«Para llover sobre mojado»: en torno a Naturales, las ciencias y otros temas
He visto en 80grados algunos de los comentarios que se han hecho sobre mi CARTA A LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA, que quisiera considerar.
Se ha planteado que la carta le niega el derecho a los profesores extranjeros de opinar sobre la universidad y Puerto Rico. De haber creído correcto ese planteamiento lo habría dicho y la Carta habría sido un documento brevísimo de una o dos líneas, pero no sólo no comparto ese planteamiento sino que yo mismo he sido pecador reincidente en esos extremos cada vez que he intervenido con algún análisis de política internacional en Radio Universidad..
Como se verá mi planteamiento central es que para intervenir en este tema se debe, primero que nada, estudiar a fondo la situación universitaria en los últimos años y así contextualizar los eventos. Demás está recordar que bastaría ver el comportamiento de la policía frente a los estudiantes en meses recientes en el Capitolio, o ver al segundo en mando de dicho cuerpo cuando le pateaba los genitales a un estudiante indefenso, o escuchar los juicios incendiarios del Sr. Figueroa Sancha, para notar que aquí hay un problema de fondo que evade las consideraciones superficiales y el mezquino interés personal. Eso es lo mínimo que se requiere de gente que utiliza sus facultades de tener una alta educación como científicos para emitir una opinión.
También se ha traído a colación el caso del Dr. Richard Levins que en los sesenta tomó posición activa en los eventos que sufrió la universidad entonces, cosa que, por cierto, le costó, al fin y al cabo, su separación de la institución. He tenido el privilegio de escribir un breve artículo sobre el Dr. Levins para el último número de la revista La Torre y me parece que Levins es el contraejemplo de los profesores antes mencionados. Antes de intervenir en los asuntos tanto de la universidad como del país, hizo lo que todo científico hace ante su objeto de estudio: investigarlo a fondo, conocer su historia, su desarrollo. Sus intervenciones no sólo eran el producto del estudio previo sino también, la forma de profundizar el desarrollo de su conocimiento del país. Le ayudaba además, su concepción de que la ciencia no es una fortaleza aislada de la sociedad sino que está cruzada por ésta de diversas formas.
Se ha mencionado que muchos puertorriqueños tampoco conocen la historia de Puerto Rico. Triste es reconocer que se trata de una verdad. Vaya en descargo de ellos el hecho de que la vida colectiva del país no deja de ser una intensa escuela informal para quienes la han vivido por muchos años, y que la gran mayoría se quedará aquí para sufrir o disfrutar de las consecuencias de sus decisiones. Es mínima la excusa, lo sé.
Hay quien sostiene que la producción de los investigadores extranjeros excede la de los puertorriqueños por estar estos últimos más dedicados a la política. No he visto los datos que apoyen dicha posición pero digamos, para fines del debate, que sea cierta. Donde el proponente ve un hecho escueto, yo vería entonces un problema a estudiar. Algunas hipótesis están en orden. ¿Será que los puertorriqueños adolecemos de un gen que nos hace más proclives a la política que a la investigación en las ciencias naturales? Umm, determinismo biológico: un camino escabroso que sería mejor dejar de lado por lo pronto. Preferible sería otra hipótesis: la sociedad puertorriqueña está convulsionada por una serie de contradicciones de tal magnitud que hace que graviten hacia ellas la mayor cantidad de los esfuerzos intelectuales de sus miembros. Creo que por ahí habría bastante tela de cortar.
Finalmente, le agradezco a todos los que han intervenido en uno u otro sentido con sus comentarios sobre la Carta. Sus reflexiones nos permitirán adentrarnos más en los problemas no sólo de la universidad y del país, sino en la metodología que se debe emplear para acercarnos a ellos.