Maternidad subrogada y los derechos sexuales y reproductivos
En 2016 salió a relucir el caso que la sexista policía española decidió nombrar “Operación princesita”, de una pareja de hombres homosexuales que decidieron contratar a una mujer para que esta fungiera en el papel de madre gestante, utilizando el esperma de uno de los hombres. En medio del intercambio, la policía española detuvo tanto a la pareja como a la mujer gestante debido a que la maternidad subrogada está prohibida en el estado español, aunque esta es legal en diferentes países del mundo, incluyendo países europeos. La noticia impactó no solo los medios de comunicación sino también diferentes grupos feministas que decidieron asumir diversas posturas al respecto.
Si bien han habido diferentes argumentos en los últimos años respecto al tema de la maternidad subrogada, es importante reconocer que se ha reabierto un debate urgente dentro de los diferentes grupos feministas. Debido a que la noticia salió en España estaré exponiendo los diferentes puntos de vista al respecto de organizaciones y feministas del estado español, aunque el tema es un importante debate en grupos feministas de diferentes partes del mundo.
Para comenzar, es necesario destacar la columna que publicó Beatriz Gimeno en su blog y en la Revista Transversales en junio de 2011 oponiéndose abiertamente a la legalización de la maternidad subrogada y calificando a esta como otra forma más de subyugación del cuerpo de las mujeres frente al mercado capitalista patriarcal. Para Gimeno, la maternidad subrogada o vientre de alquiler acarrea diferentes problemáticas. La primera es que con este “nuevo” mercado, es que se le obliga a las mujeres pobres a participar de este. Para defender este argumento pone como ejemplo la maternidad subrogada en India que, según Gimeno, “ha alcanzado proporciones industriales debido a los altos costos en otros países”. Por eso, para la feminista española, las personas que quieren “alquilar” un vientre suelen ir a países donde está desregulado y en donde lo que cuenta es el dinero y no los derechos de las mujeres gestantes o del bebé por nacer.
A su vez, plantea preguntas que deben considerarse: ¿qué ocurre si en vez de un feto hay dos y la pareja solo quiere uno y la madre gestante se niega a abortar?¿Qué ocurre si el feto tiene alguna deformidad y la pareja no lo quiere?¿Cuánto se controla la vida de la madre gestante?¿Qué ocurre si después del parto la madre gestante no quiere entregar al bebé?
Siguiendo la línea de Beatriz Gimeno un grupo de feministas en su carácter individual y organizadas bajo el lema “No somos vasijas” hicieron campaña en los medios en contra de la maternidad subrogada porque lo ven como cosificación de las mujeres y como otro ejemplo de violencia obstétrica. Por eso sacaron un manifiesto en contra del “vientre de alquiler” que enumeraba las diferentes razones por las cuales se oponían a la maternidad subrogada. Entre estas destacaban que la maternidad por sustitución le niega el derecho a decidir a las mujeres gestantes, que se ejerce un control sexual de las mujeres, que las mujeres son vistas como máquinas reproductoras de niños y niñas, que se promueve el tráfico de úteros, las “granjas de mujeres” y la compra de bebés. También se oponen a que la maternidad entre al mercado neoliberal porque, desde la perspectiva de los derechos humanos, que el cuerpo de las mujeres sea visto como una fábrica de bebés se opone al derecho de la integridad del cuerpo de las personas. Por eso, al igual que Gimeno, apuestan a seguir presionando al gobierno español a través de la opinión pública, para que la maternidad subrogada no se legalice en España.
Sin embargo, y como mencioné al principio, las opiniones en los movimientos feministas dentro de España sobre este tema están divididas y si bien han habido grupos muy vocales en contra de esta, también han habido grupos que han contrarrestado los argumentos de Gimeno y del grupo “No somos vasijas”. Entre estas se encuentra Emilia Arias, que en su artículo “¿Mi útero, mi decisión? Maternidad subrogada, prostitución y aborto”, publicado en la revista Pikara, problematiza los argumentos de las feroces opositoras de esta maternidad. En su artículo, Arias contesta principalmente al manifiesto comentado anteriormente. Por un lado, para Arias, que las mujeres decidan ser madres gestantes por razones altruistas o económicas no es un hecho que deba juzgarse por nadie porque de hacerlo estaríamos tratando de controlar el cuerpo de esas mujeres. De hecho, Arias equipara muchos de los argumentos en contra de la maternidad subrogada con los argumentos en contra del trabajo sexual porque, al igual que la decisión de ser madre gestante, es decir, la decisión de participar del mercado, tanto el trabajo sexual como el de reproducción, debe ser de la mujer que va a hacer el trabajo. Aunque Arias rechaza la lógica neoliberal del mercado, la mayoría de las mujeres y hombres se someten a esta para poder sobrevivir; entonces ¿por qué prohibir solo algunas formas que afectan particularmente a las mujeres? Por último, Emilia Arias enfatiza que ni las madres gestantes ni las trabajadoras sexuales consideran que están “alquilando” su vientre o vendiendo su cuerpo, el cuerpo (y el vientre) sigue siendo de las mujeres y son ellas las que deciden ofrecer un servicio determinado a un precio determinado o no. Es decir, las mujeres siguen siendo dueñas de su propio cuerpo no importa el trabajo que hagan y son ellas las que deben decidir, y no el estado u otros grupos de mujeres, las que decidan sobre su cuerpo.
Finalmente, y siguiendo la línea de Emilia Arias, Silvina Monteros, en el artículo, “Maternidad subrogada: no es tan sencillo descartarla como posibilidad” publicado en el boletín del grupo de investigación AFÍN, también responde a los argumentos de Beatriz Gimeno. Monteros reconoce que hoy en día existe un negocio internacional de vientres de alquiler y que es probable que en algunos casos se reproduzca una relación de explotación entre la pareja y la madre gestante. Sin embargo, comenta Monteros, señalar que hay explotación en todos los casos es victimizar a las mujeres que por diferentes razones deciden ser madres gestantes. Incluso, la feminista plantea que la gestación de embriones de otras personas pudiera verse como una forma de resistencia a la familia patriarcal heteronormativa. Según Monteros, regularizar el mercado, aunque esto suponga entrar en la lógica del mercado capitalista, logra una visibilización de una práctica que no es tan moderna:
…lo más interesante de la protección legal es volver visibles los actos, las conductas o los intercambios que suelen tener lugar en la oscuridad de los hogares o del mercado. La maternidad subrogada no es nueva, es una práctica que viene de la antigüedad, lo que es nuevo es el debate en torno a su regulación como intercambio mercantil o civil en el marco del neocapitalismo (8).
Por eso, aunque Silvina Monteros reconoce las complicaciones de la maternidad subrogada, al finalizar su artículo propone varios argumentos a favor de esta que en cierta forma contrarrestan los de Gimeno. Para empezar reconoce que la creciente demanda por la maternidad subrogada debe ser atendida, ya que la legalización de esta permitiría que personas con diversidad funcional, por ejemplo, puedan tener hijos. A su vez, reconocer el poder decisional de las mujeres que escogen ser madres gestantes y que su acción, más allá de verse como una transacción económica, se debe ver en muchos casos como un acto de solidaridad. Por otro lado, el análisis de la maternidad subrogada también se debe pensar como una oportunidad para romper los discursos esencialistas sobre la maternidad biológica; y, por último, la maternidad subrogada podría impulsar a los hombres a asumir la paternidad responsable sin la presencia de una mujer, rompiendo, nuevamente, con los roles heteronormativos patriarcales.
Podemos concluir que los debates en torno al cuerpo de las mujeres siguen creando muchas fricciones entre las mismas feministas; si bien se ha logrado un consenso sobre el derecho al aborto entre la mayoría –no todas– de las personas que se asumen feministas, no pasa lo mismo con los otros temas. La sexualidad y la reproducción se siguen viendo como los únicos temas desde donde se parte de la explotación de las mujeres y se ignora que en muchos casos no existe tal explotación y/o que la explotación no solo ocurre en esos espacios. Sin embargo, si realmente queremos ser fieles a nuestra famosa consigna del “derecho a decidir”, debemos entender que este derecho va más allá del aborto. Por eso, aunque se debe reconocer que la explotación a las mujeres es una realidad, no solo en los trabajos relacionados a la sexualidad sino en todos los trabajos, debemos apostar al empoderamiento de nuestros cuerpos y al derecho a decidir en todos los ámbitos de la vida.
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Bibliografía
Arias, E. “¿Mi útero, mi decisión? Maternidad subrogada, prostitución y aborto”. Recuperado el 3 de noviembre de 2016. <http://www.eldiario.es/pikara/Claro-Nosomosvasijas-Maternidad-subrogada-prostitucion_6_402519750.html>.
Gimeno, B. “Vientres de alquiler: No es tan sencillo” Revistas Transversales, n.22, junio 2011. Recuperado el 3 de diciembre de 2016. <http://www.nodo50.org/trasversales/t22bgvda.htm>.
Monteros, S. “Maternidad subrogada: no es tan sencillo descartarla como posibilidad”. AFIN n.66, noviembre 2014. Recuperado el 3 de noviembre de 2016. <https://ddd.uab.cat/pub/afin/afinSPA/afin_a2014m11n66iSPA.pdf>.
No somos vasijas. Campaña contra los «vientres de alquiler». Manifiesto en contra los vientres de alquiler. Recuperado el 3 de diciembre de 2016. <http://www.mujeresenred.net/spip.php?article2199>