Políticas y poéticas del archivo: Entrevista a Marisol Ramos
Colección Géigel y el patrimonio cultural puertorriqueño
Nota introductoria
Marisol Ramos, bibliotecaria, archivera e investigadora de literatura e historia puertorriqueña, es actualmente la bibliotecaria de Estudios Latinoamericanos y Caribeños y curadora de la Colección Géigel (Colección Puertorriqueña) en el Departamento de Archivos y Colecciones Especiales de la Biblioteca de la Universidad de Connecticut en Storrs. Comenzada por José Géigel hacia mediados del siglo 19, la colección Géigel contiene uno de los acervos más importantes de documentos y materiales puertorriqueños en bibliotecas norteamericanas. Hay bibliotecas más amplias e inclusivas, como la del Centro de Estudios Puertorriqueños de Hunter College (City University of New York), la Biblioteca Pública de Nueva York y la Biblioteca del Congreso, pero probablemente no haya otra colección tan “orgánica” como la Géigel, forjada por tres generaciones de coleccionistas e intelectuales de la misma familia. De ahí que la colección sea una fuente clave para la historia material de la cultura y la lectura en Puerto Rico.
Marisol Ramos comenta en esta entrevista sobre el significado de la práctica de coleccionar libros en la historia puertorriqueña y sobre el papel de las colecciones en las etapas formativas de la literatura nacional durante un periodo anterior a la fundación de las bibliotecas, archivos insulares y otras instituciones culturales. En ese sentido, esta entrevista sobre la Colección Géigel invita a una discusión necesaria sobre la importancia de la investigación de archivo ante la espinosa cuestión del patrimonio cultural ante el impulso de la privatización en todas las esferas de la vida del país.
Realizamos la entrevista con Marisol Ramos en dos etapas: antes y después de la catástrofe del huracán María que causó estragos en varios archivos y colecciones especiales que se encontraban ya en condiciones bastante precarias antes del 2017. Marisol Ramos reflexiona sobre esta situación y encara una de las múltiples paradojas coloniales que confrontan lxs investigadores del pasado y del presente en la isla: la ubicación de muchas de las fuentes primarias de documentación y de estudio en bibliotecas o colecciones ubicadas en los Estados Unidos. La intervención de Marisol Ramos en estas discusiones elucida así algunos de los aspectos más urgentes de la reflexión sobre el deterioro (y el cuidado) de la vida material de la cultura a la vez que ejemplifica el potencial del trabajo de archivo y de documentación como un lugar de lucha y de imaginación crítica.
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Marisol, ¿cuáles son las colecciones puertorriqueñas de la Biblioteca de la Universidad de Connecticut?
De Puerto Rico específicamente tenemos dos colecciones bastante extensas. La más grande es la que llamamos Puerto Rican Collection, pero en realidad también la llamamos la Colección Géigel, una Colección que se adquirió a través de su compra a Luisa Géigel, hija de Fernando Géigel y nieta de José Géigel, por lo que hay tres generaciones de colecciones y coleccionistas de la misma familia en este acervo.
La Colección abarca desde principios del siglo 19 hasta mediados de los años 1960. Contiene una copia original de la Cédula de Gracias del 1815, primeras ediciones con dedicatorias a José Géigel firmadas por sus autores, como Alejandro Tapia y Rivera y Manuel Zeno Gandía. El acervo literario es impresionante, con una gran variedad de novelistas y poetas tanto fundacionales como poco conocidos en las letras puertorriqueñas. También tenemos copias de documentos y libros políticos, médicos y agrícolas publicados por escritores puertorriqueños, americanos y europeos que discuten diferentes aspectos de la vida económica, política y médica de Puerto Rico. La misión de los Géigel parece haber sido documentar todo lo más posible de lo que se había escrito sobre Puerto Rico tanto en la isla, como en España y otros países como Cuba, Francia, Inglaterra y Estados Unidos.
¿En qué año se adquirió la Colección? ¿Cuál es su historia?
En 1982. El profesor Francisco Scarano, historiador puertorriqueño, trabajaba en la Universidad de Connecticut en el Departamento de Historia, y él hizo la conexión con Luisa Géigel y el Departamento de Archivos y Colecciones Especiales en UConn, para adquirirla para la universidad. Él consiguió fondos tanto para comprarla como para procesarla.
Según lo que Francisco compartió en un artículo sobre la Biblioteca, la Colección empezó en el siglo 19 con José Géigel —sus amigos lo llamaban Pepe— nacido en San Juan (1842-1892), cercano a prácticamente toda la elite letrada puertorriqueña de la época. Era amigo personal de Alejandro Tapia y Rivera, y primo de Manuel Zeno Gandía. Parecía que conocía prácticamente a todo el mundo. También fue periodista, y escribía para varios periódicos del período. Él estaba muy interesado en coleccionar libros y documentos escritos por puertorriqueños o escritos por extranjeros (o sea, americanos, británicos, franceses), que hablaban de Puerto Rico. Así fue como empezó la Colección. Luego su hijo, Fernando Géigel, la continuó y siguió añadiendo más materiales, especialmente libros y artículos sobre agronomía y política. Finalmente, Luisa Géigel heredó la Colección y ella añadió una serie de libros médicos que le regaló el padre de su esposo, Ramón Gandía Biscombe. Esto me lo comentó Scarano cuando lo conocí en la conferencia de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) allá en el 2015.
¿Cuándo comienza José Géigel a coleccionar libros y documentos?
Eso no lo sabemos con exactitud; pero podemos inferirlo a partir de las fechas de la mayoría de los materiales. Probablemente a mediados del siglo 19 fue cuando empezó a coleccionar…
¿Cuál era el papel social que cumplía un coleccionista de libros como José Géigel en el siglo 19?
Yo creo que, considerando que en ese período no había bibliotecas públicas, y el concepto de biblioteca pública estaba apenas formándose, coleccionar era un deseo de muchos de la elite. Como escribe Manuel A. Alonso en su segunda edición de El Gíbaro, en su introducción, las cosas habían cambiado entre la fecha de la primera edición en 1849 y la segunda edición en 1882… Él menciona en la segunda edición que está muy emocionado porque se estaban abriendo nuevas bibliotecas públicas, y existía el Ateneo. O sea, el hecho de que un individuo tuviera su propia Colección de libros era como su mini-biblioteca, que prestaba y que la gente le daba libros también… Eso para mí era como un sentido de crear el concepto de una literatura nacional y una cultura alrededor de lo que es Puerto Rico y la puertorriqueñidad. Y claro… esto tiene todas sus variaciones; porque no es lo que se habla en el siglo 20 de lo que es la puertorriqueñidad. Era un poco más cosmopolita, porque muchas de sus colecciones incluyen tanto cosas de las ciencias como temas culturales.
¿Entonces el coleccionista contribuye a crear una sociabilidad literaria… cultural?
Sí, exacto. Si uno piensa en los letrados, en La ciudad letrada de Ángel Rama, el coleccionista es parte de la ciudad letrada. De hecho, Don Pepe —como a mí me gusta llamar a José Géigel de cariño— escribió una bibliografía de escritores puertorriqueños que incluye a Tapia y Rivera también. La bibliografía es de finales del siglo 20, antes de que él muriera… pero quedó como manuscrito; y eventualmente su hijo Fernando la publicó… Entonces Géigel prácticamente conocía a toda la gente de la que estaba hablando; y la idea era decir “Sí, tenemos una literatura puertorriqueña, y esta es la gente que representa esa literatura”. Y la Colección dice algo de ese momento en particular. De quiénes son los que están publicando, pues es gente que está publicando de todo un poco; no estaban atados al concepto de costumbrismo o de una puertorriqueñidad basada en símbolos. A mí me gusta citar algo que Tapia y Rivera dice en el prospecto de su revista La Azucena, allá en el 1870: “se lee porque se escribe y se escribe porque se lee”. La literatura de Tapia refleja el tipo de literatura que José Géigel empezó a coleccionar. Tapia publica lo que quería publicar, obras literarias como las que se publicaban en Francia, lo que se hacía en Alemania, lo que se hacía en Estados Unidos… Él era parte de ese globo, de ese mundo; y no va a estar limitado por qué es lo que va a escribir… Y la Colección de Géigel igualmente no se limitó a adquirir libros publicados nada más en Puerto Rico, sino doquiera fueran publicados por quien los publicara. Lo que conectaba estos textos es que fueron escritos por puertorriqueños o sobre Puerto Rico.
¿Cómo notas las conexiones o redes de sociabilidad en que participa Géigel?
Por ejemplo, en la dedicatoria de la obra de teatro Camoens que Tapia y Rivera publicó en 1868, dice: “A mi querido pariente y amigo Pepe Géigel y Zenon”.
También hay otros libros con dedicatorias de Zeno Gandía y quizás de otros. No sé, ya que no he podido revisar todos los libros de la Colección; pero el punto es que Pepe Géigel estaba en conversación con muchos de los escritores que nosotros consideramos fundacionales para las letras puertorriqueñas. Para mí, esta dedicatoria refleja las conexiones que Géigel estableció con muchos de estos intelectuales, a los cuales Tapia también pertenecía. Y, para mí, esta dedicatoria los une como individuos que compartían los mismos valores que Tapia estaba promoviendo en sus revistas y en su trabajo cívico. El hecho de que Géigel haya añadido la mayor parte de los libros publicados por Tapia me habla de la importancia que para él tenía preservar su trabajo, junto al de sus contemporáneos, como José Julián Acosta, Salvador Brau, Manuel Alonso, etc…
Para Tapia, en lo que he leído en la biografía que hizo Ramos Perea recientemente, Géigel era parte de su red de apoyo; porque siempre estuvo nadando en contra de la corriente, comparado con sus contertulianos. No creo que muchos de sus contertulianos hayan entendido su labor literaria…
Otra manera de ver las conexiones entre intelectuales en el siglo 19 es la selección de materiales que Don Pepe escogió y preservó en su biblioteca. Por ejemplo, una copia de las revistas La Azucena y Las Hijas de Eva (ambas editadas completamente o en parte por Tapia) y la edición de 1882 de Póstumo el transmigrado y Póstumo envirginiado son parte de la Colección; tanto las revistas como Póstumo Envirginiado promovían una visión sobre la mujer en contracorriente con la imagen del ángel del hogar tan común en la época.
Al mismo tiempo, hay otra revista, el Almanaque de las Damas del 1886, que es más conservadora. A mí me fascina el hecho de que estas revistas documentan un tema poco discutido en la historiografía o la crítica literaria del país. Si uno lo piensa, el único que era un militante feminista en el grupo intelectual donde se movía Tapia era él. Salvador Brau no estaba en eso; Julián Acosta lo entendía, pero tampoco estaba publicando en sus propios periódicos sobre eso… Sin embargo, sí apoyaba a Tapia; y, de hecho, publicaba cosas de Tapia en sus propios periódicos… Y trabajaban y se ayudaban con la imprenta… Así que, para mí, eso es como si confirmasen esas redes de apoyo que existían en el siglo 19, antes de la invasión. Son redes de apoyo muy diferentes de las que se desarrollaron después de la invasión americana; porque como que (y estoy pensando en tu trabajo, y en la cuestión de las elites urbanas y las elites rurales…), después de 1898, hay como un “flip” de poder y de influencia… Y en el siglo 19, si uno lo ve con detenimiento, si uno no usa el lente ese nacionalista, que yo creo que mucha gente tiene desde que se estableció el ELA, uno puede ver que hay una idea de Nación. Pero de una Nación más cosmopolita, que no está tan atada a los símbolos culturales del gíbaro o las peleas de gallos y las fiestas patronales. Por el contrario, las novelas costumbristas o los cuentos costumbristas lo que están haciendo es documentar tradiciones que se estaban perdiendo, y que no estaban llorando… Y eso es lo interesante de leer en la introducción de El Gíbaro, en la segunda edición; porque eso es lo que estaba diciendo Manuel Alonso, que él estaba contento de que ciertas tradiciones ya se estaban muriendo, ya habían desaparecido; pero había otras que había que seguir trabajando, como el velorio y las peleas de gallos… Y tanto Manuel Alonso como Tapia odiaban las peleas de gallos. Para ellos, eso era un ejemplo de barbarie, que no es tan diferente del concepto ese de barbarie y ciudad de Sarmiento… O sea que hay conexiones intelectuales… Y ver las revistas, también, y lo que él estaba seleccionando para publicar, da ese sabor de ese cosmopolitismo literario del tiempo… Porque, por ejemplo, Tapia estaba publicando Edgar Allan Poe, pero también publicaba escritores latinoamericanos como Andrés Bello… Y, claro, en el contexto colonial, eso para mí es transgresivo, una transgresión de estar publicando cosas de gentes que son libres, mientras que nosotros no lo éramos… Esas son las cadenas que él quería romper, de que no éramos ciudadanos completos. Y hasta que eso no se resuelva, lo demás no se va a mejorar. Y ver que Géigel, pues, no solamente estaba coleccionando, sino que mantenía una conexión personal con Tapia, me demuestra que él no era una persona que estaba aislada. No era un caso único.
¿Cuáles son algunos de los materiales más relevantes de la Colección? ¿Contiene primeras ediciones?
Bueno… Para mí lo más impresionante es ver una copia original de las enviadas a Puerto Rico de la Cédula de Gracias de 1815; ya que no quedan tantas copias originales de las que llegaron de Madrid a San Juan. También, la edición que hizo José Julián Acosta de la Historia de Puerto Rico de Fray Íñigo Abbad y Lasierra. Asimismo, los muchos libros de Alejandro Tapia y Rivera, varios de ellos dedicados por el autor a Pepe Géigel, porque eran muy muy buenos amigos; casi hermanos. Hay copias, también, primeras ediciones de Agustín Stahl… sus libros sobre los indios de Borinquén y la zoología de Puerto Rico me parecen increíbles. Hay libros de Manuel Zeno Gandía, varias de sus obras; la clásica, La Charca y otras más… Pero también tiene gente, escritores que no eran muy conocidos, que no entraron al canon, pero en los que él estaba muy interesado… Lo que le interesaba era quién estaba publicando en ese período. El enfoque, como le digo, es de escritores puertorriqueños y libros sobre Puerto Rico escritos por extranjeros, como libros de viajes, de cuando un extranjero venía a Puerto Rico y escribía sus memorias… Entonces, el énfasis era definitivamente Puerto Rico.
¿Harías una distinción entre los coleccionistas de libros y la función del archivo?
Sí, bueno… Es que la función del archivo es diferente. Un archivo nacional documenta la historia del estado y sus funciones, mientras el coleccionista está interesado más que nada en reunir en su custodia una selección de libros sobre temas en particular de su interés. Pero en Puerto Rico, me parece que la idea de la biblioteca particular y el archivo van un poco de manos por nuestra realidad colonial.
Me explico. En Puerto Rico (y yo he escrito sobre eso) el concepto del archivo en general está muy atado al concepto de historia e identidad. Y eso se remonta al siglo 19 y a los trabajos de Alejandro Tapia y Rivera, de Ruiz Belvis, de Julián Acosta y los “Amigos de Puerto Rico”… el grupo que formaron en Madrid, cuando eran estudiantes y estaban coleccionando todos los documentos primarios que estaban en los archivos de España. A eso se dedicaron Ruiz Belvis, y Tapia y Rivera también…porque, aunque Tapia y Rivera había entrado segundo, tenía tanto tiempo libre, ya que él no estaba estudiando, que fue a Madrid, fue a Sevilla y fue a todos los archivos que pudo para ayudar a redactar… Lo que estaba haciendo era copiar los documentos que encontraba… lo que eventualmente se convirtió en la Biblioteca puertorriqueña, que Tapia publicó cuando regresó de España. Y si lees la introducción, que es muy interesante, de lo que está hablando es de la idea de coleccionar y poner en un solo libro estos documentos primarios. La mayoría estaban en España y había unos cuantos que estaban en San Juan. Y había un archivo… Bueno, claro, siempre ha habido archivos; pero no un Archivo General en Puerto Rico hasta el siglo 20. Pero había el archivo de la Audiencia, había el archivo en la Capital… y todos los Municipios tienen sus propios archivos. Pero él estaba buscando donde fuera. Y pone toda esta Colección junta por primera vez. Y en la introducción, lo que está diciendo es que esta Colección es para promover la Historiografía puertorriqueña. Una Historia para puertorriqueños, de puertorriqueños. En vez de ser una Historia española… Y no como parte de España, sino como Puerto Rico. Entonces, tiene documentos que se remontan a la colonización. Y bueno, la conexión con el indigenismo, también… De estas novelas… El teatro indígena que Tapia hizo, como La palma del Cacique. Pero esa idea de remontarnos a un pasado primordial sobre quiénes son los nativos, y cuál es la conexión con el puertorriqueño: ¿del español o del indio? O la conexión de los dos… Pero todo eso está conectado entonces con la idea de crear esta Historiografía; porque no se puede escribir Historia si no hay documentos primarios… Y la idea del documento original, como base de esa Historia que se escribe, se remonta especialmente al siglo 19; pero antes de eso en España, a final del siglo 18, cuando se establece el Archivo de Indias, en Sevilla, porque se crea precisamente por eso mismo, porque en España se quería hacer una Historia de España en las Américas. Y hasta ese punto los archivos Reales no eran abiertos para los historiadores; pero el de las Indias sí era abierto para todos los historiadores; especialmente para los españoles…
¿Entonces el interés de Tapia y Rivera por la Biblioteca histórica de Puerto Rico, implicaba un proyecto de archivo? ¿De crear un archivo nacional?
No. Eso realmente es siglo 20. Y eso está conectado con el establecimiento del Estado Libre Asociado. En un artículo que co-publique con Joel Blanco, cuando fue profesor de Bibliotecología en la UPR, nosotros exploramos la historia del Archivo General y cómo fue adscrito al Instituto de Cultura por el mismo Muñoz Marín por orden ejecutiva. Lo que proponemos en ese capítulo es que el Archivo General de Puerto Rico se creó para facilitar la producción y publicación de una historiografía nacional puertorriqueña como una reacción y defensa al peligro de la asimilación estadounidense.
Eso es lo que lo hace distinto del coleccionista…
Sí, porque especialmente para los Géigel, empezando con Don Pepe y luego su hijo Fernando —no sé si te mencione, pero Fernando Géigel fue en su momento alcalde de San Juan allá en el ‘39— me parece que la idea de ellos era crear una biblioteca que documentara todo lo publicado Puerto Rico dentro y fuera de Puerto Rico, y cómo protegerla… Yo creo que en este sentido estaban diciendo “Bueno, si yo no colecciono esto, si desaparece ese libro y no hay nadie, no hay una biblioteca nacional, ni ningún archivo nacional, ¿quién es responsable?”. Entonces, el coleccionista se toma esa responsabilidad moral de proteger esa historia. Mientras que los archivos oficiales son creados por el Estado para proteger la historia del Estado mismo, o sea, los documentos gubernamentales. El raciocinio de ambos difiere, aunque las intenciones son parecidas.
Entiendo que además de bibliotecaria de colecciones eres investigadora de literatura puertorriqueña. ¿Qué relación hay entre tu trabajo, digamos, como bibliotecaria y archivera, y tus investigaciones históricas?
En mi papel doble de bibliotecaria y archivera, veo la importancia de digitalizar y dar acceso a materiales que de otra manera serían inaccesibles para mucha de la gente en el mundo que no tienen los recursos para visitarnos. Esa es parte de mi ética como bibliotecaria y archivera. Mi conocimiento en estudios latinoamericanos y caribeños informa mis decisiones de que debemos digitalizar para dar acceso a materiales patrimoniales que existen en nuestra colección.
Igualmente, mi preparación en bibliotecología y archivística (la importancia de documentar, proteger y dar acceso a textos e ideas) es algo que ha influenciado mis estudios doctorales.
Actualmente, me interesa entender la genealogía de las ideas a través de las obras publicadas por autores puertorriqueños, en específico, Alejandro Tapia y Rivera. Mi enfoque es entender mejor cómo Tapia utilizó lo que algunos catalogan como sus obras menores, esas que publicó en La Guirnalda Puertorriqueña y La Azucena, para articular una visión de la nación puertorriqueña y cosmopolita. Y cómo las mujeres eran parte vital de esa visión futurista de Puerto Rico. De hecho, ahora mismo estamos en el proceso de digitalizar las copias que tenemos de La Azucena para añadirlas a nuestro repositorio digital.
¿Se notan cambios en los criterios de las tres etapas de la Colección? Parece que cada coleccionista tiene sus intereses, sus “poéticas” e ideologías.
Tres generaciones…Don Pepe Géigel, después su hijo Fernando, y finalmente la hija de Fernando, Luisa. En efecto, Fernando tenía otra visión. Él heredó la Colección de su padre y lo que enfatizó fue el siglo 20. Hay muchos libros sobre agronomía que me parece fueron en parte regalos por parte de parientes que eran agrónomos (como Antonio Rodríguez Géigel y Luis Géigel) y su propio interés en el tema. Lo suficiente para crear pequeñas “bibliotecas agrícolas” donde libros de temas agrícolas eran encuadernados juntos. Esta Colección refleja muchas investigaciones hechas por puertorriqueños, pero también hechas por los americanos en la Estación Experimental en Río Piedras, y en la de Mayagüez… Por eso hay muchos estudios también de americanos en la Colección. Asimismo, él colecciona cosas de las centrales azucareras. Sobre todo, lo que hablaba sobre los productos mayores y menores: el azúcar, el tabaco… Podían ser viandas, guineos: buscaba cómo se cultivaban y cómo había enfermedades. E, igualmente, cosas sobre Educación.
Explícanos, si te parece, ¿la relación entre la Colección y la Estación Experimental? ¿Hay alguna relación entre estos materiales y la historia de la ecología?
Bueno, en ese periodo sí. Porque especialmente después del 1898, luego cuando se establece la Estación Experimental lo que estaban tratando de hacer era ver qué productos se producían y que otros podían ser producidos en Puerto Rico, cómo se podían producir mejor, y como evitar que se enfermaran. Me parece que la colección refleja las conexiones entre Fernando Géigel y sus familiares que eran agrónomos y que trabajaban como investigadores en la Estación Experimental. Yo aprendí sobre esta relación cuando nos visitó un primo de Luisa Géigel con su hija hace varios años atrás. De hecho, encontramos una de las publicaciones de su papá, Luis M. Géigel, sobre el algodón “Sea-Land” publicado allá en 1939 por la Estación Experimental en Río Piedras. Mi sospecha es que son estos parientes agrónomos quienes en parte le regalaron todos estos libros, reportes y artículos sobre la agricultura en Puerto Rico y los experimentos hechos por la Estación Experimental; y luego Fernando quizás expandió la Colección con otros libros —pero esto es especulación de parte mía.
¿Esto estaría ligado también a la medicina tropical?
Sí. Y eso también se refleja en la Colección, porque hay libros sobre enfermedades, tanto humanas como de animales y plantas. Ese es un aspecto. Pero, aparte, tenía materiales sobre Educación y sobre Literatura… Nunca dejaron de coleccionar Literatura; ni dejaron de coleccionar sobre Educación y Agricultura… Aunque también tenían cosas misceláneas; como, digamos, un panfleto sobre el primer ballet presentado en San Juan. Ese panfleto tiene una historia: hubo una señora que estaba escribiendo una novela, y quería ver ese tipo de cosas, programas de eventos en la Colección, para escribir algo acerca de los 1950. Y ella encuentra este panfleto de este ballet, y resulta que su tía era una de las bailarinas que allí se habían presentado. Ella enseñaba, daba clases de danza y había aprendido danza con su tía, y estaba muy emocionada de encontrar esta mención sobre algo que ella sabía, pero nunca lo había visto en papel.
La Política también era importante. Fernando colecciono todo lo que Vicente Géigel Polanco publicó sobre la situación política del país después de la creación del ELA. Y, como formó parte del Ateneo, tiene memorias de cuando estuvo allí. En una de esas memorias, Luisa anotó uno de los tantos eventos de las reuniones; porque ella tiene muchas opiniones personales sobre el Ateneo. Y recuerdo que en una de las notas ella hablaba de una reunión que fue muy intensa; y se acordaba de cuando Mari Brás y los socialistas eran parte del Ateneo, y los populares no querían que los socialistas tomaran control del Ateneo. Y es muy interesante, porque aparte de los textos, tienes anotaciones de vez en cuando en ciertos documentos y libros que te dejan atisbar un poco la personalidad de los Géigel más allá de ser “coleccionistas”. Por eso es que la Colección no es nada más una colección de libros. Es una Colección que en un cierto sentido refleja su relación con la historia de Puerto Rico.
Dentro de esa discusión, ¿no te parece irónico que la Colección haya terminado fuera de la isla, en la Universidad de Connecticut?
¡Oh, claro! No siempre podemos mantener nuestro patrimonio cultural en la isla, sea por razones económicas, políticas o personales. Yo no conozco todos los detalles sobre cómo adquirimos esta Colección, pero no es inusual que muchas colecciones latinoamericanas y caribeñas terminen en los Estados Unidos. Sea a través de donaciones o por compra. De hecho, en UConn hubo un periodo en que la biblioteca tenía fondos para comprar colecciones a anticuarios y por eso tenemos, por ejemplo, la Colección de libros del bibliógrafo chileno José Toribio Medina y la Colección del Duque de T’Serclaes de España. Y, bueno… yo no tuve parte en ese proceso; pero, según entiendo, lo que comenta Francisco Scarano es que Luisa Géigel, en su momento, tenía un apartamento en el Viejo San Juan y ya no tenía el espacio, ni la energía para darle el cuidado que merecían no solo los libros de su abuelo y papá, sino los que ella añadió… porque, como te comenté anteriormente, también ella estuvo casada con uno de los Gandía, que era médico. Y su suegro, que era médico también, le regaló para añadir a la Colección toda una serie de libros sobre Medicina.
…que están ahora en…
…en esta Colección, en Connecticut. Ella ya estaba en sus años, y parece que estaba pensando que no podía seguir cuidando la Colección, y quería venderla. Y quería venderla en lotes, que es lo que usualmente hacen los coleccionistas.
¿En lotes?…
En lotes. Es decir, dividen la Colección: estas son revistas, estos son libros, estos son incunables… para poder venderla más fácilmente a los anticuarios. Pero Scarano la convenció de vender esta Colección Puertorriqueña en un lote para mantenerla unificada. Y consiguió el dinero de la Universidad y de unos fondos o “grants” como le llaman en inglés, para comprarlo todo y traerlo a Connecticut.
Y los fondos ¿eran estrictamente de la Universidad?
Sí. Scarano solicitó varios fondos en la universidad y consiguió dinero de la Research Foundation, el Colegio de Artes y Ciencias, el Centro de Estudios Latinoamericanos y el Centro de Estudios Puertorriqueños, más dinero donado por una de las clases graduadas de la universidad (la del 1926) y la Fundación de la Universidad. Parece que fue todo un proyecto conseguir los fondos; pero él lo logró. Le preocupaba la idea de que esta Colección se dispersara y que perdiera su valor histórico y la conexión de cómo estas tres generaciones habían armado una Colección alrededor del concepto de Puerto Rico. Él no quería que eso pasara.
¿Por qué no se pudieron mantener estos materiales en la Colección Puertorriqueña de la Universidad de Puerto Rico?
Ah… No sé. Nunca he conocido a Luisa Géigel Gandía… Yo realmente no conozco mucho de su vida, aparte de lo que aparece en su biografía… que era una pintora reconocida, profesora de Arte, y que hacía Arte Moderno, escultura especialmente. De hecho, Yamila Azize fue quien me regaló una foto de Luisa para añadir a la página web que creé para la Colección. También era profesora de Arte en la Universidad de Puerto Rico; pero, sabe dios… la decisión de vender o donar una Colección fuera o dentro de tu país es bien personal. No quiero especular sobre las razones de Luisa Géigel. Pero su decisión no es algo inusual. Por ejemplo, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Jack Delano, Manuel Ramos Otero y/o sus familias, donaron o vendieron sus colecciones a universidades en Estados Unidos y no a su país de origen.
Luisa Géigel había cuidado y organizado la Colección…
Sí, sí, fue ella quien que la catalogó. Ella escribió los primeros índices. Aquí los tenemos en la Biblioteca. De hecho, digitalizamos el índice completo y es fascinante.
Háblenos del Índice que escribió Luisa, ¿a qué criterio responde, en términos de catalogación?
Ella organizó todo por escritores y épocas, siglos 19 y siglo 20… Ella encuadernó muchos libros juntos, por tema. Por ejemplo: libros de Agricultura, ligados a la biblioteca agrícola, que tiene como veinte volúmenes; y cada volumen puede ser de dos a cinco libros, que estaban puestos, encuadernados juntos. Y entonces, en la localización, decía más o menos: “Esto está en el estante del lado norte de la casa”. La referencia que da tiene más bien que ver con el espacio de su casa, y con dónde estaban las estanterías y cómo ella organizaba sus libros. Los tenía organizados por Literatura, Política, Agricultura, Medicina… y lista de los autores. La gente puede ir a la página web y descargar una copia y ver su organización. Es un documento fascinante.
Entonces ella ordena los materiales de acuerdo a categorías de género y disciplinas…
Sí, para ella la Literatura es la Literatura, la Política es la Política, la Educación… Y mezcla un poco con lo de Música… No hay tanto de Música como uno quisiera; pero sí había cosas de televisión y radio, como lo que viste la última vez que nos visitaste. Y sí, los años 50 son interesantes, porque hay una mezcla de cosas culturales: teatro, ballet, ópera… los panfletos, los carteles, los programas… libros con transcripciones del programa de radio, etc. En fin, son cosas que no caben en ninguna categoría y que son como los “snapshots” de la vida, tú sabes, de lo que hacía la gente en los 50: íbamos al teatro, íbamos al ballet… Entonces reflejan un poco la cuestión de la vida moderna del Estado Libre Asociado… Y claro, es muy interesante porque tanto Fernando como Vicente eventualmente abogaron por la independencia. Creo que Fernando era más Pro Estadidad, más Republicano. Vicente era más Pro ELA; pero eventualmente ambos rechazaron ambas opciones, y se tiraron más a la Independencia. Fernando, cuando estaba coleccionando está buscando cómo documentar esas polémicas en la Colección. Tiene un poco de todo. No lo puedo cuantificar, porque la verdad es que es una Colección muy amplia… Yo no he visto todos los libros; pero sí se nota que hay una idea de documentar ciertos aspectos de la vida política, social, económica y cultural de Puerto Rico, especialmente del siglo 20.
Y Luisa… yo no creo que ella haya comprado muchos libros. No se nota tanto su marca, exceptuando la Colección médica que le regaló su suegro. Y ella también añadió sus propios libros que publicó. Y había la cuestión de Arte, porque hay unas cosas más a finales, que son más de Arte, que ella añadió… En cualquier caso, yo hubiera querido conocerla para entender mejor todo esto.
¿Existen otras colecciones de materiales puertorriqueños en los Estados Unidos del alcance de la Colección Géigel?
No creo. Lo más paralelo es la Colección Puertorriqueña de la Universidad de Puerto Rico. Es a ese nivel, en mi opinión; pero más… porque la Colección puertorriqueña en la UPR es muy del siglo19. No estoy segura de sí tienen tanto del siglo 20, mientras esta tiene materiales del siglo 19 y siglo 20. Pero sí existen importantes colecciones puertorriqueñas en Estados Unidos. La mejor conocida es la del Centro de Estudios Puertorriqueños en CUNY-Hunter College, quienes se han dedicado a documentar la historia de los puertorriqueños que emigraron a NYC y el noreste de los Estados Unidos. Columbia tiene colecciones importantes también. Ellos adquirieron en los últimos años dos colecciones importantes, la de Manuel Ramos Otero y la de Jack Delano —la cual por lo que he oído estuvo depositada en la Fundación Luis Muñoz Marín por muchos años pero fue donada por los herederos a Columbia creo que el año pasado.
Parece que la Colección puertorriqueña de la Biblioteca de la UPR también contiene mucho material de hemeroteca, ¿no?
Sí, revistas… Y en ese sentido, pues, ahí ellos se destacan. Nuestra Colección Puertorriqueña sí tiene revistas, pero no tiene tantas. Pero tiene joyitas, como Las hijas de Eva, que es una joya porque no hay muchas copias. Creo que solamente UConn y otra universidad tienen copias, Nosotros ya digitalizamos la revista completa. Pero tenemos otros materiales como el Almanaque del Buen Humor… Y tenemos muchos de los almanaques puertorriqueños publicados en el siglo 20, pero son copias… Lo que tenemos del siglo 19 lo hemos digitalizado para darle acceso a todo el mundo.
La importancia de la Colección Géigel lleva a la pregunta sobre el patrimonio… Porque si, de hecho, estas colecciones son constitutivas de la institución literaria y de la historia cultural, entonces tienen un valor patrimonial clave. ¿Cómo ves tú la relación entre estas colecciones y el valor patrimonial?
Bueno, desde el punto de vista de la archivística, especialmente, patrimonio no es lo mismo que propiedad cultural. Porque propiedad tiene el elemento legal de que el Estado reclama, o un grupo en particular reclama, que “esto es mío”; que es de la Nación-Estado. Mientras que patrimonio cultural es más la cuestión universalista, de que el conocimiento y la producción especialmente literaria le pertenece a un grupo, pero no en el sentido legal, sino más en el sentido moral y ético. Y por eso es que, cuando uno habla de patrimonio cultural, uno puede decir: “Tenemos una Colección de periódicos latinoamericanos del siglo 19”. En específico, para darte un ejemplo, tenemos una Colección extensa de periódicos de Bolivia y muchos de los títulos en la colección no existen en ese país… Y claro, eso para mí es patrimonio cultural de Bolivia, pero no es propiedad cultural de Bolivia. Porque precisamente los periódicos son efímeros y nunca se publicaron para que la gente los coleccionara, por eso es que el papel que siempre se ha usado es un papel de baja calidad. Entonces, si alguien se queda con una copia, de quién es la copia y cuál es el valor de ese material y quién tiene la obligación moral y la propiedad legal… Porque la obligación moral no es lo mismo que la propiedad legal.
¿Cuál es la obligación moral?
Para mí, especialmente, desde mi situación de trabajar en una universidad de Estados Unidos que tiene colecciones de otros países, que son patrimonio cultural de ellos, entonces mi obligación moral es tratar de hacerla lo más accesible posible a un público amplio.
¿Y cómo lo logran?
Nosotros, pues, hemos colaborado con el Center Research Libraries en Chicago, y hemos microfilmado varios de los periódicos que tenemos; y hemos mandado copias a la Universidad o a la Biblioteca Nacional de ese país… En el caso de la Colección Géigel/Colección Puertorriqueña, llevo años trabajando con mis colegas en la biblioteca para digitalizar secciones de ella. Porque creo que tenemos que dar acceso a esa Colección lo mejor posible, porque no todo el mundo en Puerto Rico puede venir a Connecticut, a Storrs, a usar la Colección, y no deberíamos poner esa barrera económica.
Hablemos de la condición de los archivos y bibliotecas en Puerto Rico después del huracán María.
¡Ese sí es un tema penoso para mí! La situación del Archivo General de Puerto Rico y los archivos y bibliotecas en la UPR es penosa. Las plantas físicas de estos espacios fueron afectadas horriblemente por la falta de luz. Sin aire acondicionado, el calor y la humedad propiciaron la proliferación de hongos en todas partes. La precariedad tanto de la propiedad como del patrimonio cultural de Puerto Rico se hizo evidente después del huracán. Pero no era cosa nueva, ni la causa ha sido simplemente el huracán. Ya estas condiciones de abandono y falta de recursos existían en Puerto Rico antes de María.
Pero también me fue evidente que existen bibliotecarios, archiveros, historiadores, activistas y mucha gente muy comprometidos en rescatar y proteger nuestro patrimonio. Yo soy parte de un grupo en Facebook, SAA-LACCHA, de archiveros que trabajan con colecciones de Latinoamérica y caribeñas tanto fuera como dentro de Estados Unidos. Yo compartí las noticias de la situación en el Archivo General y me encantó ver la cantidad de puertorriqueños en la diáspora que ofrecieron ayuda y contacto. También me contactaron archiveros americanos con ideas y contactos para conseguir fondos de emergencia o ayuda técnica para ayudar no solo al Archivo General sino a cualquier biblioteca o archivo en la isla que necesitara apoyo. Eso me hizo comprender que no estamos solos y que podemos proteger nuestro patrimonio cultural independientemente de que el gobierno de turno, sea PNP, PPD, Republicano o Demócrata, nos quiera ayudar o no. No podemos dejar que nuestra condición colonial determine el futuro de nuestros archivos y patrimonio cultural.
Enlaces
- Colección Digital Puertorriqueña: https://guides.lib.uconn.edu/PRDigColl
- “Tití Doris taught me dance…”: https://blogs.lib.uconn.edu/archives/tag/geigel-family/
The Géigel at the Archives: https://blogs.lib.uconn.edu/archives/2015/05/11/thegeigelatthearchives/