La libertad de escoger lo ajeno: El valor de la desesperanza de Slavoj Žižek

segunda parte
En su más reciente libro, El valor de la desesperanza, el filósofo esloveno Slavoj Žižek (que se pronuncia Zhizhek), diagnostica el presente como una especie de callejón sin salida socioeconómico que desafía los discursos ideológicos que han regido el planeta desde el siglo XIX y confronta al lector con sus dos conductas más recurrentes: la desesperanza y el escapismo.Concluíamos el anterior artículo mencionando que ante la invasión de migrantes que buscan en las metrópolis la promesa de modernidad y superación de la pobreza, la reacción en la cúpula es de resistencia, hostilidad y xenofobia. Las clases marginadas dentro de las metrópolis ven en los migrantes una nueva competencia en un mercado laboral cuyas ofertas se reducen y las compensaciones se comprimen a medida que la mano de obra aún más barata de los inmigrantes recortan sus ingresos y los beneficios de una red de apoyo social diseñada para amortiguar la caída de los que no cobija el sistema.
El esquema es conocido, pero amplia e incrementalmente ignorado. El sistema-mundo, como lo llamó Wallerstein, crea una cúpula compuesta por individuos representativos de corporaciones y agencias que, mediante legislación, establecen los mecanismos legales para que el capital y quienes lo controlan puedan justificar la eliminación de reglas que coarten el desarrollo de los unos en menosprecio de los derechos de los otros. En otras palabras, (y puede que suene a perogrullada u observación ridículamente obvia) las personas acaudaladas viven en un mundo diferente al resto de nosotros.
Con cada vez mayor frecuencia, las leyes que rigen el contrato social están diseñadas para proteger el bienestar de los unos a costa del bienestar de todos los demás. Tómese como ejemplo la creación del concepto de corporación que surge en Roma en la época de Justiniano (527-565). En esta, el derecho Romano reconoció una serie de entidades corporativas bajo los nombres universitas, corpus o collegium. Hasta el siglo XIX, la corporación asumía la responsabilidad por las acciones que realizaba a nombre de sus incorporadores rindiéndole beneficios o compensándoles en caso de pérdidas.
En 1855, a instancias del vicepresidente de la Junta de Comercio de Gran Bretaña, se aprobó la Ley de Responsabilidad Limitada que le permitía a los inversores limitar su responsabilidad para con los accionistas en caso del fracaso de la corporación. A partir de ese momento, se le reconoce a esta una personalidad jurídica que exime a sus incorporadores y oficiales en su carácter personal de la responsabilidad de indemnizar a accionistas, acreedores y la ciudadanía que se vean afectados por las acciones negativas de la misma.
Las acciones ilegales y hasta criminales que realicen las corporaciones y los individuos que las establecen para maximizar ganancias, cada vez más quedan exentas de responsabilidad legal. Un ejemplo que ha cobrado alta exposición en los pasados dos años es la exención de cumplimiento con leyes ambientales de corporaciones que generan altas cantidades de contaminantes. En este caso, acciones ejecutivas y legislativas eximen a dichas corporaciones de cumplir con reglamentos establecidos por el propio gobierno para proteger la salud de la ciudadanía. La autorización que permite emitir anteriormente restringidas cantidades de contaminantes al aire y a los abastos fluviales resulta en un aumento en enfermedades de las vías respiratorias y diversos tipos de cáncer en personas que entran en contacto con dichos contaminantes.
Las acciones legales que se toman para proteger los “derechos” de las corporaciones durante los pasados dos siglos, cada vez más son redactadas por cabilderos para políticos de variadas denominaciones cuyas campañas son subvencionadas por dichas empresas. La modalidad de crear Comités de Acción Política, cuyos artículos de incorporación no revelan sus inversores, les permite a los representantes de corporaciones o sectores empresariales donar cantidades prácticamente ilimitadas en las campañas de políticos individuales y sus partidos. Estos CAPs procuran descarrilar legislación dirigida a asegurar cumplimiento regulatorio diseñado por el estado para la protección de la ciudadanía y redactar proyectos que los legisladores someten a votación usualmente mediante acuerdo de quid-pro-quo con otros legisladores que responden a otros intereses paralelos. El mantra suele ser “me ayudas a que se me apruebe esta medida y te ayudo a que se apruebe la tuya”.
Un ejemplo reciente del cómo uno sectores particulares pueden controlar la política pública de un estado en beneficio de las corporaciones y los individuos que generan cuantiosas sumas de dinero, ocurrió durante las pasadas elecciones en los EE.UU. En un esquema por ratificarse con la investigación que realiza el fiscal especial del Departamento de Justicia, Rusia canalizó $30 millones a la National Rifle Association que, a su vez, donó esta cantidad al Partido Republicano con el doble propósito de influenciar a los políticos de dicho partido a favor de eliminar las sanciones contra Rusia e impedir que dichos políticos generen legislación que limite la venta de armas fabricadas en los EE.UU. En Washington, le dicen una “win-win”.
Un ejemplo tal vez más dramático es el de los $550 billones de exención contributiva otorgados por el gobierno federal a las empresas de petróleo, gas y carbón en el 2013, mientras dichas corporaciones admitieron invertir $1.2 billones en cabildeo ante del Congreso. Agréguese a este dato que dichas exenciones no incluyen las exenciones estatales por establecer facilidades en sus jurisdicciones.
Dentro de este esquema de control de los procesos legislativos y regulatorios por las corporaciones, Žižek plantea que el sistema democrático que promueve el mundo occidental y, en específico, la cúpula metropolitana, ha sido sustituido por el gobierno del mercado y sus intereses en los procesos políticos, económicos y sociales. La selección de los políticos que ocupan puestos en el estado obedece cada vez menos a una voluntad ciudadana de que se defiendan sus derechos y se suplan sus necesidades, y cada vez más a defender los derechos adquiridos por corporaciones y la cúpula de la cúpula para maximizar ganancias y privilegios.
La principal estrategia que han desarrollado los arquitectos del sistema-mundo es el concepto de libertad en su acepción de freedom en inglés. Libertad, de origen latino, es un concepto que otorga a una persona la capacidad para actuar de acuerdo a su propia voluntad. En el contexto político, libertad implica la capacidad de actuar sin que una entidad, nacional o externa, coarte las decisiones de una comunidad o nación de escoger su propio destino. Freedom, sin embargo, adoptado tanto en el contexto individual como en el colectivo, otorga un mayor énfasis a la libertad del individuo de actuar de acuerdo a su deseo. La libertad de escoger (freedom to choose) implica que la persona, aun dentro de un esquema que limite sus opciones está escogiendo. La libertad de poder seleccionar entre miles de opciones en los múltiples y diversos establecimientos en los cuales se consumen productos, crea la apariencia de libertad pues, en realidad, las opciones y oportunidades están limitadas por el poder adquisitivo. El hombre y la mujer modernos en las sociedades democráticas contemporáneas pueden escoger dónde viven, qué comen, visten y aprenden, inclusive qué ocupación escogen y dónde trabajan para obtener el poder adquisitivo que, a su vez, les permite escoger, siempre escoger: tener la libertad de escoger.
En la promoción y la generación de estrategias que le permitan a la ciudadanía experimentar la libertad en todas sus decisiones, el mercado (léase, las corporaciones que producen los bienes y servicios que la ciudadanía descubre, desea y obtiene) se encarga de multiplicar exponencialmente, año tras año, todas las opciones de actuación y adquisición que su libertad le confiere. Cada vez hay mayores opciones de lugares donde estudiar, viajar, comprar. Poder escoger la ocupación (a medida que se comienza a olvidar que los antepasados inmediatos trabajaban en lo mismo toda una vida), el lugar donde se vive (lo mismo aplica), el auto que se puede conducir, el lugar donde se puede vacacionar, el restaurante donde se puede comer, el oropel con que se puede alhajar, desplaza la importancia de las necesidades básicas (techo, salud, educación, salario) que todos necesitan no solo una vez, sino para toda la vida.
El mercado desplaza el estado como el regulador de la vida ciudadana hasta el punto que aun la corrupción se contempla como un mal social imposible de erradicar que poco o nada tiene que ver con la cotidianidad de la ciudadanía. Se eligen los políticos porque prometen una prosperidad que es sinónimo y resultado de la libertad de escoger, el freedom of choice.
Las crisis económicas y sociales que confrontan todas las sociedades contemporáneas, entonces, se perciben como comunes a todas las naciones, a todos los estados, a todas las sociedades independientemente de la ideología que abracen. La crisis que confronta cada sociedad deja de ser un problema social y político. Se trata de un problema individual. Cada persona, cada individuo tiene la libertad de escoger dónde vive, cómo vive, cómo resuelve sus problemas, porque las oportunidades están disponibles para todos, porque la libertad de escoger es libertad, no es tiranía, no es opresión, no es esclavitud. Todos tenemos la posibilidad de escoger. Solo algunos tienen el talento, la perseverancia, la maña, de alcanzarla. Quienes no lo logran son víctimas de sus propias deficiencias, sus propias limitaciones, sus propios temores.
“La libertad es un derecho de todos”, es la consigna que suscriben políticos y personas destacadas por igual. No ejercerla es una decisión personal e intransferible.