Playas Ricas, Playas Pobres
Recientemente se publicaron fotos de la erosión de las playas de Ocean Park e Isla Verde, que aceleró después del huracán María. Vimos cómo el mar socava los cimientos de esas residencias y condominios. Se movilizaron los medios y entrevistas a los vecinos, gente adinerada de las clases alta y media alta del país, algunos con acento estadounidense, y turistas de visita, entre otros. Se alzó el reclamo de que el gobierno declarara una emergencia e invirtiera grandes sumas de dinero en salvar residencias y espacios en comunidades cerradas y de acceso controlado. En cuestión de días se declara la emergencia ambiental para acelerar los proyectos por los que pagaremos todos y mayormente disfrutarán unos pocos. Rápidamente aparecieron 10 millones de dólares para un arrecife artificial submarino que proteja ese litoral.
La arrogancia de la ingeniería de los años ’50 y ‘60s secó el mangle con estaciones de bombeo, arrasó las dunas de la playa, y construyó profundos cimientos en la corteza marítimo-terrestre para desarrollar un enclave para los pudientes y poderosos del país. Hoy vuelve esa arrogancia a proponer rompeolas y arrecifes artificiales para proteger esas propiedades, y lo pagaremos todos los contribuyentes del país. Como pagamos porque el Departamento de Recursos Naturales mantenga esas bombas y los rompeolas de reciente construcción en esas áreas.
Este es un vivo ejemplo de aporofobia, en este caso ambiental. La aporofobia es la fobia a los pobres y a los desfavorecidos. La filósofa española Adela Cortina, una de las grandes eticistas del mundo lo identifica como uno los retos más grandes de las democracias modernas. ¿Cómo es lo anterior aporofobia?
Podemos verlo con solo comparar las respuestas a los reclamos de los residentes de las comunidades vulnerabilizadas de Puerto Rico después de los huracanes Irma y María con las respuestas a los reclamos de Ocean Park e Isla Verde. ¿Por qué se vetó la ley para dar prioridad a la recuperación y resiliencia de la comunidad del Caño de Martín Peña? ¿Dónde está la declaración de emergencia de Loíza? ¿Que pasa con las comunidades de Piñones? ¿y los residentes de comunidades pobres de la montaña? Recordemos como en los medios y redes sociales se gritaba a los cuatro vientos que “esa gente” no tenía permisos para construir en sus comunidades, no tenían títulos de propiedad, gritaban que los mudaran porque los ríos e inundaciones volverían a dañar las comunidades, sus carreteras y puentes de acceso. Que no se les podía restaurar de nuevo la electricidad y/o el agua potable porque era muy costoso y el desastre iba a pasar de nuevo. Pero los residentes de esas comunidades son pobres: blancos, negros y mulatos, madres solteras cabeza de familia, ancianos, desvalidos, y casi ninguno habla inglés. María removió el palio de invisibilidad que pesaba sobre ellas. Ya no podemos ignorarlas. La situación del huracán Dorian y el paso de la tormenta Karen pusieron nuevamente de manifiesto como a estas comunidades se les ha dado muy poca atención en estos tiempos. ¡Aporofobia ambiental! Desigualdad económica, social y política que agobia estas comunidades pobres.
Hay que atender las necesidades de esas comunidades pobres en igualdad de condiciones con las comunidades adineradas. Hay que diseñar un sistema donde se protejan las playas, pero sin discriminar entre pobres y ricos, donde todos contribuyamos a la mitigación, pero que los dueños de las propiedades costosas en comunidades cerradas carguen gran parte del peso económico de levantar las barreras que los benefician. Aceptemos que las soluciones de ingeniería son limitadas y en muchos casos no se puede predecir sus consecuencias a mediano y largo plazo. Las soluciones al cambio climático no son de construcción e ingeniería sino en cambiar la forma de nuestro diario vivir, interactuar con el medioambiente y con el planeta.
Pero primero hay que combatir y eliminar la aporofobia y el discrimen.
*Las ideas expresadas aquí solo representan la opinión del autor. No representan ni están endosadas por la Universidad de Puerto Rico, el Recinto de Ciencias Médicas, o La Escuela de Medicina de la UPR.