas y de extrema pobreza, de categorías, herencias y sangres nobles» (Shelley, 2005 [1818], Capítulo XIII).
En el último capítulo de la novela me topé con algo inesperado. En su búsqueda por aniquilar a la desdichada criatura, un agonizante y rescatado Victor Frankenstein le pide al capitán de un barco que le jurase que si acaso se encontrase con ella que no la dejaría vivir. En efecto, la criatura había cometido con saña una serie de asesinatos. Sería su deber ajusticiarla. Pero le advierte al capitán que no debe escucharla, pues la criatura era elocuente y persuasiva y sus palabras podrían influir en su corazón. Si bien la criatura tenía un tamaño y fuerza desmesurada, eran sus palabras las que podrían hacer cambiar las intenciones de algún rival.
Aquí pude captar una idea que me explicó la reticencia de aquel gobierno contra el Instituto de Estadísticas de Puerto Rico, que aplica de forma todavía más clara al más reciente conflicto entre Fortaleza y la Junta de Directores del Instituto. Los institutos, oficinas o agencias estadísticas no son criaturas que se han de tornar en contra del estado que las creó. Estas agencias estadísticas nacen con la vocación de la criatura de Frankenstein, están pensadas para afirmar con honestidad y firmeza lo que le corresponda decir, aunque esté en contraposición con los intereses de su creador. No existe ningún conflicto inherente o inevitable entre el poder del Ejecutivo y una agencia estadística. De hecho, un estado exitoso encuentra en dicha agencia a su mejor aliado. Solo en aquellos momentos históricos en que una maquinaria estatal se nutre del engaño, del disimulo o de la displicencia ante la situación nacional se hace inevitable el choque con la oficina nacional de estadísticas. La existencia de dichos conflictos sugiere un fracaso que el ejecutivo intenta enmascarar. Cuando los asesores del Ejecutivo perciben como amenaza la voz científica y persuasiva de los números, encuentran en la oficina de estadísticas a un monstruo que hay que acallar.
El miedo a la voz de la criatura de Frankenstein
La más reciente instancia de conflictos entre el Instituto de Estadísticas de Puerto Rico y Fortaleza, precisamente en medio del proceso de selección de un nuevo director ejecutivo, conllevó la destitución de cuatro miembros de su Junta de Directores (los cuales ostentan grados doctorales en estadística, economía y demografía). Se ha aducido que esta acción podría estar motivada por un interés estrictamente partidista, la utilización de la posición vacante del director ejecutivo como recompensa a alguna persona —probablemente ya identificada e informada— por su demostrado compromiso partidista. No me interesa afirmar ni analizar esta posible motivación. Encuentro más urgente señalar las consecuencias de la destitución de miembros de la Junta de Directores en términos de la naturaleza de un instituto de estadísticas y de la importancia de las estadísticas en el activismo social.
La destitución selectiva de miembros de la Junta de Directores del Instituto tiene como primera consecuencia socavar el proceso de consolidar el Instituto de Estadísticas de Puerto Rico como una entidad con autonomía de la Rama Ejecutiva, subvirtiendo así lo establecido por ley (Ley Núm. 209 de 28 de agosto de 2003, según enmendada). Hay que entender que la autonomía administrativa del Instituto de Estadísticas radica esencialmente en la autonomía de su Junta de Directores (Avilés, 2013). Sin una Junta de Directores que tenga independencia de los vaivenes de la política partidista, el Instituto de Estadísticas se aleja de uno de los principios rectores de una efectiva agencia estadística, según establecidos por el Committee on National Statistics del National Research Council de Estados Unidos. Dicho comité abogó de forma explícita para que toda agencia estadística tenga «independencia de cualquier influencia externa, política o de cualquier otra índole en el proceso de desarrollo, producción o diseminación de estadísticas» (The National Research Council, 2013, p. 14). Sin un Instituto de Estadísticas verdaderamente autónomo perdemos como país la capacidad de vernos, entendernos y evaluarnos a nosotros mismos y continuaremos haciendo política pública basada en la improvisación sugerida por los ayudantes del Ejecutivo y su grupo de publicistas.
Muchos argumentos estadísticos se han utilizado históricamente como una pieza fundamental de la crítica y el activismo social, documentando la injusticia y haciéndola visible (Desrosières, 2014). Las estadísticas han servido para ofrecer visibilidad social, a grupos tan diversos como los pueblos afrodescendientes de América Latina y el Caribe (Sánchez, 2010), a la nación vasca y su lengua durante los primeros años de su autonomía política (Urla, 1993), a la necesidad de movilización en torno a los derechos de las mujeres (De Rosa, 2014) y a la desigualdad económica bajo el hoy reconocido lema «Somos el 99%» (Bhatt, 2012). Estas formas numéricas han creado un activismo estadístico o statactivism, destinado a reapropiarse de las estadísticas para fundamentar acciones de denuncia y emancipación como parte del repertorio de acciones políticas de los movimientos sociales (Bruno, Didier y Tommaso, 2014). Si bien las estadísticas aspiran a representar la realidad, el activismo estadístico cuestiona y problematiza esas representaciones de la realidad (Bruno, Didier y Tommaso, 2014), sobre todo si tras un discurso de objetividad numérica se enmascaran estrategias de invisibilización, dominación y explotación. De alguna forma u otra este activismo estadístico requiere, al menos parcialmente, de información producida por las agencias del estado. En la medida en que la credibilidad del Instituto de Estadísticas se pone en entredicho, por su falta de autonomía, se obstaculizan las aspiraciones y estrategias de los grupos que reclaman justicia social.
Conclusión
La Ley que crea el Instituto de Estadísticas (Ley Núm. 209 del 2003) se aprobó en la segunda mitad del cuatrienio de la Gobernadora Calderón, cuando ya se había informado que ella no se postularía para la reelección. La creación y funcionamiento del Instituto de Estadísticas se materializaría en el siguiente cuatrienio, por lo cual la Gobernadora no se enfrentaba a la posibilidad de conflicto alguno con dicha institución. Desde su creación, el Instituto ha experimentado conflictos con Fortaleza bajo ambos partidos que han administrado el gobierno. Algunos conflictos han sido llanamente burdos; otros, simplemente solapados.
Una administración ilustrada fortalecería el Instituto de Estadísticas, en lugar de perseguirlo. Sepa Fortaleza que poco a poco nuestro país se despega del bipartidismo y cada vez se paga un costo más alto por las acciones que anteponen los intereses partidistas a los intereses del país. Al igual que lo sucedido con Victor Frankenstein, un afán en perseguir a un monstruo —real o imaginario— abona a su propia destrucción. Desafortunadamente, habrán otras víctimas; entre ellas estará nuestra ya maltrecha y casi inexistente democracia.
Referencias
Avilés, L.A. (2013, 25 de enero). Cultura estadística, 2013. Revista 80grados. Disponible en: http://www.80grados.net/cultura-estadistica-2013/
Bhatt, J. (2012, 19 de marzo). “We Are the 99 Percent”: The unlikely journey of a revolutionary slogan. The Huffington Post. Disponible en: http://www.huffingtonpost.com/jigar-bhatt/we-are-the-99-percent_b_1362141.html
Bruno, I., Didier, E. y Tommaso, V. (2014). Statactivism: Forms of action between disclosure and affirmation. Partecipazione e Conflitto: The Open Journal of Sociopolitical Studies. 7(2):198-220.
De Rosa, E. (2014). Gender statactivism and NGOs: Development and use of gender sensitive-data for mobilizations and women’s rights. Partecipazione e Conflitto: The Open Journal of Sociopolitical Studies. 7(2):314-347.
Desrosières, A. (2014). Statistics and social critique. Partecipazione e Conflitto: The Open Journal of Sociopolitical Studies. 7(2):348-359.
Malthus, R. (1992 [1803]). An Essay on the Principle of Population; or A View of the Past and Pressent Effects on Human Happines. Cambridge: Cambridge University Press.
Royal Statistical Society (2014). The Data Manifesto. London: The Royal Statistical Society. Disponible en: http://www.rss.org.uk/Images/PDF/influencing-change/rss-data-manifesto-2014.pdf
Sánchez, J. A. (2010). La experiencia afrodescendiente y la visibilidad estadística en el Ecuador. Santiago de Chile: Informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
Shelley, M. W. (2005 [1818]). Frankestein o el Moderno Prometeo. México D.F.: Editorial Porrúa.
Urla, J. (1993). Cultural politics in an age of statistics: Numbers, nations, and the making of Basque identity. American Ethnologist. 20(4):818–843.
The National Research Council. (2013). Principles and Practices for a Federal Statistical Agency. Washington, D.C. The National Academy Press.