Pequeños
Pedí una reunión y terminé convocado. Llegué a la oficina presidencial. Esperé unos 30 minutos. Me sirvieron agua. «Regreso en un momento Marcos, voy a atender un asunto pronto», me dijo la Señora Ejecutiva Autorizada, quien hablaría conmigo. Me recibió en su oficina acompañada de la Jefa de Personal. Allí, en una blanca libreta, la Jefa de Personal, había anotado mi nombre.
Sin mucho protocolo me entregó la comunicación del Presidente. Poco decía la misiva: explicaba la naturaleza de mi trabajo y nombramiento, con el cierre de «reciba nuestro agradecimiento por los servicios prestados». Luego me pidieron accesos, llaves, claves… y me indicaron que el nuevo director pasaría de inmediato por mi oficina. Me evito el resto del relato pues poco abonan momentos tan ínfimos como olvidables.
Me resta por decir que así obran los individuos pequeños guiados por el odio, la intriga y el rencor. Son pequeños porque quieren llaves y claves, pero son incapaces de ver lo mejor del presente e imaginar el futuro. Todo se reduce a llaves, accesos, portones, claves. Cómo si la Universidad de Puerto Rico fuera una llave, un cofre, custodiado por unos pocos, cerrado y abierto a su antojo.
Son pequeños porque nunca supieron y nunca sabrán que la Universidad está en todas partes y en ninguna, como una manifestación de la querencia y el amor por el conocimiento y la creatividad. Son pequeños porque se llevarán las claves, llaves y podrán arrancar portones o tapiar con inquina la expresión y el gozo, pero nosotros seguiremos queriendo lo que hacemos, libres, desde el amor.