La música celebra los centenarios de Amaury Veray Torregrosa y Héctor Campos Parsi
Han pasado más de treinta días desde el Simposio de la Música Puertorriqueña dedicado a dos importantísimos compositores Amaury Veray Torrregrosa y Héctor Campos Parsi. Este año de 2022 es el del centenario de dos figuras sinfónicas nacidas al sur de Puerto Rico y también, más que nunca, el de conocer su obra musical. El Conservatorio de Música de Puerto Rico fue la casa que celebró por lo alto a los dos compositores más importantes de la segunda mitad del siglo pasado. La facultad, los estudiantes, ex estudiantes y amigos de nuestro Conservatorio fueron el eje, el nervio y la esencia de este simposio tan bien hecho para traer al presente la constancia y los temblores de sus vidas tejidas en una intensa vocación musical.
Y es que los buenos puertorriqueños, amantes de las artes musicales, no pueden pasar desapercibido este año de 2022. La invitación a celebrar nos convocó. La fiesta fue sin derroches, pero muy venerable. Agrupó a más de una treintena de investigadores y estudiosos de Veray y Campos Parsi. Los días 31 de marzo, además del 1 y 2 de abril, se llenaron de entusiasmo por contar, escuchar, reflexionar y reivindicar la vida y obra de estos dos compositores de profundas raíces nacionales, e invitaron a que no se impusiera el silencio, toda vez que los estelares compositores irradiaron con emoción estética y trazaron la quijotesca ruta de poner a nuestro alcance la historia de la tradición musical en nuestra isla.
Desde muy jóvenes Amaury Veray y Héctor Campos demostraron su afición musical. Luego de educarse formalmente ambos comenzarían a indagar más profundamente en la composición. De ellos recibiríamos el buen sabor por las investigaciones musicales regionales, indigenistas y afrocaribeñas. Desde el primer día del Simposio la Orquesta Sinfónica del Conservatorio protagonizó piezas musicales de Amaury Veray “Cuando las mujeres», ballet de 1957 y de Campos Parsi “Divertimento del Sur”, de 1953. Cabe decir que los cumpleañeros fueron dos grandes asociadores de textos literarios en su obra artística. La poesía de Julia de Burgos, José de Diego y Luis Palés Matos son protagonistas del espíritu noble y musical de Veray y Campos Parsi.
Y no sólo tenemos esa suerte vinculante con la literatura sino que ellos entendieron que la cultura sondea más allá de la cronología que es un medio del arte musical vinculado a símbolos, sonidos, cantos y toques. De modo que elevaron la cultura originaria isleña a un lenguaje de ritmos y silencios donde intervienen, sin hacer ruidos, temas y acontecimientos de nuestra historia. También, elevaron el colorido de nuestro folclore hacia nuevos matices y ritmos musicales innovadores. Esta fue la tarea que se echaron a los hombros. Los ejemplos de su extraordinaria labor abundan y no hace falta mencionarlos aquí, ya que el simposio mismo y los fans de estos dos compositores se encargaron dignamente de imprimir el sello musical de ambos. Si algo hizo bien el Simposio, yo lo resumiría como un congreso de redención musical de Amaury Veray y de Héctor Campos Parsi. Y más ampliamente apostaría que el gran simposio fue una redención musical de la historia épica musical de Puerto Rico.
Los parámetros del conocimiento, nuestro ingenio y los jardines, el lenguaje y sus voces -a veces ecos- permiten al poeta interpretar las metáforas y las hipérboles de un mundo mágico y místico que son los elementos de una experiencia inalterable de nacer y oír el mundo calenturiento de una isla caribeña. En Veray Torregrosa y en Campos Parsi concurrieron de la mano y en el corazón tanto la compresión como la búsqueda de una nación sinfónica necesitada de un sentido de usufructo, de goce eficaz y relevante. Ambas, mentes se sumergieron en corrientes populares, clásicas y poéticas.
Yo por puro accidente llegué a ser parte del público siempre enamorado de las conferencias. Lo accidental no me quitó la bendición de disfrutar de tres jornadas fantásticas que se convirtieron en encuentros apreciables con los musicólogos Edgardo Diaz Díaz y con Noel Allende Goitia. Que bien uno se siente entre artistas de la talla de los maestros Roselin Pabón, Henry Hutchinson, Raymond Torres Santos, Roberto Ramos Perea, Johany Navarro, Angelica Negrón y cuanta camaradería se disfrutó en salas y pasillos con excelentes artistas, vocalistas, escritores y compositores. Y cuántas palabras y horas cordiales me brindó este Simposio en la comodidad generosa de la facultad de nuestro primer y magno Conservatorio de Música. El Simposio, sus objetivos, su gente, sus creadores y su programa fueron un hechizo total. Nos hizo bien a todos después de liberarnos del confinaminto pandémico.
Creemos que este Simposio sirvió de gran estímulo a nuevos compositores y compositoras. Entre ellos, vi a nuevas caras invocando el arte, a la música, en charlas serenas con veteranos exponentes y, sobre todo, compartiendo todos la magia mutua por la admiración de los maestros Veray y Campos. Nos honra a todos por igual celebrar la música de Amaury y Héctor, permítanme tatuarlos, porque son espléndidas y porque el oficio que eligieron fue admirable. Desde luego que viene a entonación con el Simposio la máxima suprema de Shakespiare de que “la música es el alimento del alma de los hombres y de los pueblos”.
El Simposio fue dirigido por el maestro Raymond Torres Santos, destacado discípulo del maestro Veray. Hay que leer el brochure del Simposio para darse cuenta enseguida de la lumbrera de artistas e investigadores íntimamente ligados a la obra y a la vida de ambos maestros. La experiencia académica de Veray y Parsi, sin duda, fue fundamental para entender las influencias que tuvieron en ellos los maestros americanos, italianos y latinoamericanos. Las grandes influencias fueron una mezcla constructiva para el Puerto Rico de la segunda mitad del siglo XX. El Simposio buscó adentro en el compás de la danza de los dos maestros muy recordados. Panelistas y artistas invitados coincidieron que los dos compositores cohetaneos cultivaron una intensísima carrera musical que navegó por mares melódicos nunca antes explorados. Fueron tanto náufragos como sobrevivientes de las tempestades sinfónicas. Sin duda, las similitudes y diferencias los llevaría a desembocar en una personalidad musical que los distinguiría el uno del otro.
Quede bien dicho, que en las interesantes ponencias no faltaron las alusiones de que ambos fueron un espectáculo completo de anécdotas, viajes y aventuras. No seré yo quién afirme que Veray y Parsi rompieron con la ley orgánica de la americanización colonial donde por décadas devastaron la música, nuestro imaginario, nuestros paisajes naturales, la independencia e identidad, el castellano, la literatura y el folklore popular.
Sabemos que hay mucho más pero bastan pocos ejemplos para destacar el significado de las obras polifónicas y su protagonismo por adueñarse de una conciencia musical autóctona, auténtica y renovadora. Nada perjudica más a un creador verdadero que la falta de aguante y resistencia. El Simposio logró perfilar que la obra de Veray y Campos manifestaron un destino propio, que lograron delinear un profundo vigor lírico y dramático. Pero no eran almas gemelas. Conservemos sus obras porque en ellas aparecen lo esencial de sus vidas, allí están sus sonoridades, sus paisajes musicales, y ,sobre todo, la energía espiritual que ambos nos regalaron.
Ambos maestros dedicaron muchos años se su vidas a escribir y divulgar por toda la isla el patrimonio artístico y cultural de Puerto Rico. Sus vías intelectuales, sus trabajos interdisciplinarios, su quehacer como gestores culturales y el amor de ambos por la docencia, los llevaron a constituirse como figuras referentes de la resistencia cultural y musical en nuestro país. Las tradiciones culturales están repletas de episodios y acontecimintos, de logros y fracasos, de intentos y superaciones. La inspiración es extraña y paradójica. Amaury y Héctor nadaron en tiempos modernos con asombró y los cambios los sorprendieron a ellos por igual. Fue una época con sus virtudes y limitaciones que los llenaron de impetus y de inspiración para el progreso de nuestra música y su apreciación en Puerto Rico.
Vale la pena subrayar que en este Simposio no sólo se destacó la obra de dos ilustres puertorriqueños sino también sus virtudes humanísticas y generosas. En sus vidas cotidianas mostraron su chispa y nos leagaron un inteligente humor, como lo atestiguaron sus discípulos y amigos. El arte no sólo es saber sino contarlo y disfrutarlo; el dominio del arte es un mando, un carácter, una osadía, en fin un decoro y mucha credibilidad. La edad conjunta de Héctor y Amaury los puso ahí en esa relojería entre espacio y tiempo o los colocó como tripulantes de una embarcación que se debate entre el puerto y la resaca del mar.
Fueron maravillosos seres humanos con una completa agenda cultural; fueron compositores prolíficos, diversos, interdisciplinarios y permanentes; fueron compositores perseverantes, buscadores afanosos de nuevas formas estéticas.Tanto sus memorias, como sus composiciones, deleitaron en vida y nos seguirán deleitando en la medida que su repertorio musical tenga presencia en los festivales y conciertos nacionales e internacionales. Sin embargo, me temo que el lamentable desapego a nuestro patrimonio cultural ponga al mundo de la música puertorriqueña distante de las nuevas generaciones. Hay que tocar las músicas de nuestros maestros de conciertos, porque sino se nos muere.
Veray y Campos Parsi elevaron nuestra sensibilidad, la llevaron a otra categoría más independiente, enlazada a la artillería pesada de nuestras características nacionalistas. Muchos panelistas recordaron que nos dejaron un archivo sonoro de serenidad, armonía y de orgullo nacional. Los compositores valoran la libertad expresiva y en todas partes del mundo han defendido siempre el derecho de los ciudadanos a participar de ese credo. En este extraordinario simposio por tres días se alzaron las banderas de la originalidad y la individualidad de Veray y Campos Parsi. Ellos son dos perlas de nuestro tesoro musical. Nunca se salieron de su patria. Quizás su legado musical nos ayude a superar las amarguras de la pandemia. Quizás sus cánticos y bailes sirvan para elevar nuestro espíritu para disfrutar la vida más que la actual estupidez cotidiana carente de herencia cultural.
El país entero, el gobierno, la capital, las universidades, y los municipios, deberían en este momento estar planificando múltiples actividades para recordar y homenajear a los maestros compositores Amaury Veray Torregrosa (1922-1995) y su colega y amigo Hector Campos Parsi(1922-1998). Después del paso de lo peor de la pandemia este es el mejor momento para celebrar la cultura, el arte, los artistas y nuestros compositores. El rector del Conservatorio de Música, Manuel Calzada ha puesto su parte en este Simposio noble y de merecido homenaje a los maestros Veray y Campos Parsi.
De mi parte extiendo mi gratitud a todos los panelistas por su extraordinario trabajo, esfuerzo y dedicación en este simposio que recordaremos siempre y que deja mucha tela que cortar y vinos por beber. El escritor alemán Stefan Zweig en su libro maravilloso “El mundo de ayer” menciona una ingeniosa frase de su amigo Richard Strauss que reza así: “Quien quiere ser músico de verdad, también tiene que saber componer un buen menú”. Amaury Veray Torregrosa y Héctor Campos Parsi fueron compositores vivos, ingeniosos, divertidos y con los violines en la tierra. Efectivamente, como dijo Strauss, ellos armaron un buen menú con un delicioso recetario para nuestra consciencia crítica y azueto musical.