Las Tres Mosquiteras en las comunidades vulnerables
Poco después del paso del Huracán María, el Instituto de Ciencias para la Conservación de Puerto Rico (INCICO), visitó las comunidades en las cuales llevaba años colaborando para dialogar con sus residentes sobre sus vidas a partir del huracán María. Estas comunidades están localizadas en lugares remotos y aislados en la costa y la montaña. De estos diálogos surgieron asuntos que ellos entendieron meritorios de una respuesta urgente, por considerarlos de vida o muerte. Por experiencia sabemos que lo que no se pregunta se queda en el tintero, y sabemos también, que si la pregunta se limitaba a qué cosas necesitaban, la respuesta solía limitarse a: agua, comida, luz y pañales, entre otros artículos de primera necesidad. El problema con los mosquitos no aparecía en la ecuación de la necesidad de una comunidad hasta que se hacía esa pregunta puntual. De aquí que surgiera la necesidad de buscar una respuesta para aliviar la situación desesperada que provocaba el acecho de los mosquitos, además de otros asuntos como la alimentación y el agua segura para vivir que terminaron ocupando nuestra agenda de colaboración y acompañamiento en estas comunidades.
El diagnóstico del problema con los mosquitos se configuraba desde la experiencia personal que se estaba viviendo, porque por parte de las autoridades gubernamentales no hubo una expresión pública de conciencia sobre el problema en ese momento y tampoco anticiparon que pudiera ser un asunto relevante desde el punto de vista de prevención. Sin embargo, quienes lo vivían día y noche nos expresaban sus miedos al contagio del Zika, del Chincungunya y del Dengue. También quedaron de manifiesto los múltiples casos de personas con infecciones en la piel, producto de las picadas de mosquitos.
Nuestro estudio de la situación nos llevó a la conclusión de que la alternativa debía ser el uso de mosquiteros. Porque las opciones de usar el humo para espantar los mosquitos no era una solución saludable, como tampoco lo era rociar el espacio del hogar con insecticidas o empaparse el cuerpo en repelente químico. Entonces, emprendimos la búsqueda de la tela adecuada y el método para confeccionar un mosquitero, sin necesidad de costura mecánica o manual, nos lanzamos a compartir el conocimiento aprendido con las primeras tres comunidades: El Pino, en Villalba, Las Mareas, en Salinas y Playa Guayanés, en Yabucoa. Fue en estás tres comunidades donde primero se establecieron grupos para confeccionar mosquiteros para sus vecinos. Estás tres fueron también las que inspiraron el maravilloso título de esta iniciativa de autogestión comunitaria “Las Tres Mosquiteras”.
Gracias al respaldo de la Fundación Comunitaria de Puerto Rico, Hispanic Federation, Puertorriqueños de Unidos para ayudar a Puerto Rico de Philadelphia, y múltiples contribuciones de grupos y de individuos, Las Tres Mosquiteras ha tenido los recursos materiales para crecer. Pero la fuerza y la magia detrás de su expansión reside en la voluntad y el compromiso de la gente de estas comunidades para actuar en favor de sus vecinos y mitigar el sufrimiento del prójimo, especialmente de los más vulnerables.
Las Tres Mosquiteras ya se ha tornado en un movimiento, que al día de hoy, ha dejado en mucha gente una extensa y profunda huella. Esa huella se extiende ya a 29 municipios, 68 barrios y 126 comunidades de Puerto Rico. Es una huella memorable, por su carácter material, emocional, pero también educativo, y me atrevo a decir que ha alcanzado a quienes más han sufrido los golpes de María. Las razones por las que los mosquiteros y los talleres que realizan las Tres Mosquiteras han sido tan exitosos son varias y diversas.
El mosquitero es una herramienta de protección incomparable durante el tiempo en que se duerme o se descansa, de noche o de día, cuando las personas están más expuestas debido a su limitado estado de conciencia; cuando el más bravo es igual que el más indefenso ser humano. El mosquitero es una barrera física con la capacidad de impedir de forma absoluta el contacto entre el mosquito y el cuerpo humano. Es uno de los inventos y tecnologías al servicio del bienestar humano más antiguo en la historia de la humanidad. Hay evidencia de su existencia alrededor de los 2,700 años antes de Cristo.
Pero el mosquitero, en el contexto de Las Tres Mosquiteras, es mucho más que un instrumento y mucho más que un artículo para protegerse. Los talleres de Las Tres Mosquiteras capacitan, activan, motivan y movilizan los ingredientes esenciales del verdadero liderato de los individuos y del colectivo, en el contexto y en la escala de una comunidad. En la mayoría de los casos no se trata de líderes profesionales, de carrera, o vinculados a organizaciones que cultivan esas destrezas, se trata de gente muy sencilla con vidas ajenas a esa tradición que toman conciencia y se animan a la acción para convocar a sus vecinos y coordinar un taller inicial. La experiencia que provoca el taller de Las Tres Mosquiteras estimula y promueve un bienestar emocional poderoso en los participantes que incluye: empatía, solidaridad, sentido de lugar y de pertenencia social, alegría, felicidad, incluso en aquellos que por sus limitaciones de movilidad solo pueden participar como espectadores.
Todos esos factores logran que la experiencia que provoca el taller de Las Tres Mosquiteras sea única. Y es que, además, se nutre de las técnicas de la narración oral y de los métodos y recursos de la profesión de interpretación, que provienen de la mejor tradición de las ciencias de la conducta y las comunicaciones, que en este caso se aplican desde nuestra experiencia del trabajo en contextos comunitarios, siempre privilegiando la experiencia humana, desde la realidad que viven los participantes de cada comunidad donde se trabaja.
El resultado de la metodología que se emplea, sin excepciones, ha facilitado que los participantes se conecten y se identifiquen con el tema, reflexionen sobre los riesgos a la salud a los que nos exponen los mosquitos y sobre los efectos que tuvo el huracán sobre la vida, desde la propia experiencia de cada uno y desde los significados que cada cual le atribuye a partir de la realidad que vivió y aún continúa viviendo, luego de casi un año del paso de María por nuestra isla.
El taller siempre desemboca en una demostración práctica acompañada de la historia que explica el origen del diseño de este mosquitero, que no requiere ni una puntada de costura. El origen de esta técnica seguramente es muy antiguo a juzgar por los testimonios que nos han compartido algunos de los participantes de mayor edad. Sin embargo, en nuestro caso, lo aprendimos con los generosos y sabios trabajadores de la tienda de tela Olazabal algunos de los cuales llevan 50 años allí aprendiendo a su vez de las cientos de costureras y costureros que en su ir y venir por la tienda comparten con ellos sus trucos de la magia creativa de este oficio.
Finalmente, como muestran las imágenes y el siguiente video, grabado en la comunidad de Quebradillas, del barrio Guayabota, en las montañas del interior de Yabucoa, en los talleres, los participantes entran a la escena cuerpo a cuerpo, y entre todos, confeccionan los mosquiteros que llevarán consigo esa noche para ellos y para quien lo necesite en su hogar. La experiencia concluye con la invitación y el compromiso voluntario de volver a reunirse con el propósito de confeccionar más mosquiteros para otros vecinos. Esa segunda reunión se da luego de que los participantes consulten y confirmen con sus vecinos su necesidad y deseo de usar un mosquitero para protegerse y sepan el tamaño de la cama donde duermen. El grupo que se autoconvoca, entonces, confecciona estos mosquiteros y los lleva personalmente a cada uno de los vecinos que expresaron la necesidad y el deseo de contar con uno.
Y así es que sigue formándose un movimiento que continuará ampliando su ya extensa huella memorable, de carácter material, emocional y educativa en 29 municipios, 68 barrios y 126 comunidades de Puerto Rico.