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La agenda transhumanista y el microchip RFID

Dalila Rodríguez SaavedraDalila Rodríguez Saavedra Publicado: 5 de octubre de 2012



«Barcode Evolution»/StudioDavis

Conversación con Pamela Calderón Quiñonez (Primera Parte)

Mejorar el rendimiento de la raza humana es la consigna de los tiempos. El zeitgeist operacional hacia lo material corpóreo que muchos individuos abrazan y otros temen. Lo cierto es que la gran mayoría de las personas apenas reconoce las implicaciones, por ejemplo, del término transhumanismo. Por lo tanto su filosofía, fines y prácticas (todas ellas muy abarcadoras) se mantienen para el colectivo en el orden de lo ficcional. Un supuesto bastante paradójico si admitimos que, al menos en gran parte de los países occidentales, se depende cada vez más de aparatos tecnológicos y maquinarias de distintos tipos para realizar tareas corrientes y cotidianas.

A título orientativo, lo que plantea el transhumanismo es que la condición humana actual se puede mejorar si se empatan hacia fines determinados la ciencia, la razón y las avanzadas tecnologías. De acuerdo a Ronald Bailey1, entre otros exponentes del tema, los objetivos son: mejorar la condición humana mediante la razón aplicada y la disponibilidad de tecnologías que eliminen el envejecimiento y aumenten significativamente el intelecto físico y la psicología humana.

El verano pasado se aprobó en los Estados Unidos la Reforma de Salud que se dice beneficiará hacia una mayor justicia social. Cerca de 32 millones de ciudadanos sin seguridad sanitaria podrán disponer entonces de una seguridad subvencionada. Queda establecido en uno de los cientos de apartados de esta ambiciosa ley (de la cual, se rumora entre los entendidos, pocos se han metido al cuerpo las 1,017 páginas que la componen) que se creará, entre otros asuntos, un mercado virtual de seguros médicos para mejorar las condiciones que imponen las aseguradoras, y que además se implementará la introducción subcutánea de un microchip con información detallada de los pacientes.

En un plano a tono con la realidad inmediata surgen interrogantes de todo tipo. Algunas de estas son de carácter legal, procesal, como especulativo, ético, biológico, entre otros. Mencionemos el hipotético caso de un paciente con corazón artificial  que es desconectado vía control remoto por no poder pagar la cuenta del hospital. O la mujer a punto de parir que se niega a implantarle a su criatura el chip y recibe discrimen sanitario por parte del Estado, como respuesta a su decisión.

Nos estaríamos enfrentando a escenarios y asuntos de la agenda transhumanista y la bioética como salvaguarda de su potencial efecto en la raza humana. Precisamente este es el tema de una serie de investigaciones realizadas por la puertorriqueña Pamela Calderón Quiñonez en el ámbito del derecho bioético.

A continuación, un extracto de la conversación con Quiñonez en materia de la referida ley, el microchip y su supuesta implementación como parte del flamante Obama Care Act.

¿Cuán inminente es la implementación del microchip RFID, tipo II?

Al leer el texto de la ley HR 3200 no es posible encontrar un mandato expreso a que la implantación de microchips sea compulsoria para recibir servicios médicos. Al menos no expresamente. No obstante, provee un marco de acción para que sea implementada la utilización del microchip de manera casi universal. Por un lado, la Sec. 2521 habla de la realización de un registro de la información contenida en el microchip de manera que se pueda acceder a la información contenida en los mismos y que ésta identifique el aparato con la información almacenada en una base de datos.¿Hay algún término para el registro?

Este registro debe estar corriendo para marzo 23 del año 2013. Por otro lado, la ley en la sección 1173A(a) (1) (D) provee mecanismos para permitir acceso instantáneo a la información financiera del paciente de modo que se pueda identificar. Cito el  documento: “[the] responsibility at the point of service and, to the extent possible, prior to service, including whether the individual is eligible for a specific service with a specific physician at a specific facility, which may include utilization of a machine-readable health plan beneficiary identification card.” Aunque por si solo no representa un peligro inminente, es necesario considerar el efecto que tiene la publicidad y la percepción de los servicios médicos como una industria exclusivamente.

¿A qué se refiere?

Es necesario conceptualizar: la ley realmente lo que hace es obligar a registrar todos los aparatos clase II (VeriChip) y clase III (marcapasos, etc.) que estén en uso, de modo que se vaya creando la infraestructura necesaria para utilizar este tipo de tecnología. La inminencia surge, pues, de la conveniencia que puede proveer la utilización del chip.

En la pieza se faculta al Secretario(a) de Salud a identificar, previo a brindar un servicio de salud, la capacidad financiera del paciente para realizar la transacción monetaria simultáneamente al servicio. Para esto establecen que se “pueden” utilizar tarjetas con RFID, pero de nuevo “se puede”. Ya sea implantado o en tarjetas se va a impulsar que los pacientes tengan consigo un RFID chip que permita acceso a información financiera en virtud de la sección antes mencionada.

La infraestructura ya está bastante adelantada.

En un articulo de Ian Kerr –Director del Departamento de Ética, Ley y Tecnología de la Universidad de Ottawa, Canadá– se establece que para poder brindar acceso a cuentas bancarias, el chip tenía que ser bidireccional. La determinación del FDA define el chip como: “This  system may include a passive implanted transponder, inserter, and  scanner. The implanted transponder is used only to store a unique electronic identification code that is read by the scanner. The identification code is used to access patient identity and  corresponding health information stored in a database.” Esto lo que implica es que hay un control eficiente, porque la información no está en el portador sino en un sistema operativo.

Sería cuestión de programar los próximos chips para que operen en ambas direcciones.

Ahora seguramente el mercado se va a ocupar de que los pacientes decidan y demanden implantarse el chip bidireccional, ya que al fin y al cabo es lo más sencillo, lo mas cómodo y lo más interoperable. En esa dirección, sí es inminente, no en virtud de la HR 3200; es más como una consecuencia lógica del mercado a la tendencia de maximizar el tiempo, comodidad y la efectividad mediante el consumismo desmedido y la dependencia en la interoperabilidad.Llevo meses buscando información al respecto, pero son pocos los medios oficiales y/o investigativos que profundizan en las implicaciones o prácticas del chip. Me sorprendió y no deseo pasarlo por alto, precisamente si la fecha “está a la vuelta de la esquina”: ¿por qué se conoce tan poco? O debo aclarar ¿por qué (en apariencia) hay tan poco interés mediático?

Me parece que no hay interés mediático porque no es un elemento central de la ley, si no una consecuencia lógica debido a la dirección que está tomando el mercado basado en la interoperabilidad. En la ley no dice específicamente que todos tienen que tener el chip pero sí que se va a crear un registro para que todo el que lo tenga esté debidamente identificado.

Actualmente hay instituciones médicas que lo usan de forma voluntaria. Me parece que la ley lo que busca en este caso es aprovechar la tendencia y fomentarla. Hay que ver qué efecto va a tener. Actualmente, no se puede pasar por prácticamente ningún peaje sin el auto expreso (RFID). ¿Podría suceder lo mismo con los hospitales por regulación interna y decisiones administrativas de ellos? Cabe preguntarse si la mención de estos aparatos en una ley abre la puerta para su inclusión definitiva en los servicios de salud y si próximamente, como en los peajes, un médico podría negar tratamiento por no tener un sistema de récords en su oficina que se pueda acceder manualmente de modo que requiera el Verichip ya que todo, incluso los pagos, se realizan a través de estos dispositivos. Lo curioso para mí es que para la mayoría de las personas todos estos “problemas” son vistos como ventajas o “assets”; pues en nuestra cultura no se acostumbra cuestionar la tecnología y sus efectos. Si nadie la cuestiona no hay razón tampoco para que los medios le presten atención ya que “no hay noticia” que venda. Me parece que si no surgen más conversaciones como ésta, el microchip se convertirá en un  equivalente de otro “app” y como sucede con la mayoría de los “apps”, seguiremos perdiendo o entregando derechos fundamentales como el de la intimidad sin comprender a cabalidad las potenciales implicaciones de la interoperabilidad de todos los sistemas.

Sugiere mucho el tema, aún cuando –de acuerdo a los pocos análisis encontrados– se base en “especulaciones”.

Es altamente especulativo, porque se sabe que el microchip funciona, que puede ayudar a localizar gente y a almacenar información importante. También sabemos que puede resultar conveniente si mediante él puedes identificarte y pagar en establecimientos sin cargar carteras y sin miedo a que te roben un pasaporte. Lo que no sabemos es qué va a pasar cuando la utilización sea masiva. Ahora mismo su utilización es un lujo práctico sirviendo los propósitos de quien lo posee. No obstante, su utilización masiva va a cambiar esta perspectiva y va a representar nuevas demandas para el mercado y requerir nuevas consideraciones, regulaciones y salvaguardas para los derechos fundamentales de sus poseedores. Por ejemplo, un paciente de Alzheimer puede quererlo ahora y renunció a su expectativa de privacidad, pero ¿qué de un niño recién nacido? Cuando crezca claramente surgirán muchas situaciones. Qué tal cuando sea común que en los chips las personas tengan la información bancaria para usarlos como sistemas de pago. Imagino (altamente especulativo) que los ladrones de identidad y dinero comenzarán a interceptar las señales o hasta a cortar brazos (donde mayormente se están ubicando ahora los chips) para realizar trasferencias a su favor. ¿Qué va a pasar cuando se establezcan nuevos mecanismos legislativos o administrativos legítimos que utilicen chips para ejecutar política pública que no fueron previsibles cuando el portador accedió a implantarse el chip?

Otra nueva distopía…

No es tanto cuán especulativo será, sino sus efectos en nuestra sociedad, privacidad y libertad. Ya se utiliza y la tendencia aumentará. Lo que es especulativo son las consecuencias futuras en vista del desarrollo tecnológico, generalmente más rápido que la posible acción reparatoria de la rama legislativa en pro de controlar sus efectos adversos. Hay que especular para así prever sus posibles implicaciones futuras para la sociedad.

Continuará.

*En la segunda parte de esta entrevista se expondrán otros nexos entre las llamadas teorías conspirativas, la distopía en torno al “Internet people”, los inconvenientes de las teorías trans-humanistas, desde el punto de vista de Calderón; cómo se ampliarán las luchas de clases y en qué punto está la discusión sobre este y otros temas a nivel internacional.

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  1. Bailey, Ronald, “The Battle for Your Brain” Reason Online, 2003. [↩]


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BioéticaMicrochip RFIDTranshumanismoVerichip


Dalila Rodríguez Saavedra
Autores

Dalila Rodríguez Saavedra

Egresada de la UPRRP y la Universidad de Barcelona, programa BCNY. La mayor parte de su trayectoria ha ejercido como periodista autónoma y columnista para diversos medios noticiosos nacionales e internacionales. Publicó con Terranova Editores la crónica Turquía (2014).

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