Hostos, Organicismo y Corporativismo: Una Aproximación Inicial
A Mario R. Cancel, por las varias conversaciones sobre Hostos.
Para Eugenio María de Hostos (1989) el orden social residía en la correspondencia de las leyes naturales con las leyes positivas de la sociedad. Para él, la sociedad, parte de la naturaleza en general, debía someterse a ese orden social, a la armonía entre las leyes naturales y positivas. Por leyes positivas se refería a las leyes sociales detalladas en Tratado de Sociología y en “Las Leyes de la Sociedad”: las leyes de sociabilidad, trabajo, libertad, progreso, conservación y las de ideal y medios.Para Hostos la sociología era la ciencia encargada de estudiar el orden social y tenía dos maneras de llegar a este. Podía alcanzar el orden social mediante el razonamiento abstracto de lo social, es decir, mediante la sociología teórica o socionomía. La sociología también podía alcanzar ese orden mediante la aplicación de la sociología teórica al estado concreto de las sociedades. Esta última es la sociología aplicada, la encargada de concretar la correspondencia entre las leyes naturales y positivas de la sociedad. Lo que Hostos llamó sociografía y sociopatía son modos aplicados de la sociología.
Para el intelectual mayagüezano la sociología, particularmente la práctica, podía y debía desempeñar una función cardinal en la dirección política de las sociedades. Ese era su propósito: “Exponer con seguridad de pensamiento las leyes generales de la sociedad e inculcar en el espíritu público las verdades de aplicación que ellas contienen, es ser útil. Ese, y otro, ha sido mi propósito.” (Hostos 1989: 300). Para Hostos el estudio de la política era y debía ser esencialmente sociológico. En efecto, la ciencia política era para este una derivación de la sociología, un saber secundario como también lo eran la economía, la historia y la moral. La primacía le pertenecía a la sociología. Para él, no sólo era el estudio de la política una rama de la sociología, sino que la política misma era un arte sociológico:
En el fondo la política no es más que un arte sociológico, o lo que es lo mismo, un arte cuyas reglas no han podido tomarse sino en las formas y fondo mismo de la sociedad. Por tanto, son evidentes las relaciones entre el arte sociológico de la política y la Sociología, puesto que el arte no hace otra cosa más que aplicar, empíricamente y al tanteo, las leyes invariables que más o menos confusamente entrevé y obedece. (Hostos 1989: 68)
La sociología no era para Hostos una mera práctica intelectual o científica, sino además una práctica política, una que en su caso implicaba un proyecto político particular. Como afirma José Luis Méndez en su prólogo al Tratado de Sociología, esta ciencia era para Hostos un modelo, una guía para la práctica social motivada por su proyecto a favor de la libertad y sus esfuerzos para lograr una sociedad justa y humanitaria. Su proyecto político era predominantemente liberal, pero que, influenciado por el krausismo español, se alejaba de algunos preceptos básicos de esa ideología, en particular de su individualismo y de su defensa de un Estado orientado por el dogma laissez faire, laissez passer. Mi juicio es que existen unos lazos tan fuertes entre las ideas de Eugenio María de Hostos y el liberalismo krausista español que se puede afirmar que existe un Hostos cuyo organicismo, que propone una democracia orgánica, lo acercaba al corporativismo.
El krausismo ya ha sido vinculado al corporativismo por varios estudiosos de esta corriente de pensamiento social y político, esto por su organicismo y su visión del Estado (García Canales 2015; López Alarcón 2017; Sánchez Marín 2014). En efecto, el krausismo defendía una concepción liberal-organicista distante tanto del individualismo como del estatismo. Este liberalismo, algo templado para Mariano García Canales (2015), tenía un carácter ético-espiritualista que constreñía los excesos individualistas del liberalismo dominante del siglo XIX. Para Fernández-Carvajal, el filósofo Karl Christian Friedrich Krauss (en García Canales 2015), ante el individualismo de Johann Gottlieb Fichte y el estatismo hegeliano, optó por un impreciso federalismo reminiscente de Pierre Joseph Proudhon, vinculado tanto al anarquismo como al socialismo. El Krausismo pretendía la superación del individualismo y del colectivismo, lo que también pretendía Hostos. Así, aunque críticos del individualismo liberal, los krausistas también se alejaron del colectivismo, y con esto de socialismo y del comunismo. Para estos el colectivismo significaba disolver al individuo en la sociedad, lo que negaba su concepción humanista del individuo. Los krausistas defendían el sujeto individual, su autonomía, su dignidad y sus derechos intangibles, aun cuando reconocían la importancia de la asociaciones y grupos sociales. Desde esta perspectiva la sociedad debía facilitar la acción y vida individual, no negarla. La asociación humana organizada es desde esa perspectiva no sólo natural y funcional sino por ello necesaria para la acción y bienestar individual. Para estos, los grupos sociales, en sus diversas formas, eran esenciales para el individuo. De ahí que los krausistas se pronunciaran a favor de la acción de grupos y actores sociales intermedios y de una misión tutelar y no abstencionista para el Estado. Para Hostos, por ejemplo, la política era el “arte del manejo de intereses asociados.” El krausismo tenía entonces afinidades con el corporativismo social, la integración pluralista institucional de grupos o unidades con intereses particulares al campo de la política.
El corporativismo del siglo 19 era una ideología que concebía la sociedad como un organismo sobre la base de la solidaridad social orgánica y las funciones sociales de los individuos y grupos sociales (García Canales 2015; López Alarcón 2017; Sánchez Marín 2014). El término corporativismo procede inclusive del latín corpus que significa cuerpo. Aunque con una larga historia el corporativismo resurgió durante el siglo 19 como consecuencia de diversas corrientes políticas, sociales, económicas y filosóficas críticas del liberalismo dominante entonces, entre estas el romanticismo y el nacionalismo, algunas doctrinas religiosas y varias corrientes que como el socialismo favorecían, contra el capitalismo laissez faire, la intervención del Estado en diversas esferas sociales, incluyendo la económica.
El corporativismo no fue un movimiento homogéneo. Existieron varias corrientes corporativistas, como el corporativismo tradicional que proponía el regreso al Antiguo Régimen y el modelo corporativista basado en la nación-estado que proponía un orden distinto al de ese viejo orden, así como al modelo liberal y capitalista. Aunque distintas de muchas formas, las diversas versiones del corporativismo compartían ciertas ideas e influencias. El corporativismo, incluyendo el español, se nutrió del nacionalismo, concibiendo la nación como una unión formada por un grupo homogéneo y propio de una geografía, una cultura y una historia específica. Este era además estatista, en el sentido de que consideraba al Estado la autoridad suprema, aunque reconociendo la autonomía de otros actores, grupos y organizaciones sociales intra nacionales. Esta ideología se sostiene sobre el idealismo alemán, sobre las ideas de Karl Christian Friedrich Krause, Georg Wilhelm Friedrich Hegel, y Enrique Ahrens, entre otros (García Canales 2015). Sin embargo, el pensamiento católico tradicionalista francés tuvo una importante influencia sobre el corporativismo tradicionalista español (Sánchez Marín 2014). El corporativismo es usualmente crítico de algunos aspectos del liberalismo político y económico, apostándole inclusive a las intervenciones estatales en asuntos económicos y hasta el proteccionismo. Este comparte con el romanticismo una concepción espiritual y ética de la humanidad y en algunos casos adoptó doctrinas religiosas, incluyendo el catolicismo. Finalmente, y no menos importante, el corporativismo, como la sociología clásica, se nutre del organicismo.
Según Paloma López Alarcón (2017) en la España de finales del siglo 19 surgieron dos proposiciones que serían la base de la legislación y reforma social: el organicismo y la noción del Estado tutelar que debía intervenir en el campo social y económico. Estos elementos estaban presentes en las distintas versiones del corporativismo español, incluyendo la corriente católica y la krausista, entre otras. Estos planteamientos también estaban presentes en el pensamiento sociológico de Hostos. Es importante notar que la idea del Estado tutelar krausista estaba fundamentada en la “democracia orgánica” de Enrique Ahrens, uno de los más importantes teóricos de este tipo de democracia y el que tuvo una influencia significativa sobre las ideas de Julián Sanz del Río y de Francisco Giner de los Ríos (Sánchez Marín 2014). Estos a su vez influyeron sobre las ideas de Hostos.
Así como el krausismo en general, la sociología de Hostos comparte similitudes con el corporativismo, esto por su organicismo. Aparte del krausismo, tanto el tradicionalismo español como el catolicismo social habían adoptado el organicismo. Hostos no es entonces atípico si ubicamos sus ideas en el contexto del pensamiento social y político español. Pero el organicismo de Hostos también estuvo influenciado por las sociologías organicistas de August Comte y Herbert Spencer. La afinidad del pensamiento sociológico de Hostos con el corporativismo tampoco es atípica en el contexto de la sociología clásica. En efecto, el corporativismo fue adoptado por varios sociólogos clásicos, entre estos Emile Durkheim y Max Weber. Podemos además encontrar elementos corporativistas en la obra y utopía industrialista de Claude Henri de Rouvroy, Conde de Saint-Simon, y hasta en la obra de uno de sus colaboradores, August Comte.
Para Hostos (1986: 88), como para todos esos organicistas, la sociedad era un ente vivo: “La sociedad es un ser. Vale tanto como decir: la sociedad es un organismo viviente”. Según su organicismo la agregación o conjunto de las acciones individuales produce una vida colectiva y unos “órganos colectivos” cuyas operaciones y funciones son relativamente independientes de los individuos. Los órganos del cuerpo social eran para él: individuo, familia, municipio, provincia, sociedad nacional y la humanidad. Desde su perspectiva, la sociedad no era únicamente una “realidad viva” sino además una “realidad activa,” lo que implicaba que como cualquier otro ser vivo, el ser social vivía “en virtud de funciones de su vida”, atadas a la satisfacción de sus necesidades. Para Hostos (1989: 295) la sociedad era además un organismo dentro del cual los individuos realizaban sus fines, por lo que para él: “Y como no hay organismos sin funciones, ni funciones sin necesidades, ni necesidades sin órganos para satisfacerlas, y en todo individuo de la especie corresponden los órganos a las necesidades y las necesidades a las funciones, la sociedad es un organismo con órganos adecuados a las funciones de la vida colectiva de los hombres.” Este funcionalismo implicaba no sólo que la sociedad satisfacía sus necesidades, incluyendo las del individuo, sino que tendía además a la armonía social, y ciertamente al orden social, aunque el individuo o el agregado de individuos pudieran trastornar ese orden. Para Hostos era el agregado de las acciones individuales la que decidía el orden general, lo que lograba o evitaba la correspondencia entre las leyes naturales y las leyes positivas.
Otra afinidad del pensamiento sociológico hostosiano con el corporativismo es la importancia que Hostos le otorgaba a la asociación o la sociabilidad. Para el sociólogo la sociabilidad era necesaria tanto para el logro de los fines individuales como de los colectivos. Para él, por supuesto, la civilización y su progreso dependían de esto. Desde su perspectiva los individuos, sin asociarse, sin la sociabilidad, simplemente no podían subsistir: “Sin esta ley, la especie humana no podría subsistir; la existencia económica de los individuos sería imposible; la educación sería inconcebible; el mejoramiento moral sería una utopía; libertad, progreso, civilización, ideal humano. . ., todo sería imposible” (Hostos 1989: 75). Para Hostos los fines e intereses individuales estaban atados a los fines e intereses colectivos. Hostos, contrario al liberalismo convencional, no presupuso que no hubiese más interés que el particular de cada individuo ni que no fuesen necesarios los grupos intermedios, sino todo lo contrario.
Hostos también compartía con los corporativistas su dirigismo político, aunque este le proporcionó al Estado solo funciones tutelares. El Estado garantizaba la unidad política y jurídica necesaria de los órganos sociales y posibilitaba su armonía. Debía respetar el valor intrínseco y autonomía de los demás órganos sociales y entidades subsidiarias del Estado. El Estado debía dirigir y regular el organismo social. En el caso de Hostos se trataba de un dirigismo que debía estar fundamentado en la sociología. El cuerpo social había que organizarlo científicamente, someterlo al orden social. Hostos defendía entonces una política científica, un gobierno guiado por la sociología. Esto lo alejaba del liberalismo clásico. Para él, el Estado nacional era un conjunto de instituciones que servían o debían servir única y exclusivamente para administrar y dirigir la sociedad en aquello que la sociedad no pudiese hacer por sí misma. Para el sociólogo el orden público dependía de una buena relación entre el Estado y la sociedad. Por supuesto, Hostos no defendía un régimen absolutista sino un gobierno democrático y representativo fundamentado en un estado de derecho. Para él, la “potencia del derecho” era la única fuerza capaz de lograr el equilibrio social general:
“. . . así, en el orden jurídico, la potencia jurídica está en la capacidad que la sociedad tiene de llegar a una ponderación o equilibrio tan estable de los derechos y los poderes, que este equilibrio abarque la serie entera de las funciones sociales y sea orden económico, orden jurídico, orden pedagógico, orden religioso o moral y orden mecánico. En otros términos: la sociedad está en posibilidad (potencia) de cumplir en tal modo todas y cada una de las leyes naturales de ella misma, que se establezca por sí mismo el equilibrio general” Hostos 1989: 221)
Esta concepción del Estado y su propuesta de una democracia orgánica alejaba a Hostos definitivamente del liberalismo político y económico clásico, pues para él, como para otros krausistas, inspirados particularmente por Ahrens, el Estado debía desempeñar un rol fundamental pero tutelar en la vida social. La concepción hostosiana del Estado encierra, por supuesto, una crítica al liberalismo político y su énfasis en el individuo. Pero si Hostos era crítico del individualismo liberal también lo era del colectivismo, que este vinculaba al socialismo y al comunismo. Hostos propuso una síntesis que reconocía la relación mutua entre el individuo y la sociedad, como devela su evaluación de las diversas teorías de la relación entre individuo y sociedad. Para él, la teoría orgánica era la mejor alternativa al individualismo liberal, al colectivismo socialista y a la síntesis sociocrática de Comte. Hostos (1989: 91) objetó la teoría individualista por la excesiva importancia que le otorgaba al individuo, que la llevó a creer que “. . . el individuo es todo en la sociedad, y que la sociedad no es nada”. Hostos (1989: 91) refutó la teoría socialista, que redujo a un mero colectivismo, porque hacía lo contrario, le daba una excesiva importancia a la sociedad, porque afirmaba que “. . . la sociedad es todo, y el individuo es nada”. Esa refutación del socialismo y el comunismo la compartía con los krausistas, es especial con Sanz. Hostos consideraba la teoría sociocrática de Comte superior a la individualista y la socialista porque reconocía la mutua influencia entre el individuo y la sociedad. Pero la rechazó porque Comte le concedía mayor peso a la sociedad, porque la teoría sociocrática le confirió a la sociedad “facultades absorbentes que no se le deben conceder” y porque le niega al individuo, “. . . lo que por su misma naturaleza tiene y no puede perder ni se debe consentir que pierda” (Hostos 1989: 91). Hostos (1989: 92) favoreció la teoría orgánica porque: “En esta teoría, el individuo no pasa por más de lo que es, ni la sociedad por más de lo que debe ser; de modo que, relacionados uno y otra con el mismo fin, que es el mejoramiento de la especia humana, cada uno de ellos contribuye más y mejor a ese fin, cuanto más y mejor cumple los suyos propios”. Para él, la teoría orgánica era la más exacta porque incluía las verdades de las otras tres teorías y porque contrario a las otras no le asignaba prioridad ni al individuo ni la sociedad, y porque reunía todo a posteriori, lo que la hacía superior a la sociocrática.
En fin, el organicismo de Hostos, como el Krausista en general, exhibe semejanzas con el corporativismo, en lo que a la concepción orgánica de la sociedad y del Estado se refiere, aunque sería un error afirmar que sean completamente análogos. Además, es importante distinguirlo del corporativismo tradicionalista. El organicismo krausista tiene un origen alemán, se vincula a corrientes seculares, liberales, idealistas y racionalistas, así como a una concepción moderna del Estado. Por el contrario, el corporativismo tradicionalista fue influenciado por las ideas católicas y francesas que pretendía reivindicar el Antiguo Régimen, premoderno y preindustrial, y aferrado a una filosofía profundamente irracionalista. Sin embargo, ambas corrientes respondieron a las trasformaciones sociales y políticas secuelas de la Revolución Francesa. Algo similar ocurrió con la sociología.
Los primeros sociólogos, algo distantes de los revolucionarios franceses y recelosos de los cambios rápidos y radicales, propusieron proyectos sociales alternativos. La sociología fue en gran medida fruto de sus observaciones y respuestas tanto a la Revolución Francesa y sus consecuencias sociales como a la caída del Antiguo Régimen y los intentos por restaurarlo (Anazagasty 2015). No fue casualidad que la sociología se originara en la Francia postrevolucionaria, donde a pesar del “triunfo” político del proyecto liberal, persistían numerosos problemas políticos, económicas y sociales. Los primeros sociólogos intentaron comprender aquellos cambios para proponer soluciones.
Los primeros sociólogos no eran, a pesar de su alejamiento de la Revolución Francesa, reaccionarios ni pretendían restaurar el viejo orden social (Anazagasty 2015). Además, varios de ellos se oponían abiertamente a los privilegios de la aristocracia y el clérigo, y favorecieron reformas sociales, varias de corte liberal. Estos intelectuales, muchos de los cuales se identificaron con la burguesía y los industriales, veían en los esfuerzos para un regreso al viejo orden una amenaza al progreso. Sin embargo, el liberalismo de esa nueva generación de intelectuales era relativamente conservador o moderado. Estos favorecían cambios paulatinos sosegados y reformas dentro del marco del orden social establecido. Estos insistían en que esas reformas debían ser guiadas por el método científico y el respeto a las tradiciones. Para ellos, como para Hostos, la alternativa era la reorganización y dirección científica y racional de la sociedad. Se trataba de una propuesta intelectual cuyo meta no era otra que el “horizonte cultural” de la modernidad: la racionalización de la vida social (Anazagasty 2015). En otras palabras, los sociólogos clásicos se oponían no al cambio, sino al cambio revolucionario, el que consideraban violento y apresurado. Estos intelectuales, con la excepción del Conde de Saint Simon, un socialista utópico, tampoco apoyaron las propuestas de los socialistas, comunistas y anarquistas. En fin, la mayor parte de los sociólogos clásicos se situaban en algún lugar entre la derecha y la izquierda.
Pero mientras que muchos de los sociólogos clásicos negaban que el individuo fuese el elemento básico de la sociedad y afirmaban la importancia de lo irracional, de los rituales y las ceremonias, por ejemplo, Hostos insistía en lo contrario. Para este sociólogo el individuo era el elemento fundacional de la sociedad y la razón era imprescindible en la ruta hacia la libertad y el progreso. La sociología de Hostos reafirmó, mucho más que las sociologías de otros clásicos, el papel del individuo, pero sin perder de vista la importancia de lo social. Hostos, aunque crítico de la teoría individualista no se alejó demasiado del liberalismo.
Referencias
Anazagasty Rodríguez, J. (2015, Febrero 13). 80 Grados. Retrieved from Física social, Fisiología social, Sociología: los orígenes de una Ciencia Social: https://www.80grados.net/fisica-social-fisiologia-social-sociologia-los-origenes-de-una-ciencia-social-2/
García Canales, M. (2015). La Democracia y el Repliegue del Individuo: Organicismo y Corporativismo. Espacio, Tiempo y Forma(27), 21-36.
Hostos, E. M. (1986). Tratado de Sociología. República Domincana: Editorial de la Universidad de Puerto Rico.
López Alarcón, A. (2017). El Orígen del Corporativismo Europeo. Universitas Miguel Hernández, Elche. Retrieved from file:///C:/Users/janaz/Dropbox/hostos_corporatista/L%C3%93PEZ%20ALARC%C3%93N%20PALOMA.pdf
Sánchez Marín, Á. L. (2014). La Teoria Orgánica de la Sociedad en el Krausismo y Tradicionalismo Español. Eikasia(58), 349-368.