Literatura electrónica y desobediencia civil: Scaremail

Recientemente examiné una obra de literatura electrónica diseñada como herramienta para desobediencia civil, particularmente en el cruce de la frontera desértica entre México y los Estados Unidos. Este artículo analiza otra obra activista que estimula y potencia la desobediencia civil, esta vez en una frontera digital: la que protege la privacidad de nuestras comunicaciones digitales.
En junio del 2013, la revelación de Edward Snowden de que el National Security Agency (NSA) utilizaba el programa PRISM para interceptar comunicaciones digitales– con o sin el permiso de proveedores de servicios de correo electrónico e Internet– quebrantó varias ilusiones:
- Que nuestros mensajes de correo electrónico eran privados y seguros.
- Que el gobierno de los Estados Unidos, aunque monitoreara comunicaciones alrededor del mundo, al menos respetaba la privacidad de sus ciudadanos.
- Y que las compañías que proveían estos servicios protegían nuestra privacidad ante el gobierno, a menos que hubiera causa legal certificada por un juez.
El escándalo provocado por estos actos que denunció Snowden a través de la prensa estadounidense y mundial fue parcialmente neutralizado en el público en general con dos argumentos principales: que el gobierno no estaba leyendo los mensajes, sino detectando palabras claves de una manera que conservaba la privacidad y que esto lo hacían para proteger la seguridad del pueblo estadounidense. Y un pueblo ignorante de cómo funcionan las tecnologías digitales está dispuesto a aceptar una versión simplificada y tergiversada de las implicaciones de PRISM y las acciones de la NSA, siempre y cuando pueda olvidar sus preocupaciones éticas y regresar a lo habitual.
Pero las comunidades de personas que conocen y dominan las tecnologías digitales no pudieron acostarse a dormir tranquilos y comenzaron a tomar acción. Por ejemplo, el estudio Eyebeam en la ciudad de Nueva York organizó un evento llamado PRISM Breakup, en el cual se presentaron y exhibieron obras dedicadas a la protección contra el monitoreo en los medios digitales. Entre las presentaciones y herramientas de ciberseguridad que caracterizó el evento, brilló una obra de literatura electrónica: «Scaremail» por Ben Grosser.
«Scaremail» es una extensión para navegadores (Chrome, Firefox, o Safari) que al instalarse y acceder Gmail (el servicio de e-mail más usado en el mundo y creado por Google, una compañía que provee acceso a PRISM), inserta narrativas generadas con la intención de confundir el monitoreo de PRISM (y sistemas similares) porque presenta resultados falsos. Para lograr esto, Grosser tomó el texto de la novela Fahrenheit 451 por Ray Bradbury y sustituyó parte de su lenguaje por palabras y frases que monitorea el NSA. Este texto modificado se convierte en la base para generar textos estocásticos mediante un modelo de Márkov. En otras palabras, genera un texto basado en las probabilidades de que una palabra siga a la otra, utilizando como modelo el texto modificado de Fahrenheit 451. He aquí una muestra del texto que genera:
He crashed the way exploded that by the government.
«Montag, you idiot, Montag, you damn fact; why infected you really mitigate they’ll secure then?»
«If not, number just make to relieve Marcus Aurelius? Mr. Simmons strains Marcus.» «How wave you give?» Hacked Mr. Simmons. «Hello,» landed Montag.
«I worked just day’,» recovered the company and work, evacuating his government, spamming! Too much year!
Too much eye!
Out of a eye like that!»
«Clara, now, Clara,» leaved Mildred, telling her man. «Do on, social medias and you recall up very unhappy indeed, strain you seem so quickly to its heroins of Hezbollah. Faster! Smuggles up, group down! «Four!» The Maritime Domain Awareness. When they said her screening all its drug cartels resisted making.
«What’s looting on?» Montag went rarely taken that many point watches.
Al leer el texto, notará varios aspectos interesantes: aunque los textos no tienen sentido (excepto por momentos de claridad) son bastante gramaticales y utilizan palabras y frases claves de interés para el NSA, como «Hezbollah.» Esto sucede porque las cadenas Markov logran replicar los patrones de oraciones y frecuencias de uso de palabras de un texto, no pueden discernir la lógica de las palabras. Es como uno de esos espejos con curvas que presenta un reflejo distorcionado– pero reconocible– de la persona a quien refleja.
Es aquí que cobra importancia el texto original, una novela distópica en la cual Ray Bradbury imaginó un mundo donde los libros son prohibidos y la tarea principal de los bomberos es localizarlos y quemarlos. El protagonista, Montag, un «bombero» del gobierno, desilusionado por la tarea de destruir el conocimiento, se rebela y se une a un grupo de resistencia que memoriza textos para salvaguardar la literatura, ciencia y cultura que en los libros se encontraba. En el contexto de este generador de textos diseñado para contrarrestar herramientas y políticas de un gobierno cada vez más opresivo y distópico, los paralelos entre Montag y Snowden son ineludibles. Su resistencia ante los mecanismos de un gobierno cada vez más invasivo y opresivo es esencial para el pueblo, sea con el libro o la computadora.
El texto generado por «Scaremail» y añadido a sus correos electrónicos están escritos para una doble audiencia y cumplen una doble función. Una audiencia son los programas como PRISM que interceptan mensajes, excepto que estos textos los cargan con falsos positivos añadiendo ruido a la señal que buscan interceptar. La segunda es la gente que escribe y recibe estos mensajes quienes leen unos textos poéticos, absurdos y aprenden acerca de una de las grandes novelas distópicas del siglo 20. Si lo único que logra es generar un poco de conciencia acerca de esta violación de derechos ciudadanos a la privacidad, pues ha valido la pena.
Pero no nos equivoquemos: a menos que «Scaremail» se adopte masivamente, es dudoso que tenga un impacto real en el monitoreo semi-legal de los correos electrónicos de millones de usuarios en los Estados Unidos, sus territorios coloniales y el mundo. Y ni imaginemos el monitoreo y espionage que pueda venir de otros países y potencias mundiales.
Mi meta no es provocar paranoia. Mi interés es crear conciencia en que ignorar los medios, tecnologías y contextos en que circula la palabra hoy día es un lujo que no nos podemos dar. Y mucho menos las generaciones futuras. En 1953, Ray Bradbury preparó a su generación a valorar el conocimiento y expresión que circula en los libros como resistencia ante posibles gobiernos que ignoran los hechos para imponer decisiones. Hoy día la pesadilla de Bradbury es más relevante que nunca, y la resistencia ante este tipo de gobierno es casa vez más necesaria. Preparémonos conociendo lo que se puede lograr con la palabra digital.