Ricky Martin para gobernador
Defensor de los derechos de infantes de todas partes del mundo, solidario de los reclamos de las comunidades LGBTT y entusiasta de la pasada lucha estudiantil, me parece que Ricky Martin reúne cualidades especiales para ser candidato a gobernar el país. Muchos lo pensaran una mera broma o una “tonta tontería” como aquellas de Goyito Sabater, pero lo digo en serio.
Vamos a darle cabeza al asunto. Tras su triunfo abrumador en el 2008, el gobierno de Fortuño y el penepé se ha sentido envalentonado para imponer su política rebasando lo propuesto en su “programa de gobierno”. Si bien el amplio margen de su victoria justificaría tal libertad de acción, hemos experimentado excesos de poder y giros en su política que revirtieron su apoyo en la población dramáticamente en menos de un año. Lo que para algunos parecía una alianza entre el pueblo y los grandes intereses, aquellos cien inversionistas que Fortuño iba a traer a Puerto Rico, antes de enero de 2009 ya se vislumbraba como una política antipática y peligrosa. La enorme oposición que ha levantado la Ley 7 es sólo una de las evidencias de tal giro.
Para colmo, “such is life”: varios asesores del gobierno se burlan de las protestas y los reclamos de aquellos que quedarían marginados de los “proyectos de desarrollo” con insultos y expresiones sorprendentes por su falta de sensibilidad. Contrario a retóricas electorales y populistas que alegan que el progreso es para todos, estos funcionarios descarada y cínicamente afirman “que el desarrollo es bueno y necesario aunque tú no vayas a tener ni pa’ comprarte un límber”.
Del mismo modo legislan para limitar las protestas y expresiones comunitarias con arrogancia de guapito de barrio. Así intentan pasarle por encima a quienes intentan defender el medio ambiente, sus comunidades o el derecho a una educación pública. Un partido electo democráticamente, usa el aparato gubernamental para destruir otras instancias democráticas como las comunidades, a quienes no consultarían si hay que expropiar, para abrir camino al progreso y desarrollo, sin importar que nuevamente se los margine.
No menos importante, continuamente uno que otro legislador se saca de la manga algún proyecto para limitar derechos a parejas no heterosexuales. Como si fuera poco, los continuos insultos entre legisladores demuestran que su discusión no sólo es machista e infantil, sino que evidencia su insensibilidad ante la ola de crímenes de odio por orientación sexual. Como si no bastara, algunos han sido acusados de maltrato y hostigamiento, aunque aprueban “días del buen trato”.
Ante ese estilo de gobierno, que muchos no vacilan en llamar fascista o neofascista, hace falta proponer alternativas que propicien un cambio profundo en las formas de gobierno en Puerto Rico. En el fondo, el asunto es sobre la democracia y sus alcances de lo que estamos hablando.
La democracia electoral ya no le funciona al país, si alguna vez lo hizo. Por décadas facilitó el despotismo y el agigantamiento del gobierno que, entre otras cosas, incrementó su inoperancia práctica, mientras consolidó unas claques en el poder.
Necesitamos otras instancias de participación ciudadana para posibilitar que las decisiones no recaigan exclusivamente en unos pocos, impuestos por las burocracias partidistas-electorales. En este reclamo, han sido pilares las luchas comunitarias y ambientales y los reclamos de la comunidad LGBTT, más que otros sectores. Recientemente, la lucha estudiantil dio algunas lecciones al respecto; pero, no caigamos en triunfalismos ilusos, todavía hay mucho que discutir.
Es en esta línea que propongo una candidatura diferente a la tradicional. Primero, fuera de las líneas partidistas o ideológicas que han dominado el debate político en Puerto Rico. Segundo, que ponga al frente la defensa de derechos civiles y ciudadanos frente amenazas del propio estado y de otros sectores de la población. Tercero, que sea capaz de desmoronar el bipartidismo actual y promueva otras formas de pensarnos como comunidad democrática.
Digo Ricky Martin, en serio y con respeto, porque sus pocas manifestaciones al respecto han ido en apoyo a la defensa de derechos civiles y reproductores y en reconocimiento del trabajo de su Fundación por abolir el maltrato y la esclavitud infantil. Lo digo en serio, porque es una figura reconocida que por su poca exposición política está fuera de las guerras politiqueras que dominan la esfera pública. Lo digo en broma, porque no lo conozco y la política es mucho más compleja que mera popularidad y simpatía. Cantantes, artistas y escritores han resultado ser un fracaso como gobernantes.
Pero con el chiste, quiero provocar giros en el debate político y público para sacarnos del carril exclusivo del estatus y la lucha de clases. Al tiempo que escribo, Antonio García Padilla y Héctor Ferrer se enfilan como candidatos del pepedé, lo que a todas luces es una consolidación del conservadurismo y el inmovilismo en dicho partido. Los soberanistas, por su parte, inician inscripción electoral.
Este panorama no me parece alentador: la discusión del estatus sólo ha fortalecido al penepé. Y digo al penepé y no a la estadidad, porque más que ésta, me preocupa el derechismo fundamentalista de ese partido en el poder y de esos candidatos populares. El debate sobre el estatus lo dejo para después, porque precisamente quiero sacarlo del vértice de la discusión política, no para eternizar la colonia, sino para repensarnos política y comunitariamente.
Articulaciones 1
Ricky Martin para gobernador
Juan Otero Garabís
Defensor de los derechos de infantes de todas partes del mundo, solidario de los reclamos de las comunidades LGBTT y entusiasta de la pasada lucha estudiantil, me parece que Ricky Martin reúne cualidades especiales para ser candidato a gobernar el país. Muchos lo pensaran una mera broma o una “tonta tontería” como aquellas de Goyito Sabater, pero lo digo en serio.
Vamos a darle cabeza al asunto. Tras su triunfo abrumador en el 2008, el gobierno de Fortuño y el penepé se ha sentido envalentonado para imponer su política rebasando lo propuesto en su “programa de gobierno”. Si bien el amplio margen de su victoria justificaría tal libertad de acción, hemos experimentado excesos de poder y giros en su política que revirtieron su apoyo en la población dramáticamente en menos de un año. Lo que para algunos parecía una alianza entre el pueblo y los grandes intereses, aquellos cien inversionistas que Fortuño iba a traer a Puerto Rico, antes de enero de 2009 ya se vislumbraba como una política antipática y peligrosa. La enorme oposición que ha levantado la Ley 7 es sólo una de las evidencias de tal giro.
Para colmo, “such is life”: varios asesores del gobierno se burlan de las protestas y los reclamos de aquellos que quedarían marginados de los “proyectos de desarrollo” con insultos y expresiones sorprendentes por su falta de sensibilidad. Contrario a retóricas electorales y populistas que alegan que el progreso es para todos, estos funcionarios descarada y cínicamente afirman “que el desarrollo es bueno y necesario aunque tú no vayas a tener ni pa’ comprarte un límber”.
Del mismo modo legislan para limitar las protestas y expresiones comunitarias con arrogancia de guapito de barrio. Así intentan pasarle por encima a quienes intentan defender el medio ambiente, sus comunidades o el derecho a una educación pública. Un partido electo democráticamente, usa el aparato gubernamental para destruir otras instancias democráticas como las comunidades, a quienes no consultarían si hay que expropiar, para abrir camino al progreso y desarrollo, sin importar que nuevamente se los margine.
No menos importante, continuamente uno que otro legislador se saca de la manga algún proyecto para limitar derechos a parejas no heterosexuales. Como si fuera poco, los continuos insultos entre legisladores demuestran que su discusión no sólo es machista e infantil, sino que evidencia su insensibilidad ante la ola de crímenes de odio por orientación sexual. Como si no bastara, algunos han sido acusados de maltrato y hostigamiento, aunque aprueban “días del buen trato”.
Ante ese estilo de gobierno, que muchos no vacilan en llamar fascista o neofascista, hace falta proponer alternativas que propicien un cambio profundo en las formas de gobierno en Puerto Rico. En el fondo, el asunto es sobre la democracia y sus alcances de lo que estamos hablando.
La democracia electoral ya no le funciona al país, si alguna vez lo hizo. Por décadas facilitó el despotismo y el agigantamiento del gobierno que, entre otras cosas, incrementó su inoperancia práctica, mientras consolidó unas claques en el poder.
Necesitamos otras instancias de participación ciudadana para posibilitar que las decisiones no recaigan exclusivamente en unos pocos, impuestos por las burocracias partidistas-electorales. En este reclamo, han sido pilares las luchas comunitarias y ambientales y los reclamos de la comunidad LGBTT, más que otros sectores. Recientemente, la lucha estudiantil dio algunas lecciones al respecto; pero, no caigamos en triunfalismos ilusos, todavía hay mucho que discutir.
Es en esta línea que propongo una candidatura diferente a la tradicional. Primero, fuera de las líneas partidistas o ideológicas que han dominado el debate político en Puerto Rico. Segundo, que ponga al frente la defensa de derechos civiles y ciudadanos frente amenazas del propio estado y de otros sectores de la población. Tercero, que sea capaz de desmoronar el bipartidismo actual y promueva otras formas de pensarnos como comunidad democrática.
Digo Ricky Martin, en serio y con respeto, porque sus pocas manifestaciones al respecto han ido en apoyo a la defensa de derechos civiles y reproductores y en reconocimiento del trabajo de su Fundación por abolir el maltrato y la esclavitud infantil. Lo digo en serio, porque es una figura reconocida que por su poca exposición política está fuera de las guerras politiqueras que dominan la esfera pública. Lo digo en broma, porque no lo conozco y la política es mucho más compleja que mera popularidad y simpatía. Cantantes, artistas y escritores han resultado ser un fracaso como gobernantes.
Pero con el chiste, quiero provocar giros en el debate político y público para sacarnos del carril exclusivo del estatus y la lucha de clases. Al tiempo que escribo, Antonio García Padilla y Héctor Ferrer se enfilan como candidatos del pepedé, lo que a todas luces es una consolidación del conservadurismo y el inmovilismo en dicho partido. Los soberanistas, por su parte, inician inscripción electoral.
Este panorama no me pare
Articulaciones 1
Ricky Martin para gobernador
Juan Otero Garabís
Defensor de los derechos de infantes de todas partes del mundo, solidario de los reclamos de las comunidades LGBTT y entusiasta de la pasada lucha estudiantil, me parece que Ricky Martin reúne cualidades especiales para ser candidato a gobernar el país. Muchos lo pensaran una mera broma o una “tonta tontería” como aquellas de Goyito Sabater, pero lo digo en serio.
Vamos a darle cabeza al asunto. Tras su triunfo abrumador en el 2008, el gobierno de Fortuño y el penepé se ha sentido envalentonado para imponer su política rebasando lo propuesto en su “programa de gobierno”. Si bien el amplio margen de su victoria justificaría tal libertad de acción, hemos experimentado excesos de poder y giros en su política que revirtieron su apoyo en la población dramáticamente en menos de un año. Lo que para algunos parecía una alianza entre el pueblo y los grandes intereses, aquellos cien inversionistas que Fortuño iba a traer a Puerto Rico, antes de enero de 2009 ya se vislumbraba como una política antipática y peligrosa. La enorme oposición que ha levantado la Ley 7 es sólo una de las evidencias de tal giro.
Para colmo, “such is life”: varios asesores del gobierno se burlan de las protestas y los reclamos de aquellos que quedarían marginados de los “proyectos de desarrollo” con insultos y expresiones sorprendentes por su falta de sensibilidad. Contrario a retóricas electorales y populistas que alegan que el progreso es para todos, estos funcionarios descarada y cínicamente afirman “que el desarrollo es bueno y necesario aunque tú no vayas a tener ni pa’ comprarte un límber”.
Del mismo modo legislan para limitar las protestas y expresiones comunitarias con arrogancia de guapito de barrio. Así intentan pasarle por encima a quienes intentan defender el medio ambiente, sus comunidades o el derecho a una educación pública. Un partido electo democráticamente, usa el aparato gubernamental para destruir otras instancias democráticas como las comunidades, a quienes no consultarían si hay que expropiar, para abrir camino al progreso y desarrollo, sin importar que nuevamente se los margine.
No menos importante, continuamente uno que otro legislador se saca de la manga algún proyecto para limitar derechos a parejas no heterosexuales. Como si fuera poco, los continuos insultos entre legisladores demuestran que su discusión no sólo es machista e infantil, sino que evidencia su insensibilidad ante la ola de crímenes de odio por orientación sexual. Como si no bastara, algunos han sido acusados de maltrato y hostigamiento, aunque aprueban “días del buen trato”.
Ante ese estilo de gobierno, que muchos no vacilan en llamar fascista o neofascista, hace falta proponer alternativas que propicien un cambio profundo en las formas de gobierno en Puerto Rico. En el fondo, el asunto es sobre la democracia y sus alcances de lo que estamos hablando.
La democracia electoral ya no le funciona al país, si alguna vez lo hizo. Por décadas facilitó el despotismo y el agigantamiento del gobierno que, entre otras cosas, incrementó su inoperancia práctica, mientras consolidó unas claques en el poder.
Necesitamos otras instancias de participación ciudadana para posibilitar que las decisiones no recaigan exclusivamente en unos pocos, impuestos por las burocracias partidistas-electorales. En este reclamo, han sido pilares las luchas comunitarias y ambientales y los reclamos de la comunidad LGBTT, más que otros sectores. Recientemente, la lucha estudiantil dio algunas lecciones al respecto; pero, no caigamos en triunfalismos ilusos, todavía hay mucho que discutir.
Es en esta línea que propongo una candidatura diferente a la tradicional. Primero, fuera de las líneas partidistas o ideológicas que han dominado el debate político en Puerto Rico. Segundo, que ponga al frente la defensa de derechos civiles y ciudadanos frente amenazas del propio estado y de otros sectores de la población. Tercero, que sea capaz de desmoronar el bipartidismo actual y promueva otras formas de pensarnos como comunidad democrática.
Digo Ricky Martin, en serio y con respeto, porque sus pocas manifestaciones al respecto han ido en apoyo a la defensa de derechos civiles y reproductores y en reconocimiento del trabajo de su Fundación por abolir el maltrato y la esclavitud infantil. Lo digo en serio, porque es una figura reconocida que por su poca exposición política está fuera de las guerras politiqueras que dominan la esfera pública. Lo digo en broma, porque no lo conozco y la política es mucho más compleja que mera popularidad y simpatía. Cantantes, artistas y escritores han resultado ser un fracaso como gobernantes.
Pero con el chiste, quiero provocar giros en el debate político y público para sacarnos del carril exclusivo del estatus y la lucha de clases. Al tiempo que escribo, Antonio García Padilla y Héctor Ferrer se enfilan como candidatos del pepedé, lo que a todas luces es una consolidación del conservadurismo y el inmovilismo en dicho partido. Los soberanistas, por su parte, inician inscripción electoral.
Este panorama no me parece alentador: la discusión del estatus sólo ha fortalecido al penepé. Y digo al penepé y no a la estadidad, porque más que ésta, me preocupa el derechismo fundamentalista de ese partido en el poder y de esos candidatos populares. El debate sobre el estatus lo dejo para después, porque precisamente quiero sacarlo del vértice de la discusión política, no para eternizar la colonia, sino para repensarnos política y comunitariamente.
ce alentador: la discusión del estatus sólo ha fortalecido al penepé. Y digo al penepé y no a la estadidad, porque más que ésta, me preocupa el derechismo fundamentalista de ese partido en el poder y de esos candidatos populares. El debate sobre el estatus lo dejo para después, porque precisamente quiero sacarlo del vértice de la discusión política, no para eternizar la colonia, sino para repensarnos política y comunitariamente.