Porto Rico versus Puerto Rico
Después de la Guerra Hispanoamericana, los puertorriqueños se encontraron ante una nueva situación colonial: Puerto Rico dejaba de ser una colonia española para convertirse en una colonia estadounidense. Con ello Puerto Rico fue objeto de una construcción simbólica, de lo que Lanny Thompson, fundamentado en Antonio Gramsci, llamaría una “elaboración cultural” que reidentificó la Isla, imponiéndole una nueva identidad. Esa reidentificación incluía miramientos acerca del calificativo o nombre oficial de la Isla, un asunto que curiosamente se contendió en las páginas de National Geographic entre 1899 y 1900.
El debate comenzó con una nota al calce que los editores de la revista añadieron al artículo “Porto Rico” de Robert T. Hill, un destacado geólogo estadounidense que escribió varios artículos sobre la geología de Cuba y Puerto Rico, entre otros países de la región. La nota explicaba que aunque los editores le habían permitido a Hill el uso del nombre Porto Rico, esto no debía entenderse como un precedente en la designación o nombre de la Isla. La nota también indicaba que la revista se sujetaba a la decisión del U.S. Board on Geographic Names, un consejo instaurado mediante orden ejecutiva del Presidente Benjamin Harrison unos años antes, en el 1890, y que había acordado que Puerto Rico sería el nombre a ser usado por el gobierno de los Estados Unidos para referirse a la Isla. De hecho, el propósito del consejo era precisamente suscitar y asegurar el uso uniforme de nombres geográficos en dicho gobierno. Se trataba de una agencia encargada de la nomenclatura oficial o nomenclátor geográfico del gobierno de los Estados Unidos. El consejo estaba constituido por representantes de las agencias federales con alguna injerencia en asuntos geográficos, poblacionales y ecológicos, así como en el manejo de tierras públicas. En la nota, National Geographic se parcializaba a favor del consejo, prefiriendo el uso de Puerto Rico y rechazando el uso de Porto Rico.
Hill respondió con otro artículo mediante el cual explicaba su preferencia por Porto Rico. Para el geólogo, el U.S. Board on Geographic Names no era necesariamente la autoridad absoluta en nomenclatura y ortografía geográfica. Además, afirmaba Hill, la decisión de llamarle a la Isla Puerto Rico fue tomada mucho antes de que esta se convirtiera en territorio estadounidense, por lo que era una decisión obsoleta, una que no respondía a la nueva realidad.Además, el nombre Porto Rico tenía, según planteaba Hill, una historia de 300 años de uso alrededor del mundo, por lo que llamarle Puerto Rico era ir en contra de esa tradición. Hill también prefería Porto Rico por razones prácticas, porque según él era más fácil para los estadounidenses pronunciar Porto Rico que Puerto Rico. Finalmente, Hill cuestionó la política del consejo de nombrar lugares de acuerdo al nombre dado por los nativos del lugar. Para él, la práctica era simplemente innecesaria e imposible y señalaba que el consejo, al procurar efectuar esa “revolución” en una costumbre lingüística mundial transgredía la tradición y disminuía su campo de utilidad.
Los editores de National Geographic respondieron con otro artículo afirmando la relación de la revista con el U.S. Board on Geographic Names. El artículo no justificaba la decisión del consejo con respecto al uso de Puerto Rico en vez de Porto Rico. El texto reafirmaba más bien la autoridad del consejo federal en el campo de la nomenclatura geográfica. También indicaba que la decisión con respecto al uso del nombre Puerto Rico fue una de las primeras decisiones del consejo, antes de la Guerra Hispanoamericana. Puerto Rico, subrayaba la junta editora, era el nombre usado por las agencias federales, incluyendo los negociados geográficos como Coast and Geodetic Survey, Hydrographic Office y Geological Survey. Asimismo, los editores subrayaban que el uso de Porto Rico comenzó poco después de la Guerra Hispanoamericana, en especial en los periódicos nacionales. También indicaban que aunque Porto Rico se utilizó en el texto del Tratado de París, se trataba de un error que ignoraba la decisión del U.S. Board on Geographic Names. Señalaban igualmente que, aunque el uso de Porto Rico para referirse a la isla ya era popular, su uso no estaba tan generalizado como afirmaba Hill. Y para ellos, aunque el Post Office y el Weather Bureau utilizaban Porto Rico, su uso no era producto de reflexiones formales, confirmado por su flexibilidad y falta de uniformidad en el uso de nombres. Por ejemplo, usaban Porto Rico pero también “Puerto Príncipe”.
Eugene Woldemard Hilgard, reconocido químico, geólogo y agrónomo, también le respondió a Hill con un artículo donde se refería al uso de nombres españoles en California, donde los estadounidenses los usaban corrientemente. Con esto retaba los argumentos de Hill con respecto a la difícil pronunciación de nombres en ese lenguaje. Aunque Hilgard prefería Puerto Rico a Porto Rico, esto era para él secundario. Le preocupaba mucho más la uniformidad en el uso de nombres. Básicamente, rechazaba el uso de varios nombres para referirse a un solo lugar:
I trust that whether in the future we write and say Porto Rico (Portuguese) or Puerto Rico (Spanish), the policy of the Geographic Board to conserve to the utmost extent possible the native pronunciation and spelling of names will be maintained as the only means of avoiding the most dismal and discreditable medley on our maps and in our official documents, and the indefinite aggravation of the evil which unprogressive jingoism, whether English or American, will impose on ourselves, and especially upon posterity.
Finalmente, el debate fue resuelto por orden presidencial. El U.S. Board on Geographic Names envió una carta al Presidente sobre la controversia y éste optó por ratificar la decisión del consejo, la de nombrar la Isla Puerto Rico. National Geographic publicó detalles sobre la decisión en un artículo titulado “Puerto Rico, not Porto Rico”. Este fue el último artículo sobre el asunto publicado por la revista.
Lo interesante de esta disputa sobre el nombramiento de Puerto Rico es que confirma que, como concluye Lanny Thompson en Imperial Archipelago, la elaboración hegemónica imperialista no estuvo libre de pugnas sobre las diversas representaciones de las nuevas colonias americanas. Incluso el nombramiento de Puerto Rico, como se deduce de los artículos de National Geographic, fue producto de conflictos y negociaciones, aun entre los mismos estadounidenses. En el transcurso de la reidentificación estadounidense de la Isla cada uno de los actores sociales involucrados intentó establecer o mantener una significación particular de la Isla y, con ello, justificar relaciones particulares entre los colonizadores y los colonizados. Disputas como las relacionadas a la nomenclatura geográfica fueron entonces parte de las controversias políticas acerca del imperialismo y la administración del imperio. La construcción simbólica de Puerto Rico por parte de los americanos, así como la confección de su hegemonía sobre los puertorriqueños, no siempre fueron homogéneas ni tampoco el producto de un consenso absoluto.