La nocturnidad combativa
Los tiempos de crisis y asfixia social suelen contar con sus cabaret. Estos se revelan vitalmente como instrumento ante las represiones de todo tipo; como instancias de combate ante las políticas rancias y abusivas de los sistemas opresores.
En Puerto Rico estos espacios se están rescatando imperiosamente y en ellos se gestan las propuestas performáticas más subversivas y actuales. Los teatros oficiales están dominados por clases políticas y económicas envenenadas que no entienden ni avalan la sensibilidad de los artistas ni los motivos valerosos de la cultura. No es de extrañar que estos espacios designados por el gobierno o la empresa comercial sucumban a la inoperancia y/o a la mediocridad de la mala administración. Es por ello que los artistas recurren a espacios alternos como medio de sobrevivir y mantener vivo el quehacer artístico de tonos marginales.
Cuando nombramos al cabaret como lugar y como forma escénica intentamos trazar un mapa por las estaciones de la noche. En él, el retrato de lo nocturno tiene múltiples focos. Se reconocen en sus formas las lagunas profundas del alma; el erotismo convulso de los cuerpos; la irreverencia corrosiva de los marginados; la rebelión ante el día y sus estructuras; la malignidad y los claroscuros del amor. La política del cabaret es por tanto una política de la rebelión, no podría ser de otra manera. La transgresión esta protegida dentro de una burbuja efímera en la que actuantes y público se funden en sensualidad, protesta y consumos embriagantes.
En esta onda recientemente tuve la oportunidad de ser testigo de varios ensayos del cabaret que dirige con un excelente grupo de actores, el crítico, cineasta y teatrero José Emilio “Chemi” González. El cabaret que trabajan a manera de montaje colectivo (y que esperan estrenar en marzo) se instala dentro de esta corriente transgresiva que describo arriba. Sus intenciones y temas, aunque refieren a experiencias por momentos particulares, nos remiten a conflictos determinantes que esta viviendo toda la clase trabajadora y artística.
Chemi González y su elenco han tomado varias figuras paradigmáticas de la tradición cabaretera para estructurar su espectáculo. Estos son: el maestro de ceremonias; su contraparte el cómico; las coristas/bailarinas; la “trans” y la dama encorbatada de frac. Cada uno de estos roles se va conjugando como una encarnación crítica de un conflicto vivo de la sociedad puertorriqueña.
Así, el maestro de ceremonias es un comentarista mordaz que indaga acerca de la doble moral de nuestros deplorables políticos y religiosos. El cómico trabaja con ironía el tema de los absurdos cotidianos, las ridiculeces a la cual nuestros dirigentes parecen sucumbir constantemente promoviendo una irresponsabilidad rampante para con el ciudadano. Las coristas/bailarinas cuestionan la imagen que tenemos de la mujer de club y de la sexualidad que ellas deben representar en los medios e incluso en el mismo espectáculo que las mueve. El cuerpo femenino acá esta visto desde el estado de abyección (haciendo un guiño a las ideas de la teórica Julia Kristeva). Es el cuerpo que se desborda y que se sale de sí en distintas secreciones, transformándose en preguntas. Otro cuerpo conflictivo presente es el de la “trans”. La “trans” es un ente transformista que cuestiona la normativa de las expresiones sexuales aceptadas y que por necesidad pone de relieve el problema de la homofobia en la isla y del rechazo generalizado a cualquier expresión que se salga de los contornos aceptados de la heterosexualidad. Por último, la dama de frac busca comentar acerca de la guerra que libramos: las internacionales, las nacionales y las personales.
Me parece que este montaje, actualmente en proceso, sigue re-elaborando temas que han dominado nuestras “tablas alternativas” desde hace años. La sátira y el comentario de justicia política ha sido una constante en el trabajo de grupos como Jóvenes del ’98, Hincapié, Agua, Sol y Sereno, el mismo Kibutz o del trabajo de Nelson Rivera. En otra de las líneas, artistas como Viveca Vazquez, Teresa Hernández, Karen Languevin o Kairiana Nuñez han analizado la figura y representaciones de la mujer y lo femenino desde diversos ángulos y perspectivas muy lúcidas y retadoras. Por otro lado Javier Cardona, Eduardo Alegría, Javier González y Pepe Álvarez han dedicado montajes a evaluar lo que significa la masculinidad y la homosexualidad en nuestra sociedad isleña.
Al hacer estos enlaces referenciales se dibuja cierto mapa temático de creadores y grupos que han sentido la necesidad de tratar sus trabajos como herramienta de lucha social y de plataforma crítica y reflexiva en una época específica (finales del siglo XX principios del siglo XXI). En este caso Chemi González y su grupo trabajan para hacer eco, aportación y por momentos quizás homenaje. Al cargar ese fardo molestoso de los conflictos que nos siguen aquejando, revisan la ya herida común que la inercia insular parece no querer curar y que buscamos exorcizar por medios artísticos. Constantemente re-visitamos y re-examinamos nuestras conflictos de género, sexualidad, colonia, mezquindad política, violencia y corrupción buscando razones y soluciones.
La posibilidad de registrar los contornos de este montaje en medio del conflicto universitario y la violencia policíaca y administrativa me ratificó la importancia de utilizar nuestras mentes y creatividades hacia la manifestación de una vida diferente y exuberante en Puerto Rico. El arte comprometido con su tiempo histórico y su lugar no es una idea nueva, pero es una idea necesaria que debemos tener en cuenta en medio de la inestabilidad. No debemos descartarla por cinismo o apatía. En medio de los atropellos gubernamentales y policíacos, es el arte el recurso imperecedero que nos permite levantar la voz y que devela la cara humana que nos intentan borrar. Esto implica buscar y rebuscar estrategias. No dejar de comunicarnos. Si la nocturnidad es parte de nuestras vidas, utilizarla también, volver la noche combativa, un campo de fuerzas encontradas, un debate fructífero, un respiro consciente para continuar con la lucha diurna sin descartar estéticas, palabras y sonoridades que a primera instancia quizás no asociábamos con nuestras luchas.
Con alegría me fui enterando que además de este montaje otros cabaret, shows de música, de títere, máscara y objetos, exposiciones visuales, poéticas, cine, bici- jangueo y danza se han estado gestando con la misma intención de utilizar la vida artística nocturna desde su vertiente crítica, viva y audaz. Que así sea. Qué continúe. Saber esto es saberse con herramientas posibles, con actividad y vitalidad más allá del piquete, de los portones y de las reuniones con síndicos y senadores.
¿Y los que estamos afuera? Nos toca ser agentes de información. La sociedad actual vive una duplicidad existencial simultánea en la red. Con múltiples plataformas y canales para compartir información toca expandir esa documentación que se genera en la Isla hacia los espacios que habitamos. También contextualizar lo que ocurre con otros procesos mundiales que están sucediendo. No facilitar la alienación. No dejar la Isla sola en su maraña de problemas.
Para días y también noches mejores trabajamos.