Recuerdos del padrino
A Don Toño ya lo escuchaba antes de verlo. Desde muy pequeño conocía esa voz de trueno que presentaba el noticiario en el matiné dominical del cine Roosevelt, era un vozarrón en estéreo antes que esa técnica de ilusión auditiva existiera.
Imagino que me vio de bebito, porque un buen día Papi me lo presentó como mi padrino y cuando habló se hizo el milagro audiovisual: aquella voz del cine tenía rostro y además era pariente mío… o algo así.
No sé cómo lo hacía pero siempre me reconocía, no importa el tiempo que pasara sin verme. A pesar mis cambios de niño a adulto, con melena, con barba, con canas o flaco, y más flaco, siempre me identificó a simple vista y nunca dejó de llamarme Manolito, como para recordarme que seguía siendo mi padrino.
Con la presencia de Toño también nos criamos los Cossitos porque sus cuadros adornaban casi todas las paredes de la casa al punto de que “El niño chupando chinas” que pintó era como mi tercer hermano, el que siempre estaba en el pasillo.
En los últimos años, junto a Peri y/o Marcos Pastrana salíamos a almorzar con alguna frecuencia, que ahora reconozco fue mucho menor de la que nos merecíamos. Escuchaba sus relatos, su viaje en barco mercante a Europa, sus estudios en Florencia, su amistad con Papi y Mami, su paso por el nacionalismo y el sindicalismo, sus comentarios sobre el arte y el cine, sus opiniones sobre la situación política… todo, TODO, lo que hablaba era interesante, cosas maravillosas y otras terribles, pero ninguna aburrida ni baladí.
Sin duda Torres Martino es la persona más culta que he conocido y mientras más culto le descubría, más humilde se presentaba. Auténtico, sin dobleces, poses, ni extravagancias, Don Toño fue un genuino intelectual del pueblo… ¡y cómo lo voy a extrañar!José Antonio Torres Martino. Niño comiendo china, 1952.