¿Qué pasado y qué futuro merece el sindicalismo puertorriqueño?
Mi punto de partida para la reflexión que comparto con ustedes es el actual estado del Centro de Documentación Obrera Santiago Iglesias Pantín (CDOSIP; entidad que forma parte de la biblioteca de la Universidad de Puerto Rico en Humacao), ciertamente uno de los espacios desde los cuales se pretendía hasta hace poco contribuir a forjar una memoria del pasado del sindicalismo puertorriqueño, una rememoración de los esfuerzos de centenares de mujeres y hombres por anclar los valores de justicia y equidad en sus lugares de trabajo y en la sociedad puertorriqueña en general.
El CDOSIP nace en el 1998, año en que se celebraron los primeros cien años del sindicalismo puertorriqueño. Nació, entonces, como parte de un anhelo por definir y conservar un pasado merecedor de servir de plataforma para imaginar un mejor futuro para el pueblo trabajador y el país en general. Según la misión que se desarrolló en su nacimiento, los objetivos del Centro eran tres:
1. «Fomentar el aprecio por el estudio de la historia de Puerto Rico y en especial la contribución del movimiento obrero.
2. Conservar la documentación de la vida y obra de Santiago Iglesias Pantín y el movimiento obrero puertorriqueño.
3. Acopiar y conservar la documentación relacionada con la historia sindical obrera.»
En su mirada hacia su futuro, en su visión, las personas que crearon el Centro afirmaban: “El Centro fomentará la divulgación de la historia obrera de Puerto Rico, brindando acceso a sus colecciones mediante el uso de las más modernas herramientas tecnológicas. Promoverá como uno de los más altos valores, el estudio de las clases obreras puertorriqueñas, en todos los aspectos.” Esta misión y visión, estas instancias de imaginarse un pasado y futuro merecedores, se pudieron implantar con relativo éxito hasta finales del 2009. En ese momento, el Centro contaba con cinco empleados. Bajo la dirección de Mario Roche Velázquez, el CDOSIP auspiciaba la publicación de libros, se proyectaba con frecuencia en la radio y televisión del país, organizaba o coauspiciaba eventos regionales y nacionales relacionadas con el sindicalismo —particularmente el 8 de marzo y el 1ro de mayo—, continuaba la organización y digitalización de sus documentos y recibía decenas de investigadoras/es del país y del exterior. Para el 2010, ya iniciada la estrangulación presupuestaria de la Universidad de Puerto Rico (UPR), el CDOSIP contaba con una sola empleada. Hasta el 2016, la compañera Evelyn Solá Maldonado realizó una labor titánica para dar continuidad a la misión y visión del Centro, particularmente a la organización, clasificación y digitalización de las diferentes colecciones. En ese año, el Centro contaba con más de 30 diferentes colecciones o fondos. Entre estos 30, cabe destacar los siguientes fondos: los documentos relacionados con las gestas de Santiago Iglesias Pantín; Erick Pérez Velazco; Confederación General de Trabajadores, CGT; Federación de Maestros de Puerto Rico, FMPR; colección de documentos de la Hermandad de Empleados Exentos no Docentes de la UPR, HEEND; colección de la Unión de Trabajadores de Industria Eléctrica y Riego, UTIER; colección de Partido dos Trabalhadores do Brazil, PTB ; Fondo Amílcar Tirado, hijo; Fondo Movimiento Obrero Unido, MOU; y colección Cabildero Laboral Mario Roche Velázquez, CLMRV.
A partir de la jubilación de Evelyn Solá Maldonado en el 2016 y la reducción de personal en la biblioteca, el CDOSIP cerró sus puertas. Los/as investigadores/as tenían acceso solo por cita. Todas las otras funciones del CDOSIP, incluyendo la clasificación y digitalización de los fondos cesó. El Huracán María destrozó el techo del edificio de la biblioteca y al día de hoy, casi un año después, la reparación no se ha completado. Mientras tanto, y muy a pesar de la labor del personal de la biblioteca (labor que ha recibido el apoyo de colegas de la diáspora boricua en Estados Unidos), las colecciones del fondo siguen sufriendo por la humedad y la consecuente proliferación de hongos.
Pero, más allá de la destrucción ocasionada por el huracán María, ¿cómo es posible que llegáramos a este estado donde el CDOSIP —aquel de los sueños de rescate de un pasado honroso como parte del cimiento esencial para la construcción de un futuro más solidario y bondadoso para el país— yace insolvente? (Aquí uso la noción de insolvencia en el sentido que el Centro no puede pagar sus deudas ni con el pasado ni futuro del sindicalismo puertorriqueño).
No tengo una respuesta satisfactoria a esta interrogante, pero sé que el estado en que se encuentra el CDOSIP refleja elocuentemente el estado presente no sólo del sindicalismo puertorriqueño sino también de la mayoría de la población de nuestro archipiélago. En pocas palabras, más que la destrucción del huracán, la extenuación física y simbólica del país en este momento se debe a las acciones de los que ostentan el poder político y económico en la Isla. Y aunque no es el único, el más patente de estos poderes lo encarna la Junta de Control Fiscal.
Como ejemplo de esta extenuación podría citar las estadísticas de disminución en sindicalización en la Isla, de un 11% de la fuerza laboral en el 1980 a sólo 6% en el 2014 según estadísticas del propio Departamento de Trabajo y Recursos Humanos. Según esta misma fuente, en el sector privado, para el 2007 el número de unionados sólo alcanzaba el 2% . Pero tendría que añadir:
• los números de emigración, que se calculan en más de medio millón entre el 2005 y el 2016, según el propio U.S. Bureau of Census. Según la prensa local, los cálculos de emigración en el periodo posterior al huracán fluctúan entre 100 a 200 mil personas;
• el aumento en la tasa de población confinada, que va desde 310 personas por cada 100 mil en el 2010 a 327 por cada 100 mil en el 2016;
• Una tasa de suicidios que desde el 2000 no disminuye de 7.6 por cada 100 mil personas. Las tasas de la población mayor de 40 años son consistentemente más altas desde el 2013 (ambas estadísticas provenientes del Departamento de Salud de Puerto Rico). Como puntos de comparación, según la Organización Mundial de Salud (OMS), en el 2015, la tasa de suicidio en la República Dominicana era de 6.8; en Brasil, 6.3; Perú, 5.8; Panamá, 5.5; Venezuela, 3.0.
• El cierre de alrededor del 20% de las escuelas públicas en los últimos dos años.
La realidad que señalan estas estadísticas y que ilustra el estado del CDOSIP no es fácil de aceptar. Son muchos—amistades, conocidos, vecinos, personas que tienen conversaciones pasajeras conmigo en espacios públicos—los que admiten que al igual que yo se encuentran en un estado casi permanente de impotente depresión. Estoy convencido que este estado es una reacción a los incesantes intentos de despojarnos de nuestro sentido de dignidad individual y sobre todo de nuestro sentido de dignidad como pueblo. En mi caso, he tratado de buscar salidas a estas sensaciones a través de la protesta, el diálogo y de la lectura. Quiero compartir con ustedes dos lecturas que me han ayudado en algo.
La primera es de un sobreviviente de Auschwitz, el campo de concentración más emblemático del horror orquestado por los Nazis contra seres humanos porque estos eran judíos, comunistas, gitanos u homosexuales. El autor, de nombre Jean Améry hace una reflexión profunda sobre cómo en el campo de concentración, antes de matar a los prisioneros, se buscaba en forma concertada denegarles su sentido de dignidad. Al final de su descripción, Améry llega a la siguiente conclusión:
El otorgamiento y la privación de la dignidad son actos de acuerdo social. Es cierto que la dignidad solo puede ser otorgada por la sociedad. Aún así, la persona degradada puede convencer a la sociedad de su dignidad asumiendo su destino y levantándose en rebelión contra la degradación impuesta (traducción libre del texto en inglés).
La segunda lectura que quiero compartir con ustedes es la del Mensaje del Juez Juan R. Torruellas en la Asamblea del Colegio de Abogados en el 2016. Torruellas fue nominado al Tribunal de Apelaciones de la Corte Federal de EE.UU en 1974 por el entonces presidente Ronald Reagan. Señalo quién lo nominó para establecer que el Juez Torruellas, el primer puertorriqueño en servir en un tribunal estadounidense de alto rango, tenía que gozar de una reputación aceptable entre los círculos de poder político en Washington. Ya establecido su pedigrí, vamos a su mensaje. Primero una cita que coincide con mi apreciación que la dignidad del pueblo de Puerto Rico ha sido lacerada:
“Irrespectivamente de la composición de la junta, y de la buena fe, talento y/o conocimientos de sus integrantes, o que algunos sean oriundos del patio, la imposición de esta junta sobre los puertorriqueños con los poderes que le otorga promesa, representa el acto más denigrante, despectivo, antidemocrático y colonial que se haya visto en toda nuestra relación con Estados Unidos….
Irrespectivamente de cúales puedan ser nuestras inclinaciones ideológicas individuales, ¿cómo es posible que aceptemos dócil y servilmente el que se nos trate de esta forma? ….
Me preocupa el desánimo que percibo en el país y que se manifiesta no sólo en los que nos quedamos aquí, sino claramente en el número alarmante de los que abandonan a puerto rico en busca de fortuna. No paso juicio sobre decisiones que son básicamente personales, pero no puedo guardar silencio ante el pesimismo que demuestran y que observo azota y paraliza a esta isla”.
Y hacia el final de su mensaje, el Juez Torruellas nos exhorta a soluciones similares a las que Améry recomendaba: reafirmar nuestra dignidad humana a través de actos de rebelión.
“Yo les digo a ustedes que este es el momento para hacer lo que nosotros podemos y hemos hecho en el pasado en otros momentos difíciles. Tenemos que unirnos en la defensa de nuestros derechos, y actuar pacíficamente, porque somos un pueblo de paz, pero eso no implica que debemos ser dóciles y aceptar todo lo que nos traten de imponer, aún cuando emane de los centros de poder. Tenemos la ventaja de que estamos defendiendo nuestra casa y que, ante todo, nuestra causa es justa, y eso nos da un gran poder y una fuerza moral sin límites”.
Cierro esta reflexión retornando a la pregunta y epígrafe que me sirvieron de punto de partida.
Ante la pregunta, ¿qué pasado y qué futuro merece el sindicalismo puertorriqueño?, creo que debemos afirmar: merecemos el pasado y futuro que nos delimite nuestro sentido de dignidad colectiva.
*Una versión modificada de este texto sirvió de ponencia del autor en la conmemoración del Día Santiago Iglesias Pantín, actividad celebrada el pasado 30 de agosto en el Instituto de Relaciones de Trabajo de la UPR.