Poéticas sobre el cáncer: entre la razón del cuerpo y el trabajo del amor
Para Rosalva, quien vio a Perséfone llevarse a su padre
En un caluroso día de verano de 1998, Perséfone, la de los blancos brazos, le arrebató la vida a la poeta catalana Maria-Mercè Marçal. Al igual que Orfeo y Eurídice, fue la triste canción de la poeta la que pospuso temporalmente el momento eterno de su muerte. Maria-Mercè Marçal escribió Raó del cos (Razón del cuerpo) durante los últimos años de su vida, mientras luchaba contra el cáncer; el cual, como señaló Susan Sontang, es una enfermedad que se sufre y se experimenta como algo despiadado, como una invasión secreta. Sus principales metáforas son espaciales: siempre se describe como “propagación”, “proliferación” o “difusión” y evoca al cuerpo como el espacio en el que se propaga, prolifera y difunde.En Raó del cos, la voz lírica femenina hace de esta invasión inesperada su ocupación lírica. En este libro de poesía, hay una poética de la muerte que piensa sobre la misma más allá de cualquier lugar común relacionado con sus connotaciones médicas; y entrelaza de manera profunda y conmovedora la muerte con una narrativa de la vida. Es una poética de la muerte que surge de un ajuste de cuentas con la vida, tanto su presente como su pasado, y por lo tanto genera un proceso interrelacionado de aprender a morir, mientras se recuerda el pasado.
En este libro, hay un cambio de la abundancia de metáforas e imágenes del amor, la sensualidad, la maternidad y la voluptuosidad erótica encontradas en sus libros de poemas anteriores a un lenguaje y una semántica más austeros. Para Marçal, esta austeridad otorga expresión a las estructuras de pensamiento y sentimiento que no sólo son inseparables, sino que son las que otorgan cohesión a la poética de la muerte y la narrativa de la vida, lo cual es el leitmotiv de Raó del cos. De hecho, la enfermedad y la proximidad de la muerte es la ocupación interna de la voz lírica femenina del libro póstumo de Marçal.
Mientras que algunos críticos han prestado atención sobre la resonancia entre la poesía de Marçal y las reflexiones de Sontag sobre el cáncer y sus metáforas, quisiera enfatizar sus afinidades con una figura diferente: Gillian Rose, la filósofa social británica cuyas reflexiones sobre el cáncer, la muerte y el amor en Love’s Work (El trabajo del amor, 1995) resuenan con las imágenes forjadas por Marçal en Raó del cos. No solo hay afinidades intelectuales y temáticas entre estas dos escritoras, sino que estas dos mujeres fueron figuras intelectuales formidables cuyos trabajos fueron descuidados en gran medida durante sus vidas; y ambas murieron antes de su tiempo.
Los escritos de Rose y Marçal constituyen autorreflexiones que representan la experiencia de la enfermedad como inseparable, intrínseca o inmanente a la vida; sus libros, en consecuencia, comparten el acto consciente de narrar la experiencia de la enfermedad. En Love’s Work y Raó del cos, el lector encuentra una voz narrativa femenina que oscila entre los sentimientos de poder e impotencia ante la enfermedad y la muerte inminente, una voz narrativa que busca dominar la expresión lingüística de esta tensión agonística. En el caso de Rose, este cálculo se realiza a través de una memoria filosófica, mientras que Marçal lo hace a través de la poesía. Porque, si la enfermedad socava el control de su propio cuerpo, la filósofa y la poeta buscarán dominar la enfermedad por medio de la palabra escrita, a través de su propia poiesis. En lugar de ofrecer simplemente una yuxtaposición sostenida entre estas dos escritoras, me centraré brevemente en un hilo conductor que recorre las reflexiones de Rose y el último libro de Marçal.
El epígrafe del libro de Rose contiene el núcleo de su mensaje filosófico: “Mantén tu mente en el infierno, y no desesperes”. Esta formulación aparentemente contradictoria, pon cuestiona algunos de los lugares comunes sobre el cáncer, la vida y la muerte. Este epígrafe también hace eco del significado de su invocación del “trabajo del amor” junto con la combinación del poder absoluto y la vulnerabilidad absoluta, la misericordia y el dolor que define este trabajo de contar la vida y la muerte (2011: 60). Más concretamente, ese requerimiento conlleva la idea de que la muerte no es la negación total de la vida, sino que, por el contrario, “la vida en un sentido significativo [es] inclusiva de la muerte” (2011: 79).
La poeta y la filósofa británica llevan la muerte y la decadencia del cuerpo a un campo de visión epistemológico en el que ambos son reconocidos de nuevo. La importancia epistemológica de ambas obras consiste precisamente en tal reconocimiento y el trabajo de duelo que exige. Como tal, el significado de estos textos consiste en su articulación de la idea del duelo como un proceso que está profundamente vinculado con el acto creativo, un aspecto que se encuentra patente en la obra de Rose y Marçal. En su libro, Mourning Becomes the Law (1996), Rose describe este proceso en que la palabra poética se convierte en un “duelo inaugurado.” Se trata de un duelo que implica un ethos creativo ante la pérdida, la muerte y el dolor (1996: 12). De manera similar, en Raó del cos el duelo es un proceso que reconoce la centralidad de una participación creativa ante el dolor. Por ejemplo, en este libro, la poeta catalana habla con su madre, inicia un diálogo con ella y le pide que participe en el proceso de duelo: No ploris per mi, mare/ plora amb mi. (“No llores por mí, madre/ llora conmigo.”)
La textura de la vida encarnada y la transformación del cuerpo, en el caso de Marçal, es el lugar preferido para la reflexión. Respecto la interrelación entre el cuerpo, la historia de la mujer y el lenguaje en su poesía, la poeta expresó: “tenir un cos, una situació, una història de dona, o l’altre element que continua sent molt important, el lingüístic. No puc establir una separació entre aquests elements i jo” (Tener un cuerpo, una situación, un historia de mujer, o el otro elemento que continúa siendo muy importante, el lingüístico. No puedo establecer una separación entre estos elementos y yo). Esta conjunción de cuerpo, historia y lenguaje se expresará vívidamente cuando la voz poética femenina declara que la cicatriz en su pecho la divide en dos; una cicatriz que describe como “Cremallera de carn mal tancada però inamovible. Inamovible com el decret que en llengua imperial em s’exilia a la terra gelada” (Cremallera de carne mal cerrada pero inamovible. Inamovible como el decreto que en lengua imperial me exilia a la tierra helada).
Así, a través de la palabra poética, Raó del cos hace inteligible el exilio de Marçal a la tierra congelada de los enfermos sin límites ni características. El cuerpo se reitera como lugar ideológico de manera abierta y especulativa, sin la ejecución de una disciplina o un dogma. Su rebelión es demasiado decidida, demasiado atrincherada para aceptar, alimentarse de la pasividad de la muerte o pasar al olvido. Marçal confecciona líricamente su representación de la muerte de manera que no muestra aquiescencia. Más bien, su poesía lleva a cabo el proceso de “duelo inaugurado” del que habla Gillian Rose, lo cual implica una forma de conocer la muerte que, a su vez, revela el límite de conocerla absolutamente. Ante esta posición dialéctica, la voz poética no descansa ni en la pasividad ante la muerte ni en el dominio de la misma.
Los poemas que componen Raó del cos crean una fisiología inmanente, un cuerpo real: sexuado, vivo y enfermo. También hay un sentido lúdico en la versificación y las cadencias musicales de los poemas, que vienen a aliviar el contenido de la tristeza que estos transmiten. Esta tristeza parece reflejar, como un espejo, la memoria colectiva, la historia de Marçal y su cuerpo. Este es un espejo en el que la poeta se reconocería a sí misma como unificada, dotada de significado y, sin embargo, también fragmentada. En este sentido, el cuerpo del poema traza el cuerpo de la mujer que escribe y para quien escribe. Los poemas de Marçal comienzan en el cuerpo y regresan al cuerpo. Por lo tanto, se puede delinear esta relación: cuerpo-nacimiento-amor-deseo-maternidad-desolación-enfermedad-cuerpo-muerte.
“Mantén tu mente en el infierno y no desesperes”
Dos pasajes del trabajo de Rose en Love’s Work resuenan con el importante tema de practicar el trabajo de morir en Raó del cos de Marçal. Uno ocurre en el contexto de su crítica de cómo tanto la medicina tradicional como la no tradicional se enfrentan a la muerte inminente. Al mismo tiempo, en contra de la obstinación existencial de los cirujanos y los preceptos de la “literatura de curación alternativa” que “agobian el alma individual”, Rose afirma:
vivir, amar, es fallar, perdonar, haber fallado, ser perdonado para siempre jamás. Mantén tu mente en el infierno, y no desesperes. Una crisis de enfermedad, duelo, separación, desastre natural, podría ser la oportunidad de entrar en contacto con los niveles más profundos del terror del alma, de perder y atar, de atar y de perder. Un alma que no está atada es tan loca como una con límites cimentados. Crecer en la capacidad de amar es aceptar los límites de uno mismo y de los demás, sin dejar de ser vulnerable, herible, ante esos límites. El reconocimiento de la condicionalidad es la única incondicionalidad del amor humano.[1]
Asimismo, Rose evoca en la idea del riesgo, así como de las determinaciones como condiciones habilitantes, que constituyen temas centrales en su trabajo filosófico: “Me quedaré en el deleite de las ideas y los riesgos; aprender, fracasar, llorar, confiar, trabajar”. Pero lo que es muy relevante para la presente discusión es su afirmación de la vida no huír del “infierno” en gestos de negación, sino y habitarlo. El significado de este “habitar el infierno”. Aquí Rose está reflexionando sobre la “infelicidad jovial” de su madre: “la negación y el sufrimiento no examinado son dos de las razones principales de su infelicidad jovial: la infelicidad de quien se niega a vivir en el infierno, y quien vive, por lo tanto, en la desesperación más estática”.
En otra parte, Rose articula este aparente mandato contradictorio en términos evocadores: “Sé y, al mismo tiempo, conoce los términos de negación”. Frente a la muerte, el gesto triunfal de Rose consistió en su afirmación de la dignidad de la búsqueda del conocimiento de la muerte y en su declaración de la imposibilidad de encontrarla totalmente. En el libro póstumo de Marçal, los gestos de la voz poética femenina tienen un efecto devastador: corrompen, desintegran la vida, sólo para contemplar lo que queda. Y para eso necesita un cuerpo, una página, donde ella pueda escribirse. Se trata de una experiencia poética que retrata el transformación del cuerpo, de un movimiento abismal hacia los límites del propio hilo de la poeta.
En Raó del cos, la voz lírica se fusiona con la muerte para recuperar un sentido de dignidad frente a ésta e inscribir con precisión la humanización del cuerpo en el acto de escribir. En el acto de leer sus poemas, experimentamos indirectamente los aspectos del amor, la vida, la esperanza, la desesperación y la nada que su poesía representa con una belleza dolorosa pero conmovedora. Al final de este viaje a estos profundos aspectos de la vida, el lector encuentra una revelación sobre las fluctuaciones del alma y la carne: sus deseos decadentes y el trabajo de duelo ante la muerte inminente. Es a través de estas imágenes poéticas que en Raó del cos Marçal practica el trabajo de morir. Porque era una necesidad humana abrazar la muerte, aceptarla antes de dejarla ir. La poeta está envuelta en su propia red, pero su vida está destinada a Perséfone. Maria-Mercè Marçal vivió con el conocimiento de su mortalidad y la certeza de su ineludibilidad ante esta condición humana. Ella mantuvo su mirada fija a “La mirada obscena / d’un déu / que va usurpar / [les sevas] paraules” (la mirada obscena / de un dios / que usurpó / [sus] palabras). La muerte es así aceptada como definitiva. Sin embargo, al mismo tiempo, en su escritura, en el proceso creativo de lamentar su propia muerte, la poeta sigue viva.
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[1] Mi traducción de la cita original.