“Hay bomba en Fortaleza”
Coros, corillos, caras pintadas, carteles ingeniosos, artesanales y reproducidos, consignas espontáneas junto a las de viejas campañas, banderas puertorriqueñas coloridas y en luto, Ricky Martin en carroza levanta la bandera de orgullo LGBTT, en una fiesta de veinte gatos pelús junto a un millón de personas. Nadie los convocaba, no hubo campaña publicitaria, allí llegaron por cientos de miles en una materialización de pueblo nunca vista en Puerto Rico. Es como si la viralidad de un tweet se metamorfoseara en cientos de miles de manifestantes en San Juan, Ponce, Mayagüez, Filadelfia, Chicago cantando coros, reclamando ser escuchadas y escuchados por encima del sistema electoral, reclamando una nueva forma de democracia.
Los políticos de turno en el poder tiemblan e hipócritamente le ruegan a escondidas a su Gobe que resista, al menos hasta que ellos decidan a quién le corresponderá limpiar la casa que Ricky cagó. Saben que esos manifestantes saben más allá del chat: el Capitolio es un mar de empleados fantasmas como asegura Campany que era Ricky. “Usted pide perdón por errores”, le cuestionó Shepard Smith de Fox News, pero 889 páginas de ‘chatting’ “no son un error sino un patrón de conducta”. Y aún en esta orquestada entrevista con la ultraderechista cadena estadounidense el bien ensayado, el auto proclamado gobernador, es incapaz de responder preguntas e insiste en no escuchar[2]. Asegura que su obra será la muestra de su corrección de idea y de pensamiento; arrogancia frente a un pueblo que no le gusta que lo cojan de pendejo: “que te perdone tu madre”, le riposta Bad Bunny como si anunciara un coro: “pero yo no” (cito de https://www.youtube.com/watch?v=RSh7HIH2pvg).
No entiende que Ricky Martin y el millón de gente que lo acompañaban no lo perdonan hasta que se baje de la gobernación; no entiende que para elles él representa todo el abuso sufrido y la falta de respeto que confiesan los funcionarios y buitres del chat. No entiende que desatando sus tensiones se suman miles y miles de personas de diversas creencias y orientaciones que avivan el deseo por nuevas formas de pensar y actuar, individual y colectivamente. Sobre todo, reclamando respeto.
Mientras él y sus publicistas tramaban un giro publicitario, más de un millón de boricuas se convocaron en Hato Rey y otras ciudades en una manifestación que no resulta clichoso calificarla como histórica. No los une una ideología, ni los convoca un líder; tampoco un dúo de hoperos y un bonche de estrellas pop; no es la Bastilla, aunque habrá quien quisiera ver cabezas rodar. Los ridículos epítetos y miedos que lanza un minúsculo sector de la derecha no los cree ni la trumpista Fox News; para Smith y Fox Roselló “is a man alone in an island”.
Contra la corrupción, la homofobia, la misoginia y el cinismo gente de todas las edades, sectores y orientaciones ha optado por no quedarse callada. En el expreso algunos gritaban que con su renuncia Ricky se lleve a Junta y otros entonaban el himno colonial y “Preciosa” junto a Olga Tañón, quien, además, pedía que vinieran los Federales a poner orden a la corrupción. Tito Trinidad deleitaba con su rutina de golpes como si le diera una paliza al exgobernador. Había camiones y tumba cocos, pero escasa concentración sindical o profesional. Mucho menos banderas partidistas. “Es pueblo pueblo, mi pueblo puertorriqueño en su diversidad más contradictoria”, diría Edgardo Rodríguez Juliá[3]. Para este cronista la multitud que asistía a El entierro de Cortijo, presentaba las contradicciones de clase, género y raza de los puertorriqueños, que vistas por su “memoria imaginativa”, caracterizan el escurridizo sujeto popular puertorriqueño. Para Rodríguez Juliá, el entierro del modernizador de la bomba y la plena también levantaba cuestionamientos sobre fines de los epistemes patriarcales de la modernidad.
Contrario a otras protestas políticas, esta vez no hubo discursos; René, Benito, Ricky, Tito, Olga y los demás solo hablaron unos minutos cada cual. Más allá de la consigna, se desconoce qué otros pensamientos son comunes a esta masa. Mientras musicalmente la plena, mucha plena, continuaba su tradición de vocalizar sentimientos y expresiones pueblerinas, de formar el coro. Voz popular y tradicional que quizás sea signo de un momento de renovación democrática, según lo define Sheldon Wolin. Wolin señala que durante momentos de “democracia fugitiva”, “individuos ordinarios pueden crear nuevos patrones culturales de comunalidad”. Dice Wolin que “democratic founding moments are revolutionary moments are revolutionary moments ‘that activate the demos and destroy boundaries that bar access to political experience’” [4]. ¿Cómo nos vemos en esta comunidad? ¿cuántos rostros conocemos? ¿en cuántos nos reconocemos? ¿cuántos nuevos conocimientos provocan?
Esta comunalidad es tan contradictoria como la que describe Rodríguez Juliá y en la que Juan Flores ve la irrupción de los momentos de libertad característicos de la cultura popular[5]. Como expresión espontánea y repleta de contradicciones saltan a la luz las letras de los raperos, en especial las de Bad Bunny. Pero una cosa es cantar y otra dirigir el gobierno, le dice la súper estrella del momento: “No se trata de hablar malo en las conversaciones; malo hablo yo en mi casa y en todas mis canciones; se trata de que le mentiste al pueblo con cojones, de que escondiste las muertes con todos los vagones y te burlaste de nosotros con otros cabrones e hiciste que el pueblo se encojone”.
Y un encojona y encricamiento gozoso se ha apoderado de las calles una y otra vez; día a día por semana y media. “Llegó la hora de un combo de miles en motora”, llama Residente a la caravana organizada por el Rey Charlie: héroe e ídolo de una revolución que la izquierda solo puede llamar como otra. Una otredad insondable por los viejos ruidos de la nomenclatura revolucionaria del siglo pasado. Sí, de otredades está repleta esta protesta: otras y otros que devuelven miradas y responden a quienes siempre han hablado por ellos. ¿Quiénes y cuántos son los sujetos y los enunciados?
“Primoroso cantar que comenzó en un barracón”, llamó Tite Curet Alonso al retumbe de tambores con el que esclavos, esclavas y sus descendientes sobrevivieron como comunidad: tambores que en momentos de libertad se apoderaban de los patios de las haciendas, repitiendo las burlas al amo que coreaban en el cañaveral sin que este ni sus capataces entendieran. Con retumbes similares a los que acaparan las calles en los días de carnaval, el lunes 22 de julio, más de un millón de boricuas revivieron ese “primoroso cantar” en gozosa fiesta política. Sí, la protesta es una fiesta de pueblo. Una explosión de coraje y alegría que contempla un nuevo orden o una nueva forma de contemplarse a sí misma, que aún nadie alcanza a descifrar. Momentáneamente parecen resueltas las contradicciones entre las fuerzas centrífugas y centrípedas de ese pueblo pueblo que admiraba Rodríguez Juliá. Contrario a la crónica de hace tres décadas, hoy pleneras y pleneros, motoristas y zanqueros rinden culto y renuevan la tradición en fuerte desafío a la autoridad. Pero, ¿después de Ricky, qué? ¿Saldremos de todas las sabandijas? ¿Regresaremos a nuestras trincheras y nuestros chats a esperar la perfecta conducta y el fin del sectarismo? ¿Repetiremos el “bandalismo [de] que siempre voten por los mismos” “que nos han llevado al abismo”? ¿podremos armonizar la rabia con la solidaridad? ¿Cuáles otras formas de pensarnos y agruparnos nos aguardan? No sé. No hay soluciones mágicas; pero la euforia reanima las esperanzas y me provoca soñar que se arrancará “la maleza del plantío” y que —como dice el coro— habrá “bomba en Fortaleza”.
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[1] Ver “Un bombazo musical para expulsar al Gobernador” en “Fotos y videos: Puerto Rico marcha por la renuncia de Ricardo Roselló”, Primera hora digital, https://www.primerahora.com/noticias/puerto-rico/nota/fotosyvideospuertoricomarchaporlarenunciadericardorossello-1354176/
[2] Ver https://video.foxnews.com/v/6062781428001/#sp=show-clips.
[3] El entierro de Cortijo. San Juan, Ediciones Huracán, 1983, 18.
[4] Sheldon S. Wolin, “Fugitive Democracy”, Constellations 1 (1994), 11-25; citado en Juliet Hooker, Theorizing Race in the Americas: Douglass, Sarmiento, Du Bois, and Vasconcelos, Oxford, Oxford University Press, 2017, 29.
[5] Juan Flores, “‘pueblo pueblo’: la cultura popular en el tiempo”, Bugalú y otros guisos, San Juan, Ediciones Callejón, 2010, 163-182.