Pensar el monstruo
Convivimos con el monstruo y le vemos la cara todos los días. Y es que el “monstro” encarna en el imaginario puertorriqueño de la isla y sus diásporas un poder sobrenatural (“que monstro eres”); rabia y cercanía (“ando con el monstro arriba”); otredad (“pareces un monstro”), admiración (“monstra”). Desde el famoso cuco, que los padres usan para asustar a sus hijos, hasta las distintas encarnaciones de vampiros del folklore popular nacional el monstruo revela, agencia y moldea nuestras acciones cotidianas. La criatura es el lugar del afecto sacado de proporción, desmedido y a veces problematizado. Es la voz que no se modera, el cuerpo que sobresale, el miedo que no se esconde y que se dramatiza a veces de forma afectiva, a veces con terror. La violencia de la realidad puertorriqueña, las injusticias del diario vivir, la lucha cotidiana, le dan un carácter complejo al monstruo, que aparece a veces como aliado, y otras como criatura que se enmascara en las dimensiones del horror colectivo. El monstruo forma parte de la caribeñidad y revela en los respectivos bestiarios nacionales los miedos sociales más perversos.
La gárgola puertorriqueña es una creación local, que a pesar de que parte de referentes mediáticos (cine, YouTube); mantiene cualidades que se le atribuyen a otros monstruos del bestiario puertorriqueño, como el Chupacabras o el Vampiro de Moca. Apareció en Puerto Rico por primera vez en el año 2010. Físicamente nos remite a la criatura de “Rise of the Gargoyles” (Paris, 2009, EU, 2010) y “Gargoyle: Wings of Darkness” (2004); cuerpo humano, de fisiculturista, con lo que parecerían brazos y piernas humanas y rostro de gárgola medieval. Asimismo, existen alusiones a otra criatura que comparte cualidades con la gárgola, el “Hombre Polilla” o “Moth Man” que forma parte de la leyenda urbana en los Estados Unidos, y que tiene como lugar de origen, la ciudad de Virginia y los espacios cercanos al Pentágono y Washington D.C. En un filme protagonizado por Richard Gere, “The MothMan Prophecies” (2002) la figura del Moth Man, aparece para anunciar desastres naturales o físicos de grandes proporciones. No es coincidencia pues, que “La Gárgola” versión boricua, re-aparezca a un año del mayor desastre natural en la historia de Puerto Rico. Para los que nos criamos en el Puerto Rico de los años 70, las imágenes de la gárgola remiten a otro tipo de criatura vampírica, el Garadiávolo. Esta criatura, tenía dimensiones marinas y anfibias y el poder de manifestarse tanto en la orilla del mar como en la tierra, lo que hizo pensar a muchos que estaban ante una criatura prehistórica.
Lo que une a la diversidad del bestiario puertorriqueño, desde el garadiávolo hasta el Chupacabras y la gárgola es sin duda la figura del vampiro. En ese sentido, para “pensar el monstruo” en Puerto Rico, habría que analizar al vampiro como eje central de la experiencia colonial puertorriqueña.
Del Vampiro de Moca al Chupacabras
El vampiro es una criatura que surge de las transformaciones del romanticismo y la modernidad del fin del siglo europeo. Por un lado, remite a las plagas que surgieron en varias áreas del este de Europa en el siglo XVIII; y surge de una crítica a la aristocracia a la explotación de los lords feudales con variantes locales como el shritga en Albania, vrykolakas en Grecia y strigoi en Rumania. En el mundo de la ficción literaria, el vampiro como figura romántica emerge con el cuento “El Vampiro” de John Polidori (1819) y se populariza con la famosa novela de Bram Stoker’s Dracula (1892). Es precisamente el Drácula de Stoker el que le da origen al imaginario del vampiro romántico que busca el amor ideal a toda costa. En el filme expresionista “Nosferatu” de F.W. Morneau (1922), el vampiro reproduce este deseo de fusión amorosa, a la vez que se mantiene conectado a la muerte y la enfermedad. En el campo literario y cultural, el genio de Andrés Caicedo y el Grupo de Cali en Colombia y su Cine Club, recuperan el vampiro como símbolo, mientras que en “Vampiros en la Habana” (Cuba, Juan Padrón, 1985), el vampiro revela su conexión directa con los grandes intereses bancarios y del capital estadounidense. En las series de televisión de los años 80 y 90, como señala Stacey Abbott, el vampiro mantiene su naturaleza “bestial” pero revelan cualidades sobre-humanas lo que los hace superhéroes o heroínas frente a los seres humanos que pueden solidarizarse o no con sus reclamos de justicia. Las diferencias de género, raciales y sexuales, el tráfico de órganos y la epidemia del SIDA son temas comunes en series como “Angel”, “Buffy the Vampire Slayer” y la más reciente serie de HBO “True Blood”.
Las criaturas de nuestro folklore local como el Vampiro de Moca, el Garadiávolo o el Chupacabras, surgen de estas transformaciones de los espacios urbanos y la crisis del capital global de los años 70, que en el caso de Puerto Rico, corresponde a las industrias relacionadas con el petróleo, la energía, las tecnologías de “guerra global” y la contaminación ambiental. El hecho de que todas estas criaturas —en sus distintas versiones— atacan animales de granja (ganado vacuno, gallinas, cabras) y zonas rurales; habla de cómo las leyes de protección ambiental que no protegen a Puerto Rico, crean enfermedad y muerte en las zonas rurales. En el caso de Puerto Rico, los experimentos de salud en la población, mayormente en la población pobre de las zonas rurales y urbanas, marcaron las guerras biopolíticas del siglo XX en la isla; será la crisis económica de fines de los 70 y comienzos de los 80 del proyecto desarrollista del Estado Libre Asociado la que disemina al vampiro como creación local.
En su libro The Philosophy of the X Files, Dean Kowalski and William B. Davis, señalan cómo muchas de las características de la realidad sociopolítica contemporánea en el siglo XXI, se consolidaron con el fin de la Guerra Fría (1989), como por ejemplo, la relativización de la verdad, la explosión de la cultura cibernética, y la ausencia de los derechos ciudadanos. El monstruo es un modo de memorializar y actualizar el miedo, la inseguridad, tratar de entender las injusticias sociales y la insuficiencia del estado político, para defender a sus ciudadanos.
El Chupacabras, nuestra creación anterior a la gárgola, se puede ver entonces, como un híbrido—un cyber-monstruo que se multiplica y traduce todos estos síntomas de la crisis económica y política— soberanía, ciudadanía de segunda clase, contaminación ambiental, neocolonialismo. Si de muchas formas la premisa de la ciudadanía contemporánea es la relativización de la verdad y la falta de protección del Estado —el “monstro” refleja la necesidad de aperturas democráticas dentro del mismo discurso de la alienación ciudadana. Ante la ausencia del Estado y las políticas corruptas del secreto gubernamental, la cultura de la información y del rumor disemina al Chupacabras y no solo lo hace criatura “puertorriqueña”, sino también “mexicana” y “chilena.” Un análisis de la trayectoria del Chupacabras, deja ver claramente que no surge en Puerto Rico, sino en las bases militares del sur de Texas, en la frontera con México y de ahí viaja a Puerto Rico, donde adquiere su caracterización más clara: cuerpo de extraterrestre, ojos grandes, escamas. De ahí pasa a Chile, curiosamente en el mismo momento que se consolida la impronta neoliberal, dejando ver claramente que “la criatura” es un injerto que obedece a las políticas de América Latina post-NAFTA y las injusticias del mundo global contemporáneo. Es así como en el Puerto Rico contemporáneo pensar al monstruo, es de muchas maneras sobrevivir la realidad social de todos los días, negociar sus injusticias y apostar por la vida.