Rolando Estévez y Ediciones Vigía
Rolando Estévez Jordán (1953) y Alfredo Zaldívar (1956) fundaron en 1985 una pequeña editorial independiente en Matanza, Cuba. Esta tuvo su origen en un sencillo proyecto: hacer programas para actividades de música y de poesía organizadas en esa ciudad. Zaldívar y Estévez contaban con recursos muy limitados que condicionaron desde el comienzo toda su producción. De los sencillos programas para actividades culturales –hojas hechas a mano con una hermosa caligrafía y en papel de estraza– pasaron a pequeños libros artesanales. Su producción era singular: Estévez creaba un prototipo que, entonces, un grupo de artesanos voluntarios reproducía. La edición era de un texto breve, muy breve, sólo una cita a veces. Se imprimían 200 ejemplares porque ese era el número de copias legibles que podían reproducir con una anticuada maquinilla y un viejo mimeógrafo. Llegó un momento en que ya no hallaban estarcidos. Y el papel siempre escaseaba. Más tarde consiguieron una fotocopiadora. Pero siguieron produciendo libros con la elegante caligrafía de Estévez y con papel de estraza o retazos de otros tipos de papel y de cartón reciclado. Esos elementos les dieron a los libros de Ediciones Vigía su sello propio, una cara reconocible. Ese sello distintivo lo impuso Estévez. Sus creaciones parecen a veces esculturas de papel o, en la mayoría de los casos, collages hechos con retazos, desperdicios y objetos hallados. Muchas veces su estética ha sido comparada con la del movimiento italiano “Arte Povera” y también se ha tratado de asociar con el Periodo Especial, aunque Vigía nació unos años antes de ese momento tan difícil en la historia cubana. Zaldívar abandonó Cuba y más tarde Estévez dejó Vigía, pero fundó otra editorial, Ediciones El Fortín. Pero siempre los libros de ambas editoriales, que son tesoros de coleccionistas, quedaron marcados por su estilo. Ahora Ruth Behar, Juanamaría Cordones-Cook y Kristin Schwain nos ofrecen un libro donde recogen trabajos suyos y de otros estudiosos que tratan, desde distintos ángulos y diversas disciplinas, entender y explicar este fenómeno estético, literario y político (Handmade in Cuba: Rolando Estévez and the beautiful books of Ediciones Vigía, Gainesville, Florida, University of Florida Press, 2020)
En el intento de explicar el complejo fenómeno editorial y más concretamente la labor de Estévez, figura central en el proyecto, las coordinadoras de este libro recogen trabajos escritos desde distintas perspectivas para crear un amplio retrato de Ediciones Vigía. Por ejemplo, Cordones-Cook entrevista a Estévez y logra que este aclare muchos de sus principios y objetivos estéticos. Probablemente este sea de los incluidos en el libro el trabajo que más directamente explica algunos de los temas de importancia sobre la editorial y el artista. Behar, por su parte, ofrece una memoria de su primer encuentro con Estévez y su larga y estrecha relación con la editorial que ha publicado varios libros suyos. Nancy Morejón, quien también ha publicado varios libros en Vigía, ofrece un ensayo de tonos poéticos, que interpreta desde la perspectiva de otra artista cubana el sentido de la editorial y la labor de Estévez. Elzbieta Sklodowska contribuye con un enjundioso e iluminador texto que explora la estética de Vigía a la luz de la política cultural cubana del momento. Kristin Schwain, a su vez, explora el impacto de la santería en la iconografía de Estévez, especialmente en sus imágenes de Eleguá; su propuesta es innovadora y erudita. Carina Pino Santos es una de las pocas estudiosas incluidas en el volumen que intenta acercarse a Vigía y a Estévez desde la perspectiva de las artes visuales. Kim Larson se acerca al artista y su editorial desde la iconología y, al hacerlo, le presta especial atención a la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre que aparece en muchos de los textos por ellos publicados. Por su parte Erin S. Finzer explora algunos de los problemas que el mercado del arte traen al proyecto de Vigía. El trabajo más ambicioso del libro probablemente sea el de William Luis quien lee este proyecto editorial como la representación de la nación misma. Todos estos trabajos forman un conjunto coherente, conjunto que definitivamente es una importante contribución al estudio de este proyecto y de este artista, proyecto y artista necesarios para entender mejor la compleja problemática de la literatura y las artes plásticas en Cuba hoy.
Algunos de los estudiosos incluidos en este volumen se interesan por aclarar el significado de Vigía examinando la lista de autores que ha aparecido bajo su sello. Estos notan que los editores publican textos de escritores noveles y también de figuras ya canónicas en las letras cubanas. Notan también como Vigía publicó textos de poetas del llamado Grupo Orígenes cuando todavía estos no eran cómodamente aceptados en el canon oficial. Estos son Eliseo Diego, Cintio Vitier y, sobre todos, Fina García Marruz de quien publican varios libros en la editorial. También destacan cómo en Vigía aparecen textos de temática gay, por ejemplo, el guión de Senel Paz para Fresa y chocolate y un cuento sobre un travestí de Miguel Barnet. Esto no quiere decir que Vigía ignorara a los clásicos; por ejemplo, publican diversos textos de José Martí. Aparecen también unos pocos autores extranjeros: Emily Dickinson es un caso ejemplar. Pero a la vez hay que notar que los extranjeros publicados – Pasternak es un caso cabal – no son figuras usualmente privilegiadas en el contexto editorial cubano. Pero hay que apuntar que todos los libros de Vigía son breves, brevísimos a veces, dadas las limitaciones materiales de la editorial y, sobre todo, dados los intereses estéticos que dominan toda su producción. Es que estos no sólo son textos literarios; son, a la vez y sobre todo, objetos en sí; son obras de artes plásticas.
Esta finalidad estética es la que domina en los proyectos de Ediciones Vigía. Todos los que producen se pueden considerar libros de artista. Todos los ejemplares son en verdad únicos dado el método de producción, pues siempre hay pequeñas variaciones en cada uno porque los materiales que se emplean –hojas, ramas, caracoles, objetos hallados, papel y cartón reciclados – no son exactamente iguales. También Estévez produce ediciones únicas, de un solo ejemplar. Estas son raras e importan más por la plástica que por el texto que reproduce.
Pero en las ediciones regulares de 200 ejemplares la forma siempre está íntimamente relacionada al contenido. Por ejemplo, Slant of light / Sesgo de luz (1998), una selección bilingüe de poemas de Dickinson, tiene la forma de una casa y para leer el texto hay que quitarle el techo a la misma. Adentro se hallan un pequeño libro con los poemas de Dickinson, un árbol, un pedazo de tul que imita neblina y una figurita de la poeta. Con estos se puede montar una especie de escenario que sirve de fondo para leer y entender mejor los textos poéticos. Estévez no había visto la casa de Dickinson en Amherst cuando creó este libro. Pero la lectura de sus poemas y de la biografía de la poeta casi reclusa lo llevó a imaginarse este libro/objeto que capta el sentido de los poemas y de la misteriosa vida casi monacal de la poeta.
El trabajo del artista y la editorial nos hace pensar en un serio problema: ¿quién puede adquirir estos libros en Cuba? Hay que apuntar de inmediato que estos se venden a diferentes precios y se compran en diferentes monedas dependiendo del momento de la venta. Primero, durante el lanzamiento del libro, los cubanos pueden comprarlo con moneda nacional y a un precio relativamente módico, aunque todavía caro dado su poder adquisitivo. Pero más tarde se venden en dólares y muchos son adquiridos por turistas educados que buscan un suvenir novedoso y que no sea kitsch. Por ello mismo hay amplias y excelentes colecciones de los libros de Vigía fuera de Cuba, especialmente en Estados Unidos y en Europa. Hasta el Metropolitan Museum de Nueva York tiene en su colección permanente un libro de poemas de Martí de Ediciones Vigía; el hecho es significativo pues ilustra el alto valor artístico que se le atribuye a estos libros en el extranjero. Por su parte y dado su compromiso con Estévez y su editorial, Ruth Behar y Juanamaría Cordones-Cook han hecho que las sendas universidades donde trabajan adquieran libros de Vigía. Así la biblioteca de la Universidad de Michigan y el Museo de Arte y Arqueología de la Universidad de Missouri tienen amplias colecciones de estos.
Por todo ello se puede decir que el caso de Estévez plantea un amplio y complejo problema sobre el mercado de arte en un país socialista. ¿Quién puede comprar y coleccionar arte hoy en Cuba? ¿Qué función desempeña el gobierno en el mercado de arte del país? ¿Cómo llega a ser reconocido un artista cubano en su propio territorio? ¿Cómo puede llegar a ser estimado en el extranjero? Por todo ello y para poner estas preguntas en un contexto justo y apropiado en este caso en particular, hay que recalcar que Estévez y Ediciones Vigía han mantenido su independencia editorial y estética dados el carácter de su proyecto y, sobre todo, el proceso de manufacturación de sus libros. Pero no cabe duda de que el contacto con estudiosos extranjeros, especialmente con Cordones-Cook y con Behar, ha favorecido que se les conozca fuera del país. Algunos de los ensayos incluidos en Handmade in Cuba… tocan algunos de estos importantes temas.
Pero la gran laguna en este libro es la falta de un acercamiento tipológico y la ausencia de una contextualización del artista y su obra en la historia del arte cubano y el latinoamericano. Los trabajos de Kim Larson y de Carina Pino Santos son los que más se acercan al tema. A pesar de sus atinadas observaciones todavía hay mucho que investigar. ¿Cómo se puede colocar la obra de Estévez en el marco del arte cubano? ¿Se pueden hallar antecedentes a su obra? ¿Influencias? ¿Qué constantes tipológicas hallamos en estos libros? ¿Cómo podemos colocar su producción en el contexto latinoamericano? Es importante recordar que en varios países, especialmente en Argentina donde se originó el movimiento en 2001, se han dado proyectos editoriales parecidos llamados ediciones cartoneras.
Para mí lo que mayor falta hace para entender mejor la obra de Estévez es un análisis de las imágenes que se repiten en sus libros. Lo que me gustaría ver es cómo estas mismas sirven para narrar la historia del proyecto ya que, como apunta Christopher S. Wood, el erudito estudioso de la historia del arte, “[t]ypology is a way of letting artifacts themselves write history” (A history of art history, Princeton, Princeton University Press, 2019, p. 32). La figura y la vida de Estévez han ensordecido y hasta callado la voz de sus propios libros. Por ello, lo que creo hace falta en Handmade in Cuba… es una historia escrita por o a través de la iconografía empleada en los libros de la editorial: lo que hace falta es que los libros mismos cuenten su historia.
Para responder a estas importantes preguntas y para cumplir con ese objetivo se haría necesario ver y estudiar los casi quinientos libros producidos por Vigía. Handmade in Cuba… ofrece una muy generosa muestra de fotos de las portadas de algunos de estos. Pero, a pesar de ello, el número de libros fotografiados es mínimo si se piensa en la amplia producción de Estévez y, sobre todo, si se piensa que para tener una verdadera imagen de uno de estos libros hay que tenerlo en las manos, hay que manejarlos porque, aún en los casos de los libros de formato más tradicional, los de Vigía son siempre objetos que se asemejan a pequeñas esculturas o, sobre todo, a collages. Por ello el manejo de estos es un proceso estético donde el lector/actor tiene que manipular el libro/objeto para tener una experiencia plena y verdadera de su significado y su valor. Manejar, manipular: estas son palabras que vienen de la palabra mano. El origen de estas viene aquí al caso, pues tener en las manos un libro de Vigía es una experiencia estética muy particular, única, que no tiene sustitución y es necesaria para entender plenamente su valor.
Por ello mismo tengo que referirme a mi experiencia directa con mi pequeñísima colección de libros de Ediciones Vigía, los únicos que he podido manejar directamente. Sólo tengo tres. Uno, Tres del 2000 (2000), recoge poemas de Roberto Fernández Retamar y es el de formato más tradicional de los que tengo. Es el único en mi colección con el sello de Vigía. Otro, Dos mujeres, una isla (2014), mucho más elaborado, recoge poemas de Morejón y Behar con un prólogo de Cordones-Cook y fue publicado por El Fortín, aunque responde a la estética de Vigía o, mejor, de Estévez. Este, impreso en papel grueso reciclado de bolsa de harina traídas de los Estados Unidos, es de un formato complejo; para abrirlo hay que desamarrar cordones y mover tiras de papel que funcionan como cintas y que encierran las páginas del libro. El tercer libro en mi colección, también con el sello de El Fortín, es una edición única que adquirí de Estévez mismo. El hecho merece una explicación y el libro creo que sirve de ejemplo ideal para entender mejor la estética del artista y su editorial.
En 2014 vi por primera vez un libro de Ediciones Vigía. Me lo mostró Juanamaría Cordones-Cook y era parte de su colección. Quedé deslumbrado. De inmediato traté de conseguir alguno o algunos, los que pudiera. Hallé y adquirí por una compra en el Internet dos, el de Fernández Retamar y el de Morejón y Behar. El tercero se lo encargué directamente al artista ya que Juanamaría me dio un número de teléfono para comunicarme con Estévez quien se encontraba de paso por Miami. Le pregunté si tenía algún libro disponible; me dijo que había vendido todos los que había traído. En la conversación – Estévez resultó ser un grato conversador – me dijo que me podía hacer uno, que usualmente no hacía ese tipo de encargo, pero que, dado que yo venía de parte de una gran amiga y colaboradora suya y que demostraba gran aprecio por su obra, olvidaría su norma. Me preguntó que si tenía alguna preferencia sobre el autor. Le dije que determinara él quién sería. De inmediato me dijo que el libro recogería algo de la poesía de Martí, a quien admira inmensamente. En la misma conversación hablamos de René Portocarrero, artista cubano que ambos admiramos. Le comenté que algunas de sus figuras me hacían recordar las muy conocidas “Floras” de Portocarrero. Me dijo entonces que mi libro también tendría un pequeño homenaje a ese gran pintor. Pensé que encargo no llegaría nunca, que la comisión quedaría en nada. Pero unas dos semanas más tarde recibí mi libro con el sello de su nueva editorial, Ediciones El Fortín, que emplea como símbolo un quinqué, imagen que ya usaba en Vigía y que aparece en muchas de sus ilustraciones, no sólo en el sello editorial.
El libro viene en un gran sobre de cartón (18.5 por 8 pulgadas) que se cierra con un pedazo de tela y que trae algunas decoraciones. El texto consiste sólo de una estrofa, la tercera del primer poema de Versos sencillos de Martí:
Yo sé los nombres extraños
de las yerbas y las flores,
y de mortales engaños,
y de sublimes dolores.
La ilustración principal es un joven desnudo. Esa es una figura que se repite en muchos libros de Estévez y hay que verla como una representación de la inocencia. Ese hombre desnudo, que aparece en muchos de sus libros, me hace pensar en el del famoso cuadro de Picasso Joven guiando un caballo (1905-6), imagen que, como la de Estévez, no tiene ningún elemento erótico, a pesar de la desnudez de la figura. Para algunos la yuxtaposición de los versos martianos con esta imagen de un joven desnudo podrá parecer contradictoria, hasta ofensiva. Pero para mí es una magnífica representación de la inocencia y sinceridad que Martí expresa en muchos de sus versos y de la honestidad y la valentía que refleja la obra de Estévez. Como en otros de sus libros, en este hay páginas que cubren y hasta ocultan otras páginas. Estas se levantan como capas para revelar otros contenidos e imágenes. En este caso al levantar la página con el retrato del joven hallamos una flor que alude directamente a las de los versos martianos. Esta página oculta es un collage en el que se incluyen ramas de plantas y la pintura en ella crea fuertes texturas, como si fueran hechas por otros objetos, así reforzando el medio del collage. Una serpiente, en la página principal que se acerca al joven en la página opuesta, esconde los versos de Martí en español, pues el libro trae también una traducción al inglés de esa estrofa privilegiada por Estévez quien, por suerte, no usó de los Versos sencillos la primera, ya tan repetida. La serpiente y el joven desnudo parecen hacer referencia a un Adán solitario, un Adán que no deja de recordarme al de William Blake, poeta que también destaca la inocencia primigenia y otro gran ilustrador de libros. El libro, pues, cabe perfectamente bien por todos estos elementos en el marco de la típica producción de Estévez, aunque sea un ejemplar único.
No me cabe duda de que para experimentar de lleno la sensación estética que produce un libro/objeto de Estévez hay que tener contacto físico con uno, hay que tenerlo en las manos, hay que manejarlo. La reproducción de su portada no es suficiente para darnos esa experiencia. Pero dado de que esa está limitada a la buena fortuna del encuentro con el objeto mismo y no todo el mundo puede tener tal experiencia, es que intento compartir con los lectores de este comentario de Handmade in Cuba… una aproximación a la misma a través de fotos de los libros de Martí en mi pequeña colección.
Espero que estas páginas y, sobre todo, estas imágenes de uno de sus libros/objetos lleven a otros a la obra de Estévez, obra que estas tres estudiosas – Cordones-Cook, Schwain y Behar – nos presentan y explican a través de esta recopilación de ensayos sobre este importante y necesario artista cubano. Espero que el comentario sobre este libro sea una puerta de entrada a los libros de Vigía y El Fortín y, sobre todo, a la obra de Estévez.