Pa’ la posteridad: la escritura de María
El médico y coronel estadounidense Bailey K. Ashford vívia en la Isla. Ashford ofrece detalles en su autobiografía titulada Un soldado de la ciencia y testimonia que su paso destruyó dos tercios de las plantaciones del país. Esto ocasionó hambruna, que se uniría a la escasez de vivienda, a los problemas de higiene, a los más de tres mil muertos fruto del huracán, al aumento en suicidios y a la salida del país de cientos de trabajadores. Un cronista de la época, Román Aráez y Ferrando, escribió en 1903 el libro Historia del ciclón de San Ciriaco en el que documenta el mayor número de enfermedades, el crecimiento de la miseria y la prostitución.
La búsqueda sobre lo sucedido en las páginas literarias y cómo quedó plasmado el fenómeno atmosférico no fue fácil. San Ciriaco era una mención no muy trascendente en los autores profesionales, aunque cabe reconocer que Manuel Zeno Gandía trabajaría de forma práctica defendiendo los derechos de los pequeños propietarios en una carta al presidente de Estados Unidos. Sin embargo, fue José Elías Levis, autor de origen obrero, quien en su novela, Estercolero ofreció de forma naturalista el relato del huracán.
Si San Ciriaco fue “extraordinario en todos los sentidos porque ocurrió inmediatamente después del cambio de soberanía”, alega el historiador Stuart Schwartz en su trabajo “The Hurricane of San Ciriaco: Politics and Society in Puerto, Rico 1889-1901”, el huracán María lo sería por igual debido a la reciente presencia de la Junta de Supervisión Fiscal en el país, inicialmente llamada Junta de Control. Un ente impuesto por el presidente Barack Obama, quien no dejó atrás la lógica guerrera de sus predecesores en el poder, aunque en la teoría la disminuyera.
María azotó justo cuando los modernos corsarios de la globalización llevaban alrededor de un año planificando el saqueo de nuestras tierras, del patrimonio nacional, de la destrucción de las leyes laborales protectoras y del despojo de las pensiones. Al igual que San Ciriaco, el huracán logró la muerte de alrededor de tres mil personas. La cifra de pobreza creció. Ahora alrededor del 52% de la población está en el nivel económico más bajo, un mayor número de deambulantes asoma, decenas de semáforos no funcionan y la oscuridad nocturna por la falta de alumbrado persiste en muchas partes. Eso sin mencionar el cierre de comercios y la emigración hacia los Estados Unidos.
El libro que publicaran María Zamparelli, Rosa Hernández y Luz Rivera Crónicas de María: voces para la historia, dedicado al ciclón, es gráficamente hermoso y llega después de días sin luz ni agua, casi días de amor y de guerra, decimos parafraseando a Eduardo Galeano. La edición reúne las letras de figuras diversas, muchas de ellas muy conocidas como el arqueólogo Miguel Rodríguez, rector del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe; el exgobernador Aníbal Acevedo Vilá, académicos prominentes como Marcelino Canino y Maritza Stanchich, la destacada socióloga Marcia Rivera, los reconocidos escritores Eduardo Lalo, Edgardo Nieves Mieles, Mayda Colón, Ana María Fuster Lavin, Sandra Santana, Yolanda Arroyo y su propia directora creativa María Zamparelli, entre otros. Es un libro ilustrado con un Guernica criollo en su portada que nos deja ver la angustia de los cientos que perdieron familiares, casas y otras propiedades con el viento y la lluvia inmisericordes que se unieron a la ya pronosticada tormenta económica que traería la deuda creada por la banca y sus secuaces.
Ingeniosamente ilustrado y preparado meticulosamente, además de ensayos, poemas y otras obras literarias y artísticas, reúne comentarios vertidos en las redes sociales, el chiste nuestro de cada día con el que vencemos la dureza de las calamidades, como el del humorista gráfico Kike Estrada: “Entendí el misterio de los bolsillos. Ellos los tienen llenos y los nuestros, vacíos”; los comentarios de Twitter y los mensajes telefónicos. Esta es la dura realidad que refleja el hecho de que Puerto Rico es uno de los países del mundo de mayor inequidad social. A pesar de todo la escritora Sandra Santana se apega a la musa popular y escribe estos cuatro versos de aliento para hacer décima con glosa: “Somos pueblo noble y fuerte/ que en mil maneras reluce/ aun sin electricidad/hoy nos sobran muchas luces”.
Otras voces tampoco quisieron quedarse calladas y rompieron de igual forma el silencio abordando la crónica, la narración, el ensayo y la poesía. Pa’ la posteridad, de Ediciones Flamboyán, agrupa las creaciones de autores y autoras que vivieron el pánico de la noche de María. Su austera portada negra con la bandera de Puerto Rico en franjas negras es símbolo del luto que vivimos muchos ante las pérdidas, la mayor de ellas las muertes reales, el detrimento del país, el alza en la criminalidad, y de nuevo la impagable deuda que a todos nos ahoga.
Sus editores Lucía Orsanic y Jorge Fusaro Martínez nos ofrecen un libro que contiene 34 textos con títulos que jamás hubiéramos imaginado antes del huracán: “Cuando la bandera se convirtió en techo”, “Salchichas ATH o los beneficios de la adversidad” y “El incidente de pollo” que nos develan nuevas situaciones vividas durante el transcurso de María. La narración “Grietas” de Alejandra Rosa, que parece casi un cuento fantástico es emblemática de las diversas dificultades enfrentadas: “Lo supo cuando vio la primera. A la raya inicial le siguieron varias. Fueron dibujándose en el techo a medida que el agua del segundo piso iba filtrándose hasta el primero. Grietas.” La angustia por la caída del techo y el nene que busca la mano de su madre es una escena que se repitió en muchos hogares.
Las crónicas también tienen su espacio en la escritura de María. Amado Martínez Lebrón escribía en aquel primer posthuracán la incertidumbre, las letras de emergencia, ya no las de Benedetti, pero sí las de un caníbal/Calibán que desde el Caribe proclama casi a gritos que la colonia es nuestro ciclón de todos los días y que este no se vive igual en este archipiélago sujeto a la dominación política. Dos días antes de María escribía en lo que convirtió en el libro Buenos días, colonizadxs: “Todo apunta a que nos quedaremos incomunicadxs y que todo eso que nos advirtieron sobre la colonización y la poca producción local de alimentos, entre tantas otras cosas, podría ser notorio y evidente más pronto de lo que pensamos”. (18 de septiembre de 2017) Ya el 21 del mismo mes escribe palabras estremecedoras, como las que elaborara Elías Levis sobre San Ciriaco:
La devastación es brutal: postes de cemento (de hecho, sin varillas) partidos por la mitad, árboles, árboles y más árboles, inundaciones, cables eléctricos en la calle, techos de casa idos, muchas ventanas de los edificios están como si hubieran sido explotados por bombas, planchas de zinc por todos lados, letreros volando, carros aplastados por cosas, de todo…me dicen que en Levittown la gente esperaba ser rescatada de los techos de sus casas. No hay comunicación en muchísimas partes de la Isla. (7)
Estas tres publicaciones se unen a cortos sobre María y a la voluntad de no olvidar el dolor comunitario en medio de otras posibles devastaciones provocadas por la corrupción y la expoliación a que ha estado sometido el Caribe tantas veces. Me parecen de particular importancia las palabras con que termina el prólogo de la publicación Pa’ la posteridá y que recogen atinadamente lo que ha sido escribir sobre María:
María es experiencia individual y colectiva, por eso es necesario algo más que informar sobre ella; es necesario narrar, poetizar, deconstruir, proyectar, metaforizar, personificar, cuestionar – desde el relato y desde el poema – como una manera de traducir la experiencia vital, de ponerla en palabras, de hilar un discurso literario sobre el que podamos volver aunque pase el tiempo.