Las Carpetas y la Era de la Disculpa
Por varias décadas el gobierno de Puerto Rico recopiló y acumuló información sobre personas y organizaciones vinculadas a los movimientos descolonizadores del país, particularmente de los vinculados al independentismo. Como producto material de aquella práctica se produjeron las designadas “carpetas”, que el Partido Independentista Puertorriqueño denunció a finales de los 80, luego de que reclamara judicialmente que se declarara inconstitucional la práctica de preparar archivos o expedientes sobre personas u organizaciones por defender ciertas ideas o participar de ciertas actividades políticas.
Las carpetas eran expedientes creados a base de información obtenida mediante informantes y agentes o funcionarios gubernamentales, sobre las actividades de personas u organizaciones por estas estar ligadas a ideologías políticas particulares. Las carpetas fueron utilizadas para despojar a miles de puertorriqueños, identificados con la izquierda y el independentismo, de oportunidades de empleo y estudio, y sirvieron para justificar diversas acciones indebidas e injustas como el discrimen, la persecución, el hostigamiento, los arrestos ilegales, la encarcelación, y hasta asesinatos políticos (Comisión de Gobierno y Asuntos Senatoriales 2000). La criminalización del independentismo por parte de las administraciones que se han alternado en el poder, autonomistas o anexionistas, estigmatizó a muchas personas, causándoles numerosos daños, para muchos inconmensurables.
A través de la Orden Ejecutiva Núm. 99-62 del 14 de diciembre de 1999, el gobernador Pedro Rosselló González, a nombre del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, admitió que la elaboración de expedientes a ciudadanos por su identificación con una ideología política, constituía una práctica corrupta, ofensiva y vergonzosa. En esa misma orden se proveyó un medio legal para compensar a un sector limitado de los ciudadanos perjudicados por el carpeteo.
La orden ejecutiva produjo diversas reacciones. Mientras que algunos celebraron aquella disculpa pública otros la rechazaron. Fue rechazada, por ejemplo, por el Frente Socialista por considerarla un acto insincero que estaba muy lejos de propiciar un efectivo proceso de reconciliación nacional (Farinacci 2000). Además, el Frente Socialista entendía que la persecución de los independentistas, nacionalistas y socialistas no había terminado y continuaba siendo una práctica generalizada en el país (Farinacci 2000). Finalmente el Frente Socialista subrayaba que el propósito de la orden era más bien resolver un “problema judicial vergonzoso para el gobierno,” detener pleitos de clase (Farinacci 2000). El Partido Independentista Puertorriqueño, por otro lado, insistía que en la preparación de expedientes a independentistas también participaron las agencias del Gobierno Federal de los Estados Unidos, lo que no atendía la orden ejecutiva de Roselló (Comisión de Gobierno y Asuntos Senatoriales 2000). De igual forma, mientras algunos de los perjudicados aceptaron la disculpa y con ella la compensación otros rechazaron ambas cosas. Lamentablemente, no logré antes de publicar esta columna, encontrar datos de cuantos carpeteados la aceptaron y cuantos la rechazaron.
El asunto de la disculpa pública presentada por la administración Roselló y el carpeteo ha sido tratado por nuestros intelectuales por razones obvias e ineludibles, en el contexto de la larga y compleja historia de la persecución de la izquierda puertorriqueña por parte de las autoridades gubernamentales. No obstante, es también preciso considerarla en el contexto de la historia global de las disculpas políticas. Esto no se ha hecho aún.
En estos días la Dra. Amanda Clinton y yo hemos estado escribiendo una monografía sobre las actitudes de los latinoamericanos para con las disculpas políticas. Incluí la orden ejecutiva de Roselló en la lista de disculpas políticas emitidas en Latino América o dirigidas a los países latinoamericanos. Yo he estado desde entonces ubicando la Orden Ejecutiva Núm. 99-62 del 14 de diciembre de 1999 en el contexto de la llamada “era de la disculpa,” ubicándole en un contexto más allá de la isla, global, con el objetivo de tratarla como parte del aumento considerable de disculpas políticas que se inició a finales del pasado siglo. Por el momento, mi propósito, lejos de ser pretensioso y concluyente, es ofrecerles unas reflexiones ocasionales que sirvan de arranque a consideraciones formales de aquella disculpa pública. Se trata de una cuasi-agenda de investigación histórica y sociológica de la citada disculpa.
Comenzaré por conceptualizar las llamadas disculpas políticas. Estas son declaraciones de contrición—arrepentimiento de una culpa cometida—que incluyen además la aceptación de responsabilidad por las acciones ilegales o injustas cometidas por un gobierno en contra de sus ciudadanos o contra ciudadanos de otros países o naciones. Aunque se refieren a un grupo en particular, las victimas, las disculpas políticas son expresadas a la comunidad en general, lo que en algunos casos, y dada la rapidez del movimiento de información en nuestros días, podría ser la comunidad global. Pero, lo importante de esto es que son los ciudadanos los interpelados, los reclutados y constituidos por esas disculpas; su audiencia siempre va más allá de los perjudicados por las acciones estatales o gubernamentales. Indiferentemente de la sinceridad y credibilidad de las disculpas políticas estas no dejan de ser un ejercicio de una estrategia política, y como tal dirigida a la totalidad de la sociedad civil.
Los archivos históricos demuestran que existe todo un espectro de acciones indebidas e injustas cometidas por los gobiernos, muchas de ella horrendos “crímenes en contra de la humanidad,” y que han sido objeto de contrición en las disculpas políticas. En adición, y aunque podríamos tratar las disculpas políticas como todo un género literario, con convenciones literarias y retóricas compartidas, estas son diversas. Podríamos, claro está, utilizar, diversas pautas para evaluarlas: credibilidad, sinceridad, preparación, elegancia, originalidad, etc. También es importante considerar sus efectos, planificados o no planificados, tomando en cuenta, por ejemplo, si van o no acompañadas de compensaciones, indemnizaciones, restituciones o desagravios, y en términos de si promueven o no la reconciliación y la resolución de conflictos. De hecho, el propósito de muchas disculpas es disipar o apaciguar conflictos y/o luchas sociales. Hook (2008b), examinando las motivaciones detrás de las disculpas políticas, distingue entre cuatro tipos de disculpas: humanitarias, académicas, económicas, y personales.
Las disculpas públicas son una declaración de falta, de acciones indebidas, acompañada de la contrición y aflicción por la falta (Hook 2008). Ambas cosas, la confesión y la contrición, deben estar presentes. Es común, sin embargo, que meras revelaciones de actos ilícitos y torcidos pasen por disculpas políticas. Un buen ejemplo de esto último fueron las expresiones de Jean-Claude Duvalier poco después de su regreso a Haití el año pasado, quien expresó tristeza porque algunos ciudadanos se sintieran víctimas de su gobierno (Delva 2011). No reconoció ninguna falta y redujo la situación a un mero asunto de interpretación. Otro ejemplo histórico fueron las expresiones del Papa Benedicto XVI en el 2006 tras ser acusado de ofender a los musulmanes. Este lamentó que sus palabras hubieran sido interpretadas como ofensivas y no de acuerdo a sus verdaderas intenciones. En otras palabras culpó a los musulmanes de malinterpretar sus comentarios (Hook 2008). No hubo ni confesión ni contrición.
Las disculpas políticas no son nuevas. Los anales de la historia así lo confirman. Pero, en esa larga historia un fenómeno interesante y significativo ocurrió en la segundad mitad de la última década del siglo 20: el número de disculpas públicas aumentó considerablemente (Hook 2008). Una de las más comentadas y controversiales fue la del Papa Juan Pablo II disculpándose por la conquista española de América en nombre de la Iglesia Católica. Es precisamente ese momento histórico al que los historiadores y otros estudiosos de este fenómeno llaman la “era de la disculpa” (Fette 2008). En esa era también aumentaron las indemnizaciones, las comisiones para investigar las acciones ilegales de los gobiernos, los casos en corte, etc., y hasta surgió un nuevo campo de estudio: los estudios de reconciliación (Fette 2008).
La Orden Ejecutiva Núm. 99-62, formulada por el gobernador Pedro Rosselló González, fue emitida en 1999, a finales del siglo 20, justamente durante la “era de la disculpa.” Hook (2008) documentó que entre 1997 y 1999 que más de 60 disculpas políticas fueron emitidas alrededor del mundo. Y entre el 2000 y el 2002 se emitieron sobre 90 disculpas. Según Hook el “peak” de aquel inusual aumento en el número de disculpas fue precisamente el 2002. Desde entonces comenzó a disminuir el número de disculpas públicas emitidas. La disculpa presentada por Roselló no fue entonces un evento aislado sino parte de un fenómeno global.
Los historiadores, sociólogos y otros estudiosos del tema han ofrecido diversas explicaciones de ese fenómeno: la caída del socialismo real y del comunismo; los movimientos y proyectos de descolonización y su rechazo del racismo que sostenía a diversos imperios; un nuevo interés internacional en la moral; la revisión de los derechos civiles y ciudadanos, la soberanía estatal, y la ley internacional; el reconocimiento entre los lideres políticos de la contrición como fortaleza y no como una debilidad; la “globalización de la memoria” después de la guerra fría; la democratización de la historia; el debilitamiento de la nación-estado; y el aumento de la denuncia y demanda de grupos victimizados y marginados por los gobiernos (Fette 2008). Para Malik (2007) el fin de la Guerra fría, la desintegración de la clase trabajadora y las disipadas fronteras entre la izquierda y la derecha explican el fenómeno. Por su parte, y rechazando las causas identificadas por Malik, Hook (2008) propone que se trataba mas bien de un fenómeno milenario, producto de las crecientes aprensiones por el fin del mundo que aumentaron a finales del pasado siglo y que siguen vigentes hoy (el temor a que nuestra historia acabe a finales del 2012). Ese movimiento de contrición plantea Hook fue iniciado por el Papa Juan Pablo II quien emitió varias disculpas en nombre de la Iglesia Católica. El Papa fue, junto al Presidente Clinton, todo un perito en el arte de las disculpas políticas. Hook (2008b) también propone el resurgir de la conciencia nacional como posible explicación.
Son muchos entonces los factores que podrían ayudarnos a explicar el fenómeno de la era de la disculpas, y en el caso nuestro, de la Orden Ejecutiva Núm. 99-62 de 1999. Es preciso examinar el pronunciamiento de aquella orden tomando en cuenta todos estos factores. Pero en adición a estas causas transnacionales debemos considerar factores nacionales o locales que contribuyeron al evento. Algunos ya comenzaron la tarea, como por ejemplo, Ramón Bosque Pérez y su libro Las Carpetas, Persecución Política y Derechos Civiles en Puerto Rico: Ensayos y Documentos. Por supuesto, entre los diversos factores que debemos tomar en cuenta, la denuncia del carpeteo y las demandas de los independentistas, entre ellos los propios carpeteados, fue un factor fundamental, aun cuando aquella disculpa no cumpliera con las expectativas de varios sectores independentistas.
La disculpa pública de Roselló en nombre del ELA, como las tantas disculpas de aquel momento histórico, reflejaba el surgimiento de una nueva cultura política, una en la cual las disculpas públicas desempeñaban un papel esencial. Lo que una vez fue signo de debilidad emergía en los 90 como un signo de fortaleza. Se trataba de un cambio en sensibilidades; el discurso público adoptaba la ética e informalidad del discurso privado como estrategia, creando de paso nuevas expectativas políticas (Mills 2001). Se trataba, podríamos postular, de una nueva política, de una inusual estrategia política, dirigida a obtener victorias políticas mediante las nuevas sensibilidades de fin de siglo como recurso político. El Gobernador Roselló movilizó, como lo hicieron el Presidente Clinton y el Papa Juan Pablo II, aquella nueva política.
Un producto interesante de aquella estrategia es que elevaba parcialmente a las victimas, a los carpeteados en nuestro caso, a un nuevo estatus moral. Ya no eran sospechosos, criminales, revoltosos, sediciosos, subversivos, o agitadores. Ahora, y al menos parcialmente, eran inscritos en el discurso público como las victimas de actos indebidos por parte de un gobierno corrompido que no obstante era capaz, bajo la administración del que algunos llamaron “mesías,” de reconocer y tomar responsabilidad por sus faltas contra los ciudadanos. Roselló se refería a administraciones previas claro está. Se refería específicamente a las administraciones populares y la Ley de la Mordaza. Roselló figuraba a los populares como represivos y a los estadistas como agentes de la reconciliación en lo que denominó la Década de la Estadidad.
Esta economía de las administraciones gubernamentales devaluaba las anteriores y favorecía la de Roselló. Pero, consecuencia de aquella estrategia, las denuncias de los independentistas, de que eran carpeteados por las autoridades gubernamentales, así como sus efectos materiales, psicológicos y sociales, ya no podían ser descartadas como irrelevantes. La perspectiva histórica sobre aquellas denuncias cambió. Los efectos adversos del carpeteo eran ahora reconocidos oficialmente, aunque siempre se trató de un secreto a voces. La orden-disculpa fue insuficiente como agente de reconciliación nacional. Pero abría un espacio, más bien minúsculo, para reflexionar sobre y lidiar con la falta gubernamental y sus consecuencias, incluyendo el sufrimiento de los carpeteados. Me temo que no se aprovechó al máximo, pues la disculpa y la compensación fueron tomadas por muchos, sobre todo por la administración Roselló, como punto final. Pero las disculpas nunca son el punto final. En ese respecto el Frente Socialista tenía razón: la disculpa era insuficiente como agente de reconciliación nacional (Farinacci 2000). Probablemente nunca se pretendió que lo fuera. Pero la disculpa discutida, repito, no fue en sí misma definitiva o completa. Ocupa más bien un vínculo entre la falta original, el carpeteo, y la meta final de reconciliación. Aun nos queda un largo camino hacia la reconciliación, uno aún cargado de persecución y resistencia, de acusaciones, recriminaciones, y negaciones.
Así como las disculpas mis reflexiones tampoco son definitivas o finales. Mi propósito era, como aseguré antes, ofrecerles unas reflexiones esporádicas que sirvieran de punto de partida a estudios formales de la disculpa ofrecida a los carpeteados en 1999. Solo espero que nosotros los intelectuales, y desde nuevas perspectivas, podamos abrir los espacios necesarios para continuar su estudio en el contexto de la llamada “era de la disculpa.”
Bibliografía
Comisión de Gobierno y Asuntos Senatoriales (2000). Investigación sobre la participación, suministro e intercambio de información del Gobierno de Puerto Rico con el Gobierno de Estados Unidos en la Preparación de Expedientes, Fichas u otros Métodos de Recopilación de Información sobre Individuos, Grupos y Organizaciones en Puerto Rico por Razones Políticas, Ideológicas y por sus Vínculos con los Movimientos de Descolonización e Independencia. San Juan: Senado de Puerto Rico.
Delva, J. G. (2011, Enero 21). Baby Doc Offers Regret, No Apology,to Haitians. Retrieved Marzo 28, 2012, from Political Apologies and Reparations: http://political-apologies.wlu.ca/details.php?table=doc_press&id=776
Farinacci, J. (2000, Enero 20). La Oferta de Roselló sobre las Carpetas. Retrieved Marzo 28, 2012, from Bandera Roja: http://www.bandera.org/node/300
Fette, J. (2008). Apology in the Past in Contemporary France. French Political Culture, 26(2).
Hook, G. R. (2008). The Political Apology as a Millennial Phenomenon. MAI Review(2).
Hook, G. (2008b). The Road to Reconciliation begins with an Apology. MAI Review (2).
Malik, K. (2007, Agosto 22). I’m Sorry, I Need to Apologize. Retrieved Marzo 28, 2012, from kenanmalik.com : http://www.kenanmalik.com/essays/bergens_apology.html
Mills, N. (2001). The New Culture of Apology. Dissent, 48(4).