Las divisiones y devaneos de la Unión Europea
Sin embargo, Europa continúa en el siglo XXI con una política propia de su pasado, de mediados del siglo XX. La UE está demasiado comprometida con Estados Unidos y la vieja Alianza Atlántica, que no sin razón un cerebro como Henry Kissinger llamó “the uneasy Alliance”. Máxime cuando dicha alianza se tornó más difícil que nunca durante los 4 años en que Estados Unidos estuvo dirigido por Donald Trump y el Partido Republicano. Incluso, cuando ello puede volver a suceder tras las elecciones generales de 2024. El Let us Make América Great Again de la administración Trump llegó al borde de la guerra comercial con su “socio europeo”. Europa ha esperado que Joseph Biden dirija el rumbo de Estados Unidos de modo diferente, no sin cierta desazón ante la conducta del actual presidente, siempre adepto a la toma de decisiones unilaterales. Aparte de eso, Estados Unidos, en todo caso, pretende dirigir a Europa, no considerarla como un socio igual. Y eso parece ser lo que está ocurriendo. Europa se convierte en una “repetidora” de todo lo que decide Estados Unidos, sin sopesar cuál pueda ser su verdadero interés ante la coyuntura actual. Si bien es cierto que Europa le debió su seguridad por mucho tiempo a la sombrilla protectora de Estados Unidos, ya es hora de que sea más independiente.
Una Europa más neutral, pacífica y democrática
Estoy bastante convencido de que lo que conviene a Europa en estos momentos no es seguir los pasos de Estados Unidos en su enemistad con Rusia. Al contrario, una Europa más independiente de cualquiera de las otras potencias, no estaría tan fuertemente contraria a los intereses de Rusia, y a favor de Ucrania, sino que podría convertirse en adalid de la paz entre quienes están en guerra. Mal puede predicar la paz y la democracia una Unión Europea metida hasta lo último en enviar armas a Ucrania, dividida como está en su interior entre depender del petróleo y del gas natural proveniente de Rusia, o hacerse más independiente de esos suministros. Tampoco parece muy apropiado ni inteligente para Europa trocar su dependencia en Rusia por una mayor dependencia en hidrocarburos suplidos a un alto costo por las compañías petroleras millonarias de Estados Unidos. Cambiar una dependencia por otra, nunca ha sido inteligente. No obstante, ello se ha planteado como solución para Europa. También en Europa existe una división respecto de si es correcto o no enviar armamentos a Ucrania. Sobre todo, en Italia se han publicado diversas opiniones al respecto. Y en España también. Por supuesto, todo esto proviene de su matrícula como miembro de la OTAN. ¿No es, sin embargo, hora de poner en cuestión esta atadura ante la multipolaridad existente?
Es evidente que el que suscribe es contrario a toda agresión armada, a toda guerra. Y que sustenta una preocupación genuina por el destino de la democracia en el mundo y en la Unión Europea, específicamente. No sólo eso, la guerra es nefasta no sólo para quienes padecen de ella en carne propia, sino para el ambiente natural que se ve afectado en los planes de aliviar el cambio climático. No sólo es la guerra un tremendo disparate —contrario a toda la humanidad— por sus daños al ambiente natural, sino también por la destrucción de bienes culturales. De modo que cuanto antes termine la guerra, mejor para la humanidad y para la economía internacional. Además, no debe olvidarse que, con el fin de la Segunda Guerra Mundial, se supone tengamos un sistema de seguridad colectiva en la ONU, que ha resultado ser totalmente inservible en este conflicto. ¿Para qué se gasta en mantener a la ONU, si luego las potencias van a conducir agresiones y guerras prohibidas por ella, a tenor con sus intereses inmediatos?
La mayoría de los lectores en Puerto Rico, bombardeados como están por la propaganda de guerra diaria de Estados Unidos, Europa y de muchos países que se conduelen sinceramente de los ucranianos, imaginan que Vladimir Putin es un monstruo que desayuna niños crudos cada mañana. Nadie, o casi nadie, piensa en lo que han estado haciendo Estados Unidos y la OTAN. Quién se involucró primeramente en un conflicto europeo, fue la OTAN en Bosnia, una parte importante de la ex Yugoslavia, y lo hizo de tal modo que benefició los intereses de Estados Unidos. Esa potencia ha iniciado agresiones bélicas en Irak, en Siria, en Libia y en Afganistán, con resultados muy dudosos y negativos para la democracia en el mundo, aunque haya sido en nombre de los valores democráticos que se hayan iniciado dichas guerras. En ellas han muerto miles de puertorriqueños, ahora en un ejército voluntario. Tuve exestudiantes en la UPR que interrumpieron estudios allí, para irse a “pelear por la democracia” en Irak, confesada la “hazaña” por ellos mismos. Voluntarios boricuas al servicio de un engaño de “armas de destrucción masiva”, supuestamente en manos de Irak, algo fraguado por la inteligencia estadounidense de George Bush, hijo, con la anuencia ciega de Tony Blair y de los demás líderes políticos europeos. Afortunadamente, mis otrora estudiantes pudieron contar su experiencia. Detrás de la alegación estadounidense de “armas de destrucción masiva”, no existentes por comprobación de las propias misiones oculares de la ONU, sabemos que la guerra en Irak tuvo mucho que ver con el control del petróleo, y con la industria productora de armamentos en Estados Unidos. En Afganistán, Estados Unidos tuvo que huir derrotado dejando que los Talibanes llegaran al poder. En Libia, se destruyó el régimen de Ghadaffi, pero la situación quedó más insegura que antes. Y hasta en Pakistán la administración Obama persiguió a Osama Bin Laden, para asesinarlo y mostrar así al mundo “una victoria contra el terrorismo internacional”. Con la guerra prolongada en Siria, quien más ha salido perjudicada es la propia Europa, pues los refugiados de allá han ido a parar principalmente a países de la UE. Lo mismo ocurre con la guerra en Ucrania, pues más de 5.8 millones de ucranianos han huido de su país, para ir a refugiarse principalmente en Europa. ¿Cómo hará esa misma Europa que hoy refugia ucranianos blancos para rechazar luego los “profughi” o “flutchlinge” provenientes del África negra o de los países árabes y de lugares como Pakistán?
Aunque Estados Unidos intentó justificar algunos de sus actos bélicos por su legítima defensa internacional, ante lo sucedido en el 11-S de septiembre de 2001, ahora no se le quiere reconocer la más mínima alegación de seguridad y defensa propia a la Rusia de Putin. Que conste, Putin no es santo de mi devoción, mucho menos cuando disfrazando su régimen de democrático y antifascista ha construido una cleptocracia peor que la de Puerto Rico, lo cual es mucho decir. La realidad, cuando se aplican las mismas teorías realistas que se enseñan como fundamentales en las universidades estadounidenses, es que la OTAN, aprovechando la debilidad de la Federación Rusa, luego de la caída de la Unión Soviética —magistralmente provocada por la administración Reagan de Estados Unidos— llevó a cabo acciones y declaraciones internacionales que acorralaban a Rusia.
La gota que colmó la copa fue la posibilidad que Ucrania, cercana a la frontera de Rusia, ingresara en la OTAN. Estados Unidos y la OTAN han estado rechazando continuamente la presencia de Rusia —como un miembro más— de la OTAN. Pero han aceptado, dentro de esa organización de defensa colectiva, a ex miembros de la Europa del este, previamente aliados de la Unión Soviética, como Polonia. Con ello han jugado más a los intereses de la vieja Guerra Fría, que a los de un mundo en paz. En lugar de aceptar a la Rusia supuestamente democrática en la OTAN, lo cual hubiera obligado al Kremlin a comportarse mejor internacionalmente, EEUU y la OTAN han estado colocando a Rusia en el papel del enemigo no confiable y la han empujado, prácticamente, a defenderse, ahora que está más fortalecida. Esto ha sido descrito con gran acierto por el analista estadounidense Noam Chomsky. No cabía esperar que Estados Unidos y la OTAN supusieran que Rusia continuaría pasiva e indefensa, soportando en silencio las amenazas. Y efectivamente, el monstruo militar de la Federación Rusa actual, invadió a Ucrania para reafirmar su seguridad ante las amenazas. Lo hubieran predicho las propias teorías realistas de las relaciones internacionales tan en boga en Estados Unidos, con Hans Morgenthau a la cabeza. Si Ucrania se hubiese unido a la OTAN, las fuerzas militares de ésta habrían alcanzado fácilmente objetivos militares en territorio de Rusia.
Una ruta agresiva y confrontativa no esperable de una UE más pacífica y democrática
El colmo de los devaneos de la UE con esta situación de guerra ha sido convertirse en todo en un megáfono de Estados Unidos y de sus intereses. Apostándolo todo a la potencia americana, la UE se comporta cada vez más como un aliado militar de Ucrania. Está bien salir en defensa del “agredido” con sanciones económicas a Rusia, aunque ellas han afectado negativamente más las economías europeas que a la propia Rusia. Y está bien proveer ayuda hospitalaria y médica a Ucrania, a la par que se reciben en Europa los refugiados de la guerra de ese país. Lo que no puede estar bien es enviar armamentos a Ucrania para que ésta se defienda porque, primero ello ha llevado a la destrucción de muchos armamentos estadounidenses y europeos, a manos de las acciones militares rusas. En segundo lugar, porque ello coloca a Europa y a la UE en línea de enemistad con Rusia. Eso es un involucramiento militar inaceptable para una UE supuestamente pacífica y democrática. Mientras las industrias de armamentos en EEUU y Europa están de plácemes, las armas de Europa en Ucrania tienen el efecto neto de prolongar la guerra y de envalentonar a Zelensky, quién en lugar de disponerse a negociar una paz justa con Rusia, juega ahora a la propaganda de guerra más burda, sugiriendo incluso que Ucrania puede ganar la guerra.
En lo que respecta al Señor Zelensky, es increíble como azuza a la Unión Europea a meterse cada vez más de forma militar en la guerra, bajo el supuesto de que Putin tiene como proyecto dominar mucho más territorio que sus alegados objetivos militares en Crimea y en el este de Ucrania. Con un desparpajo total, Zelensky “cuca” a la UE, e incluso llama cobardes a los países occidentales, si éstos no se involucran más en la guerra a su favor. Exagera la posición de Rusia y la victimización de los ucranianos con tal de recibir bastante dinero y armamentos provenientes de EEUU y de los países europeos. De paso, nos coloca a todos, irresponsablemente, en riesgo de una nueva guerra mundial.
Esta situación viene agravando los divisionismos al interior de la UE y en los países miembros de la UE. Tanto en Italia como en España han surgido protestas de grupos políticos opuestos al envío de armas a Ucrania. Mientras las divisiones políticas y los nacionalismos se agravan al interior de la UE, preocupa bastante cómo la extrema derecha es cada vez más influyente en la política interna de algunos países. Es increíble como el partido VOX ha crecido en España, intentando incluso con el PP la caída del gobierno social demócrata de Sánchez. El aumento en votos de la derecha extrema en Francia y en Italia, también es algo que preocupa. Sobre todo, causa alarma la denuncia reciente en las ondas alemanas (Deustche Welle) de un alto funcionario alemán de cómo la burocracia interna de la Bundesrepublik Deustchland está demasiado poblada por alemanes de la extrema derecha, algunos de los cuales incluso usan la Internet para intercambiar alusiones favorables al fascismo y hasta fotos de Adolf Hitler.
Quienes fundaron la UE, lo hicieron con fe en su vocación pacifista y democrática. Buscaban, sobre todo, su profundización hacia una unión cada vez más efectiva que velara por la paz en Europa. Eso con mucha mayor importancia que una ampliación de su mercado único que conllevara, sin embargo, importantes divisiones que ya han producido una BREXIT, más las amenazas provenientes hasta de sectores políticos de Francia y de países de matrícula más reciente como Polonia y Hungría. Hoy, dondequiera prevalecen las divisiones temibles, entre ellas las del racismo y el supremacismo blanco en Estados Unidos y las existentes entre Demócratas y Republicanos. Una cosa son las divisiones usuales entre partidos adversarios y muy otra los odios que se observan en la sociedad estadounidense y en algunos de los países europeos. No es tarde para que Europa modifique su rumbo. No es muy tarde para preguntarse seriamente: “¿Quo Vadis, Europa?»