Numerosis tipo ONU
En realidad no me acuerdo quien se rió más, si fue mi papá de 90 años o si fui yo, cuando me enseñó la tarjeta de presentación del hijo de unos ex-vecinos, que decía Fulano de tal, Doctor en Ciencias Ocultas. Dentro de la risería nos preguntábamos que dónde se estudiaba ese doctorado y respondimos intercambiando nombres de algunas de las universidades boricuas a las cuales don Ismael Rodríguez Bou llamaba chinchales educativos. No me imaginaba entonces que luego yo haría uso de una de esas ciencias ocultas, la numerología, para comenzar un escrito en el cual critico la obsesión numérica contemporánea –numerosis– claramente ejemplificada por la Organización de las Naciones Unidas y sus Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Fascinación con los números
Tal vez fue la influencia cósmica del día de San Valentín lo que trajo inesperadamente a la pantalla de mi computadora el portal electrónico de Guía para la compatibilidad numérica del amor. Al instante dejé todo mi trabajo en pausa y me dediqué a hacer cómputos numerológicos. En realidad fue un ejercicio en diversión más que de curiosidad intelectual o búsqueda de la verdad. Es que luego de leer lo siguiente, no podría ser de otra manera.
“…mucha gente que está predestinada a amarse, podría hacerlo sin importar sus números. Pero sin dudas, saber si poseemos o no compatibilidad numérica con el ser que deseamos, podrá ayudarnos a saber si tendremos éxito o no en nuestra futura relación”.
A pesar de no entender la afirmación anterior, proseguí con la tarea de computar la compatibilidad numérica que tengo con mi compañero Juan Carlos, siguiendo una tabla que asocia letras con números. Yo 3, él 6. Y la numerología declara: “Una posible feliz vida hogareña. ¡Sólo debe cerciorarse de ser responsable en cada acto!”. Tanto que nos gusta la calle y la vida urbana… ¡y la numerología nos habla de una vida hogareña! Absolutamente decepcionante.
Más allá de la busconería típica de un portal electrónico que tiene múltiples anuncios y ofertas comerciales, como un curso para encontrar a la pareja perfecta y el secreto para obtener un estómago plano, se encuentra el hecho de que los números han ejercido una gran fascinación durante gran parte de la historia humana. Nos dice I. B. Cohen en su libro, The Triumph of Numbers How Counting Shape Modern Life, que en el siglo 16 hubo un profundo interés en la numerología y se trató de identificar personas con el enigmático número bíblico del 666, el número de la bestia. Petrus Bungus trató de obtener el 666 del nombre de Martin Luther, pero de acuerdo a la suma de las letras de su nombre obtenía el número 673. La fallida empresa encontró un subterfugio al latinizar el apellido, pero no el primer nombre; de esta forma Martin Lutera resultaba en el 666 que la Biblia relaciona con el mismísimo demonio. Michael Stifelius también recurrió a varios trucos, al hacer que el nombre del Papa León X, utilizado como LEO DECIMVS X, produjera el 666 de la bestia bíblica. Aquí la serie de trucos consistió en utilizar reglas de asignación numérica utilizando números romanos, añadiendo una X (por décimo) y eliminando la M pues esta era señal de “misterio”. El ingenio de numerólogos más contemporáneos ha conseguido encontrar el mentado 666 en los nombres de Napoleón Bonaparte, Adolfo Hitler, Ronald Reagan y hasta Bill Gates III (utilizando la numeración ASCII).
En todo caso la numerología constituía una instancia del triunfo de los números. Pero este triunfo no consistía en revelar la verdad, sino en una conquista de nuevas facetas del quehacer humano que eran sometidas al escrutinio numérico, cualquiera que éste fuese. Ya en el siglo 19 se crearon las primeras asociaciones de estadística en diferentes países europeos y con esto se cimentó el desarrollo de una actividad profesional con una pasión incesante por acrecentar su marco de acción. Ese siglo fue testigo de un verdadero triunfo de los números, cuando estos se hicieron esenciales para describir fenómenos tan dispares como el funcionamiento y las patologías del cuerpo humano así como los del cuerpo social. Los números no tan sólo describían la realidad sino que también prescribían la normalidad, identificando cuáles fenómenos eran desviaciones aceptables de una medida ideal y cuáles no. Para finales del siglo 19 y principios del 20 ya habíamos entrado en una era estadística en la cual la propia realidad era definida numéricamente. Hoy existen debates constantes sobre si las cifras del desempleo o el crecimiento económico son correctas, pero el razonamiento numérico que hace esos debates posibles permanece indisputable.
Numerosis
Karim F. Hirji, profesor de bioestadística en Tanzania, identifica dos patologías numéricas típicas de nuestros tiempos en su artículo Numerosis and Numeritis, publicado en la revista DataCrítica de la UPR-Mayagüez. Hirji considera la numerosis como un padecimiento que consiste en la “tendencia creciente a cuantificar, enumerar, recoger, almacenar, procesar, utilizar y representar datos relacionados a todas las facetas de la sociedad y más”. Para él, la patología de la numeritis se relaciona con “la calidad y acuracidad [nota de edición: exactitud] intrínseca de las estadísticas y con la naturaleza, validez y confiabilidad de las conclusiones o representaciones basadas en ellas”. La numerosis es la aflicción de obsesión por la cuantificación, la cual concede carácter real a todo lo que pueda cuantificarse, a la vez que menosprecia el valor de lo no cuantificable. La numerosis se hace patente en las palabras de Lord Kelvin quien expresó que “cuando puedes medir un asunto y expresarlo con números, sabes algo sobre ese asunto; pero si no puedes medirlo, si no lo puedes expresar con números, entonces tu conocimiento es pobre e insatisfactorio”. Tal parece que la numerosis es una seria patología sumamente contagiosa.
Objetivos del Desarrollo del Milenio
Los 189 países miembros de las Organización de las Naciones Unidas (ONU) firmaron la Declaración del Milenio en septiembre de 2000, la cual incluía un compromiso por alcanzar para el 2015 una serie de objetivos para garantizar el desarrollo humano (vea Tabla 1). Los estados firmantes se comprometieron a desarrollar una estrecha colaboración con organizaciones de la sociedad civil, con el sector privado nacional y con organizaciones internacionales para poder lograr su cometido.
Estos objetivos fueron divididos en 21 metas cuantificables, que permitían hacer constar los avances de los esfuerzos mundiales y de cada estado en ruta al 2015. De esta forma, el OBJETIVO NÚMERO 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre, fue operacionalizado de la siguiente manera:
META 1A: Reducir a la mitad entre 1990 y 2015 el porcentaje de personas con ingresos inferiores a un dólar.
META 1B: Alcanzar el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos, incluidas las mujeres y los jóvenes.
De manera similar, el OBJETIVO NÚMERO 3: Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer fue operacionalizado de la siguiente manera.
META 3A: Eliminar las desigualdades entre los géneros en la enseñanza primaria y secundaria, preferiblemente para el año 2005, y en todos los niveles de la enseñanza antes del fin del año 2015.
Estos objetivos y metas ofrecen la enorme ventaja de haber creado un gran consenso sobre el mundo deseado. Todos sabemos cuál es la meta y cómo nos estamos acercando o alejando de ella. Sin embargo, adscribir a estos indicadores numéricos la clave para fomentar el desarrollo humano es una estrategia fallida.
Numerosis tipo ONU
Inadvertidamente o no, los objetivos de desarrollo del milenio representan un grave caso de numerosis. Esta obsesión con cuantificar y expresar todo numéricamente, más que ayudar a alcanzar los objetivos del milenio resulta en un verdadero estorbo para su consecución.
En primer lugar, las metas numéricas suelen padecer de los problemas metodológicos típicos de los promedios como indicadores de ejecución. Por ejemplo, un profesor puede informar que ha mejorado el promedio de las notas de los estudiantes en el curso Estadística 101, aun cuando un grupo de estudiantes constantemente fracase en el mismo. Este es básicamente el razonamiento utilizado por los activistas sociales de Minority Rights Group International, organización que aboga por los intereses de las minorías étnicas, religiosas, lingüísticas y los pueblos indígenas. A pesar de que estos grupos marginados deberían ser los más beneficiados por la consecución de los objetivos de desarrollo del milenio, estos grupos constantemente se han quedado rezagados. Es numéricamente posible reducir a la mitad el porcentaje de pobres sin mejorar en lo absoluto la suerte de las comunidades más marginadas históricamente.
Pero el problema mayor de la numerosis tipo ONU no consiste en su insuficiencia metodológica, sino en su ignorancia política. Los objetivos del milenio tienden a fragmentar la visión y por consiguiente fragmentan las estrategias para su consecución. Los objetivos del milenio asociados a la pobreza, falta de educación, falta de salud, desigualdad de género y el deterioro ambiental, se cuantifican independientemente, hecho que dificulta el establecimiento de una agenda de acción conjunta, y facilita la adopción de estrategias individuales propias para metas específicas. Muchos de los asuntos cuantificados en las 21 metas asociadas a los objetivos de desarrollo del milenio, en realidad son un epifenómeno, que emanan de un fenómeno principal, la injusticia a escala global y la falta de democracia. Querer transformar la realidad numérica, sin querer ni siquiera mencionar la realidad política es uno de los síntomas más graves de la numerosis tipo ONU.
Los objetivos del milenio no permiten enfocar el análisis sobre las estructuras contemporáneas del saqueo internacional que son la causa primera de las humillantes condiciones de pobreza, salud, educación, desigualdad de género y ambiente en que vive sumida gran parte de la humanidad. Esas estructuras son lúcidamente documentadas y teorizadas por el economista político Patrick Bond en su libro Looting Africa: The Economics of Exploitation (gratuitamente disponible en Internet) tomando como base de análisis la región más pobre del planeta. Reconociendo el legado del libro de Walter Rodney, How Europe Underdevelop Africa, Bond ofrece información empírica actualizada sobre la riqueza de África y el flujo de capital fuera de su territorio. El continuo subdesarrollo de África es una consecuencia de las actuales relaciones comerciales, la inversión extranjera y la migración de mano de obra, junto con la formación de unas élites nacionales que facilitan las acciones locales que hacen posible los mecanismos de despojo y pillaje.
Mucho más que hacer un grito de denuncia, Bond implícitamente establece una guía para identificar la futilidad de las acciones que pretenden mejorar la situación de los más pobres del planeta. Entre éstas se encuentra el noble concierto Make Poverty History, el cual exigía a las naciones más ricas, y específicamente al G20, que aumentaran su ayuda financiera a las naciones más pobres. Sin embargo, la ayuda financiera bajo los actuales términos constituye uno más de los impedimentos para el desarrollo justo, equitativo y democrático de África. Los objetivos de desarrollo del milenio le hacen coro a estos conciertos. Mientras no se atiendan las causas estructurales de la miseria, aquellas señaladas por Bond, los depredadores económicos continuarán desvalijando al planeta con su rapacidad insaciable.
La numerosis tipo ONU, evidenciada en los objetivos de desarrollo del milenio, constituye una instancia más del triunfo de los números. La cuantificación en tajadas del mundo deseado conlleva la propia derrota de la empresa soñada. Lamentablemente para el planeta, y en especial para sus comunidades más pobres y marginadas, el triunfo de los números ha sido una gran victoria pírrica.