Natura Naturata: El Afán del Antropo

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El paso de los humanos por el planeta ha dejado una profunda y enorme pisada, una lamentable huella ecológica. Es un rastro de graves daños y transformaciones ambientales, así como de un extraordinario agotamiento de los recursos naturales. La concentración atmosférica de dióxido de carbono sobrepasa ya las 400 partes por millón (ppm) y el cambio climático ha dejado sentir algunos de sus efectos, prometiendo variaciones climáticas latentemente desastrosas. La progresiva pérdida de la biodiversidad planetaria es impresionante, amenazando con otra extinción masiva. El futuro de muchas especies es aterrador; una buena proporción de todas las especies del planeta podrían estar enfrentando su extinción a mediados de este siglo. Nuestras adiciones de nitrógeno, fosforo y otros elementos, a los ecosistemas sobrepasarán pronto los límites aceptables. Mientras tanto, el aumento de aerosoles y otros contaminantes a la atmosfera y ecosistemas globales continúa siendo alarmante. El creciente agotamiento del ozono, la progresiva acidificación de los océanos y la paulatina demanda y uso desmedido de agua potable, agravan la crisis ecológica. Entretanto, los bosques originarios desaparecen rápidamente. La deforestación, a pesar de numerosos esfuerzos para proteger, conservar y reforestar bosques y otras áreas, continúa siendo bastante intensa. Además, la dañina transformación del ambiente ha incrementado la vulnerabilidad de muchos grupos humanos a diversas amenazas naturales como los huracanes, terremotos, tsunamis, sequias e inundaciones. Los cambios ambientales inducidos por la actividad antropogénica también ha contribuido al aumento en la vulnerabilidad humana a nuevos y peligrosos patógenos, como el coronavirus. Las consecuencias para los humanos de todos estos problemas ambientales son, por supuesto, desiguales, afectando a unos grupos más que a otros.
Para un creciente número de científicos e intelectuales, la crisis ambiental está vinculada a la compleja historia de la colosal transformación antropogénica de la naturaleza. Narrar la historia de esa transformación ambiental está entre las tareas más importantes y relevantes de los estudiosos de las relaciones humanas con la naturaleza en diversas disciplinas, desde la geología hasta la historia y la filosofía. La tarea es difícil y contenciosa. Para muchos estudiosos de este fenómeno la tarea requiere trazar la trayectoria o acontecer de la transformación antropogénica de la naturaleza y distinguir las etapas de su desarrollo a lo largo de la historia. La tarea implica además identificar el momento en que la actividad antropogénica comenzó a ocasionar y delimitar los cambios ambientales. Esta tarea de periodización histórica requiere también nombrar las fases involucradas. Hoy, un relato muy popular, que se vale de las escalas y periodos del tiempo geológico, afirma que hemos superado el Holoceno, que el impacto planetario de la actividad humana es al presente tan extenso e intenso, tan profundo y notable, que estamos ante una nueva época geológica. Esta nueva etapa, denominada el Antropoceno, denota el impacto significativo que la actividad antropogénica ha tenido sobre los ecosistemas del planeta. El relato del Antropoceno es inclusive un meta relato, una narrativa abarcadora con presunciones esencialistas y universalistas.
No existe un acuerdo común respecto a la fecha precisa del comienzo del Antropoceno, pero se han identificado varios posibles orígenes como la conquista y colonización de América, la Revolución Industrial, y la Gran Aceleración. Esta última es la más notoria y plantea que, desde la década de los cincuenta diversos factores vinculados a la actividad humana, como el desarrollo económico, el desmedido consumo, el crecimiento poblacional y la progresiva urbanización, entre otros factores, han alterado los ecosistemas planetarios enormemente, cambios ambientales sin precedentes históricos. Si algunos ubican el origen del Antropoceno en los tiempos de la conquista de América, la Revolución Industrial o la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, otros plantean que surgió con la agricultura, mezclando el Holoceno y el Antropoceno. En cualquier caso, el protagonista es el Antropo, el ser humano. Pero se trata de un ser humano desenfrenado y destructivo cuyas acciones han causado grandes cambios y daños ambientales, muchos de estos irreparables. El climatólogo Chris Rapley, utilizando la analogía de la “nave espacial tierra”, ya usada por Henry George, George Orwell, y hasta por Disney, describe el gran impacto del Antropo, del capitán de la nave:
Since the planet is our life support system – we are essentially the crew of a largish spaceship – interference with its functioning at this level and on this scale is highly significant. If you or I were crew on a smaller spacecraft, it would be unthinkable to interfere with the systems that provide us with air, water, fodder and climate control. But the shift into the Anthropocene tells us that we are playing with fire, a potentially reckless mode of behaviour which we are likely to come to regret unless we get a grip on the situation.
El astrónomo Martin Rees también recalca el carácter temerario del Antropo: “The darkest prognosis for the next millennium is that bio, cyber or environmental catastrophes could foreclose humanity’s immense potential, leaving a depleted biosphere.” En fin, el desenfrenado y osado Antropo podría potencialmente estrellarnos y destruir la nave, dejando atrás una enorme catástrofe. Sin embargo, para los antropocenistas ese no es irreparablemente el desenlace de la historia. Para muchos de estos, la hecatombe, la funesta colisión de la nave Tierra, todavía puede evitarse. Según ellos, el propio Antropo podría lograrlo. Los cronistas del Antropoceno, devotos antropocentristas, muestran una enorme fe en la inventiva humana, en la ciencia y la tecnología. Para algunos, como Rees, la situación es inclusive prometedora, pues podríamos estar dirigiéndonos a una era post-evolutiva, que nos lleve inclusive más allá de las fronteras planetarias:
Human societies could navigate these threats, achieve a sustainable future, and inaugurate eras of post-human evolution even more marvelous than what’s led to us. The dawn of the Anthropocene epoch would then mark a one-off transformation from a natural world to one where humans jumpstart the transition to electronic (and potentially immortal) entities, that transcend our limitations and eventually spread their influence far beyond the Earth.
La suposición es que la investigación científica y la innovación tecnológica, productos del Antropo, sustituirán por completo los procesos biológicos que subyacen a la existencia humana y la de otros organismos en el planeta, ayudándonos inclusive a cruzar la última frontera, la espacial. Desde este punto de vista, la crisis ambiental no requiere detener la actividad antropogénica sino encarrilarla hacia una creciente racionalidad instrumental, el horizonte cultural de la tecnología moderna. Esto es cónsono con la modernización ecológica, el desarrollo sustentable y hasta el capitalismo verde. Esta visión del futuro implica que el mismo Antropo que hoy nos destruye es nuestro potencial salvador, el héroe capaz de finalmente concretar la dominación de la naturaleza, de superar la evolución. Los humanos ya no se adaptarían al medioambiente, sino que lo adaptarían a sus necesidades y deseos. El Antropo moderno sigue aferrado a su pretérito anhelo de dominar a la naturaleza, reduciéndola a un mero recurso manejable y moldeable. Este afán es curiosamente naturalizado en el relato del Antropoceno, convertido en una cualidad esencial del ser humano genérico. En fin, para los antropocenistas la salida de la crisis no es otra que la racionalización del empeño de conquista, el manejo tecnocrático e instrumental de la gestión ambiental, y con esta de la gestión social.
La naturaleza imaginada y deseada por el Antropo, una naturaleza conquistada, es la que la historiadora ambiental Carolyn Merchant llama natura naturata. El relato antropocenista es similar a la narrativa edénica de la recuperación de la naturaleza examinada por la historiadora en Earthcare y Reinventing Eden. El paso a una naturaleza producida a imagen y semejanza del Antropo, sigue alineado con el entendimiento de la “civilización” como un dispositivo cultural para la supervisión, administración, y control racional de la naturaleza. Desde esta perspectiva el fin de la naturaleza sigue siendo la civilización. Como explica Merchant en Earthcare:
Civilization is the final end, the telos, toward which ‘wild’ Nature is destined. The progressive narrative undoes the declension of the Fall. The ‘end of nature’ is civilization. Civilization is thus nature natured, Natura naturata –the natural order, o nature ordered and tamed. It is not longer nature naturing, Natura naturans– nature as creative force. Nature passes from inchoate matter endowed with a formative power to a reflection of the civilized natural order designed by God.
Natura naturans, como anunció la propia Merchant, murió. Solo queda Natura naturata, la que para los antropocenistas es necesario someter aún más al manejo racional. En la narrativa antropocenista la naturaleza está allí para ser dominada, conquistada, colonizada, superada, usada, ordenada, moldeada, explotada.
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* Este articulo constituye el desarrollo de algunas ideas presentadas previamente en el Segundo Simposio de Historia y Medioambiente: Estudio Multidisciplinario para la Conservación en Puerto Rico celebrado en la Biblioteca Museo Gobernador Pedro Roselló de la Universidad Ana G Méndez, Recinto de Gurabo (25de abril de 2019). El título de la presentación fue “El Antropo Desenfrenado y Natura Naturata en un Tiempo Poliónimo”.