Polígrafo Sexual
Del Diccionario del Diablo al Urban Dictionary existe una diferencia de alrededor de cien años y algo así como un millar de autores. En el primer diccionario, la irreverencia, la mordacidad y el cinismo típico de su autor, Ambrose Bierce, se hacen patentes; mientras que en el segundo predomina la cultura tecnológica, la sapiencia callejera y la grosería y necedad estadounidense. Ambos son piezas inigualables que ejemplifican magníficamente su época y creo que el segundo sostendrá el paso del tiempo tanto como el primero.
Del Diccionario del Diablo obtuve:
difamar, v. t. Atribuir maliciosamente a otro vicios que no hemos tenido la oportunidad de practicar.
Del Urban Dictionary pesqué:
convertirse en una estadística (to become a statistic), sustantivo. 1. Morir por algún medio y ser contado en alguna categoría estadística. 2. Cometer suicidio y ser contado dentro de dicho grupo. (Traducción del autor).
Ambos términos citados son fundamentales para entender el relato que el entonces senador republicano de la legislatura estatal de Florida, Bob Allen, hiciera luego de haber sido arrestado en el 2007. El senador se había ofrecido para tener sexo oral con un policía encubierto que se encontraba en el baño de un parque público, ofreciéndole la suma de veinte dólares. Según se desprende de la grabación del interrogatorio policial, cuyo audio es reproducido por CNN, el senador explicó que él no entró al baño con la intención de tener sexo oral, pero que se ofreció para hacerlo al encontrarse sumamente intimidado pues “allí estaba este hombre negro y fornido” y que “también habían muchos hombre negros en el parque”. El senador afirmó haber pensado “voy a convertirme en una estadística”, por lo que hubiera dicho cualquier cosa para poder evitarlo, incluyendo ofrecerse a tener sexo oral. Luego de ser enjuiciado, encontrado culpable y sentenciado a seis meses de probatoria, el senador renunció a su escaño legislativo.
La insultante y repulsiva defensa del entonces senador parecía provenir de un libro de texto de neurobiología racista, pues este adujo –implícitamente– que sus neuronas transformaron las imágenes de varios hombres negros en un mensaje de un inminente peligro de muerte y que en ese momento razonó que dicha amenaza podía atenuarse, posponerse, o anularse si las correspondientes neuronas del potencial negro y corpulento agresor se entretuvieran en una sopita de hormonas secretadas como parte de un proceso autonómico de estímulo-respuesta iniciado por un acto sexual. Dijo además que estimaba que el costo en el mercado de tales servicios sexuales debería rondar por los veinte dólares. Un interesante dato biográfico es fundamental para contextualizar y explicar el alegado azaroso incidente: el senador tenía un historial de promoción y aprobación de legislación anti-gay.
La definición de Bierce que, a juzgar por su perspicacia, parece haber sido elaborada en conversaciones con el mismísimo diablo, resulta absolutamente pertinente. La difamación consistente de este senador contra la comunidad gay revelaba los atractivos vicios que él no tuvo la oportunidad de practicar dentro de su matrimonio heterosexual pero que sí podía practicar en un baño público con un negro corpulento. Bob Allen definitivamente se convirtió en una estadística más, aunque en un sentido algo diferente al del Urban Dictionary. Este pasó a aumentar los números de la notoria lista de políticos estadounidenses y predicadores de diversas iglesias que, tras su militante homofobia, practicando el vicioso acto criminal de alentar la marginación, el odio y la violencia contra la comunidad gay, terminan prematuramente sus carreras tras un escándalo que invariablemente envuelve un acto homosexual.
El lazo de la verdad
Ante el creciente y vicioso ataque verbal contra la comunidad LGBTT encauzados por líderes religiosos en Puerto Rico, recordé aquella canción del grupo Fiel a la Vega, Los Superhéroes, que comenzaba con: “La Mujer Maravilla se fue ayer pa’ San Juan – Por orden Federal a bregar con la ola criminal. –Con su avión invisible y su cuerpo comible– Ella iba a llegar y que todo arreglar”. De la serie televisiva de la década del 1970, recuerdo que la Mujer Maravilla asumía la identidad de Diana, su alter-ego, una secretaria de la división de inteligencia del ejército de Estados Unidos. Su avión invisible la transportaba a la Isla Paraíso de donde ella era oriunda, sus brazaletes dorados le servían de escudo para desviar las balas de sus rivales y con su soga metálica formaba el lazo de la verdad que impedía a cualquier persona por ella sujetada a mentir. No tengo duda que el mítico lazo de la verdad de la Mujer Maravilla sería el arma más importante que se pueda obtener contra el crimen de promover la homofobia en Puerto Rico.
No sé por qué Fiel a la Vega dudaba que la Mujer Maravilla pudiera controlar la ola criminal en la Isla. (No se confunda el lector, me refiero a la isla de Puerto Rico y no a la Isla Paraíso; según se infiere de la serie televisiva, en la Isla Paraíso no habían divisiones de clases sociales y por lo tanto el robo era un fenómeno inexistente). Aunque mi interés es el lazo de la Mujer Maravilla, creo que sus otros superpoderes nos ayudarían también. Un gobierno tan anexionista como el presente podría sostener conversaciones con la división de inteligencia del ejército de Estados Unidos donde Diana trabajó, para que revele el procedimiento de manufactura de dichos brazaletes dorados, con el fin de facilitar la creación de una alianza público privada, que distribuya a la ciudadanía dichos brazaletes al entrar a centros comerciales, autopistas, iglesias, estacionamientos, así como también a las marquesinas y balcones de las propias residencias, y demás lugares frecuentados por proyectiles metálicos dirigidos, azarosos o realengos. Tengo entendido que cerca de media docena de modelos del avión invisible le han sido otorgados a los agentes del FBI en la isla, pero todos, uno a uno, invariablemente terminaron corriendo la misma suerte. Cada vez que dejaron el avión mal estacionado, se les perdió. Como el avión es invisible, luego no lo pudieron encontrar y se anuló la efectividad de tal artefacto para vigilar nuestras costas.
Si pudiéramos enredar a varios políticos del patio con el lazo de la verdad de la Mujer Maravilla, estos aprenderían lo ridículo que resulta subordinar la verdad a los intereses políticos partidistas. Desde un punto de vista pragmático, estoy seguro que a los funcionarios electos les resultaría mucho más rentable, en términos de votos, hablarle con la verdad al pueblo en lugar de seguir propagando la sarta de mentiras oficiales. Pero para amarrar a los religiosos homofóbicos con el lazo de la verdad, habrá que dar varios viajecitos a la Isla Paraíso en busca de cantidades industriales de soga metálica. El lazo de la Mujer Maravilla haría que estos pastores, predicadores y empresarios religiosos dijesen la verdad que esconden tras su discurso de preservar los valores familiares, de la importancia de la familia tradicional, de la crisis que atraviesa la institución de la familia y, mi preferido, el de la Sagrada Familia, con todo y catedral. El lazo de la verdad les haría decir que toda esa mojigatería es una disimulada excusa para combatir los reclamos del feminismo, continuar manteniendo el sexismo dentro de la familia, subordinando la mujer en la sociedad, por mandato bíblico, y de paso presentar como anti-natural, anormal, pecaminosa y despreciable cualquier relación no heterosexual.
Si la Mujer Maravilla, promotora del feminismo desde su creación en 1941, se paseara por nuestra isla, nos pareceríamos un poquito más a su natal Isla Paraíso. Lamentablemente, no hay soga pa’ tanta gente, pues ni el Puerto de Ponce se ha terminado, ni las leyes de cabotaje se han eliminado, lo que dificulta la entrada al país de tanta soga metálica. ¿Podremos sustituir el lazo de la verdad por las pruebas del polígrafo? Por lo menos ese invento, que registra multitud de oscilaciones numéricas, se puede importar directamente desde Estados Unidos. Después de todo, el creador de la Mujer Maravilla y su lazo de la verdad, el psicólogo William Marston, es también el creador de las pruebas de detección de mentiras a través de la medición de la presión sanguínea, uno de los componentes del polígrafo. Insisto en afirmar que con más verdad, ya sea maravillosamente enlazada u objetivamente poligrafiada, habría menos homofobia.
Polígrafo objetivo
Nos dice el historiador de la estadística Theodorer Porter en su libro, Trust in Numbers: The Pursuit of Objectivity in Science and Public Life, que el ideal de alcanzar la objetividad es usualmente confundido con el ideal de obtener la verdad. La objetividad absoluta es muy difícil de defender y la ciencia moderna recurre entonces al ideal de la “objetividad mecánica”. Esto es, a la capacidad para adherirse estrictamente a una serie de reglas predeterminadas o para ser más preciso, consensuadas. La objetividad mecánica se entiende como una potente traba que evita la introducción de subjetividad en el proceso de llegar a conclusiones. Al seguir reglas preacordadas se impone una distancia entre las características del individuo, sus posibles prejuicios e intereses personales y el juicio o conclusión a emitir. La objetividad conlleva el uso de tecnologías que imponen distancia para evitar desconfianza. Entre estas tecnologías se destacan aquellas de cuantificación, cuya naturaleza numérica le confiere un aura especial. Pero dicha cuantificación no es sinónimo de verdad, es simplemente el resultado de estar sujeto a unas reglas de procedimiento.
La mayoría de las personas tienen establecidas unas reglas subjetivas para detectar si una persona miente deliberadamente. No tengo duda de que dichos procedimientos rinden excelentes resultados en la inmensa mayoría de los casos, más allá de lo esperado si fuese un evento al azar. El método utilizado varía según las circunstancias. En ocasiones se observa el rostro del individuo, se contempla su mirada esquiva, se notan sus ademanes, se percibe un cambio sutil en su tono de voz o simplemente se avista una incomodidad manifiesta. La premisa básica de esta práctica consiste en que cuando una persona miente deliberadamente, algo en su cuerpo delata dicha mentira, la cual es básicamente la misma premisa que fundamenta las pruebas del polígrafo. Quienes confían en el polígrafo sustentan que cuando una persona intencionalmente miente, ocurren variaciones notables en su cuerpo, claramente cuantificables, tales como cambios en la presión sanguínea, en su pulso y en su respiración. De la representación gráfica de los cambios en las varias medidas corporales cuantificables es que surge entonces el nombre de polígrafo. Sin embargo, la idea de que la prueba del polígrafo es una forma válida de detectar mentiras no dista mucho del mítico lazo de la verdad de la Mujer Maravilla ya que ha sido catalogada como uno de los diez mitos más sobresalientes de la psicología popular (The Top Ten Myths of Popular Psychology).
En Puerto Rico, que llevamos casi medio siglo de utilizar diferentes versiones del polígrafo en diversas agencias gubernamentales, con propósitos eminentemente ligados a asuntos de investigación forense y policial, hemos dado por sentado su validez. Los resultados del estudio encomendado por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos a un panel de investigadores sobre el tema, bajo la dirección del profesor de estadística, Stephen E. Fienberg y publicados en el documento, The Polygraph and Lie Detection, argumentan con sólida evidencia y un razonamiento sencillo y claro que la validez del polígrafo como detector de mentiras parece ser otra mentira. Las principales objeciones de los prestigiosos científicos del Comité nombrado por la Academia Nacional de Ciencias son las siguientes:
- Las investigaciones científicas en psicología y fisiología ofrecen muy poca evidencia para sustentar que ocurren cambios notables y medibles en el cuerpo a consecuencia de la acción de mentir intencionalmente.
- Apenas se ha teorizado y experimentado con los factores ajenos a la veracidad del individuo que pueden influir en los resultados de la prueba del polígrafo. Aquí se incluye, entre otras, la preparación adecuada del administrador de la prueba (lo cual implica falta de objetividad mecánica) y la situación personal de tensión y ansiedad del individuo a ser examinado, etc.
- Todos los indicadores fisiológicos utilizados por el polígrafo (pulso y presión sanguínea, por ejemplo) pueden ser alterados a través de esfuerzos mentales o físicos conscientes del individuo. El lector asiduo a los géneros detectivescos, reconocerá una serie de criminales profesionales que han sido exitosamente adiestrados para burlar el polígrafo.
La conclusión a la que llega él Comité es bien clara: la prueba del polígrafo administrada entre aquellas personas que no han sido adiestradas para burlarlo, discrimina entre la falsedad y la verdad en niveles muy por debajo de la perfección, aunque en proporciones mayores a la esperada si fuese al azar. Esto es, el polígrafo resulta algo mejor que los métodos subjetivos de detección de mentiras ya mencionados. En resumen, el polígrafo no brega.
Polígrafo Sexual
Nos dice Iris Marion Young en su libro Justice and the Politics of Difference que el desprecio y el odio suscitado por la homofobia tiene algo muy particular que lo distingue de la correspondiente hostilidad racista. A diferencia de las obvias distinciones raciales, basadas en apariencias físicas, no hay nada físico particular que distinga a un hombre homosexual de uno heterosexual. A un hombre blanco racista nunca le atemoriza la posibilidad de levantarse al otro día de la cama siendo negro. Pero cualquier hombre con inseguridad sobre su orientación sexual, siempre albergará la duda de si es no gay, lo cual lo lleva a sufrir de una vida tormentosa que en ocasiones encuentra refugio en la militancia religiosa. Su inseguridad se acrecienta a diario, cuando éste va por la calle y se otorga permiso para subrepticiamente detener la mirada en algún rostro masculino o cuando siente su corazón aletargado en medio de una relación heterosexual que vive con hastío y agotamiento sin saber cómo terminar. También sucede cuando éste queda hipnotizado por el galán que encarna el más reciente superhéroe en la oscuridad de una sala de cine o cuando siente que su corazón le arde sin saber por qué ante algún compañero de trabajo. Su forma de demostrarle al mundo y de demostrarse a sí mismo que no es gay es a través de su manifiesta y vituperante repulsión hacia los gays. El odio y la violencia escalan en la medida que el propio tormento requiera de pruebas más contundentes de su propia heterosexualidad. Ambrose Bierce antecedió a la mencionada filósofa por cien años. La difamación de la comunidad gay surge entre aquellos que en la soledad de sus pensamientos ansían tener la valentía de experimentar elementos de la vida gay.
Desprovistos de herramientas mitológicas y de mitologías numéricas, sugiero la adopción de un polígrafo sexual cuyo objetivo, en nada objetivo, es la detección de mentiras que difaman a la comunidad LGBTT. El polígrafo sexual es un polígrafo ético y también diría que hasta espiritual, aunque no reclama ser tan infalible como la infalibilidad papal. La homofobia demuestra tormento interno y es el mejor polígrafo sexual.
*El autor agradece a Elba Luis Lugo y a Juan Carlos Jorge una conversación de taberna que dio origen a este escrito.