La gobernadora y los cuervos

Siguiendo los consejos de una amiga del barrio —Brendita— hablé con un ebanista y poco después del huracán construí en el interior de mi casa un «altar de los muertos». Ahí tengo en una urna las cenizas de Guayacán, allí coloqué el libro de mi mamá Cocina Criolla y también puse una botellita de ron Don Q en honor a mi papá. También tengo una pieza de artesanía mexicana, una pareja de dos chicos engabanados y encorbatados, con cabezas de calavera, que proféticamente me regaló un ex. Brendita me dijo que cuando bebiera en mi casa, le podía poner un poquito de ron a mi papá en el altar. Cada vez que lo hago, el vasito de ron se vacía mucho antes de lo que la fórmula del coeficiente de evaporación predice. Este año para el día de los muertos, el altar tendrá un elemento adicional, un cartelón con el número 4645, que me regaló una manifestante que exigía la renuncia del gobernador.
Un tío me decía que mi papá le tenía miedo a la muerte y no sé si es cierto, pero me consta que no le gustaba ir ni a entierros, ni a velorios, ni a hospitales. Mi mamá sí le tenía miedo a los muertos y a muchas cosas más. Recuerdo haberla escuchado haciéndole un cuento a su hermana, de que en una visita a casa de mi abuela paterna en Cabo Rojo, ella no pudo dormir bien pues le tocó quedarse en el cuarto de mi abuelo, quien había fallecido en esa habitación unos cuantos años antes. Mi tía no se inmutó con el cuento. Ella escuchaba voces de muertos con tanta frecuencia, que un día decidió anotarlas en una libreta. Por consejo de una de esas voces, jugó un número de la lotería y perdió su dinero. Luego nos contó haber escuchado la misma voz que le comunicó «te cogí de tonta, ¿verdad?». «Un espíritu burlón», fue la explicación que sin coraje alguno ella nos ofreció.
No sé si le tengo miedo a la muerte. A lo que sí le tengo miedo es a montarme en un ascensor un viernes a partir del mediodía. Después de la Ley 7, siempre pienso que podría pasarme todo el fin de semana enclaustrado en el ascensor en algún entrepiso por la escasez de bomberos en el país. A lo que no le tengo miedo es a encontrarme con papi, con mami y con mi perrito. Ocasionalmente, alguno de estos muertos se me aparece en sueños. Nunca recuerdo qué es lo que me dicen, pero estar junto a ellos resulta tan agradable que me despierto contento.
Creo que hay otro espíritu burlón que me acecha, pues a pesar de mi fervorosa devoción al materialismo dialéctico, recientemente he comenzado a pensar que existe una dialéctica de ultratumba. Quienes insisten en ignorar, eludir o ahuyentar a sus muertos, son a quienes más estos se les aparecen y cuando vuelven, vienen con inusitado vigor. Compadezco a quienes huyen de sus muertos, pienso que la vida no les dio tiempo a vivir en paz con las buenas o malas decisiones que tomaron o las actitudes que asumieron frente a los hoy fallecidos. A quien no compadezco es al depuesto gobernador, su mentira constante y su falta de sensibilidad hizo que cada vez surgieran más carteles, pancartas, camisetas y grafitis con el 4645 en el pasado verano. Los muertos fueron una de las grandes fuerzas que motivaron a quienes exigieron su renuncia.
A quien tampoco compadezco es a la actual gobernadora de Puerto Rico, quien huye de los muertos del huracán María de la misma forma que huía el gobernador depuesto. Emulando a su predecesor electo, la gobernadora informó que debido a la falta de fondos, no se haría un estudio para determinar las muertes del huracán María y sus causas. No es de extrañar entonces que los jóvenes historiadores del podcast Plan de Contingencia afirmen con voz de despedidor de duelos que «Wanda es Ricky con tacos» o que varios tuiteros la apoden «Wanda Roselló». La gobernadora confirma que al huir de los muertos huye de sí misma y de las decisiones tomadas por el grupito del chat, que de conocerse, revelarían al país el desgobierno y los privilegios que llevaron a miles a una muerte inesperada. Como explicaré más adelante, esta decisión de no investigar las muertes del huracán María es nociva para la salud pública y revela el carácter de quien tiene menos sensibilidad que la que exhibe la especie de los cuervos.
La torpeza rítmica de los asesores de Fortaleza fue señalada por los periodistas el mismo día en que se hizo el anuncio de no investigar las muertes.1 La gobernadora adujo «eso requiere la identificación de recursos» (Cortés Chico, 2019), pero no informó cuánto dinero se requeriría para un estudio de este tipo. Si la gobernadora no cuenta con un estimado del costo de dicho estudio, es falsa la afirmación de falta de recursos. Lo que es cierto es el desinterés en realizar el estudio y la ausencia de voluntad en gestionar dichos recursos en primer lugar. Un periodista de Noticel puso el anuncio en contexto, justo el día antes el secretario de Hacienda afirmó en comunicación escrita que los ingresos de julio 2019 superaron por casi $160 millones la cifra esperada (Celebran recaudos, 2019). Mintió el gobernador depuesto, a conciencia, e igual miente la actual gobernadora. Pero esto no es una mentira caprichosa, sino una mentira perversa. Es tan malintencionada moral y políticamente como la obstinada negación a auditar la deuda pública de Puerto Rico.
Dice Margaret Atwood (2003, p. 156) en su conferencia Descent: Negotiating with the Dead que toda escritura exhibe cierta fascinación con la muerte y que es motivada por un deseo de hacer un arriesgado viaje al inframundo de los muertos y volver con algo o con alguien de dicho lugar. También nos dice que la literatura presenta muchos casos de personas que pueden «leer» los remanentes de los muertos, que los cuerpos muertos pueden hablarle a quien desee escucharlos y que ellos están deseosos de hablar para poder contar sus tristes historias. Atwood nos hace ver a quienes nos dedicamos a la salud pública, que nuestra tarea se basa en hablar con los muertos (y añadiría yo, con los enfermos también, pero a estos todavía no se les ha petrificado la lengua). Atwood diría que los salubristas no deseamos esperar a escuchar las voces de los muertos, sino que deseamos interrogarlos y provocarlos, descender para estudiar y analizar su inframundo para poder volver con algo de información (¿o tal vez con alguien?) que nos ayude a cumplir con nuestra misión profesional.
Quienes hemos sido adiestrados en estadística, visitamos el mundo de los muertos a través de los certificados de defunción, a los cuales cuestionamos e interrogamos para identificar las causas que hacen que unos grupos socialmente marginados sufran desproporcionadamente de más muertes que los grupos privilegiados. Algo que ha pasado relativamente desapercibido en la opinión pública es que si bien el impacto directo del huracán María nos afectó a todos por igual, en las semanas siguientes, el exceso de muertes golpeó más fuerte a las comunidades más pobres del país (Santos-Burgo, Sandberg, Suárez et al, 2018). Cuatro estudios han estimado —no contado— la cifra de muertes debido al paso del huracán. Sus números son los siguientes: 4645 muertes en exceso de septiembre 20 a diciembre 31 de 2017, en el estudio de la Universidad de Harvard (Kishore, Marqués, Mahmud, et al., 2018); 2975 muertes en exceso de septiembre de 2017 a febrero de 2018, en el estudio de la Universidad George Washington (Milken Institute, 2018); 1139 muertes en exceso para los meses de septiembre, noviembre y diciembre de 2017, en el estudio dirigido por un profesor de Pennsylvania State University (Santos-Lozada & Howard, 2018); y 1318 muertes en exceso del 20 de septiembre a 31 de diciembre de 2017, en un estudio de profesores del Recinto de Mayagüez de la UPR (Rivera & Rolke, 2019). Por alguna razón que amerita analizarse, la cifra de 4645 fue la que quedó grabada en la conciencia de Puerto Rico. Habrá quienes piensen que luego de estos estudios se deben dejar a estos muertos descansar en paz. Pero como nos dice Atwood, los muertos desean hablar. Ellos no se conforman con levantar sus manos para el conteo de muertes. Desean explicarnos de qué murieron, para poder prevenir que sus conocidos, sus amistades y sus familiares corran su misma suerte.
La lógica de la salud pública ha sido despreciada por la gobernadora. Seguramente, siguió el consejo de su secretario de Salud, pues sobre él recae esa función ministerial. Para poder formular una política pública apropiada que evite repetir la tragedia de miles de muertos a consecuencia de un huracán, la disciplina de la salud pública exige conocer las causas específicas de muerte. ¿Cuán difícil es entender esto? Mientras no se investiguen las causas de muerte, cualquier funcionario público que afirme que Puerto Rico está preparado para un próximo huracán miente a conciencia. Negarse a investigar las causas de muerte es una acción temeraria que representa mantener a la población bajo el riesgo de enfrentar la misma situación otra vez. ¿Cómo es que hay dinero para arreglar las carreteras, pero no hay dinero para la prevención de muertes? Un gobierno que ha sido exitoso en conseguir millonarios recursos para arreglar carreteras podría haber sido igualmente exitoso en conseguir recursos para el estudio de causas de muerte, si se lo hubiese propuesto.
En los países más pobres del planeta —herederos todos de un pasado de burda explotación colonial— se ha desarrollado un método para contar muertos y para determinar sus causas de muerte, que debería utilizarse en Puerto Rico: el método de las autopsias verbales.2 Este método se desarrolló para países en los cuales la falta de recursos humanos y fiscales no permitían realizar las autopsias necesarias, lo que impedía llevar un registro minucioso y confiable sobre la totalidad de los fallecimientos acontecidos y sus causas. Durante la debacle poshuracán, tanto el gobierno de Puerto Rico como el gobierno federal se tornaron inoperantes y enfrentamos una crisis humanitaria, circunstancia que justifica utilizar este método (Thomas, D’Ambruoso & Balabanova, 2018). La Organización Mundial de la Salud ha desarrollado manuales para la utilización de autopsias verbales (WHO, 2017), las cuales consisten en obtener información sobre los fallecidos y sus condiciones de salud y síntomas, a través de una entrevista con sus familiares o amistades. Se ha demostrado que las autopsias verbales ofrecen resultados válidos y pueden sustituir aceptablemente la información médica de las causas de muerte en el certificado de defunción (Mondal, Rani, Singh, et al., 2016).
Ante la contumaz renuencia del Departamento de Salud a investigar las causas específicas de muertes luego del huracán, el Centro de Periodismo Investigativo (CPI) investigó las muertes por leptospirosis, una enfermedad que típicamente aumenta luego de huracanes o inundaciones, cuando la población se expone a estar en contacto con aguas contaminadas por roedores infectados u otros animales. El CPI encontró 26 muertes por leptospirosis en los seis meses posteriores al huracán María (Sosa Pascual & Sutter, 2018) en un banco de datos producido por el Registro Demográfico. Este dato, que no fue revelado públicamente por las autoridades en salud, contrasta marcadamente con las muertes reportadas para los años 2014, 2015 y 2016, las que fueron 0, 9 y 13, respectivamente.3 A través de entrevistas con familiares de fallecidos y con profesionales de la salud, el CPI documentó múltiples casos de muertes por leptospirosis (Sosa Pascual & Sutter, 2018; Torres, 2019). De estas investigaciones se desprende que no estamos listos para un futuro evento atmosférico, pues el Departamento de Salud no ha sido capaz de reconocer algunas de sus fallas: (1) su renuencia a declarar epidemias, (2) su falta de adiestramiento continuo al personal de salud para el diagnóstico y tratamiento de leptospirosis; (3) su continua dependencia en pruebas de laboratorio enviadas a Estados Unidos; y (4) su menosprecio a desarrollar estrategias comunitarias de prevención.
Con métodos de investigación periodística que son similares a los de las autopsias verbales, pero con una fracción de los recursos humanos y fiscales disponibles para el Departamento de Salud, el CPI pudo señalar elementos de una política pública de salud indispensables para enfrentar una epidemia de leptospirosis. El CPI ha demostrado las ventajas de investigar las muertes del huracán María como una garantía para poder reconocer los errores del pasado y usarlos como guía para enfrentar adversidades futuras. Supongo que la fidelidad de la gobernadora a los miembros del chat le impide recibir en Fortaleza a quienes dirigen el Centro de Periodismo Investigativo. Quisiera equivocarme, pues estos asuntos son, literalmente, de vida o muerte. ¿Hay algo más que se pueda hacer para convencer a la gobernadora de la necesidad de investigar las muertes poshuracán? No creo.
El temor de la gobernadora a los muertos del huracán María no es infundado, pues la memoria de ellos fue uno de los motivos principales de la indignación que provocó la rebelión del verano de 2019. Un estudio de sus causas de muertes se convertiría en una autopsia social de la mediocridad y la indolencia gubernamental. Para quienes murieron por complicaciones de afecciones cardíacas, por ejemplo, se podría indagar sobre el papel de las compañías aseguradoras en no aprobar o en posponer el tratamiento, el uso de tecnologías o los medicamentos necesarios. Esto implicaría examinar no tan solo las causas inmediatas, sino descubrir y revelar al país las causas estructurales (económicas y políticas) de la fragilidad de los servicios de salud. Una autopsia social pondría al descubierto que en la práctica no tenemos un Departamento de Salud y que el sistema que tenemos impide realizar, con criterios demográficos y epidemiológicos, la debida planificación de servicios de salud. Se revelaría que la única planificación en salud que existe es la planificación de mercado, desarrollada por las corporaciones privadas con criterios demográficos y de capacidad individual de pago. Esta planificación de mercado determina cuáles servicios de salud se deben ofrecer, en dónde y en cuál horario, con el fin de maximizar el lucro de una corporación. La autopsia social tendría que presentar como diagnóstico principal la irrelevancia de la gestión gubernamental del PNP y del PPD en asuntos de salud, antes y después del huracán.
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A varios científicos les intrigaba el comportamiento de los cuervos frente a sus muertos, pues en sus conferencias miembros de la audiencia comentaban haber presenciado la sensibilidad especial de esta especie ante los cadáveres de sus congéneres. Como la estudiante doctoral Kaeli Swift conocía que los cuervos son una especie sumamente inteligente, a la cual se les atribuye la capacidad de establecer relaciones de causa y efecto, tomó dichas aseveraciones como el objeto de estudio de sus tesis en la Universidad de Washington. Luego de realizar experimentos con los cuervos de la ciudad de Seattle, ella encontró que, a diferencia de otros animales, los cuervos se llaman entre sí y logran agruparse para contemplar el cuerpo inerte de uno de los suyos (Swift & Marzluff, 2015). Su estudio documentó estadísticamente que por varios días los cuervos dejan de aproximarse a los alrededores donde observaron los cadáveres de sus congéneres, aunque haya comida. Y también demostró con datos que los cuervos hostigan o atacan a cualquier humano que relacionen con la muerte de uno de los suyos. Básicamente, los cuervos prestan mucha atención a sus muertos como una forma de recopilar información sobre lo sucedido, como forma de detectar amenazas a su propia seguridad, no individual, sino colectiva. Si la gobernadora tuviera la sensibilidad de la especie de los cuervos, ordenaría investigar las muertes relacionadas al paso del huracán.
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- Espero que Torpeza Rítmika, la payasa acróbata de circos callejeros, no se ofenda al usar las palabras de su nombre para describir a los asesores de Fortaleza.
- Agradezco a la epidemióloga Cruz María Nazario haberme explicado la necesidad de realizar autopsias verbales en Puerto Rico.
- Los datos de muertes por leptospirosis fueron producidos por Luis Emmanuel Rodríguez Reyes de la organización Kilómetro 0, a partir del banco de datos de fallecimientos del Registro Demográfico.
Referencias
Atwood M. (2003). Negotiating with the Dead: A Writer on Writing. New York: Anchor Books.
Celebran recaudos pero Gobernadora no encuentra dinero para investigar muertes. (2019, septiembre 18). Noticel. Disponible en: https://www.noticel.com/ahora/gobierno/celebran-recaudos-pero-gobernadora-no-encuentra-dinero-para-investigar-muertes/1122552599
Cortés Chico R. (2019, septiembre 19). Sin dinero para estudiar muertes. El Nuevo Día. p.10.
Kishore N, Marqués D, Mahmud A, Kiang M, Rodriguez I, Fuller A, et al. (2018). Mortality in Puerto Rico after hurricane Maria. New England Journal of Medicine. 379:162-170.
Milken Institute of the George Washington University School of Public Health. (2018). Ascertainment of the estimated excess mortality from the hurricane María in Puerto Rico. Washington D. C.: George Washington University.
Mondal RN, Rani M, Singh RB, & Wilson DW. (2016). Validity of verbal autopsy methods for assessments of causes of death in developing countries. World Heart Journal. 8(3):219-222.
Santos-Lozada A & Howard JT. (2018). Use of death counts from vital statistics to calculate excess deaths in Puerto Rico following hurricane Maria. JAMA. 320(14):1491-1493.
Santos-Burgo C, Sandberg J, Suárez E, Goldman-Hawes A, Zeger S, Garcia-Meza A, Pérez CM, Estrada Merly N, Colón-Ramos U, Nazario CM, Andrade E, Roess A & Goldman L. (2018). Differential and persistent risk of excess mortality from Hurricane Maria in Puerto Rico: a time-series analysis
Sosa Pascual O & Sutter J. (2018, julio 3). Investigación CPI+CNN: Puerto Rico tuvo un brote de leptospirosis tras el huracán María, pero el gobierno no lo dice. Centro de Periodismo Investigativo. Disponible en: http://periodismoinvestigativo.com/2018/07/puerto-rico-tuvo-un-brote-de-leptospirosis-tras-el-huracan-maria-pero-el-gobierno-no-lo-dice/
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